QUE CONSIGUIO LA REVOLUCION RUSA Y POR QUE DEGENERO
Este año se cumple el centenario de la
Revolución de Octubre. Los apologistas del capitalismo, y sus fieles ecos en el
movimiento obrero, tratan de consolarse con el pensamiento de que el colapso de
la URSS significó la desaparición del socialismo. Pero lo que fracasó en Rusia
no fue el socialismo sino una caricatura del socialismo. Al contrario de las
repetidas calumnias, el régimen estalinista fue la antítesis del régimen
democrático establecido por los bolcheviques en 1917.
Alan Woods - www.marxist.com
"Independientemente de
lo que se piense del bolchevismo, es innegable que la Revolución Rusa es uno de
los mayores acontecimientos de la historia humana, y el gobierno de los
bolcheviques un fenómeno de importancia mundial". John Reed, 1 de enero de
1919. (J. Reed, Diez
días que estremecieron al mundo).
El colapso de la URSS fue presentado por los
defensores del capitalismo como el equivalente a la victoria final de la
"economía de libre mercado" sobre el "comunismo”. Hace 25 años
esto produjo una ola de euforia entre la burguesía y sus apologistas. Se habló
del fin del socialismo, del fin del comunismo e, incluso, del fin de la
historia y, desde entonces, hemos presenciado una ofensiva ideológica sin
precedentes contra las ideas del marxismo a escala mundial. Esta exuberancia
irracional no tuvo límites.
El entonces presidente estadounidense, George
Bush, anunció triunfalmente la creación de un "Nuevo Orden Mundial"
bajo el dominio del imperialismo estadounidense. "La Unión Soviética ya no existe", escribió Martin McCauley.
"El
gran experimento ha fracasado... El marxismo en la práctica ha fracasado en
todas partes, no hay un modelo económico marxista capaz de competir con el
capitalismo". (M. McCauley: La Unión Soviética 1917-1991)
"¡Ganamos!" Exclamaba el editorial de The Wall Street Journal(24/5/89). Francis Fukuyama
lanzaba su famosa predicción: "El
período de la post-historia ha llegado... La democracia liberal ha triunfado, y
la humanidad ha alcanzado su más alta sabiduría. La historia ha llegado a su
fin”.
Veinticinco años más tarde no queda nada de
estas imprudentes ilusiones. El capitalismo ha entrado en la crisis más grave
desde la Gran Depresión. Millones de personas se enfrentan a un futuro de
desempleo, pobreza, recortes y austeridad. Las guerras y los conflictos
estropean todo el planeta, cuyo futuro se ve amenazado por las depredaciones
causadas por la incontrolada economía de mercado. Ahora, a la fría luz del día,
esas proclamas triunfalistas parecen irónicas. La crisis global del capitalismo
y sus efectos han puesto en duda las confiadas predicciones. Todas las grandes
promesas de leche y miel de los líderes occidentales que siguieron al colapso
de la Unión Soviética se han evaporado como una gota de agua en una estufa
caliente.
El sueño estadounidense de dominar el mundo está
enterrado bajo las ruinas humeantes de Alepo. Todos los pronunciamientos
triunfalistas de los estrategas burgueses se han demostrado falsos. La historia
ha regresado para vengarse. Los mismos observadores occidentales que exageraron
todos los defectos de la economía soviética están ahora luchando
desesperadamente por explicar el fracaso manifiesto de la economía de mercado.
Reinan el colapso económico, la inestabilidad política, la incertidumbre, las
guerras y los conflictos. La euforia anterior ha dado paso al pesimismo más
negro.
Es por esta razón que el centenario de la
Revolución Rusa será inevitablemente la ocasión para intensificar la viciosa
campaña anticomunista. La razón no es difícil de entender. La crisis mundial
del capitalismo está dando lugar a un cuestionamiento general de la
"economía de mercado". Hay un renacimiento del interés en las ideas
marxistas, que es alarmante para la burguesía. La nueva campaña de calumnias es
reflejo, no de confianza sino de miedo.
Miedo a la revolución
La historia demuestra que no basta con que la
clase dominante derrote a una revolución. Es necesario cubrirla con calumnias,
ennegrecer el nombre de sus líderes y rodearla con una nube de malicia y
sospecha, de tal modo que ni siquiera permanezca el recuerdo de ella para
inspirar a las nuevas generaciones. No hay nada nuevo en esto. En el siglo XIX,
el historiador Thomas Carlyle dijo, al escribir su libro sobre Oliver Cromwell,
que antes de que pudiera comenzar tuvo que rescatar el cuerpo de Cromwell de debajo
de una montaña de perros muertos.
Después de la
Restauración de la monarquía en 1660, todos los recuerdos de Cromwell y la
revolución burguesa inglesa tuvieron que ser borrados de la memoria colectiva.
La monarquía restaurada de Carlos II fechó oficialmente su reinado desde el 30
de enero de 1649, fecha de la ejecución de Carlos I, borrando todas las
referencias a la república y a sus actos revolucionarios. El arrogante Carlos
II estaba tan imbuido por el espíritu de despecho, odio y venganza, que llegó a
exhumar el cadáver de Oliver Cromwell, para luego colgarlo en público en
Tyburn.
La misma malicia y el
mismo rencor que nacen del miedo motivan los esfuerzos actuales para negar los
logros y el significado revolucionario de la Revolución Rusa y oscurecer la
memoria de sus líderes. La falsificación sistemática de la historia que está
llevando a cabo la burguesía, aunque de forma algo más sutil que los
linchamientos póstumos de los monarcas ingleses, no le otorga en absoluto más
crédito moral. En última instancia, no resultará más eficaz. La locomotora del
progreso humano es la verdad, no la mentira. Y la verdad no permanecerá
enterrada para siempre.
