MANDELA: LA LUCHA POR LA IGUALDAD Y LA HIPOCRESIA BURGUESA

*  Nelson Mandela falleció, la lucha por la justicia y la igualdad social y racial continua

Salvador PEREZ

          A la edad de 95 años, el pasado jueves 5 de diciembre, poco antes de las 21 horas fallecía tras una larga enfermedad Nelson Rohishlahla Mandela. De forma fulminante las masas oprimidas sudafricanas salieron a las calles para llorar su muerte y al mismo tiempo reivindicar su legado de lucha por la igualdad social y racial.

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         Igualmente desde entonces hemos asistido a las cínicas imágenes de los opresores, de los gobernantes de todo el mundo acudir a rendir ‘honores’ a Mandela, en un descarado intento de la burguesía mundial y sus lacayos políticos de prostituir las ideas, la vida de lucha que dedico como uno de los más importantes dirigentes contra el Apartheid, que lo llevo a ser condenado de por vida a prisión por el anterior Estado en Sudáfrica.

        Eran los años en los que no solo el gobierno del Partido Nacionalista de la burguesía sudafricana lo condenaban como un ‘simple terrorista’, sino que igual calificativo le atribuían los gobernantes del imperialismo mundial, con Ronald Reagan y Margaret Thatcher al frente. El mismísimo Primer Ministro actual de Gran Bretaña, David Cameron, realizaba viajes a Sudáfrica, mientras Mandela estaba en prisión y las Juventudes Conservadoras editaban carteles llamando a "Colgar a Mandela".

       En los tiempos en los que Mandela sufría las duras condiciones del presidio, bajo el despiadado y racista gobierno del presidente de Sudáfrica Botha, todos los actuales dirigentes políticos de la burguesía mundial, que ahora son retratados llorando como cocodrilos por la muerte de Mandela, aplaudían la política de explotación de clase y discriminación racial en Sudáfrica.

       En aquellos tiempos de duros años de cárcel, Mandela se fundió en el corazón y la mente de los millones de proletarios de Sudáfrica y a nivel mundial, como luchador por la igualdad social y el fin de las discriminaciones por motivos de raza. Mandela se convirtió en el ‘corazón de las masas’, pero personalmente detrás de los barrotes de las cárceles de la burguesía sudafricana contrajo una grave enfermedad pulmonar que le acompaño hasta el último momento de su vida.

       Sea como fuera, Nelson Mandela en sus años de luchador incansable por la igualdad y la justicia social no tuvo nada que ver, fariseos que en su funeral han cantado loas hacia su persona, mucho menos con los medios de comunicación al servicio del poder que en estos días se han dedicado a contar los ‘filtréos’ de Obama, Cameron con alguna que otra Primera Ministra europea.

           A mediados de la década de 1980 todo cambio social y políticamente en Sudáfrica. Las masas trabajadoras, los pobres, en Sudáfrica se rebelaron organizadamente, construyendo poderosas organizaciones de masas, como el COSATU, la Confederación de sindicatos que fue construida por los trabajadores sudafricanos para la lucha por mejorar las condiciones de vida, para la lucha por la igualdad social, en contra de la discriminación racial. Fue esta lucha de las masas negras oprimidas, masivas y realizadas a sangre y fuego por la represión del Estado sudafricano del Apartheid, no las palabras misericordes de los dirigentes políticos de la burguesía mundial, lo que finalmente puso punto y final formal y legal al régimen sudafricano.

         Fue ese contexto de fuerte ascenso de la lucha de clases lo que imposibilito en la práctica a la burguesía, a los mismos opresores que durante años y décadas habían mantenido a Mandela y a miles de luchadores en las cárceles, el poder continuar con su régimen racista mediante la pura y dura represión. Ello obligo a los poderosos y a sus políticos en el gobierno del Apartheid, con el ex Primer Ministro Botha al frente, a maniobrar en dirección contraria, a buscar ‘un acuerdo’ por arriba con las direcciones de las organizaciones de clase de los trabajadores, al objeto de sacrificar el sistema político racista, para así mantener el régimen capitalista de opresión de clase.

        En aquellos momentos Sudáfrica vivía una situación prerrevolucionaria, que no solo ponía en duda la continuidad del Apartheid, sino la propia continuidad del Capitalismo como sistema social. Ante esta situacion, de fuerte incremento de la lucha de clases, la burguesía se dividió en dos alas. Un ala más dura, que defendía continuar con las cosas como estaban a costa de crear un baño de sangre de cientos de miles de trabajadores negros en el país y otro ala, liderada por el dirigente de la minoría burguesa blanca, el llamado ‘reformista’ De Klerk, partidario de salvar lo esencial, el dominio económico y social de los poderosos, de la minoría blanca, sobre las masas negras y desposeídas de todas condiciones de vida dignas.

           En el terreno práctico, este segundo ala de la burguesía era el más inteligente y por ello el que resultaba más peligroso para el futuro de la lucha de las masas negras oprimidas. Ellos eran plenamente conscientes de que ‘el juego del Apartheid había terminado’, era insostenible en las condiciones de la lucha de clases ascendentes que vivía el país. De forma persistente y consciente buscaron el acuerdo con los dirigentes ‘reformistas’ de las masas negras para poner fin al régimen racial y apaciguar las luchas de los trabajadores y la juventud. Todo lo que fuera necesario al objeto de salvar lo esencial para ellos, el sistema capitalista.

