Los
agricultores europeos están viviendo en estos momentos un proceso de
movilizaciones por toda Europa. Siempre en circunstancias como estas los
revolucionarios corremos el riesgo de confundir movilizaciones, que en aspectos
de la misma pueden ser “justas”, pero que sin embargo tienen un trasfondo
retrogrado, comenzando por los propios objetivos que persiguen, en última
instancias sus convocantes.
Fdo. Salvador Pérez
Debemos ser capaces de
separar la “paja del trigo”, ya que en última instancia nos basamos, en
palabras de Marx y Engels, “en la lucha de clases como motor de la historia”.
Debemos ser capaces que es progresivo de lo que no lo es en el contexto general
de un análisis de la lucha por los intereses de la clase obrera en su conjunto.
Que los agricultores hayan
salido a las calles, a las carreteras, en estos meses en el conjunto de Europa
no tiene nada de extraño. En el epicentro de las razones objetivas de la
movilización están las desastrosas consecuencias que esta generando y afectando
sobre todo a los pequeños y medianos productores del sector primario las
cuestiones como las condiciones burocráticas que les imponen y exigen la PAC
(Política Agraria Común), a las cuales se les suma localmente las aplicaciones
prácticas del último periodo, caracterizado por la sequía y las consecuencias
de la aplicación de la Ley de la Cadena Agroalimentaria.
Las
movilizaciones comenzaron antes en países como Bélgica o Francia, en donde ya
han comenzado a disminuir y retomar el relevo las luchas en otros países, como
es el caso de España, que por ahora se está desarrollando la lucha por regiones
(Comunidades Autónomas), pero en donde no se descarta que podamos ver una
movilización centralizada que note sus efectos en todo el país, con actos
centrales, como podría ser concentraciones en Madrid.
Para que nos sirva de ayuda
en la comprensión de los acontecimientos, situándolos en sus justos términos,
vamos a intentar analizar con la máxima brevedad posible, las principales
cuestiones en juego, por así decirlo las claves reales de las movilizaciones en
el sector primario, al igual que intentaremos de ver y comprender cuales son
las principales fuerzas y apoyos, con sus argumentos, de estas luchas de los
agricultores.
Ello nos deberá ser útil
para comprender no solo la lucha y movilizaciones del sector primario, sus
apoyos políticos y hasta mediáticos, sino también sus interrelación con otros
sectores de la producción, en los cuales se reproducen situaciones similares y
a partir de ahí podamos extraer nuestras propias conclusiones de clase.
En primer lugar es necesario
señalar que lo que estamos viendo no es una lucha del campo en general, europeo
o español, sino específicamente una movilización fundamentalmente de los pequeños
y medianos propietarios de explotaciones agrarias y algunas ganaderas. Este
hecho hasta ahora está determinando el propio carácter de estas movilizaciones.
Es claro que necesitamos
partir de este hecho, porque no es igual la lucha de los jornaleros del campo, aquellos
que solo poseen sus manos para venderse como mano de obra en las diferentes
cosechas que se dan y de lo cual depende fundamentalmente el que puedan
alimentarse ellos y sus familias.
Igualmente tampoco son los
mismos intereses los de los pequeños y medianos propietarios con los que tienen
los grandes poseedores de latifundios de tierras, los que se dedican a grandes extensiones
de producciones agrarias de regadío intensivas, que generalmente están
concentradas en un pequeño número de individuos/familias, o durante el último
periodo en mano de fondos de inversiones y “fondos buitres”, que toman sus
decisiones desde Bruselas directamente.
Así tenemos que el llamado sector primario es por sí
mismo bastante heterogéneo. Aunque
en estos días nos estén bombardeando los medios de comunicación con “los cortes
de tráfico y las manifestaciones de los agricultores”, es necesario observar y
tener en cuenta a que se refieren con exactitud. Desde un punto de vista de
clase no es lo mismo las luchas que estamos viendo, que están protagonizando
los propietarios de las pequeñas y medianas explotaciones familiares, que
emplean mano de obra de trabajadores del campo. Al igual que no es lo mismo los
propietarios de las pequeñas y medianas ganaderías, con animales que se
alimentan en gran parte “al aire libre”, que las macrogranjas, de propiedad de
grandes propietarios, que manejan cientos de miles de millones y que son
capaces de matar y poner en el mercado miles de cerdos o vacas cada día.