Durante casi tres
generaciones, los apologistas del capitalismo dieron rienda suelta a su rabia
contra la Unión Soviética. No se escatimaron esfuerzos en el intento de
ensombrecer la imagen de la Revolución de Octubre y de la economía
nacionalizada y planificada que emanó de ella. En esta campaña, los crímenes
del estalinismo fueron muy útiles. El truco era identificar el socialismo y el
comunismo con el régimen totalitario burocrático que surgió del aislamiento de
la revolución en un país atrasado.
El odio a la Unión
Soviética compartido por todos aquellos cuyas carreras, salarios y ganancias
derivan del orden existente basado en la renta, el interés y el beneficio, no
es difícil de entender. No tenía nada que ver con el régimen totalitario de
Stalin. Los mismos "amigos de la democracia" no tenían escrúpulos en
elogiar regímenes dictatoriales cuando convenía a sus intereses hacerlo. La
clase dominante "democrática" británica observaba complaciente la
llegada de Hitler al poder, siempre y cuando aplastara a los trabajadores
alemanes y dirigiera sus atenciones hacia el Este.
Winston Churchill y
otros representantes de la clase dominante británica expresaron su ferviente
admiración por Mussolini y Franco, hasta 1939. En el período posterior a 1945,
las "democracias" occidentales, en primer lugar los Estados Unidos,
respaldaron activamente monstruosas dictaduras, desde la de Somoza a la de
Pinochet, desde la Junta argentina al carnicero indonesio Suharto que subió al
poder sobre los cadáveres de un millón de personas con el apoyo activo de la
CIA. Los líderes de las democracias occidentales se postran ante el régimen empapado
de sangre de Arabia Saudí que tortura, asesina, azota y crucifica a sus propios
ciudadanos. La lista de estas barbaridades es interminable.
Desde el punto de
vista del imperialismo, estos regímenes son perfectamente aceptables, siempre
que se basen en la propiedad privada de la tierra, de los bancos y de los
grandes monopolios. Su hostilidad implacable hacia la Unión Soviética no se
basaba entonces en ningún amor a la libertad, sino en el desnudo interés de
clase. Odiaban a la URSS, no por lo que tenía de malo, sino precisamente por lo
que tenía de positivo y progresista. Se oponían, no a la dictadura de Stalin
(muy al contrario, los crímenes del estalinismo les convenían muy bien como un
medio de manchar el nombre del socialismo en Occidente), sino a las formas de
propiedad nacionalizadas que eran todo lo que quedaba de las conquistas de
Octubre.
Esta reescritura de la
historia recuerda a los viejos métodos de la burocracia estalinista que puso la
historia del revés, convirtió a figuras importantes en no-personas, o las
demonizó, como en el caso de León Trotsky, y sostuvo generalmente que lo negro
era blanco. Los escritos actuales de los enemigos del socialismo no son
diferentes, excepto que calumnian a Lenin con el mismo odio y rencor ciegos que
los estalinistas reservaban para Trotsky.
Algunos de los peores
casos de este tipo se encuentran en Rusia. Esto no es de extrañar, por dos
razones diferentes: en primer lugar, estas personas han sido criadas en la
escuela estalinista de la falsificación, que se basa en el principio de que la
verdad es sólo un instrumento al servicio de la élite gobernante. Los
profesores, economistas e historiadores estaban acostumbrados, con algunas
honrosas excepciones, a adaptar sus escritos a la "línea" de turno.
Los mismos intelectuales que cantaron las alabanzas de Trotsky, fundador del
Ejército Rojo y líder de la Revolución de Octubre, pocos años después no
tuvieron ningún reparo en denunciarlo como un agente de Hitler. Los mismos
escritores que adoraron a Joseph Stalin, el gran Líder y Maestro, pronto
saltaron al otro lado cuando Nikita Kruschev descubrió el "culto a la
personalidad". Los hábitos son difíciles de cambiar. Los métodos de
prostitución intelectual son los mismos. Sólo el amo ha cambiado.
Hay también otra razón
completamente distinta. Muchos de los capitalistas en Rusia no hace mucho
tiempo llevaban un carnet del Partido Comunista en su bolsillo y hablaban en
nombre del "socialismo". En realidad, no tenían nada que ver con el
socialismo, con el comunismo ni con la clase obrera. Formaban parte de una
casta gobernante parasitaria que vivía una vida de lujo a espaldas de los
trabajadores soviéticos. Ahora, con el mismo cinismo que siempre ha
caracterizado a estos elementos, se han pasado abiertamente al capitalismo.
Pero esta transformación milagrosa no puede consumarse tan fácilmente. Estas
personas sienten una necesidad imperiosa de justificar su apostasía amasando
maldiciones sobre lo que profesaban creer antaño. Por estos medios intentan
tirar polvo a los ojos de las masas, mientras calman sus propias conciencias
–suponiendo que posean tal cosa. Incluso al peor canalla le gusta encontrar
alguna justificación para sus acciones.
Los logros de la
Revolución
El régimen establecido por la Revolución de
Octubre no fue ni totalitario ni burocrático, sino el régimen más democrático
que se haya visto hasta hoy en la tierra. La Revolución de Octubre abolió
radicalmente la propiedad privada de los medios de producción. Por primera vez
en la historia, se demostró la viabilidad de una economía planificada y
nacionalizada, no en teoría sino en la práctica. En más de una sexta parte de
la superficie terrestre, en un experimento gigantesco y sin parangón, se
demostró que era posible dirigir la sociedad sin capitalistas, terratenientes
ni prestamistas.
Hoy en día, está de moda atenuar los resultados
alcanzados, o incluso negarlos por completo. Sin embargo, el mínimo análisis de
los hechos nos lleva a una conclusión muy diferente. A pesar de todos los
problemas, las deficiencias y los crímenes (que, por cierto, la historia del
capitalismo nos proporciona en abundancia), la economía planificada y
nacionalizada logró los avances más asombrosos en la Unión Soviética, en un
espacio histórico notablemente corto. Esto es lo que provocó el miedo y el odio
que caracterizó la actitud de las clases dominantes de Occidente. Esto es lo
que las obliga, incluso ahora, a caer en las mentiras y calumnias más
descaradas y sin precedentes sobre el pasado (por supuesto, siempre bajo el
disfraz de la más exquisita "objetividad académica").