         Este llamado ‘proceso de negociaciones’ acabo con ‘acuerdo’. Podríamos decir que el resultado práctico para las masas de ese acuerdo fue el mismo que el que podría existir entre una persona que va ha ser ahorcada y la soga con la cual se consumara el ahorcamiento. Todos los frutos de los ‘acuerdos interclasistas’ de aquel periodo aún perviven en la situación del país, en Sudáfrica.

         Se introdujo una Constitución burguesa democrática formal, que reconocía los derechos básicos elementales a las masas trabajadoras negras, pero el poder económico permaneció intacto en manos de la burguesía, de la minoría blanca sudafricana, con fuertes y estrechos lazos de clase con los poderosos de todo el planeta. En términos reales podríamos decir que el resultado de aquel acuerdo entre la burguesía y los dirigentes del Congreso Nacional Africano, con Mandela a la cabeza ya en libertad, significaron simple y llanamente que se concedía a las masas una LIBERTAD ENCADENADA, al poder económico y social de la burguesía, de los mismos que habían encadenado en la discriminación racial a la mayoría negra desde siempre.

          En 1959 Mandela dijo: “Es cierto que al exigir la nacionalización de los bancos, de las minas de oro, y de la tierra, la Carta le propina un golpe fatal a los monopolios financieros y mineros, y a los intereses de los granjeros que desde hace siglos vienen saqueando el país y condenando a nuestro pueblo a la servidumbre. Pero ese paso es imprescindible porque la consecución de los objetivos de la Carta es imposible, a menos y hasta que estos monopolios sean aplastados y la riqueza nacional del país sea entregada al pueblo".

         En el mismo momento en el que fue puesto en libertad, cuando salía de las cárceles del Apartheid, Mandela reitero una vez más el fondo de sus ideas, cuando afirmo que "La nacionalización de las minas, los bancos y de los monopolios industriales es la política del Congreso Nacional Africano y el cambio o modificación de nuestros puntos de vista al respecto es inconcebible."

         Pero Nelson Mandela, como casi la mayor parte de los principales dirigentes de las organizaciones de clase de la mayoría negra, aupados al gobierno desde las primeras elecciones democráticamente formales, pronto fueron cambiando sus posiciones e ideas centrales. Puestos al frente del Estado que representa a la clase dominante, codeándose en reuniones y encuentros con los propietarios de las grandes compañías, incluyendo los dueños de las ricas minas, fueron arrinconándolas iniciales ideas de nacionalizaciones de las palancas fundamentales de la economía, para acabar gestionando la situación desde el punto de vista de los poderosos. Burgueses como Harry Oppenheimer, ex presidente de la Corporación minera ‘De Beers Consolidated Mines’, fueron los instigadores de estos cambios en las ideas de dirigentes como Mandela.

         Así lo reconocía Ronnie Kasrils, dirigente del Congreso Nacional Africano, que afirmo lo siguiente: "Ese fue el momento, de 1991 a 1996, en que la batalla por el alma de la ANC fue puesta en marcha y fue perdida a favor de la influencia y el poder de las corporaciones. Ese fue el punto de inflexión fatal. Yo lo llamaría nuestro momento, cuando quedamos entrampados. Algún día los gritos del alma vendida de nuestro pueblo descenderá por el río".

          En el momento de la muerte de Nelson Mandela de nuevo la sociedad sudafricana vive momentos de auge de la lucha de clases. Prueba de ello fue el reciente y sangriento conflicto de las minas de platino que vimos, así como los centenares de luchas y huelgas que vive el país. El Apartheid formalmente desaparecio, pero persisten y se incrementan las brutales desigualdades de las clases en Sudáfrica. Podemos decir que las masas cuando luchaban por las libertades lo hacían claramente por unas mejores condiciones de trabajo y vida, por la igualdad, por el empleo digno, la vivienda, la educación, la sanidad,… Todo ello no ha mejorado en estos años, sino que en el último periodo como fruto ademas del impases de la crisis del capitalismo mundial tienden a empeorar.

         Las aspiraciones de las masas a una vida realmente humana siguen siendo el punto central en las aspiraciones de los corazones de la mayoría negra, de la clase obrera y la juventud sudafricana. Estas aspiraciones bajo el capitalismono serán satisfechas. La muerte de Mandela, en este sentido, coincide con un nuevo periodo de la lucha de clases, que solo puede tener un final exitoso con la toma del poder en las manos de las mansas trabajadoras, con la eliminación en Sudáfrica del repugnante capitalismo y la instauración de una genuina democracia de los trabajadores, de un sistema social basado en la plena justicia e igualdad: el socialismo.

          Frente a esta perspectiva durante el funeral de Mandela hemos visto a las masas llorar a su histórico dirigente, al que representaba la lucha de décadas de lucha por la justicia e igualdad. Las hemos visto abuchear al actual Presidente de Sudáfrica, quien también es el presidente del Congreso Nacional Africano, por ser un agente consciente de los poderosos. También hemos visto la absoluta hipocresía de la burguesía sudafricana y mundial, con sus dirigentes y gobernantes políticos al frente, derramar lágrimas hipócritas reivindicando el recuerdo del llamado ‘consenso de las clases, la reconciliación’, el sometimiento de los oprimidos por los opresores a manos de los oprimidos.

        Mandela ya no esta entre los vivos. Pero la lucha de las masas hará que permanezca en la conciencia colectiva de los millones que aspiramos a un mundo mejor, a un mundo sin opresión de clases y razas.

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