Todo lo anterior tiene una
enorme importancia desde diferentes puntos de vista. Las pequeñas y medianas
explotaciones agrícolas o ganaderas son, en general, mucho más respetuosas con
el medioambiente, al igual que con los derechos laborales de los trabajadores
que emplean y además suelen tributar sus impuestos en los países en donde están
establecidas, frente a las macroexplotaciones, que están años luz de respetar
las normas medioambientales, las condiciones laborales y salariales de los
trabajadores y que habitualmente no tributan ni impuestos, ya que tienen sus
domicilios fiscales en los denominados “paraísos fiscales”, o en países
terceros con niveles muchos más bajos de impuestos.
Los propietarios de estas explotaciones de carácter
muchas veces familiares en el sector primario tienen sus raíces en los
territorios en donde están situadas, normalmente van pasando en forma de
herencias de padres a hijos y ello les hace tener una visión de mantener en las
mejores condiciones el mantenimiento de las tierras, por lo cual dedican
mayores gastos en su cuidado, al igual que en general procuran hacer un uso más
comedido de los recursos naturales, como el gasto de aguas y mantener mejores
relaciones con los trabajadores que emplean. Frente a ello, los grandes capitales
que se han hecho en las últimas décadas con la propiedad de más y más fincas,
solo tienen un único y exclusivo interés: obtener el máximo beneficio
económico, de más y más beneficios, en el menor corto espacio de tiempo
posible, aún a costa de reventar a futuro esas fincas productoras.
Un fenómeno que vemos en el
funcionamiento general del capitalismo, a la concentración de la propiedad en
cada vez menos manos es lo que estamos viendo también en el caso concreto del
campo. Cada día observamos cómo crecen las explotaciones en
manos de grandes fortunas y de fondos buitres, que están ganando terreno a costa
de las pequeñas y medianas.
Resulta irónico y hasta
humorístico cuando escuchamos de boca de los capitalistas y los terratenientes
esas cosas del respeto a la libre empresa y a los negocios privados. Sobre todo y ante todo gracias a una clara
competencia desleal por parte de las grandes fortunas en el campo y la
ganadería, que además se aprovechan de todos los resquicios de los cada vez más
crecientes problemas económicos de sostenibilidad de las pequeñas y medianas
explotaciones para arrebatarles la propiedad de las mismas.
Los grandes capitales
extractivos cada vez se han estado y están haciendo con la propiedad del campo
español, acompañado de cada vez más cierres y desapariciones de las explotaciones
familiares, que inexorablemente van cerrando y cesando en sus actividades. Todo ello es una brillante confirmación de cómo
incluso en el caso de la llamada “soberanía alimentaria”, finalmente acaba
imponiéndose la lógica capitalista del máximo beneficio de un puñado de parásitos
sociales, que termina por afectar directamente al conjunto de los países, no
solamente a las personas afectadas directamente.
Bajo
la lógica aplastante del capitalismo el futuro de las pequeñas y medianas
explotaciones agrícolas y ganaderas están condenadas de antemano, sino para
hoy, para dentro de un poco tiempo más. Los pequeños y medianos propietarios no
tienen nada que hacer frente a las grandes explotaciones, que ejercen gracias a
su propio tamaño un papel de aniquilar el presente y futuro de los pequeños y
medianos. Los grandes terratenientes, los Fondos Buitres, dueños cada vez más
de mayores extensiones de tierras en Europa, no dejan márgenes a competir con
ellos a las pequeñas y medianas explotaciones.