Los burgueses tienen que enterrar de una vez por
todas los ideales de la Revolución de Octubre. En consecuencia, el colapso de
la URSS fue la señal de una avalancha de propaganda contra los logros de las
economías planificadas de Rusia y Europa del Este. Esta ofensiva ideológica de
los estrategas del capital contra el "comunismo" fue un intento
calculado de negar las conquistas históricas que emanaron de la Revolución.
Para estas damas y caballeros, desde 1917, la Revolución Rusa fue una
aberración histórica. Para ellos, sólo puede haber una forma de sociedad. El
capitalismo siempre había existido y seguiría haciéndolo. Por lo tanto, nunca
se podría hablar de logros de la economía nacionalizada y planificada. Se dice
que las estadísticas soviéticas eran simplemente exageraciones o falsedades.
"Las datos no pueden
mentir, pero los mentirosos pueden falsear los datos". Todos los avances
colosales en alfabetización, sanidad, cobertura social, se ocultaron bajo un
mar de mentiras y distorsiones destinadas a borrar los verdaderos logros del
pasado. Todos los defectos de la vida soviética –y hubo muchos- se han
utilizado sistemática y desproporcionadamente para "probar" que no
hay alternativa al capitalismo. En lugar de avanzar, hubo declive, se dice. Más
que progreso, hubo regresión. "El nivel de atraso de la URSS en los
ochenta con respecto a Estados Unidos equivalía al del Imperio ruso en
1913", escribió el historiador económico Alec Nove, quien concluía que
"las revisiones estadísticas han jugado un papel político en la
deslegitimación del régimen soviético..." (Alec Nove, Historia económica de la URSS).
Frente a esta campaña
sin precedentes de mentiras y calumnias, es esencial que pongamos las cosas en
orden. No queremos sobrecargar al lector con estadísticas. Sin embargo, es
necesario demostrar sin lugar a dudas los enormes éxitos de la economía
planificada. A pesar de los monstruosos crímenes de la burocracia, los avances
incomparables de la Unión Soviética representan no sólo un logro histórico,
sino que dan ante todo una idea de las enormes posibilidades inherentes a una
economía planificada y nacionalizada, sobre todo si se desarrolla en líneas
democráticas. Dichas posibilidades sobresalen si se contrastan con la crisis de
las fuerzas productivas del capitalismo a escala mundial en la actualidad.
Avance sin precedentes
La revolución de
octubre de 1917 provocó el mayor avance de las fuerzas productivas de cualquier
país en la historia. Antes de la revolución, la Rusia zarista era una economía
extremadamente atrasada y semi-feudal, cuya población era predominantemente
analfabeta. De una población total de 150 millones de personas sólo había
aproximadamente cuatro millones de trabajadores industriales. Eso significa que
era mucho más atrasada que Pakistán en la actualidad.
Bajo la terrible
situación de atraso económico, social y cultural, el régimen de
democracia obrera establecido por Lenin y Trotsky comenzó la titánica
tarea de sacar a Rusia del atraso sobre la base de una economía planificada y
nacionalizada. Los resultados no tienen precedentes en la historia económica.
En el espacio de dos décadas, Rusia estableció una poderosa base industrial,
desarrolló la industria, la ciencia y la tecnología y abolió el analfabetismo.
Logró avances notables en los ámbitos de la salud, la cultura y la educación.
Esto sucedió en un momento, en la Gran Depresión, en que el mundo occidental se
sumergía en un estado de desempleo masivo y colapso económico.
La viabilidad del
nuevo sistema productivo pasó una prueba severa en 1941-45, cuando la Unión
Soviética fue invadida por la Alemania nazi con todos los recursos combinados
de Europa a su disposición. A pesar de la pérdida de 27 millones de vidas, la
URSS logró derrotar a Hitler, y siguió, después de 1945, reconstruyendo su
destrozada economía en un espacio de tiempo notablemente corto, transformándose
en la segunda potencia del mundo.
Tales avances asombrosos de un país merecen una
reflexión. Se puede simpatizar con los ideales de la revolución bolchevique, u
oponerse a ellos, pero una transformación tal en un espacio de tiempo tan corto
llama la atención de cualquiera.
En un periodo de 50
años, la URSS multiplicó su producto interior bruto (PIB) por nueve. A pesar de
la terrible destrucción de la Segunda Guerra Mundial, su PIB se multiplicó por
cinco entre 1945 y 1979. En 1950, el PIB de la URSS era sólo el 33% del de los
EEUU. Ya en el año 1979 alcanzó el 58%. A finales de la década de los 70, la
Unión Soviética se había convertido en una potencia industrial formidable que
en términos absolutos ya había superado al resto del mundo en toda una serie de
sectores clave. La URSS era el mayor productor de petróleo, acero, cemento,
asbestos, tractores y muchos bienes de equipo. La producción industrial de la
URSS era la segunda después de la de EEUU.
Pero el alcance de
estos logros no se expresa sólo en estas cifras. Todo esto se consiguió
prácticamente sin inflación ni paro. El desempleo como el que existía en
Occidente era desconocido en la Unión Soviética. De hecho, era legalmente un
delito (irónicamente esta ley sigue vigente hoy en día aunque no signifique
nada). Podía haber ejemplos individuales fruto de una mala administración
económica o de personas que entraban en conflicto con las autoridades y se les
privaba de empleo, pero estos fenómenos no se derivaban del carácter de la
economía planificada y tenían un mero carácter fortuito. No tenían nada en
común ni con el desempleo cíclico del capitalismo ni con el cáncer orgánico que
ahora está afectando al conjunto del mundo occidental y que actualmente condena
a 35 millones de personas, sólo en los países de la OCDE, a una vida de
ociosidad forzosa.
