Una Conversación Privada con mi amigo Insomnio



Otra noche más, otra. El sueño no se lleva bien conmigo, maldita sea. Por eso siempre lo siento ausente de mí. Mientras más lo quiero a mi lado, más escurridizo es conmigo. Acompañado, acompañado,  me siento en verdad de ese amigo al que, mirándolo frente a frente, le he dicho ya muchas veces que no deseo tenerlo como amigo, que no quiero verlo en mis noches: él se llama insomnio. Son las 1, las 2, las 3,… y mi amigo insomnio que sigue aquí conmigo.
Sabes, dicen que cuando uno va a morir se suele hacer un repaso rápido por la vida que hemos vivido. La verdad, te lo digo de oídas, no he tenido nunca la buena o mala suerte de morirme. La verdad sea dicha, no tengo deseos de que ello ocurra, por varias razones. Luego en todo caso podemos comentarlas, si quieres eh.
Bueno, decía lo anterior porque supongo que una noche de insomnio es como una pequeña muerte prematura. A uno le da tiempo de hacer pequeños balances de la vida, de los aciertos, de los buenos momentos que hemos vivido,… Pero la verdad, será porque la vida nunca deja de ser dialéctica, también en ese jodido balance entran muchos aspectos que lo dejan a uno serio, los fracasos, los momentos en los que uno no tuvo más cojones que llorar como un niño, los momentos en que uno quería morirse. En fin la vida misma.
Te decía antes que no tengo deseos de morirme, por varias razones. La primera y fundamental es que de joven me hice ateo, no creo en una vida en el mas allá, porque creo que esta jodida vida es la única que vamos a vivir, así que mejor estar en ella y vemos como la podemos mejorar, aun a riesgo de pasarnos un tercio de nuestra vida luchando por hacerla mejor y morirnos solo con la satisfacción de que al menos hemos luchado en vida, en la única que vamos a tener.
Fíjate, decías una y otra vez que eso de la revolución era cosa del pasado, que ahora se llevaban otras cosas. Decías que hasta la cola del Ron añejo te la sirven sin cafeína ni azucares. Oye, será mejor que no te asomes a las noticias de las televisiones, o abras, ese vicio que nunca tuviste, un periódico mañanero. Es increíble, es majestuoso, es una autentica experiencia histórica: el pueblo árabe, porque es un pueblo, esta de revolución, está mandando al exilio a algunos trápalas y vampiros reaccionarios y están comenzando a cuestionar todo, incluido el propio sistema de propiedad privada que permite que unos poquitos vivan como sultanes y la inmensa mayoría vivan en la absoluta miseria. Sabes, esta noche me pregunto si mañana viviré en estas calles de este gigante país que es Pakistán la revolución. Todo llegara, espero que hasta el sueño.
Bueno amigo, sé que es una contradicción, espero que al menos dialéctica, pero te invito a brindar por la revolución con un buen café. Si, si, que el café quita el sueño, pero ya que estas aquí conmigo, que conste que no te llame y llevas aquí ya muchas noches, no quiero te vayas sin haber tomado aunque sea unos cafés conmigo.
Sabes amigo, en un tono ya más personal, más propio de las horas de la noche en las que estamos, te confesare que hago mucho, mucho d menos a mi hija, a mi hijita Manuelita. Seguramente será porque la he criado yo, porque sus siete años de vida han sido mis siete últimos años. Amigo, me da miedo por ella. Manuelilla era una niña que nació sonriendo, con el puño levantado, pero con la sonrisa de las personas optimistas, aquellas que saben que esta vida es para vivirla.
Recuerdo cuando me la mostraron en el hospital, le acaricie la mejilla con mi dedo y me hecho una sonrisa que aun brilla en mis ojos. En fin, una niña que fue alegre durante sus siete primeros años, que paso junto a mí, pero que me temo mucho me la puedan cambiar.
No, no amigo. No soy egoísta, en absoluto. No es que no me fie de su madre. Bueno, tampoco es que me fie del todo. Creo que esa mierda del Psicoanálisis le incapacito mucho para ser una mejor madre. No sé, es mi opinión, la mía. Pero amigo insomnio, me fio en estas cosas mucho de mi opinión. Ahora hago muchos esfuerzos por encontrar en mi memoria momentos de dulzura, de amor, de la madre hacia mi hija,  y maldita sea insomnio, no los veo en demasía.
Bueno, que te voy a contar a ti que tu no sepas. No vayas a decirme que es una buena madre (eso espero), que es una buena mujer (eso ya no lo creo),… Sabes, cada cual es como es. Seguro que ella fue, es y será como mejor supo, cree que debe, como mejor pueda. Pero bueno, Marx decía que la vida no es una repetición mecánica cada cierto periodo, que “unas veces se repite como farsa y otras como tragedia”. En estos momentos que estoy contigo, aun estoy convencido que… su tragedia,… su farsa y su… comedia, solo tenían un objeto: eliminarme. No hacían falta tantas escenas para ello.
Sabes amigo, lamento que hayas tenido que viajar al extranjero, para reencontrarte conmigo. Pero sabes, no se trata de grandes cosas, solo de dar el tiempo al tiempo, dejar que muchas aguas vuelvan a sus cauces y sobre todo que nadie pueda acusar a nadie de ser un obstáculo para la felicidad de nadie. Mejor así,  ¿no crees?
Por cierto insomnio, ¿te costó mucho encontrarme? Parece que el mundo se olvido de mi. Gracias amigo, tu al menos vinistes, aún sin llamarte.  Eres de los pocos, pocos, yo diría ahora mismo, el único, que viene hacerme compañía cuando yo lo que realmente quiero es dormir. Pero bueno, estas aquí, no tengo Halción y charlar contigo fue una buena excusa para tomarnos unos cafés juntos. Sabes, se aproxima el día, con su luz, con sus colores,… creo que será mejor te vayas, que no te vean conmigo. Ahora cierro un rato los ojos o salgo tras darme una ducha a la calle, haber si la próxima noche veo al amigo sueño y dormimos juntos.
Saludos y espero no verlo en mucho tiempo. Si nos vemos hablaremos de otras cosas, de otros asuntos. En fin, adiós, amigo insomnio.

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