LOS BROTES ROJOS DEL PSOE
Bastaría con
leer los dardos envenenados que “El País”, “diario independiente de la mañana”
pero dependiente de quienes mandan, ha estado lanzando contra Pedro Sánchez y
“el nuevo PSOE” (sobre todo en las fechas de las primarias), para darse cuenta
de que se trata de una conmoción política. Esa hostilidad y preocupación son un
síntoma claro de que algo grave ha pasado, que aunque la partida no está
decidida la clase dominante teme por sus apuestas.
Alberto
Arregui, miembro Coordinadora Federal de Izquierda Unida
El instinto de clase no les falla a los voceros de los privilegiados,
pues en todos los momentos de crisis aguda en la sociedad saben perfectamente
que necesitan de la colaboración de los dirigentes de las organizaciones que
fueron creadas por la clase obrera, para poder mantener la estabilidad de su
sistema. Toda la arquitectura de la Transición se hubiese venido abajo de no
contar con el respaldo férreo de toda la dirección del PCE y del PSOE. Mientras
sus bases creían en un futuro socialista, sus dirigentes se constituían en la
piedra angular de la monarquía continuista.
El capitalismo y
los dirigentes de la izquierda
Ahora estamos viviendo una crisis profunda del sistema
capitalista, sería miope pensar que se trata sólo de una crisis de régimen en
el Reino de España. Es una crisis global y algunos de los pilares del sistema
se resquebrajan. En un momento así, la inestabilidad de los partidos es un
síntoma preocupante para quienes defienden el statu quo.
Hace más de un siglo, ese gigante del movimiento obrero irlandés
e internacional que fue James Connolly, asesinado por los ingleses en 1916,
afirmaba:
“…el hecho de que un dirigente
socialista francés, el señor Jaurès, haya sido elegido para ocupar el puesto de
vicepresidente de la cámara francesa, ha sido descrito en todos nuestros
periódicos irlandeses como una gran victoria para el Partido Socialista, y ha
sido aceptado como tal por el lector medio. Pocos son conscientes del verdadero
significado de la situación, esto es, que esta elección no es más que una
medida tomada por la clase capitalista de Francia para desorganizar las fuerzas
socialistas corrompiendo a sus líderes. (…)
Ahora que el movimiento de la
clase obrera se ha vuelto tan formidable como para convencer a todos de que el
día de su triunfo está dentro de una distancia tangible, el gobierno capitalista
busca la parte más débil de la armadura socialista para destruir así la temida
fuerza y buscando descubre que esta parte más débil se
encuentra en la vanidad y la ambición de los líderes de clase media. Primero
mordió el cebo el señor Millerand, ahora el señor Jaurès.” (El nuevo peligro, 1903)
Hace tiempo que la clase dominante vio que la mejor manera y la
más barata de controlar la sociedad y mantener el sistema era la de controlar y
sobornar a los dirigentes y representantes de las organizaciones obreras. En
toda Europa, estas organizaciones han llevado al límite la contradicción entre
una práctica de adaptación al sistema y lo que quedaba de sus raíces
históricas. En Grecia, Países Bajos, Francia… la socialdemocracia ha preferido
inmolarse para salvar al capital, en parte por una torpeza decadente y en parte
por una razón objetiva: la crisis profunda del sistema social que domina
nuestras vidas.
Sacudidas en las
entrañas de la izquierda
Los procesos y los cambios, la toma de conciencia, las relaciones
sociales entre las clases se aceleran debido a esta crisis, Izquierda Unida no
fue capaz de canalizar este anhelo de la parte más viva de la sociedad y el
hueco lo cubrió, al menos en parte, Podemos. La gran oportunidad de ir unidos a
raíz de la experiencia de las municipales del 2015 se desaprovechó meses
después en las elecciones generales. Y, a veces, en la historia no hay segundas
oportunidades.
En un contexto de frustración e insatisfacción, la tensión
social, la difícil situación de miles de personas, el entramado de corrupción
del PP… han producido una sacudida en las entrañas de las organizaciones,
incluido el PSOE.
Solo desde la “conspiranoia” se puede negar que el proceso del
PSOE es un reflejo de la lucha de clases en el seno de las viejas organizaciones,
un acontecimiento de carácter global. Relacionado con fenómenos como el de EEUU
con Bernie Sanders, Francia con Benoît Hamon, o Gran Bretaña con Jeremy Corbyn.