Además, durante la
mayor parte del período posterior a la guerra, hubo poca o ninguna inflación.
La burocracia aprendió la verdad de la advertencia de Trotsky de que "la
inflación es la sífilis de una economía planificada". Después de la Segunda
Guerra Mundial, la mayor parte del tiempo se cuidó en asegurar que la inflación
se mantuviera bajo control. Este fue particularmente el caso con los precios de
los artículos básicos de consumo. Antes de la Perestroika (Reconstrucción, en
ruso), a mediados de los años 80, la última vez que se incrementaron los
precios de la carne y de los productos lácteos fue en 1962. El precio del pan,
el azúcar y la mayoría de los alimentos había aumentado la última vez en 1955.
Los alquileres eran extremadamente bajos, particularmente en comparación con
Occidente, donde la mayoría de los trabajadores tenían que dedicar un tercio o
más de su salario al pago de la vivienda. Sólo en el último período, con el
caos de la Perestroika, esto se desmoronó. En la carrera hacia una economía de
mercado, tanto el desempleo como la inflación se dispararon a niveles sin
precedentes.
La URSS tenía un
presupuesto equilibrado e incluso un pequeño superávit cada año. Es interesante
señalar que ni un solo gobierno occidental logró este resultado (como lo
demuestran las condiciones de Maastricht), así como no lograron el pleno empleo
ni la anulación de la inflación, cosas que sí consiguió la Unión Soviética. Los
críticos occidentales de la Unión Soviética se mantuvieron muy callados acerca
de esto, porque demostró las posibilidades incluso de una economía de
transición, no ya socialista.
De un país atrasado,
semi-feudal, principalmente analfabeto, en 1917, la URSS se convirtió en una
economía moderna y desarrollada, poseía un cuarto de los científicos del mundo,
un sistema de salud y educación igual o superior a cualquiera de los países de
Occidente, lanzó el primer satélite espacial y puso al primer hombre en el
espacio. En la década de 1980, la URSS tenía más científicos que los Estados
Unidos, Japón, Gran Bretaña y Alemania juntos. Sólo recientemente Occidente se
vio obligado a admitir a regañadientes que el programa espacial soviético
estaba muy por delante del de los Estados Unidos. El hecho de que Occidente
todavía tenga que usar cohetes rusos para poner hombres y mujeres en el espacio
es una prueba suficiente de esto.
Las mujeres y la Revolución de Octubre
El gran socialista utópico francés Fourier
consideraba la posición de la mujer como el indicador más gráfico del progreso
o no de un régimen social. El intento de introducir el capitalismo en Rusia ha
tenido las consecuencias más calamitosas a este respecto. Todos los avances de
la Revolución Rusa, que, por cierto, fueron iniciados por las trabajadoras
textiles en el Día Internacional de la Mujer, están siendo sistemáticamente
eliminados. La cara reaccionaria del capitalismo se revela gráficamente en la
posición de las mujeres en Rusia.
La revolución
bolchevique sentó las bases para la emancipación social de la mujer y, aunque
la contrarrevolución política estalinista representó un retroceso parcial, es
innegable que las mujeres de la Unión Soviética hicieron avances colosales en
la lucha por la igualdad. "La Revolución de Octubre cumplió honestamente
sus obligaciones en relación con la mujer", escribió Trotsky. "El
joven gobierno no sólo le dio todos los derechos políticos y legales en
igualdad con el hombre, sino que, lo más importante, hizo todo lo posible, y en
todo caso incomparablemente más que cualquier otro gobierno, para asegurarle el
acceso a todas las formas de trabajo económico y cultural".
La Revolución de
Octubre fue un hito en la lucha por la emancipación de las mujeres. Antes de
eso, bajo el zarismo, las mujeres eran consideradas como meros apéndices del
hogar. Las leyes zaristas permitían explícitamente a un hombre usar la
violencia contra su esposa. En algunas zonas rurales, las mujeres se veían
obligadas a usar el velo y se les impedía aprender a leer y escribir. Entre
1917 y 1927, se aprobó toda una serie de leyes que daban a las mujeres igualdad
formal con los hombres. El programa del Partido Comunista de 1919 proclamó
audazmente: "No limitándose a la igualdad formal de las mujeres, el
partido se esfuerza por liberarlas de las cargas materiales del trabajo
doméstico obsoleto reemplazándolo por casas comunales, comedores públicos,
lavanderías, etc."
Las mujeres ya no
estaban obligadas a vivir con sus maridos o acompañarlos si un cambio de
trabajo significaba un cambio de casa. Se les otorgó iguales derechos para ser
cabeza de familia y recibir el mismo salario. Se prestó atención al papel de
las mujeres en la maternidad y se introdujeron leyes especiales de maternidad,
que prohibían largas horas de trabajo nocturno, así como permisos remunerados
para el parto, subsidios familiares y guarderías. El aborto fue legalizado en
1920, se simplificó el divorcio y se introdujo el registro civil del
matrimonio. También se abolió el concepto de hijos ilegítimos. En palabras de
Lenin: "En el sentido literal, no dejamos un solo ladrillo de las leyes despreciables
que colocaban a las mujeres en un estado de inferioridad en comparación con los
hombres...".
Se realizaron avances
materiales para facilitar la plena participación de las mujeres en todos los
ámbitos de la vida social, económica y política: la provisión de comidas
escolares gratuitas, leche para niños, alimentos especiales y pañales para
niños necesitados, centros de consultas de embarazo, guarderías y otras
instalaciones. Es cierto que la aparición del estalinismo introdujo una serie
de contra-reformas en el ámbito social, que afectaron drásticamente la posición
de las mujeres. Pero con la muerte de Stalin, el crecimiento económico de la
posguerra permitió una mejora general constante: la jubilación a los 55 años,
la no discriminación en la remuneración y las condiciones de empleo y el
derecho de las mujeres embarazadas a trabajar en trabajos más ligeros con
permiso de maternidad totalmente remunerada 56 días antes y 56 días después del
nacimiento del niño. La nueva legislación en 1970 abolió el trabajo nocturno y
el trabajo subterráneo para las mujeres. El número de mujeres en la educación
superior como porcentaje del total aumentó del 28% en 1927, al 43% en 1960, y
al 49% en 1970. Los únicos países del mundo donde las mujeres constituían más del
40% del total de los matriculados en la educación superior eran Finlandia,
Francia y los Estados Unidos.
