Espartaco: un verdadero representante del proletariado de la antigüedad
En
el primer siglo antes de Cristo un esclavo llamado Espartaco amenazó el poderío
de Roma. Espartaco (190 a. C-71 a. C) fue el líder (o posiblemente uno de
varios líderes) de la masiva insurrección esclava conocida como la Tercera
Guerra Servil. Bajo su dirección, una minúscula banda de gladiadores rebeldes
creció hasta convertirse en un enorme ejército revolucionario que ascendió a
100.000 personas. Al final fue necesaria toda la fuerza del ejército romano
para aplastar la rebelión.
A
pesar de la bien merecida fama de gran líder revolucionario y uno de los
generales más excepcionales de la antigüedad, no se sabe mucho del Espartaco
hombre. Siempre son los victoriosos los que escriben la historia y la voz de
los esclavos a lo largo de los siglos sólo se puede escuchar a través de los
relatos de los opresores. Disponemos de la escasa información procedente de sus
enemigos mortales. Los registros históricos que han sobrevivido están todos
escritos por historiadores romanos y, por tanto, hostiles. Con frecuencia son
contradictorios.
Hubo
otros líderes de la revuelta cuyos nombres han llegado a nosotros: Criso,
Casto, Cánico y Enomao, gladiadores de Galia y Germania. Pero de éstos aún se
sabe menos. La historia siempre está escrita por los vencedores y reflejan fielmente
los intereses, la psicología y parcialidad clasista de la clase dominante.
Intentar comprender a Espartaco a partir de estas fuentes es como pretender
comprender a Lenin y Trotsky a partir de los escritos injuriosos de los
enemigos burgueses de la Revolución Rusa. A través de este espejo distorsionado
sólo se pueden conseguir visiones frustrantes del verdadero Espartaco.
Plutarco
escribe lo siguiente:
"Tomaron un sitio naturalmente fuerte y eligieron
tres caudillos, de los cuales era el primero Espartaco, natural de un pueblo
nómada de Tracia, pero no sólo de gran talento y extraordinarias fuerzas, sino
aun en el juicio y en la dulzura muy superior a su suerte, y más propiamente
Griego que de semejante nación". (Plutarco. Vidas paralelas. Vida de Sacro).
Estas
palabras de un enemigo de Espartaco tienen una visión personalmente favorable
que requiere una explicación. No es difícil de encontrar. Un hombre que derrotó
a un ejército romano tras otro y puso de rodillas a la república debía poseer
unas cualidades extraordinarias. Sólo de esta manera los comentaristas romanos
podrían comenzar a aceptar el hecho de que "simples esclavos"
derrotaran a sus invencibles legiones.
Otros
historiadores romanos intentan presentarle como un sanguinario, exactamente por
la misma razón. Se dice que estaba dotado de atributos sobrehumanos. Dicen que
su esposa fue una sacerdotisa y otras cosas por el estilo. Todo esto claramente
forma parte de la propaganda romana que pretende presentar a Espartaco como
alguien muy especial y, de esta manera, minimizar el sentido de vergüenza y
humillación sentido por la clase dominante derrotada por trabajadores
agrícolas, criados y gladiadores.
Los
orígenes reales de Espartaco no están claros porque las fuentes antiguas no se
ponen de acuerdo sobre su procedencia, aunque probablemente era nativo de
Tracia (ahora Bulgaria). Parece que tenía formación y experiencia militar,
puede que hubiera pertenecido al ejército romano en calidad de mercenario.
Plutarco también dice que la esposa de Espartaco, una sacerdotisa, fue
esclavizada por él. En cualquier caso, fue esclavizado y vendido en una subasta
a un entrenador de gladiadores en Capua. Apio dice que él era "tracio de
nacimiento, que había servido como soldado con los romanos, pero que fue hecho
prisionero y vendido para gladiador". Flores dice que "se había
convertido en soldado romano, de soldado a desertor y ladrón, más tarde, debido
a su fuerza, fue un gladiador". (Ibíd.,)
La rebelión de los
gladiadores
En
el momento de la insurrección de Espartaco, la república romana entraba en un
período de agitación que pondría fin al dominio de los césares. Los territorios
romanos se expandían al este y al oeste; generales ambiciosos se hacían un
nombre combatiendo en España o Macedonia, después se forjaban en Roma una
carrera política. Roma era una sociedad militarista: se escenificaban batallas
en el nuevo entretenimiento popular del combate gladiador. Mientras se
idolatraban a los gladiadores de éxito, en términos de estatus social estaban
un poco por encima de los convictos; en realidad, algunos gladiadores eran
criminales convictos. Otros eran esclavos. En aquella época la esclavitud
afectaba a un tercio de la población de Italia. Los esclavos estaban sujetos al
castigo extremo y arbitrario de sus propietarios; mientras que apenas se
recurría a la pena de muerte (y ejecutada de manera humanitaria) para los
romanos libres, los esclavos eran rutinariamente crucificados.