¿Es una casualidad? ¿Es un producto made in Spain? Haría falta mucha miopía
para no comprender que se trata de lucha de clases a escala global, no quiere
decir “igual”, pero sí parte de un proceso general.
Para esa militancia de IU o el PCE que haya vivido los procesos
de la decadencia de la vieja y domesticada IUCM, por ejemplo, (o no digamos la
Transición) no debiera ser difícil entender la diferencia entre dirección y
bases, y comprender cómo la lucha de clases se expresa en ocasiones en sus
intereses contrapuestos.
El reto es como abordar la metamorfosis que se está produciendo
en las fuerzas de la izquierda y ayudar a que sea viable y no un aborto
histórico. Y para ser capaces de orientar esa gran fuerza que pugna por
adquirir forma, lo más determinante es el programa y la voluntad
revolucionaria. La militancia del PSOE se ha rebelado contra su aparato, han
podido más sus raíces y su memoria histórica, y han obtenido una victoria
parcial, pero es evidente que dicho aparato está haciendo lo imposible, incluso
llegaría a romper el partido, ya que su vinculación con el sistema es vital para
sus intereses. La nueva dirección de Pedro Sánchez, con una movilización social
en retroceso, se hace sensible a la presión no sólo del sector más burgués del
partido, sino más aún a la de los “poderes fácticos”.
Hay que tomar la
iniciativa
Desde Unidos Podemos (o cuando menos desde IU, si no logramos
convencer al resto de la coalición) debemos ser proactivos y adelantarnos a las
opciones que ofrece esta crisis, para intentar hacer lo más favorable al
fortalecimiento de un frente de izquierdas.
Lo fundamental en estos momentos es proponer desde Unidos
Podemos un frente único con quienes conservan todavía la necesidad y la
convicción de transformar esta sociedad y en ese terreno tenemos que confluir
militantes de IU, Podemos y las bases del PSOE. Es un momento en el que no
debemos caer en el sectarismo, el problema al que nos enfrentamos no es, en lo
fundamental, “un problema electoral” sino la evidencia de que la izquierda debe
replantearse sus métodos y organización, generar un instrumento válido para dar
cauce a la lucha de clases, ése es el quid de la cuestión. No nos jugamos el
destino en las técnicas electorales, sino en nuestra capacidad de liderar una
configuración de la izquierda que se ofrezca como cauce para la transformación
de la sociedad. El error de análisis y sesgo sectario adoptando la consigna
“PSOE, PP la misma mierda es” refleja una carencia, mezcla de indignación,
sectarismo e incomprensión, que es urgente superar.
En los acontecimientos políticos que estamos viviendo en los
diversos partidos, debemos considerar al menos dos interconexiones que siempre
hay que tener presentes: la relación entre ellos, lo que pasa en un partido
influye en lo que pasa en el otro, y la vinculación directa con el ciclo
político vivido en el último lustro.
Se produjo un cambio de ciclo político y económico tras las
últimas elecciones generales, aunque la dirección federal de IU ha tardado un
año en comprenderlo, unido al retroceso en el ambiente de movilización social
(podríamos llamar “resaca”, y valorar su mayor o menor resistencia a los
analgésicos), que ha trasladado la crisis al interior de las fuerzas políticas.
Era algo que algunos habíamos pronosticado.
No tenía mucho mérito, pues se trata de ciclos históricos. Era
previsible que todos los partidos políticos, y su interrelación con las clases
sociales a las que están vinculados (“principalmente”, se entiende), sufriesen
una grave conmoción por una razón muy sencilla: estaban formados en un período
histórico distinto, y la crisis los ha puesto a prueba y se han resquebrajado
sus cimientos. Hace más de un año, nuestra eurodiputada Marina Albiol, decía: “En el caso del PSOE puede suponer un cambio
histórico, ya que pronto se verá forzado a girar a su izquierda, o a cortar lo
poco que le queda de sus raíces y seguir la senda del PASOK. El más que
probable éxito electoral de la alianza IU-Podemos puede generar una situación
en la que el partido de Pedro Sánchez tenga que verse en la tesitura de
respaldar la alianza de izquierdas o dar paso a un gobierno de PP y Ciudadanos,
lo que sin duda desataría una crisis de consecuencias muy graves entre los
socialistas”. 23/5/2016 (http://www.mundoobrero.es/pl.php?id=5830)
Todas las fuerzas
políticas están siendo sacudidas
Ha sido un período tan excepcional que, incluso las nuevas
fuerzas políticas han sido puestas a prueba, no sólo hemos tenido una crisis en
IU, PSOE, PP, sino que Podemos vivió una fugaz luna de miel y se ha incorporado
a las incertezas, incubando los males de los partidos tradicionales a velocidad
de un tweet.