Hubo mejoras en la
atención preescolar de los niños: en 1960, había 500.000 guarderías, pero en
1971 había aumentado a más de cinco millones. Los enormes avances de la
economía planificada, con las consiguientes mejoras en la atención de la salud,
se reflejaron en la duplicación de la esperanza de vida de las mujeres pasando
de 30 a 74 años y en la reducción de la mortalidad infantil en un 90%. En 1975,
el número de mujeres que trabajaban en educación había aumentado al 73%. En
1959, un tercio de las mujeres ocupaban puestos de trabajo donde el 70% de la
mano de obra eran mujeres, pero en 1970 esa cifra había aumentado al 55%. En
ese momento, el 98% de las enfermeras eran mujeres, al igual que el 75% de los
profesores, el 95% de los bibliotecarios y el 75% de los médicos. En 1950,
había 600 mujeres doctores en ciencias, pero en 1984 había subido a 5.600.
La restauración
capitalista revirtió rápidamente los logros del pasado, llevando a las mujeres
a una posición de esclavitud abyecta en el nombre hipócrita de la
"familia". La mayor parte de la carga de la crisis se está colocando
sobre los hombros de las mujeres.
¿Por qué colapsó la Unión Soviética?
A
pesar de estos éxitos extraordinarios, la URSS colapsó. La cuestión que debe
abordarse es por qué ocurrió esto. Las explicaciones de los
"expertos" capitalistas son tan predecibles, como huecas. El
socialismo (o comunismo) fracasó. Fin de la historia. Sin embargo, las
explicaciones de los líderes obreros, tanto del ala izquierda y como del sector
más derechista, no son mucho mejores. Los reformistas de derecha como siempre,
simplemente repiten los puntos de vista de la clase dominante. De los
reformistas de izquierda solo obtenemos un silencio embarazoso. Los líderes de
los partidos comunistas de Occidente, que ayer apoyaban de manera acrítica
todos los crímenes del estalinismo, ahora tratan de distanciarse de un régimen
desacreditado, pero no tienen ninguna respuesta a las preguntas de los jóvenes
y trabajadores ,que exigen explicaciones serias.
Los logros de la industria soviética, la ciencia
y la tecnología ya se han explicado. Pero había otra cara de la moneda. El
Estado obrero democrático establecido por Lenin y Trotsky fue sustituido por el
Estado burocrático monstruosamente deformado de Stalin. Esta fue una terrible
regresión, lo que significaba la liquidación del poder político de la clase
obrera, pero no de las conquistas socioeconómicas fundamentales de Octubre. Las
nuevas relaciones de propiedad, que tuvieron su expresión más clara en la
economía nacionalizada y planificada, se mantuvieron.
En la década de 1920 Trotsky escribió un pequeño
libro con el título: ¿Hacia el socialismo o el capitalismo?. Esa
fue siempre la cuestión decisiva para la URSS. La propaganda oficial proclamaba
que la Unión Soviética se estaba moviendo inexorablemente hacia la consecución
del socialismo. En la década de 1960 Jruschov se jactaba de que el socialismo
ya había sido alcanzado y que en la URSS se iba a construir una sociedad
plenamente comunista en veinte años. Pero la verdad era que la Unión Soviética
se estaba moviendo completamente en otra dirección.
El movimiento hacia el socialismo debe
significar una reducción gradual de la desigualdad. Pero en la Unión Soviética
la desigualdad se incrementaba continuamente. Un abismo se abría entre las
masas y los millones de funcionarios privilegiados y sus esposas y niños con
sus elegantes trajes, cochazos, y apartamentos y dachas confortables. La
contradicción era aún más evidente, ya que contrastaba con la propaganda
oficial sobre el socialismo y el comunismo.
Desde el punto de vista de las masas, el éxito
económico no puede ser reducido a la cantidad de acero, cemento o electricidad producida.
Los niveles de vida dependen sobre todo de la producción de mercancías que sean
de buena calidad, baratas y fácilmente disponibles: ropa, zapatos, alimentos,
lavadoras, televisores y productos similares. Pero en aquellos terrenos la URSS
estaba muy por detrás de Occidente. Esto no habría sido tan grave, pero el
hecho era que algunas personas tenían acceso a estas cosas mientras que a la
mayoría se les negaba.
La
razón por la que el estalinismo pudo durar tanto tiempo a pesar de todas las
patentes contradicciones que creó, fue precisamente el hecho incontestable que
durante décadas la economía nacionalizada y planificada logró avances
extraordinarios. Pero el control asfixiante de la burocracia dio lugar a la
corrupción, a una desastrosa administración, chapuzas y despilfarro a una
escala colosal. Minó las conquistas de la economía planificada. En la medida en
que la URSS se desarrollaba a un nivel superior, los efectos negativos de la
burocracia tenían consecuencias aún más perjudiciales.
La burocracia siempre actuó como un freno para
el desarrollo de las fuerzas productivas. Pero mientras que la tarea de la
construcción de la industria pesada era relativamente simple, una economía
moderna y sofisticada con sus complejas relaciones entre la industria ligera y
pesada, la ciencia y la tecnología no se puede ejecutar por decreto burocrático
sin causar gravísimas interrupciones. Los costos de mantenimiento de un enorme
gasto militar así como los gastos de mantenimiento del control sobre Europa del
Este impusieron nuevas presiones a la economía soviética.