Sus mayores músculos financieros, la utilización de
grandes despachos jurídicos y también gracias al ascenso de la comercialización
de las producciones a grandes escalas, todo lo cual junto con sus menores
respetos a las normativas medioambientales para sacar adelante esas
producciones, a las evasiones que realizan al pagos de impuestos y los nulos
respetos a las condiciones laborales de sus trabajadores, hacen inviable
cualquier intento de competir de las pequeñas y medianas propiedades, que como
decíamos tienen necesariamente que producir a mayores costos, porque contaminan
menos, pagan más impuestos y hasta tienen mejores condiciones laborales.
Las grandes propiedades
agrícolas y ganaderas se permiten poder producir por todo ello a menores
precios y además se pueden permitir impunemente hacer dumping en los precios,
en el conjunto de los mercados, expulsando de los mismos a los pequeños y
medianos. Ellos se permiten por ingeniería financiera transferir las
“externalidades negativas” al conjunto de la sociedad, que acabamos siempre
pagando los caprichos de las orgias de beneficios de los poderosos.
Hasta aquí hemos hablado de
la competencia desleal en términos horizontales, entre los diferentes
productores, en donde los grandes productores abusan de forma clara frente a
los pequeños. Pero también existe esa competencia desleal en términos
verticales, esto es las cadenas de distribución, un dato de primer orden si
queremos comprender correctamente la situación.
En el Estado español existe
con estas cadenas de distribución y ventas un verdadero oligopolio, que en sí
mismo suponen una condena de muerte a los pequeños y medianos productores, ya
que fuerzan contratos con precios abusivamente bajos al primer eslabón de la
cadena Cinco grandes multinacionales,
cadenas de supermercados, controlan y
concentran más del 50% del total de la ventas en el país: Mercadona,
Carrefour, Lidl, DIA y Eroski.
Este control sobre las
compras y las ventas de la producción agrícola y ganadera confieren a estas
Cadenas de supermercados un control casi absoluto, que decide el futuro en última
instancia de estas explotaciones. Con ese casi dominio total de las compras y
ventas de la producciones, ellos fuerzan los precios de compra en origen a la
baja, lo que de paso les otorga así un poder casi ilimitado de aumentar sus
enormes márgenes de beneficios.
Y como ya conocemos la
consigna central de la burguesía y de sus estrategas, en el sentido de que “el
Estado no debe intervenir en la economía”, el presente o el futuro esta
predeterminado para los pequeños y medianos propietarios agrícolas y ganaderos,
predeterminados por estas cinco Cadenas de multinacionales de supermercados, o
de otras similares.
Hablando de una forma
objetiva, romper la dinámica actual podría venir de la mano de una intervención
pública consciente y directa del Estado, con una política de compra masiva de
alimentos agrícolas o cárnicas en origen, al objeto de poner en el circuito de
ventas locales estas producciones a precios asequibles para aquellos que cada
vez pueden menos comprar esos mismos alimentos en estos supermercados
multinacionales. De la misma forma, ¿Por qué no podría ser viable una necesaria
creación de una gran empresa pública de compra y distribución alimentaria, como
alternativa al lucrativo negocio privado existente?
Todavía
tenemos un elemento más que permite y provoca el desarrollo de la competencia
desleal de las grandes propiedades sobre las pequeñas y medianas. Nos referimos
a las políticas diseñadas en los denominados “Tratados de Libre Comercio”, como tan eufóricamente gusta llamar a
la clase dominante sus relaciones comerciales con los sectores sociales, o
países, más débiles.
En
el caso de la Unión Europea, fundamentalmente de sus países industrializados
más importantes y predominantes en sus políticas, como es el caso de Alemania
en primer lugar, a cambio de garantizarse ampliar los mercados para vender sus
productos industriales y tecnológicos más avanzados es tradicional que hayan
utilizado y utilicen como moneda de cambio en esos terceros países al sector
primario (agrario y ganadero), permitiendo la entrada masiva por importación de
esos alimentos desde esos países.
El
beneficio del intercambio comercial para los capitalistas es sagrado, siempre
que a ellos les reporte grandes beneficios. Por ello a pesar de que todo el
mundo es consciente de que esos productos alimenticios importados de esos
terceros países no se cumplen, ni de lejos, los estándares sanitarios,
ecológicos y laborales que la misma Unión Europea exige a sus productores,
estos productos llegan a Europa de forma masiva.