En una
paradoja aparente, fue el PP el primer partido que crujió bajo la crisis; su
permanencia en el poder, la corrupción rampante, su política agresiva contra
los derechos sociales y democráticos, le hacían perder apoyo y parecía
inservible para mantener el control. Es evidente que un sector de la clase
dominante, intentó una operación de renovación con Cs, pero fracasaron, por
diversas razones, entre las que destaca que el partido heredero de Franco, lo
es también del aparato del Estado en todos sus eslabones y ámbitos de poder, lo
que le hace resistente a cualquier fumigación. El PP utilizó los muchos
recursos a su alcance y se rehízo lo suficiente para impedir que esa operación
llegase al final.
No ha sido así en Francia, y lo sucedido con la crisis de los
republicanos y el ascenso de Macron es una confirmación de lo que aquí han
intentado con Cs. Pero esa operación no ha terminado, pues aunque el PP
recuperó el gobierno, algo sólo posible por los errores de la izquierda, está
tan podrido que aún no está dicha la última palabra, y en lugares claves como
Madrid, pueden verse obligados a que Cs le tome el relevo. La clase dominante
es consciente de eso y cuenta con el trasvase de votos de uno a otro para
intentar mantener el control.
Como ya hemos dicho, la crisis del PSOE estaba cantada, tras su
fracaso en el gobierno y también en la oposición, ha sido el reflejo nítido de
los efectos de la lucha de clases en una organización política, demostrando que
algunas personas lo daban por muerto antes de tiempo. No es el PASOK, ni el
PSF, ni la socialdemocracia de los Países Bajos, no es una repetición, tampoco
es un calco del proceso en el Partido Laborista, o en el Partido Demócrata, es
un proceso con sus características propias.
La lucha de clases
en las viejas organizaciones
Pero sería un gravísimo error no entender que, con toda su
idiosincrasia, es parte de un proceso general, un reflejo de la crisis del
capitalismo y en consecuencia de la crisis del papel de la socialdemocracia.
Forma parte de un reflejo de la lucha de clases en el seno de las viejas
organizaciones, un fenómeno de carácter global, que han personificado Bernie
Sanders, Benoît Hamon, o Jeremy Corbyn.
La mayor parte de los analistas y de los dirigentes de Unidos
Podemos han demostrado poca perspicacia. Pretender que la socialdemocracia está
muerta porque carece de alternativas, es no entender el carácter
“burgués-obrero”, de estas formaciones. Una de las diferencias clave (entre
otras muchas), entre un partido burgués y un partido socialdemócrata, es que el
partido burgués no tiene elección de su papel histórico, su único papel es
defender el sistema con todas las consecuencias, ponerse al servicio de la
clase dominante, con mayor o menor eficacia, pero sin salirse de la defensa de
los intereses de la clase social a la que representa. Sin embargo el PSOE si
tiene elección, y en eso es en lo que se fundamenta su crisis interna: puede
ceder a las presiones del sistema, o ceder a las presiones del componente
esencialmente de clase trabajadora de su base social. Si no comprendemos que
esto no se puede dar nunca en un partido burgués no podremos entender nada.
Esto no es nuevo en la historia del PSOE, ni en la de otros
partidos de la izquierda, pero no llamemos a engaño, para este partido no se
trata de “elegir entre el capitalismo y la revolución socialista”, se trata de
ponerse al servicio incondicional de la clase dominante (y esa era la postura de
Felipe González y su socia, Susana Díaz), o de intentar mantener el respaldo de
su base militante y social pugnando por recuperar la confianza entre estos
sectores y pasándose al campo del reformismo social. Gracias a los errores de
Podemos y de IU, al desperdiciar la oportunidad de sumar sus fuerzas con la
sinergia consecuente en 2014 y 2015, su margen de recuperación es muy grande.