Con todos los recursos colosales que disponía,
la poderosa base industrial y el ejército de técnicos cualificados y
científicos, la burocracia fue incapaz de lograr los mismos resultados que
Occidente. En los campos vitales de la productividad y los niveles de vida, la
Unión Soviética se quedó atrás. La razón principal fue la carga colosal
impuesta a la economía soviética por la burocracia –los millones de
funcionarios codiciosos y corruptos que administraban la Unión Soviética sin
ningún control por parte de la clase obrera.
Como resultado de esto, la Unión Soviética se
estaba quedando atrás de Occidente. Mientras las fuerzas productivas en la URSS
continuaban desarrollándose, la tendencia pro-capitalista era insignificante.
Pero el estancamiento del estalinismo transformó por completo la situación. A
mediados de la década de 1960, el sistema de economía planificada
burocráticamente controlada llegó a su límite. Esto se expresaba gráficamente
por una fuerte caída en la tasa de crecimiento en la URSS, que disminuyó
continuamente durante la década de 1970, cercanos a cero bajo Breznev. Una vez
que la Unión Soviética fue incapaz de obtener mejores resultados que el
capitalismo, esto selló su destino.
Fue en este punto que Ted Grant llegó a la
conclusión de que la caída del estalinismo era inevitable, una brillante
predicción que hizo ya en 1972. Desde un punto de vista marxista, tal
perspectiva era ineludible. El marxismo explica que en última instancia la viabilidad
de un sistema socioeconómico determinado depende de su capacidad para
desarrollar las fuerzas productivas. En el libro Rusia: de la revolución a la contrarrevolución explica
todo el proceso con gran detalle, y muestra cómo en el período posterior a 1965,
la tasa de crecimiento de la economía soviética comenzó a disminuir. Entre 1965
y 1970, la tasa de crecimiento fue del 5,4 por ciento. Durante el próximo
período de siete años, entre 1971 y 1978, la tasa media de crecimiento fue sólo
del 3,7 por ciento.
Esto era comparable al
promedio de 3,5 por ciento para las economías capitalistas avanzadas de la
OCDE. En otras palabras, la tasa de crecimiento de la Unión Soviética ya no era
mucho más alta que el alcanzado en el capitalismo, una situación desastrosa.
Como resultado, la contribución de la URSS a la producción mundial total
disminuyó de hecho ligeramente, del 12,5 por ciento en 1960 al 12,3 por ciento
en 1979. En el mismo periodo, Japón aumentó su participación del 4,7 por ciento
al 9,2 por ciento. Toda la palabrería de Kruschev sobre alcanzar y adelantar al
imperialismo americano se evaporaró en el aire. Posteriormente, la tasa de
crecimiento en la Unión Soviética continuó cayendo hasta que al final del
período de Brezhnev, (el "período de estancamiento", como fue
bautizado por Gorbachov) se redujo a cero.
Una vez llegado a esta etapa, la burocracia dejó
de jugar el todavía relativamente papel progresista que había desempeñado en el
pasado. Esta es la razón por la cual el régimen soviético entró en crisis. Ted
Grant fue el único marxista que llegó a esta lógica conclusión. Explicó que una
vez que la Unión Soviética no podía obtener mejores resultados que el
capitalismo, el régimen estaba condenado. Por el contrario, todas las otras
tendencias, desde la burguesía a los estalinistas, daban por sentado que los
regímenes aparentemente monolíticos en Rusia, China y Europa del Este iban a
durar casi indefinidamente.
La contra-revolución
política llevada a cabo por la burocracia estalinista en Rusia liquidó por completo
el régimen de democracia soviética de los trabajadores, pero no destruyó las
nuevas relaciones de propiedad establecidas por la revolución de octubre. La
burocracia gobernante se basaba en la economía nacionalizada y planificada y
jugó un papel relativamente progresista en el desarrollo de las fuerzas
productivas, aunque tres veces al costo del capitalismo, con tremendo
despilfarro, corrupción y mala gestión, como Trotsky señaló incluso antes de la
guerra, cuando la economía estaba avanzando un 20 por ciento al año.
Pero a pesar de sus
éxitos, el estalinismo no logró resolver los problemas de la sociedad. En
realidad, representaba una monstruosa anomalía histórica, el resultado de una
concatenación histórica peculiar de circunstancias. La Unión Soviética de
Stalin se basaba en una contradicción fundamental. La economía nacionalizada y
planificada estaba en contradicción con el Estado burocrático. Incluso en la
época de los primeros planes quinquenales, el régimen burocrático era
responsable de pérdidas colosales. Esta contradicción no desapareció con el
desarrollo de la economía, sino que, por el contrario, ésta se hacía cada vez
más insoportable hasta que finalmente el sistema se derrumbó por completo.
Esto es asumido por
todo el mundo. Sin embargo, ser sabios sobre el pasado es relativamente fácil.
No es tan fácil predecir los procesos históricos de antemano, pero esto fue
ciertamente el caso en los notables escritos de Ted Grant sobre Rusia, que
trazaron con precisión gráfica la caída del estalinismo y predijeron su resultado.
Sólo en estos escritos nos encontramos con un análisis exhaustivo de las causas
de la crisis del régimen burocrático, que aún hoy en día sigue siendo un libro
sellado con siete sellos para todos los otros comentaristas de los
acontecimientos de la antigua URSS.
El análisis de Trotsky
El
punto de partida del libro Rusia de la revolución a la
contrarrevolución fue el brillante análisis realizado por
León Trotsky en su obra maestra La revolución traicionada,
escrita en 1936, que aún hoy en día conserva todo su vigor y relevancia
original. Nadie que seriamente quiera entender lo que ha sucedido en Rusia
puede pasar por alto este gran trabajo de análisis marxista. Sin embargo, por
razones comprensibles, Trotsky no proporcionó un análisis acabado, de una vez y
para siempre de la naturaleza de clase del estado soviético, pero dejó abierta
la cuestión de qué dirección tomaría finalmente.
