Otra noche más, otra. El sueño no se lleva bien conmigo, maldita sea. Por eso siempre lo siento ausente de mí. Mientras más lo quiero a mi lado, más escurridizo es conmigo. Acompañado, acompañado, me siento en verdad de ese amigo al que, mirándolo frente a frente, le he dicho ya muchas veces que no deseo tenerlo como amigo, que no quiero verlo en mis noches: él se llama insomnio. Son las 1, las 2, las 3,… y mi amigo insomnio que sigue aquí conmigo. Sabes, dicen que cuando uno va a morir se suele hacer un repaso rápido por la vida que hemos vivido. La verdad, te lo digo de oídas, no he tenido nunca la buena o mala suerte de morirme. La verdad sea dicha, no tengo deseos de que ello ocurra, por varias razones. Luego en todo caso podemos comentarlas, si quieres eh. Bueno, decía lo anterior porque supongo que una noche de insomnio es como una pequeña muerte prematura. A uno le da tiempo de hacer pequeños balances de la vida, de los aciertos, de los buenos momentos que hemos viv...