Es cierto que en otros países, como Grecia, la socialdemocracia
se inmoló en el altar de la defensa del sistema, pero para ello entró en un
gobierno con la burguesía y se opuso a la impresionante ola de huelgas y luchas
de la clase trabajadora, añadiendo que el PASOK es un partido creado por
Papandreu sin las raíces históricas del PSOE. En nuestro caso, el triunfo de
Sánchez vuelve a dar una opción al PSOE y sin duda, si Podemos e IU no saben
jugar sus cartas, crecerá haciendo menguar nuestras opciones. Sigue habiendo
una parte de “vasos comunicantes”, algo que nunca se ha sabido manejar desde IU
que va del sectarismo de “las dos orillas” a la sumisión de la alianza del
gobierno andaluz o el tripartito catalán, sin saber encontrar el equilibrio.
La victoria de
Sánchez ofrece nuevas oportunidades
Es muy importante tener en cuenta que la alternativa al PSOE no
es frente a una izquierda marxista que le haya arrebatado su base sindical y
sus raíces socialistas, sino a una formación, Podemos, que es una versión
postmarxista del reformismo socialdemócrata (sin duda a la derecha por ejemplo
de Tsipras) y que, por tanto, no cierra el paso al PSOE para recuperar su
electorado, pues si el combate se da en el campo del reformismo, el “original”
tiene más opciones.
A pesar de todo ello, es de una enorme miopía el pensar que
“cuanto peor mejor”, que el triunfo de Susana Díaz era positivo para IU, o para
UP. Desde luego no hemos conseguido ser un referente para la militancia
desilusionada con el PSOE, algo que deberíamos analizar, pero no le echemos la
culpa al empedrado, sino a nuestros propios errores. La victoria del aparato
con Felipe González y Susana Díaz a la cabeza, hubiese generado desilusión, no
sólo en las filas del partido sino también entre otros sectores, y eso es lo
último que necesitamos. La esperanza en que las cosas se pueden cambiar, que se
puede derrotar a los aparatos de los partidos, o por qué no, a un gobierno, es
el tipo de sentimiento que nos favorece. Además el resultado no dependía de
nosotros, con lo que es un ejercicio inútil hacer consideraciones de ese
aspecto, nuestra tarea es analizar qué ha sucedido, por qué ha sucedido, y cómo
aprovechar la situación creada.
Solo un análisis superficial nos podría llevar a decir que el triunfo del sector más burgués del PSOE nos facilitaba mejores expectativas electorales. Puede que sí, o puede que no, pues es muy difícil valorar el efecto en el ambiente, sobre el estado de ánimo y sobre la movilización, que son factores electorales determinantes. Y ese análisis parte de un error decisivo, ya que la batalla para ganar hegemonía para políticas socialistas no está en el campo electoral fundamentalmente, sino en el de la movilización, la recuperación de los sindicatos de clase y la utilización de los métodos que llevaron a la victoria en Grecia: la huelga general.
Solo un análisis superficial nos podría llevar a decir que el triunfo del sector más burgués del PSOE nos facilitaba mejores expectativas electorales. Puede que sí, o puede que no, pues es muy difícil valorar el efecto en el ambiente, sobre el estado de ánimo y sobre la movilización, que son factores electorales determinantes. Y ese análisis parte de un error decisivo, ya que la batalla para ganar hegemonía para políticas socialistas no está en el campo electoral fundamentalmente, sino en el de la movilización, la recuperación de los sindicatos de clase y la utilización de los métodos que llevaron a la victoria en Grecia: la huelga general.
Lo que es indudable, es que la situación es más compleja que
antes de las primarias, pues un PSOE que evolucionaba hacia la derecha y se
ataba de pies y manos al gobierno del PP, dejaba a UP el terreno más libre para
erigirse como única alternativa de la izquierda en el ámbito estatal. Pero
también es indudable que esta situación, siendo más exigente nos ofrece más
oportunidades para defender una estrategia de transformación social.
No podemos pensar en términos de “partido”, sino en términos de
clase y, sin duda, un hipotético giro a la izquierda del PSOE nos favorece,
pues contribuirá a crear condiciones más propicias para la unidad de acción,
para la ilusión en una alternativa al PP (que sólo puede ser de unidad y, por
lo tanto, nos hace imprescindibles), y para incidir en los sindicatos de cara a
la movilización.
IU y Podemos
necesitan una política común respecto al PSOE
No está dicha la última palabra sobre esta crisis, pues Pedro
Sánchez se inclinará en un sentido u otro según la presión que reciba, además,
el grupo parlamentario está controlado por el ala más derechista, con lo que no
está descartada aun una ruptura en el PSOE con todo lo que ello supondría. De
momento intentan “curar las heridas”, pero es muy difícil la convivencia de
ambos sectores en la misma organización a la larga. Sánchez y su sector
“cederán” más o menos dependiendo de la exigencia de las bases y del movimiento
social. Y esa es la clave: desde IU, desde Unidos Podemos, debemos ser capaces
de influir decisivamente en la evolución del PSOE con nuestra política y el
ofrecimiento de un frente único.