El gran marxista ruso entendió que el destino de
la Unión Soviética estaría determinado por la lucha de las fuerzas vivas, que
estaban a su vez inseparablemente conectadas con los movimientos a escala
mundial: tales acontecimientos no se podían predecir de manera precisa. De
hecho, la forma peculiar en que la Segunda Guerra Mundial se desarrolló tuvo un
efecto decisivo en el destino de la Unión Soviética, que nadie anticipó.
Trotsky escribió:
"Es
imposible en la actualidad responder final e irrevocablemente la pregunta de en
qué dirección las contradicciones económicas y sociales de los antagonismos de
la sociedad soviética se desarrollarán en el transcurso de los próximos tres,
cinco o diez años. El resultado depende de la lucha de las fuerzas sociales –no
a nivel nacional, sino más bien a nivel internacional. En cada nueva etapa, por
lo tanto, un análisis concreto es necesario de las relaciones reales y
tendencias en su conexión e interacción continua” (Trotsky, La
revolución traicionada, p. 49).
Trotsky tuvo la
precaución de colocar un signo de interrogación sobre el futuro del Estado
soviético. Su predicción fue que la burocracia estalinista con el fin de
preservar sus privilegios, "inevitablemente, en las etapas futuras para
asegurar su posición, restablecería las relaciones capitalistas de
propiedad", se demostró que fue absolutamente correcta. El espectáculo repugnante
de líderes, gerentes y funcionarios de toda la vida del Partido Comunista,
rompiendo su carnet del partido para transformarse abiertamente en
"empresarios", con la misma facilidad que un hombre pasa de un
compartimento de un tren a otro, muestra hasta qué punto el régimen estalinista
era ajeno al genuino socialismo.
Trotsky no esperaba
que el régimen estalinista durará tanto como lo hizo. Es cierto que en su
última obra, Stalin, sí sugirió que el régimen podría durar décadas en su forma
actual, pero el libro estaba sin terminar en el momento de su asesinato, y no
pudo desarrollar esta idea. La Unión Soviética emergió fortalecida enormemente
de la Segunda Guerra Mundial. El régimen estalinista, que Trotsky consideraba
como una aberración histórica temporal, sobrevivió durante décadas. Esto tuvo
un efecto profundo, sobre todo, sobre la conciencia de las masas y de la propia
burocracia.
Trotsky tenía la
esperanza que el régimen estalinista sería derrocado por una revolución
política de la clase obrera. Pero si esto no sucedía, se planteó la posibilidad
en una cierta etapa que el proceso de contrarrevolución burocrática conduciría
a la destrucción de las relaciones de propiedad establecidas por la revolución
de octubre:
"La contrarrevolución se pone en
funcionamiento cuando el motor de las conquistas sociales progresistas se
empieza a desmontar. Parece que no hay fin a este desmontaje. Sin embargo, una
parte de las conquistas de la revolución siempre se conserva. Por lo tanto, a
pesar de las distorsiones burocráticas monstruosas, la base de clase de la URSS
sigue siendo proletaria. Pero debemos tener en cuenta que el proceso de
desmontaje aún no se ha completado, y el futuro de Europa y del mundo durante
las próximas décadas, todavía no se ha decidido. El Termidor ruso, sin duda,
abriría una nueva era de dominación burguesa, si esta no se hubiese demostrado
obsoleta en todo el mundo. En cualquier caso, la lucha contra la igualdad y el
establecimiento de diferenciaciones sociales muy profundas, hasta ahora, ha
sido incapaz de eliminar la conciencia socialista de las masas o la
nacionalización de los medios de producción y de la tierra, que eran las
conquistas socialistas básicas de la revolución. A pesar de menospreciar estos
logros, la burocracia aún no se ha aventurado a recurrir a la restauración de
la propiedad privada de los medios de producción". (Ibid., Pp. 405-6)
La
perspectiva de la restauración capitalista en Rusia y sus repercusiones fue
explicado con una notable previsión por Trotsky en 1936:
"Un colapso del régimen soviético
provocaría inevitablemente el colapso de la economía planificada, y por lo
tanto la abolición de la propiedad estatal. El lazo obligado entre los trusts y
las fábricas en el seno de los primeros, se rompería. Las empresas más exitosas
tendrían éxito en su camino de independencia. Podrían convertirse en sociedades
por acciones, o podrían encontrar cualquiera otra forma de transición de la
propiedad tal como en la que los trabajadores participan en las
ganancias. Las granjas colectivas se desintegrarían al mismo tiempo y con mucha
más facilidad. La caída de la dictadura burocrática actual, si no se sustituye
por un nuevo poder socialista, significaría por lo tanto un retorno a las
relaciones capitalistas con una caída catastrófica de la economía y de la
cultura". (León Trotsky, La revolución traicionada,
pp. 250-1)
Lo que sorprende es la
forma brillante en la que Trotsky anticipó las principales líneas de lo que
realmente ocurrió en Rusia. En completo contraste con la claridad del enfoque
de Trotsky vemos la quiebra teórica y práctica de la teoría del
"capitalismo de Estado", que en diferentes formas ha ocupado las
mentes de diferentes sectas ultraizquierdistas durante décadas. Después de la
Segunda Guerra Mundial Ted Grant desarrolló y extendió el análisis del
bonapartismo proletario de Trotsky, en particular La teoría marxista del
Estado, la cual demolió totalmente la idea del capitalismo de Estado en Rusia.
De acuerdo con esta
"teoría", el régimen de la URSS ya era capitalista hace mucho tiempo
¿Por qué, entonces, debían los trabajadores molestarse en defender las viejas
formas de propiedad estatal (capitalismo de Estado) contra la burguesía
naciente, ya que no hay diferencia entre ellos? Esta línea de argumentación,
que desarma completamente a la clase obrera frente a la contrarrevolución
capitalista, es un claro ejemplo de cómo una teoría falsa conduce
inevitablemente a un desastre en la práctica.