De esta forma se importan
productos alimentarios producidos con unos costes muchísimo menores, lo cual sitúa
nuevamente a los pequeños y medianos productores europeos en una situación de no
poder competir con ellos, lo cual es lo mismo que decir que conscientemente los
poderosos ejercen y aplican sobre estos pequeños y medianos productores europeos
una nueva competencia desleal, en aras a beneficiar a los grandes capitalistas
industriales de Europa.
Paradójicamente vemos
ejemplos claros del verdadero significado de todo ello, generándose de paso una
brecha en un funcionamiento profundamente antiecológico en la producción y
comercialización. Vemos como una parte considerable de la producción agrícola
española se va dirigida hacia la exportación, a los mercados extranjeros, europeos
fundamentalmente, al tiempo que las importaciones agrícolas españolas aumentan
de forma sustancial, de productos que llegan, por ejemplo de países como
Marruecos,… que sirven para aumentar considerablemente los beneficios que obtienen
las grandes cadenas de comercialización, haciendo crecer de paso la llamada “huella
de carbono”, asociadas al uso del transporte de las mercancías.
Dos ejemplos que están en el
primer plano de las movilizaciones estos días son, por un lado, el diseño de
las subvenciones de la Política Agraria Común (PAC), que claramente premia a
los grandes terratenientes y, por otro lado, el establecimiento de una serie de
requisitos al objeto de poder recibir esas ayudas, que unidas a las enormes
cargas burocráticas propias de la Unión Europea capitalista hace que sean los
grandes propietarios los que más fácilmente puedan acceder a esas ayudas. Si a
ello le unimos los costes que deben soportar las explotaciones para sus
reconversiones, todo ello nos sitúa ante un escenario en donde los pequeños y
medianos propietarios son cada vez más incapaces de poder competir con las
grandes propiedades.
Es
claro, como la noche sigue al día, que los
diferentes gobiernos nacionales, al igual que la Comisión Europea, han
trabajado desde siempre al objeto de favorecer los intereses de los grandes
capitales extractivos del agronegocio, de los grandes latifundios, dejando siempre en
segundo plano e incluso abordando ataques directos a los intereses de los pequeños
y medianos productores.
En
este sentido resulta insultante, como mínimo, observar como los principales
damnificados por los efectos del cambio climático y del calentamiento global
están siendo los pequeños y medianos productores. Ellos están afrontando las
medidas más significativas en cuando al cuidado de las medidas
medioambientales, mientras que los grandes productores, con muchísimo más
musculo financiero y de medios de todo tipo, son los primeros en despreciar el
tomar medida alguna frente a estas necesidades que impone la nueva situación
que va creando dicho proceso de cambio climático. Ello, sin duda alguna,
también está sirviendo para acelerar el proceso de que estos grandes
propietarios se vayan quedando con más y más propiedades procedentes de los
pequeños y medianos negocios.
Curiosamente,
como justificación a las situaciones como el cambio climático y otros factores,
la burguesía europea se sacó de la manga eso que es bastante desconocido en
general, pero que pomposamente llaman y denominan como “La Agenda 2030”. Claro está, como no podía ser de otra forma,
algunos de los más fervientes defensores de esta pretendida Agenda son los
dirigentes gubernamentales que se llaman a sí mismos “progresistas” e incluso
de “izquierdas”, como fue, es, el caso de los miembros de gobierno PSOE-Unidas
Podemos antes en el Estado español, ahora PSOE-SUMAR.
Resulta
sumamente interesante y sintomático de la bancarrota política de los
reformistas de todo pelaje que el momento de la mayor crisis histórica del
capitalismo, sean ellos los que abrazan con todas sus fuerzas la defensa de
este decrepito sistema socioeconómico reaccionario. Los socialdemócratas de
derechas o incluso más a la izquierdas son los abrazafarolas del capitalismo en
su época de declive histórico, incapaces de ver más lejos de los estrechos
márgenes que les impone el propio sistema, que lejos de un mundo de reformas
progresivas, por todos lados solo puede ofrecer contrarreformas y más
contrarreformas para las masas.