Como IU, y también como UP, se hace más necesaria que nunca una
política común, no errática, coherente territorialmente y en el tiempo,
respecto al PSOE. Ser capaces de combinar la oferta de unidad, especialmente
para la acción, con la propuesta de programa común y de llamamiento a los
sindicatos para crear una plataforma de la izquierda que se marque como
objetivo el acabar con el gobierno del PP. Al tiempo que ponemos en evidencia
las contradicciones de la política concreta de la dirección de Pedro Sánchez,
con un llamamiento constante y fraternal a las bases y sin abandonar nuestro
programa de nacionalizaciones, de derecho de autodeterminación… en definitiva
de transformación socialista de la sociedad. La unidad en la acción no puede
significar rebajar nuestros planteamientos en ningún caso.
La moción de censura, muestra ahora, claramente, que se planteó
de manera precipitada, sin tener en cuenta el escenario del triunfo de Pedro
Sánchez en las primarias. No bastaba con un “ultimátum” de 48 horas, sino que esa
moción debía formar parte de un emplazamiento al PSOE y a los sindicatos a la
formación de una plataforma que planificase movilizaciones conjuntas por los
derechos sociales, laborales y democráticos y dentro de ese plan (que debe
incluir la perspectiva de una huelga general) fijar la moción de censura.
Izquierda Unida ha hecho bien en felicitar públicamente a las
bases del PSOE por haber elegido este camino y debe animarles a dar el paso
siguiente: LA UNIDAD DE ACCIÓN, que es previa y más trascendente que la unidad en
el Parlamento.
Al igual que ha sido un paso positivo que Alberto Garzón se haya
reunido con Pedro Sánchez, de organización a organización, para analizar la
situación, y compartir opciones de futuro. No se trata de “fiarnos” del nuevo
Secretario General del PSOE, pero sería un error mayúsculo ignorar el
significado político profundo de la rebelión de las bases expresada a través de
él.
Golpear juntos,
caminar separados
De acuerdo a la famosa consigna de Lenin, “golpear juntos,
caminar separados”, mantenemos nuestra libertad de crítica, tanto al PSOE como
a Podemos, debemos esforzarnos por dar relevancia a nuestro propio perfil
político como IU, y al tiempo encontrar los puntos de propuesta común para
hacer una oferta al PSOE, Podemos y Sindicatos “que no puedan rechazar”.
Sin la participación activa de la clase obrera no es realista
plantearse no ya el socialismo, sino cualquier futuro de transformación social
que merezca ese nombre, por tanto, no podemos desequilibrar nuestra acción
hacia la actividad parlamentaria, y la moción de censura ha supuesto un recurso
parlamentario potente en ese terreno, y ahora tenemos pocas opciones si no
planteamos ya como objetivo el caminar hacia una huelga general.
Un sector decisivo de la población, especialmente de la clase
trabajadora, se identifica con el PSOE. Sería irreal cualquier planteamiento de
transformación de la sociedad sin contar con su apoyo. Solo hay dos vías para
conseguirlo (que son compatibles), la unidad de acción e ir convenciéndoles de
que nuestra propuesta es más correcta que la de los dirigentes de su partido.
Lo que no cabe es darles la espalda o el tratarles como si fuesen el enemigo.
La propuesta de “superación de IU”, que se teorizó hace dos años
se muestra ahora como la consecuencia de una incomprensión del fin de un ciclo
político y un grave error, pues ya no se trata de la superación, sino de la
“extinción”, en caso de seguir con el calendario marcado. Las perspectivas han
variado, tanto respecto a Podemos como al PSOE, como al proceso de unidad y al
ambiente social. Deberíamos ser capaces de reconocer los cambios de estación y
actuar en consecuencia. En realidad la tarea, antes que cualquier otra,
teniendo en cuenta el nuevo ciclo político, es la del fortalecimiento de IU,
como paso previo para poder ser interlocutores del resto del movimiento.
Pongamos manos a la obra. Construir la alternativa a este
gobierno, a este sistema, es difícil pero es necesario y está en nuestras
manos.
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