Espartaco fue entrenado en la escuela de gladiadores
(ludus) cercana a Capua, pertenecía a Léntulo Baciato. Fue aquí cuando en el
año 73 a. C Espartaco encabezó una revuelta de 74 gladiadores, se armados,
dominaron a sus guardianes y escaparon. Así es como Plutarco lo relata en la
sección de su
Historia de Roma, La vida de Craso:
"La
sedición de los gladiadores y la devastación de la Italia, a la que muchos dan
el nombre de guerra de Espartaco, tuvo entonces origen con el motivo siguiente:
un cierto Léntulo Baciato mantenía en Capua gladiadores, de los cuales muchos
eran Galos y Tracios; y como para el objeto de combatir, no porque hubiesen
hecho nada malo, sino por pura injusticia de su dueño, se les tuviese en un
encierro, se confabularon hasta unos doscientos para fugarse; hubo quien los
denunciara, mas, con todo, los que llegaron a adivinarlo y pudieron
anticiparse, que eran hasta setenta y ocho, tomando en una cocina cuchillos y
asadores, lograron escaparse. Casualmente en el camino encontraron unos carros
que conduelan a otra ciudad armas de las que son propias de los gladiadores;
robáronlas, y ya mejor armados tomaron un sitio naturalmente fuerte y eligieron
tres caudillos, de los cuales era el primero Espartaco, natural de un pueblo
nómada de Tracia, pero no sólo de gran talento y extraordinarias fuerzas, sino
aun en el juicio y en la dulzura muy superior a su suerte, y más propiamente
Griego que de semejante nación". (Ibíd.,)
Así,
armados con cuchillos de cocina y un carro lleno de armas que habían capturado,
los esclavos huyeron a las laderas del Monte Vesubio, cerca del actual Nápoles.
Las noticias de la explosión animaron a otros a seguirles. Una continua
afluencia de esclavos rurales pronto se unió a los amotinados, cuyo número
comenzó a aumentar. El grupo dominó la región, asaltaban las granjas en busca
de alimento y suministros. De esta manera los rebeldes comenzaron a conseguir
pequeñas victorias que llevaron a cosas más grandes. Plutarco continúa su
relato: "La primera ventaja que alcanzaron fue rechazar a los que contra
ellos salieron de Capua; y tomándoles gran copia de armas de guerra, hicieron
cambio con extraordinario placer, arrojando las otras armas bárbaras y
afrentosas de los gladiadores". (Ibíd.,)
Casi
se puede dibujar el júbilo de estas primeras victorias y el gozo con el que los
gladiadores desechaban el odiado uniforme de su mercader y se vestían como
auténticos soldados, no como esclavos. Este pequeño detalle revela algo mucho
más importante que las armas y el equipamiento. Revela la creciente confianza,
el rechazo no sólo de la situación servil sino también de la mentalidad servil.
Vemos lo mismo en toda huelga y en cada revolución en la historia, cuando los
trabajadores corrientes, los descendientes lineales de los esclavos, se ponen a
su verdadera altura y comienzan a pensar y actuar como hombres y mujeres
libres.
Este
motín esclavo de ninguna manera fue un acontecimiento único. Cuando llegaron
las noticias a Roma, éstas provocaron cierta preocupación, pero no causaron
sorpresa ni excesiva alarma. En el siglo anterior dos revueltas esclavas, ambas
en Sicilia, habían costado la vida de decenas de miles. No hay duda de que las
mentes de los augustos senadores que tenían el control del mundo en sus manos
pensaban que el resultado de esta insurrección no sería diferente.
En
primer lugar, por tanto, las autoridades romanas no tenían a Espartaco en tal
alto aprecio como los comentaristas posteriores. El Senado ni siquiera se
molestó en enviar una legión para reprimir a los rebeldes, sólo envió una
milicia de unos 3.000 a las órdenes del pretor Claudio Glaber. Evidentemente
consideraban que se trataba sólo de una simple operación policial y que se
podría tratar fácilmente. Pensaban que sería más que suficiente para reprimir a
un pequeño número de esclavos mal armados. Pero el campamento de Espartaco se
había convertido en un imán para los esclavos de las zonas circundantes, se
habían unido a él varios miles de esclavos. A diferencia de los soldados
romanos y sus oficiales, los esclavos luchaban una batalla desesperada por la
supervivencia. En contraste, los generales romanos subestimaron al enemigo y al
principio estaban demasiado relajados.
Es
bien conocido el hecho de que los revolucionarios sólo pueden ganar pasando a
la ofensiva y demostrando la mayor de las audacias. Los romanos rodearon a los
rebeldes en Vesubio, bloquearon su huida. Los esclavos se encontraron rodeados
en una montaña accesible sólo por un paso estrecho y difícil, que los romanos
mantenían vigilado, "rodeado por todos los lados de precipicios abruptos y
resbaladizos". En un impresionante golpe táctico, Espartaco tenía cuerdas
hechas de sarmientos y con sus hombres descendieron por un acantilado al otro
lado del volcán, hasta ponerse a espaldas de los soldados romanos y lanzaron un
ataque sorpresa.
Plutarco
describe la situación:
"Por
todas las demás partes, el sitio no tenía más que rocas cortadas y grandes
despeñaderos; pero como en la cima hubiese parrales nacidos espontáneamente,
cortaron los que se hallaban cercados los sarmientos más fuertes y robustos, y
formando con ellos escalas consistentes y de grande extensión, tanto que
suspendidas por arriba de las puntas de las rocas tocaban por el otro extremo
en el suelo, bajaron por ellas todos con seguridad, a excepción de uno sólo,
que fue preciso se quedara, a causa de las armas. Más éste las descolgó luego
que los otros bajaron, y después también él se puso en salvo. De nada de esto
tuvieron ni el menor indicio los Romanos, y al hallarse tan repentinamente
envueltos, sobresaltados con este incidente, dieron a huir, y aquellos les
tomaron el campamento". (Ibíd.).
Claudio
Glaber, esperando una victoria fácil sobre un puñado de esclavos, probablemente
no se molestó en tomar la precaución elemental de fortificar su campamento. Ni
siquiera puso puestos de centinelas adecuados para mantener la perspectiva. Los
romanos pagaron un precio elevado por esta negligencia. La mayoría de ellos
fueron asesinados en sus camas, incluido el pretor Caludio Glaber. Fue una
derrota ignominiosa para los romanos. Los esclavos ahora poseían armas y
armaduras. Más importante aún, desarrollaron el sentimiento de que podían
luchar y ganar. Esta fue la mayor conquista.