La crisis del
estalinismo no tenía nada en común con la crisis del capitalismo (o
"capitalismo de estado"). Esto último es el resultado de la anarquía
del mercado y de la propiedad privada. Pero no había nada parecido a una crisis
de sobreproducción en el caso de la URSS, que se basaba en una economía
nacionalizada y planificada, aunque afligida con todos los males de la
burocracia, la corrupción y la mala administración.
A esto hay que añadir
el carácter limitativo del Estado-nación, que ha sobrevivido a su utilidad y se
ha convertido en una traba gigantesca para el desarrollo de las fuerzas
productivas. Esto explica por qué todos los países, incluso la mayor
superpotencia, están obligados a participar en el mercado mundial. Esto fue
predicho por anticipado por Marx. Es también la razón por la cual la idea del
socialismo en un solo país es una utopía reaccionaria.
Caricatura de socialismo
Lo que fracasó en Rusia y Europa del Este no fue
el comunismo ni el socialismo, de la manera entendida por Marx o Lenin, sino
una caricatura burocrática y totalitaria. Lenin explicó que el movimiento hacia
el socialismo requiere el control democrático de la industria, la sociedad y el
Estado por parte del proletariado. El verdadero socialismo es incompatible con
el gobierno de una élite burocrática privilegiada, lo que inevitablemente se
acompaña de colosal corrupción, nepotismo, despilfarro, mala gestión y caos.
Las economías
nacionalizadas y planificadas de la URSS y Europa del Este lograron resultados
sorprendentes en los campos de la industria, la ciencia, la salud y la
educación. Pero, como Trotsky predijo ya en 1936, el régimen burocrático en
última instancia, socavó la economía nacionalizada y planificada y preparó el
camino para su colapso y el retorno del capitalismo.
¿Cuál es el balance de
la revolución de octubre y el gran experimento de la economía planificada que
le siguió? ¿Qué implicaciones tienen para el futuro de la humanidad? Y qué
conclusiones pueden extraerse de éstas? La primera observación debe ser
evidente por sí misma. Tanto como si se está a favor o en contra de la
Revolución de Octubre, no puede haber ninguna duda de que este único
acontecimiento cambió el curso de la historia del mundo en una forma sin
precedentes, todo el siglo XX estuvo dominado por sus consecuencias. Este hecho
es reconocido incluso por los comentaristas más conservadores y quienes son
hostiles a la Revolución de Octubre.
Huelga decir que el
autor de estas líneas es un firme defensor de la revolución de octubre. Lo
considero como el mayor acontecimiento único en la historia humana. ¿Por qué
digo esto? Porque aquí por primera vez, si excluimos a ese evento glorioso,
pero efímero, que fue la Comuna de París, millones de hombres y mujeres comunes
derrocaron a sus explotadores, tomó su destino en sus propias manos, y por lo
menos comenzaron la tarea de transformar la sociedad.
Que esta tarea, en condiciones específicas, se
desvió a través de canales imprevistos por los líderes de la revolución, no
invalida las ideas de la Revolución de Octubre, ni disminuye la importancia de
las conquistas colosales hechas por la URSS durante los 70 años que siguieron.
Los enemigos del
socialismo responderán con desprecio que el experimento terminó en un fracaso.
Contestamos con las palabras de ese gran filósofo, Spinoza, que nuestra tarea
no es ni llorar ni reír, sino entender. Sin embargo, uno puede buscar en vano
en todos los escritos de los enemigos burgueses del socialismo, una explicación
seria de lo que ocurrió en la Unión Soviética. Sus llamados análisis carecen de
toda base científica porque están motivados por el odio ciego que refleja claramente
los intereses de clase.
No fue la burguesía
degenerada de Rusia, que fue arrojada al basurero de la historia en octubre de
1917, sino la economía nacionalizada y planificada lo que condujo a Rusia a la
era moderna, a la construcción de fábricas, carreteras y escuelas, a la educación
de los hombres y las mujeres, creando brillantes científicos, edificaciones, el
ejército que derrotó a Hitler y puso al primer hombre en el espacio.
A pesar de los
crímenes de la burocracia, la Unión Soviética se transformó rápidamente de una
economía atrasada semifeudal en una nación industrial avanzada, moderna. Al
final, sin embargo, la burocracia no estaba satisfecha con la colosal riqueza y
los privilegios que había obtenido a través del saqueo del Estado soviético.
Como predijo Trotsky, la burocracia se pasó al campo de la restauración
capitalista, transformándose de una casta parasitaria a una clase dominante.
El movimiento hacia el
capitalismo ha significado un gigantesco paso atrás para el pueblo de Rusia y
las antiguas repúblicas de la URSS. La sociedad retrocedió hacia un abismo y
tuvo que aprender todas las ventajas de la civilización capitalista: el
fanatismo religioso, la prostitución, las drogas, y todas las otras
"bondades" del capitalismo. Por el momento, el régimen de Putin ha
logrado consolidarse. Pero su aspecto de fortaleza es ilusorio. El capitalismo
ruso, al igual que la cabaña en el cuento de hadas ruso, está construido sobre
patas de gallina.
El talón de Aquiles
del capitalismo ruso es que ahora está vinculado por un cordón umbilical a la
suerte del capitalismo mundial. Está sujeto a todas las tormentas y tensiones
de un sistema que se encuentra en una crisis terminal. Esto tendrá un impacto
profundo en Rusia, tanto económica como políticamente. Tarde o temprano, los
trabajadores rusos se recuperarán de los efectos de la derrota y pasarán a la
acción. Cuando esto suceda se volverán a descubrir rápidamente las tradiciones
de la Revolución de Octubre y las ideas genuinas del bolchevismo. Ese es el
único camino a seguir por los trabajadores de Rusia y de todo el mundo.
Londres, 7 de enero de 2017
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