Espartaco se dirige al
norte
Espartaco
era excelente en las tácticas militares, lo que tiende a confirmar la idea de
que había servido como soldado auxiliar bajo los estandartes de Roma. Si esto
es cierto, habría estado familiarizado con las tácticas del ejército romano y
esto, junto con la audacia es una cualidad necesaria para un revolucionario, lo
que le convertía en un formidable enemigo. Sin embargo, su ejército estaba
formado principalmente por antiguos trabajadores esclavos mal armados y
entrenados. Este hecho determinaba las tácticas que al principio eran
defensivas. Se ocultaron en los frondosos bosques del Monte Vesubio hasta que
llegó el momento en que estaban entrenados adecuadamente para el enfrentamiento
decisivo con el ejército romano.
Consciente
de que el tiempo se agotaba antes de que llegase una batalla nueva y más seria,
Espartaco delegó en los gladiadores la tarea de formar pequeños grupos, que
después formaban a otros pequeños grupos y así sucesivamente. De esta manera
fue capaz de crear a partir de cero y en cuestión de semanas un ejército
totalmente entrenado. El ejército esclavo carecía de experiencia militar pero
estaba formado por el heroísmo de la gente que lucha por su propia
supervivencia, que literalmente no tiene nada que perder excepto sus cadenas.
Hubo
muchas escaramuzas con el ejército romano, todas terminaron en victoria. Publia
Varinio, el pretor, fue enviado contra ellos acompañado con dos mil hombres que
combatieron y fueron derrotados. Después fue enviado Cosinio con unas
"fuerzas considerables", por poco le capturan cuando se bañaba en
Salenas. Se escapó con gran dificultad mientras Espartaco se apropiaba
personalmente del bagaje de Cosinio. Los esclavos siguieron la retirada de los
romanos matando a muchos. Finalmente, asaltaron el campamento romano y lo
capturaron, el propio Cosinio fue asesinado.
Con
cada victoria aumentaba la moral de los rebeldes. Los informes al Senado en
Roma eran sombríos. Poco a poco, la verdad comenzó a aparecer en las mentes de
incluso aquellos aristócratas más estúpidos, se enfrentaban al enemigo más
peligroso, uno que poseía una gran número de reservas infiltradas en el corazón
mismo del campo enemigo, en cada granja, en cada familia había esclavos, cada
de uno de los cuales era un rebelde en potencial, al que se debía mirar con
recelo y temor. Después de esta exitosa batalla creció la fama de Espartaco. El
mensaje para todos era claro: los romanos ya no eran invencibles.
Un
gran número de esclavos escaparon para unirse y pronto la pequeña banda de
rebeldes aumentó hasta convertirse en un ejército. Según algunos relatos, el
ejército esclavo finalmente ascendía a 140.000 esclavos fugados, solían vivir
en unas condiciones duras, curtidos por años de trabajo pesado y con nada que
perder luchando contra sus antiguos amos. Plutarco escribe lo siguiente:
"Reuniéronseles allí muchos vaqueros y otros pastores de aquella comarca,
gentes de expeditas manos y de ligeros pies; así, armaron a unos, y a otros los
destinaron a comunicar avisos o a las tropas ligeras". La palabra
"muchos" debería leerse como decenas de miles.
El
ejército de Espartaco pasó el invierno del año 73 a. C acampado en la costa sur
de Italia, en todo momento acumulando hombres, soldados y moral. En la
primavera, se dirigieron al norte; el audaz plan era marchar a lo largo de
Italia, cruzar los Alpes y escapar a la Galia (actualmente Francia, entonces
una gran parte fuera del control romano). Según Plutarco: "Con todo, echó,
como hombre prudente, sus cuentas, y conociendo serle imposible superar todo el
poder de Roma, condujo su ejército a los Alpes, pareciéndole que debían ponerse
al otro lado y encaminarse todos a sus casas, unos a la Tracia y otros a la
Galia". (Ibíd.,)
Divisiones entre los
esclavos
El
Senado, ahora totalmente alarmado, envió dos legiones a las órdenes de los
cónsules Lucio Gelio Publícola y Cneo Cornelio Léntulo Clodiano contra los
esclavos. Espartaco se enfrentaba a su mayor desafío hasta ese momento: un
ejército de dos legiones, 10.000 hombres, al mando de Casio Longino, el
gobernador de la Galia Cispadana ("Galia de este lado de los Alpes",
actualmente el norte de Italia). Los romanos lograron una victoria cuando
derrotaron al contingente galo dirigido por Criso. La razón de este revés fue
las divisiones en las filas de los rebeldes.
No
debía ser fácil mantener la unidad y la disciplina en un ejército de esclavos
procedentes de distintos lugares, que hablaban diferentes lenguas y profesaban
cultos distintos. Conseguir eso requería de un líder con una estatura colosal y
no siempre lo consiguió. Criso y los galos se habían negado a marchar bajo la
dirección de Espartaco. Parece que Criso quería quedarse en Italia, seducido
por la perspectiva del saqueo. Espartaco quería continuar hacia el norte hasta
la Galia, como señala Plutarco:
"Mas
ellos, fuertes con el número y llenos de arrogancia, no le dieron oídos, sino
que se entregaron a talar la Italia. En este estado, no fue sólo la humillación
y la vergüenza de aquella rebelión la que irritó al Senado, sino que, por temor
y por consideración al peligro, como a una de las guerras más arriesgadas y
difíciles, hizo salir a aquella a los dos cónsules". (Ibíd.,)
El
comentarista romano comprendía la raíz del problema. Algunos de los líderes de
los rebeldes estaban excesivamente confiados, intoxicados por sus primeros
éxitos. Por esta razón Criso abandonó a Espartaco, llevándose consigo a unos
30.000 galos y germanos. Esta división fue un error desastroso: Criso fue
derrotado por Publícola y cayó en la batalla. Los galos pagaron un precio
terrible y 20.000 fueron asesinados. Fue la primera advertencia de las
consecuencias peligrosas que tendrían las divisiones en las filas del ejército
esclavo.
A
pesar de las acciones desastrosas de Criso, Espartaco ordenó una ceremonia
funeraria en honor del líder galo, incluido un combate de gladiadores entre
soldados romanos capturados. Este detalle revela la nobleza de carácter y las
verdaderas dotes de dirección. Más tarde Espartaco derrotó primero a Léntulo y
después a Publícola, como relata Plutarco:
"De
éstos, Gelio cayó repentinamente sobre las gentes de Germania, que por orgullo
y soberbia se habían separado de las de Espartaco, y las deshizo y desbarató
del todo. Propúsose Léntulo envolver a Espartaco con grandes divisiones; pero
él se decidió a hacerle frente, y, dándole batalla, venció a sus legados y se
apoderó de todo el bagaje. Retirado a los Alpes, fue en su busca Casio, pretor
de la Galia Cispadana, con diez mil hombres que tenía; pero trabada batalla,
fue igualmente vencido, perdiendo mucha gente, y salvándose él mismo con gran
dificultad". (Ibíd.,)
Fue
un duro golpe para el prestigio romano y sacudió la confianza del Senado. No
sólo habían masacrado a su ejército, sino que Espartaco había capturado las
fascias, el símbolo de la autoridad romana (de las que se deriva la palabra
fascismo). En Mutina (ahora Módena), los esclavos derrotaron a otra legión
dirigida por Cayo Casio Longino, el gobernador de la Galia Cispaldana. El líder
de los esclavos ahora parecía ser totalmente invencible.
Los esclavos cambian
de dirección
Lo
que ocurrió después es uno de los grandes misterios de la historia. Los
esclavos tenían a la vista los Alpes y podían haberlos cruzado hacia la Galia y
entrado en Germania, donde podrían haber escapado del dominio romano, o incluso
a España donde existía una furiosa rebelión. Entonces, por alguna razón, el
plan cambió y Espartaco retrocedió: su ejército de nuevo marchó a lo largo de
Italia. ¿Cuál fue la causa de este cambio? No lo sabemos. Quizás se desanimaron
ante la perspectiva de conseguir que un ejército atravesara los Alpes, o quizá
los esclavos estaban borrachos de éxito y les embriagó la visión del saqueo de
las ricas ciudades italianas.
Sin
embargo, los acontecimientos no siguieron el plan de Espartaco. Ahora el
ejército de Espartaco estaba plagado de muchos seguidores, incluidas mujeres,
niños y ancianos que se habían unido a los rebeldes con la esperanza de escapar
de una vida de servidumbre. Los seguidores que no combatían podían ascender a
unas 10.000 personas, todas debían ser alimentadas. Este hecho debía complicar
considerablemente sus movimientos. Además, los romanos yo no cometían el error
de subestimar las cualidades de su enemigo.
Cuando
el Senado supo que Espartaco había conseguido nuevas victorias sobre los
ejércitos de la República, se enfurecieron con los cónsules y les ordenaron
mantenerse al margen del conflicto. En lugar su lugar, pusieron a cargo de la
guerra a Marco Licinio Craso. Era el hombre más rico de Roma, un político
ambicioso y sediento de gloria. Craso no era un loco y no cometía el error de
subestimar a sus oponentes. Su objetivo fue construir cuidadosamente sus
fuerzas y evitar una batalla decisiva, confiando en que finalmente los recursos
superiores y la riqueza de Roma agotarían a los rebeldes y crearía las
condiciones favorables para una victoria militar.
No
obstante, muchos de los que se unieron a él en busca de gloria no compartían su
comprensión del enemigo al que se enfrentaban. Eran jóvenes petimetres ricos
que no eran conscientes contra quién luchaban. Debían salir tras los esclavos
con el mismo espíritu con el que se embarcarían en la caza del zorro. Plutarco
nos dice: "Una gran parte de los nobles que fueron voluntarios con él en
parte lo hacían por amistad y en parte para conseguir honor". Una vez más,
este exceso de confianza fue una receta para el desastre.
Mientras
Craso permanecía en las fronteras de Picena a la espera de la llegada de
Espartaco, él envió a su legado Munio con dos legiones para observar los
movimientos del enemigo, pero le dio órdenes estrictas de no entrometerse ni
emprender ninguna escaramuza. Se les ordenó capturar una pequeña colina, pero
que lo hiciera lo más silenciosamente posible para no alertar al enemigo.
Demasiado
confiado, a la primera oportunidad, el legado de Craso se unió a la batalla y
fue severamente derrotado. Habrían sido aniquilados de no haber sido por el
hecho de que Craso apareció inmediatamente y participó en la batalla. Demostró
ser uno de los más sangrientos. Un gran número de sus hombres murieron y otros
tantos sólo salvaron la vida abandonando sus armas y huyendo de manera
vergonzosa. Plutarco escribe: "muertos doce mil y trescientos hombres, se
halló que dos solos estaban heridos por la espalda, habiendo perecido los demás
en sus mismos puestos, guardándolos y peleando con los romanos". (Ibíd.,)
Esta
valentía de los esclavos contrasta con el comportamiento cobarde de los romanos
en las primeras batallas, que obligó a Craso a recuperar el antiguo método
romano de castigo: el diezmo. En un intento de restaurar la disciplina, Craso
primero reprendió severamente a Munio. Después armó de nuevo a los soldados,
pero con un gesto humillante les hizo pagar un depósito por sus armas,
garantizando que partirían con ellas.
Después
seleccionó a quinientos hombres que fueron los primeros en huir y los dividió
en cincuenta grupos de diez, ordenó a suertes matar a uno de cada grupo,
"restableciendo este castigo antiguo de los soldados, interrumpido tiempo
había; el cual, además de ir acompañada de infamia, tiene no sé qué de terrible
y de triste, por ejecutarse a la vista de todo el ejército", como relata
Plutarco. Este terrible castigo hacía tiempo que había caído en desuso y Craso
con su recuperación quería demostrar lo que estaba dispuesto a hacer. Desde ese
momento cada soldado romano aprendió a temer a su general más que a los
esclavos.
Bloqueado
A
finales del año 72 a. C, Espartaco y su ejército acamparon en Rhegium (Regio de
Calabria), cerca del Estrecho de Mesina. Espartaco intentó llegar a un acuerdo
con los piratas de Cilicia para conseguir que los esclavos atravesaran el
estrecho hasta Sicilia. Según Plutarco: "intentó pasar a Sicilia e
introducir dos mil hombres en aquella isla, con lo que habría vuelto a encender
en ella la guerra servil, poco antes apagada, y que con pequeño cebo hubiera
tenido bastante. Convinieron con él los de Cilicia y recibieron algunas
dádivas: pero al cabo lo engañaron, haciéndose sin él a la vela". (Ibíd.,)
Este
hecho demuestra una comprensión de las tácticas y la estrategia. Si hubieran
cruzado a Sicilia y alentado allí una nueva rebelión esclava, podrían haber
sido capaces de defender la isla frente a Roma. Después de fracasar en su
oportunidad de cruzar los Alpes, quizás esa era la única opción que le quedaba.
Puede que les hubieran sobornado los agentes de Craso o simplemente que temían
que al ayudar a los esclavos todo el peso del ejército romano habría caído
sobre sus cabezas. Independientemente de la razón, el ejército de Espartaco se
encontró atrapado en Calabria.
Podemos
imaginar el terrible golpe que esto representó para Espartaco y sus seguidores.
Fracasado el plan de escapar a Sicilia, la situación de los esclavos era desesperada.
A principios del año 71 a. C, ocho legiones al mando de Craso fueron lanzadas
contra ellos. Tenían a sus espaldas el mar y ningún lugar a donde poder
escapar. Las peores noticias estaban por llegar. El asesinato de Quinto
Sertorio, que había estado liderando una rebelión en España, permitió al Senado
romano retirar a Pompeyo de esa provincia. Y para estar seguros también
retiraron a Marco Terencio Varrón Luculo de Macedonia. El Estado romano que al
principio demostró un desprecio absoluto hacia los esclavos ahora concentraba
todas sus fuerzas contra ellos.
Parece
que después de una pequeña escaramuza Espartaco había crucificado a un
prisionero romano. Los propagandistas romanos citaron este hecho como una
prueba de la "naturaleza bárbara y cruel" de los rebeldes. Sin
embargo, la crucifixión era el castigo normal para los esclavos. Toda la
historia demuestra que los dominadores, no los esclavos, son los que muestran
la crueldad más bárbara. Puede que fuera un acto calculado de desafío, ya que
la crucifixión era un método particularmente cruel y degradante de ejecución no
utilizado normalmente contra los romanos. Con este acto Espartaco decía a sus
enemigos: pensáis que las vidas de los esclavos son baratas, pero os haremos
pagar muy caros vuestros actos. Este relato, como todos los demás publicados
por los romanos, pretendía justificar su represión sangrienta de los esclavos.
Pero realmente no necesitaban ninguna excusa para hacer lo que estaban
decididos a hacer. ¡Debían dar una lección a estos esclavos que todo el mundo
nunca olvidaría!
El
exceso de confianza jugó un papel en la derrota de la insurrección, como
explica Plutarco:
"Retirábase
Espartaco, después de la derrota de éstos, hacia los montes Petilinos; Quinto y
Escrofa, legado el uno y cuestor el otro de Craso, le perseguían muy de cerca;
mas volviendo contra ellos, fue grande la fuga de los Romanos, que con
dificultad pudieron salvar, malherido, al cuestor. Este pequeño triunfo fue
justamente el que perdió a Espartaco, porque inspiró osadía a sus fugitivos,
los cuales ya se desdeñaban de batirse en retirada y no querían obedecer a los
jefes, sino que, poniéndoles las armas al pecho cuando ya estaban en camino,
los obligaron a volver atrás y a conducirlos por la Lucania contra los Romanos,
obrando en esto muy a medida de los deseos de Craso". (Ibíd.,)
El
siempre cauteloso Craso no quería una batalla inmediata con enemigos cuya
fuerza, coraje e iniciativa habían derrotado en muchas ocasiones a los romanos.
En lugar de atacar ordenó a sus tropas construir un muro a través del istmo, en
un intento de matar de hambre a los esclavos y obligarles a la sumisión. Toda
la destreza tecnológica de Roma se reunió para derrotar a los esclavos. En
palabras de Plutarco:
"La
obra era grande y difícil, pero, contra toda esperanza, la acabó y completó en
muy poco tiempo, abriendo de mar a mar, por medio del estrecho, un foso que
tenía de largo trescientos estadios, y de ancho y profundo, quince pies; sobre
el foso construyó un muro de maravillosa altura y espesor". (Ibíd.,) Con
la construcción de este muro conseguía dos objetivos: alejar a sus soldados del
ocio desmoralizador y negar al enemigo alimentos y forraje.
Todo
este esfuerzo, sin embargo, fue en vano. A pesar de estas espantosas ventajas,
Espartaco de nuevo mostró una extraordinaria gama de tácticas. En una noche
tormentosa, en medio de una tormenta de nieve, Espartaco ordenó a sus
seguidores llenar parte de la zanja con tierra y ramas de árboles, el último
estallido de energía antes del colapso final de la revuelta. Con este atrevido
golpe consiguió romper las líneas de Craso y escapar hacia Brundisium (ahora
Brindisi), donde estaba acampado el ejército de Lúculo.
Cuando
vio que Espartaco se había escapado, Craso quedó aterrorizado ante la
posibilidad de que el ejército esclavo se encaminase directamente a Roma. En
realidad, esa era probablemente la mejor opción para él, en realidad la única:
arriesgar todo en un último golpe desesperado a la cabeza del enemigo. Pero fue
imposible debido a nuevas divisiones en las filas de los esclavos. De nuevo
parte del ejército de Espartaco se amotinó, abandonó a su comandante y
estableció un campamento sobre el lago Lucano. Otra vez la falta de unidad tuvo
consecuencias desastrosas. Craso cayó sobre los esclavos disidentes y les atacó
en el lago. Les habría masacrado de no ser porque de repente apareció
Espartaco, aglutinando a las tropas y preparados para luchar.
La batalla final
A
pesar de este revés, Craso tenía claro que los esclavos estaban en una
situación difícil. Sentía que la victoria estaba a su alcance y Craso comenzó a
arrepentirse de su prematura acción de escribir al Senado para sacar a Lúculo
de Tracia y a Pompeyo de España. Como un político típico de ese período, veía
la guerra como una manera de ganar el prestigio y la gloria que le ayudarían a
lograr un alto puesto en el Estado, como hizo efectivamente más tarde Julio
César. Si los otros generales llegaban en el último momento, antes de la
batalla decisiva, parecería que ellos y no Craso habían ganado la guerra. Eso
es lo que ocurrió. Craso ganó la batalla decisiva contra Espartaco pero Pompeyo
se llevó toda la gloria.
Por
tanto, Craso estaba ansioso por entrar lo antes posible en la batalla:
"Ya
había noticias de que se acercaba Pompeyo, y no pocos hacían correr en los
comicios la voz de que aquella victoria le estaba reservada, pues lo mismo
sería llegar que dar una batalla y poner fin a aquella guerra. Dándose, por
tanto, priesa a combatir y a situarse para ello al lado de los enemigos hizo
abrir un foso, el que vinieron a asaltar los esclavos para pelear con los
trabajadores". (Ibíd.,)
Craso
tenía fuerzas superiores y estaban preparadas para combatir la batalla decisiva.
Interceptó al ejército de Espartaco y acampó muy cerca del enemigo en lo que se
trataba una provocación obvia para que los esclavos lucharan. Los esclavos
estaban obligados a atacar. Espartaco al ver que de todas partes llegaban
refuerzos frescos, comprendió que no había ninguna posibilidad de evitar la
batalla. Cada momento que pasaba significaba el fortalecimiento del hueste
romano. Cuando observó que al campamento romano llegaban suministros frescos de
cada zona, Espartaco tuvo que dar todo en un último esfuerzo sobre humano.
Carlos Marx más tarde utilizó las siguientes palabras para describir la heroica
insurrección de la Comuna de París, los esclavos decidieron "tomar el
cielo por asalto". Por tanto, reunió a su ejército y se esforzó en elevar
el espíritu de lucha para la batalla que se avecinaba.
Sólo
podemos imaginarnos su estado mental en este momento fatídico, cuando todo el
destino de la rebelión descansaba sobre el resultado de la última batalla.
Mostrando las extraordinarias cualidades de un gran comandante, tranquilamente
preparó a su ejército para la orden de luchar. Lo que siguió después es uno de
los hechos más conmovedores de la historia. Cuando su caballo estaba ante él,
Espartaco sacó su espada y lo mató frente a su ejército de esclavos diciendo:
"Si ganamos tendremos muchos y mejores caballos del enemigo, y si perdemos
no necesitaremos ninguno". Con este acto Espartaco no sólo mostraba un
gran coraje personal sino también un desprecio total por su seguridad personal,
pero también lanzó un mensaje contundente a los esclavos: ganamos esta batalla
o morimos.
Los
esclavos lucharon por última vez con un valor desesperado, incluso los
historiadores romanos tienen que admitirlo. Pero el resultado de esta batalla
nunca estuvo en duda. Según las fuentes romanas, Espartaco se abrió paso a
través de la masa de hombres combatiendo y se dirigió directamente al mismo
Craso. En medio de una lluvia mortal de golpes y cubierto de heridas, no
alcanzó su objetivo, pero asesinó a dos centuriones que cayeron ante él.
Finalmente, abandonado por aquellos que estaban con él, cayó sobre el
terreno y rodeado por el enemigo, valientemente se defendió y fue cortado a
pedazos. El historiador romano Apio describe la escena de la siguiente manera:
"Espartaco fue herido en el muslo con un arpón y
hundió su rodilla, manteniendo su escudo frente a él y protegiéndose así contra
sus agresores hasta que él y la gran masa de los que estaban con él fueron
rodeados y asesinados". (Apio. Las guerras civiles).
Después
de la batalla, los legionarios encontraron y rescataron en su campamento a
3.000 prisioneros romanos, todos ellos estaban ilesos. Este trato civilizado a
los prisioneros romanos contrasta profundamente con el destino sufrido por los
seguidores de Espartaco. Craso crucificó a 6.000 esclavos a lo largo de la Vía
Apia entre Capua y Roma, una distancia de unos 200 kilómetros. Sus cadáveres
alineados a lo largo del camino desde Brundisium a Roma. Como Craso nunca dio
la orden de quitar los cadáveres, años después de la batalla final todo aquel
que viajaba por ese camino se encontraba con este macabro espectáculo.
Unos
5.000 esclavos escaparon. Estos restos dispersos del ejército esclavo huyeron
al norte y fueron interceptados por Pompeyo en las orillas del río Silarus en
Lucania cuando regresaba de la Iberia romana. Los esclavos, que en ese momento
ya estaban agotados por todos sus esfuerzos, se enfrentaron con las legiones
frescas, bien entrenadas y confiadas del general romano más importante. Los
masacró y más tarde utilizó la matanza de una banda de esclavos desanimados y
agotados por la huida como un pretexto para presentarse como aquel que puso fin
a la guerra esclava.
Pompeyo
escribió inmediatamente una carta al Senado pretendiendo que, aunque Craso había
derrotado a los esclavos en una batalla campal, él (Pompeyo) había terminado
con la guerra. Consiguientemente, Pompeyo fue honrado por un magnífico triunfo
por su conquista de Sertorius y España, mientras que a Craso se le negaba el
honor del triunfo que tan ardientemente deseaba. En su lugar, tuvo que aceptar
un honor menor, recibió una ovación. De esta manera fuer Pompeyo "el
grande" quién fue recibido como un héroe en Roma, mientras que Craso, para
su desazón, no recibió ningún crédito ni gloria por salvar a la República de
Espartaco.
Esta
ingratitud nos dice algo sobre la psicología de la clase dominante romana
propietaria de esclavos. Estos adinerados sinvergüenzas e hipócrita nunca
podían admitir que en Espartaco habían encontrado a un enemigo que les hizo
temblar. Los nobles senadores olvidaron de manera conveniente el terror que el
nombre de Espartaco provocaba en sus corazones sólo unos meses antes. ¿Cómo una
guerra contra un ejército esclavo se merecía los honores de un triunfo?
Desesperado
por ganar el triunfo militar que el Senado le había negado, Craso de nuevo
intentó conseguir la gloria en Asia, donde se encontró con una muerte bien
merecida en unas circunstancias ignominiosas. El propio Pompeyo fue asesinado
después en Egipto después de su derrota en la guerra civil contra César. Se
podría llegar a la conclusión de que después de todo en la historia existe algo
de justicia. Los nombres de estos hombres hoy están medio olvidados,
mientras que el nombre de Espartaco es honrado y su memoria es apreciada en los
corazones de millones.
Mito y realidad
La
leyenda de Espartaco vivió mucho tiempo después de su muerte. Para los romanos,
la historia de la revuelta esclava fue una advertencia terrible: sugería que
una sociedad construida sobre las espaldas de los esclavas y que sometía a
pueblos enteros un día podía ser derrocada por ellos. Cuatro siglos después eso
es lo que ocurrió exactamente y Roma cayó ante los bárbaros. La memoria de
Espartaco vive como un símbolo del poder de las masas oprimidas a la hora de
enfrentarse a sus opresores. Mantiene toda su fuerza y es una inspiración para
todos aquellos que luchan por sus derechos.
No es casualidad que durante la Primera Guerra
Mundial, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht adoptaran el nombre del revolucionario
romano cuando lanzaron la Liga Espartaquista. Carlos Marx también fue un gran
admirador de Espartaco. Marx decía que Espartaco era su héroe, citándole como
el "mejor compañero que la antigüedad podía ofrecer". En una carta a
Engels fechada el 27 de febrero de 1861, Marx dice que estaba leyendo sobre
Espartaco en las
Guerras Civiles de Roma escritas por Apio: "Espartaco... gran
general... carácter noble, verdadero representante del antiguo proletariado.
Pompeyo verdadera escoria [...]". (Marx y Engels. Obras Completas. Vol. 41. p. 265. En la edición inglesa).
Cualquiera que tenga incluso un conocimiento superficial de la historia tendrá
difícil estar en desacuerdo con esta afirmación.
La figura de Espartaco, y su gran rebelión, se ha
convertido en una inspiración para mucha literatura y escritores políticos
modernos. Howard Fast escribió una famosa novela sobre la insurrección. Stanley
Kubrick adaptó más tarde la novela de Howard Fast para hacer su excepcional
película Espartaco (1960). En su libro Espartaco, F. A. Ridley es desdeñoso tanto con
Kubrick como con Fast, pero es injusto en ambos casos. Ese es sólo otro triste
ejemplo de cómo una interpretación estrecha y mecánica dl marxismo siempre es
incapaz de ver bosque por los árboles.
Fast
no intentaba escribir un libro de historia sino una novela histórica, así que
podía permitirse ciertas libertades, la novela recrea muy bien el espíritu del
tema. Esto no es historia, sino el mejor tipo de novela histórica que
representa acontecimientos reales de una manera imaginativa, sin partir
seriamente del registro histórico. Por supuesto, hay algunas cosas que no son
históricas, especialmente en la película. Contrariamente a la famosa secuencia
en la que los supervivientes de la batalla nunca se les pide que identifiquen a
Espartaco, porque él había muerto en el campo de batalla.
Pero
debemos tener en mente que se trata de una obra de arte y como tal tiene
derecho a cierta libertad a la hora de representar acontecimientos históricos
de una manera dramática. Más importante, una obra de arte puede representar una
verdad profunda cuando toma como punto de partida el estricto registro
histórico de acontecimientos. Esta dramática escena, cuando uno por uno los
esclavos se levantan para desafiar a sus amos, cada uno diciendo: "Yo soy
Espartaco", en realidad contiene una verdad profunda que es aplicable no
sólo a la rebelión de Espartaco sino a cada rebelión de un pueblo oprimido a lo
largo de la historia. Pero la fuerza de Espartaco era precisamente el hecho de
que en su persona encarnaba las esperanzas y aspiraciones de las masas de
esclavos que deseaban la libertad. Y dentro de cada una de estas rebeliones de
esclavos se puede decir que contenía una pequeña partícula de Espartaco. En
cuanto a la escena de la posterior crucifixión en masa, es acertada
históricamente.
¿Lo
poco que sabemos de este gran hombre fue lo que escribieron sus enemigos sobre
él? ¿Qué sabemos? Conocemos lo suficiente para deducir que Espartaco era un
comandante brillante y tenía un genio para la táctica en el campo de batalla.
Probablemente, fue el general más grande de toda la antigüedad. Pero
probablemente, como le presentan la novela y la película, no fue el líder
revolucionario de una fuerza de combate disciplinada. Si poseía una estrategia
política claramente definida no lo sabemos. La poca unidad de su ejército
excepto el objetivo de la continua supervivencia y al final, la disidencia
interna y la total confusión sellaron su destino tan seguramente como las
fuerzas superiores de Roma.
¿Fue
Espartaco un precursor temprano del comunismo? En su novela, Howard Fast pone
las siguientes palabras en boca del líder esclavo: "Cualquier cosa que
tomemos, la tenemos en común, ningún hombre poseerá nada excepto sus armas y
vestimentas. Será igual que en los viejos tiempos". De dónde sacó Fast la
idea no lo sabemos, pero no es imposible que en aquella época existiera algún
tipo de comunismo primitivo o ideas igualitarias, de la misma manera que más
tarde surgieron entre los primeros cristianos.
Es
posible que las corrientes utópicas y comunistas estuvieran presentes en la
gran revuelta esclava del año 71 a. C, basadas en las oscuras memorias de un
remoto pasado cuando los hombres eran iguales y la propiedad era una posesión
común. Pero si ese fuera el caso, habría sido una visión atrasada más que
progresista, y se habría manifestado como un comunismo de consumo
("compartición igual") y no producción colectiva.
En
las condiciones concretas, esa opción no habría hecho avanzar a la sociedad,
sino que habría retrocedido. El comunismo real (una sociedad sin clases) no se
puede construir sobre la base del atraso y la austeridad. Supone un alto
desarrollo de las fuerzas productivas, tal que permita a hombre y mujeres
liberarse de la carga de trabajo y dispongan del tiempo necesario para
desarrollar todo su potencial humano. Estas condiciones no existían en tiempos
de Espartaco.
¿Qué
habría sucedido si hubiesen ganado los esclavos? De haber conseguido derrocar
al Estado romano, el curso de la historia se habría alterado de manera
significativa. Por supuesto, no es posible decir con exactitud cuál habría sido
el resultado. Probablemente habrían liberado a los esclavos, aunque esto no se
puede dar por sentado. Incluso si eso hubiera sucedido, dado el nivel de
desarrollo de las fuerzas productivas, la tendencia general sólo podría haber
sido en dirección a algún tipo de feudalismo.
Varios
siglos después eso comenzó a ocurrir bajo el Imperio, cuando la economía
esclavista alcanzó sus límites y entró en crisis. Los esclavos fueron
"liberados" pero atados a la tierra como siervos (colonii). Si eso
hubiera ocurrido antes, probablemente ese desarrollo cultural y económico se
habría dado más rápidamente y la humanidad podría haberse ahorrado los horrores
de la Edad Media.
Sin embargo, eso es sólo especulación. La realidad es
que la sublevación no triunfó y no podía hacerlo por varias razones. Marx y
Engels en El
Manifiesto Comunista explicaron
que la historia de todas las sociedades existentes es la historia de las luchas
de clases:
"Libres
y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y
oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre,
empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y
abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación
revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases
beligerantes".
El
destino del Imperio Romano fue un ejemplo notorio de la segunda variante. La
razón básica por la que fracasó Espartaco al final fue el hecho de que los
esclavos no se vincularon con el proletariado de las ciudades. En la medida que
éste ultimo continuo apoyando al Estado, la Victoria de los esclavos era
imposible. Pero el proletariado romano, a diferencia del proletariado modern,
no era una clase productiva. Era una clase principalmente parasitaria, vivía
del trabajo de los esclavos y dependía de sus amos.
El
fracaso de la revolución romana está arraigo en este hecho. El resultado final
fue el colapso de la República y el nacimiento de una tiranía monstruosa bajo
el Imperio, que llevó a un prolongado periodo de decadencia interna, declive
social y económico, y finalmente al colapso en la barbarie.
El
espectáculo de este sector de la población más explotado con las armas en la
mano e infligiendo una derrota tras otra a los ejércitos de la potencia más
grande del mundo es uno de los acontecimientos más asombrosos y conmovedores de
la historia. Pero esta página gloriosa de la historia nunca se olvidará en la
medida que los hombres y las mujeres estén motivadas por el amor a la verdad y
la justicia. Los ecos de esta titánica insurrección reverberaron durante siglos
y aún son una fuente de inspiración para todos aquellos que hoy continúan
luchando por un mundo mejor.
Londres, 20 de marzo de 2009.
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