Es
obligación de los revolucionarios decir la verdad tal cual es objetivamente,
dejando el campo de las mentiras a los representantes de la clase dominante y
sus representantes, incluyendo a los dirigentes reformistas. En realidad esa
cosa que llaman “La Agenda 2030” no
deja de ser en el terreno concreto de la práctica, el decisivo, una serie de
recomendaciones bienintencionadas, sin que tengan en ningún momento un carácter
vinculante, que realizó ese organismo patético del imperialismo mundial,
llamado ONU y que en ningún país en todo
el planeta se cumple, ni cumplirá jamás bajo el capitalismo.
Nada
tiene de casual que los que más están agitando internacionalmente por “La Agenda 2030” sean esos energúmenos políticos
de la extrema derecha. En el caso del Estado español la dictadura franquista agitaba
continuamente, como justificación a casi todo, en la necesidad de luchar que
tenían contra las “conspiraciones judeomasónicas», lo cual les daba las bases
para luchar contra los activistas y luchadores de la izquierda, en contra de
los comunistas. Hoy, siguiendo la afirmación de Hegel, que tanto gustaba citar
a Marx, “la historia siempre se repite, pero unas veces como farsa y otras como
tragedia”.
Hoy vemos a diferentes representantes
de las clases pudientes, a parlamentarios y participantes de los circos mediáticos
de la derecha, que están constantemente agitando, con un significado
absolutamente vació sobre esa “Agenda 2030”, que nos presentan cuasi como si se
tratara de una nueva “religión climática”, presentada en apariencias con el
ropaje de un “ecologismo radical”. Esta
extrema derecha presenta a nivel mundial que existe “un programa mundial por el
que la progresía”, como ellos dicen, que “está intentando acabar con el modo de
vida tradicional de la gente trabajadora, lo cual dicen que beneficia a las
grandes élites”.
El único pequeño gran
problema, derivado de la bancarrota de las direcciones reformistas de los
trabajadores, es que es cierto que una vez llegan a los gobiernos burgueses estos
mal llamados “progresistas” trabajan en pro de las grandes fortunas
capitalistas, en vez de para las clases trabajadoras, con o sin “Agenda
2023”. Es por ello que necesitan, como
necesitaba la dictadura franquista con los “judeomasonicos”, supuestos enemigos
y “competidores de otros países”, al objeto de presentarlos como los enemigos
de los sectores más necesitados de la sociedad.
Es evidente que jamás
señalaran a los verdaderos y reales culpables de la situación por la que
atraviesan las clases trabajadoras, al igual que los pequeños y medianos
propietarios. Estos enemigos reales y verdaderos no son otros que los grandes
propietarios de las grandes superficies de supermercados y distribuidoras de la
producción, los Mercadona, Lidl, DIA, Eroski, junto a los grandes capitales que
son dueños y controlan los grandes agronegocios agrícolas y ganaderos, los
mismos que redactan o ayudan a la redacción de las leyes que permiten regular
las condiciones de la competencia desleal que ejercen en los mercados.
En las movilizaciones del
campo que estamos viendo en estos días por diferentes países europeos,
incluyendo el Estado español, está jugando un papel la intervención directa de
la extrema derecha, en el caso español VOX, que intentan, como siempre hizo el
fascismo históricamente, explotar los sentimientos de las capas medias que son
empobrecidas por el capitalismo. Debemos hacer una constante propaganda y
agitación con la idea central de que en última instancia la extrema derecha no
es otra cosa que el brazo político y mediático de los grandes capitales, los
mismos que son los que compiten deslealmente con los pequeños y medianos
productores. Ella es la base objetiva
por la cual muestran tanto interés en diferir la indignación existente en esas
capas medias hacia enemigos imaginarios, “de fuera”: con ello consiguen su
principal objetivo, proteger a los capitales más importantes, sus verdaderos
amos.
En los últimos días en el Estado español el cada vez más profundo malestar
en el campo está comenzando a ser canalizado por las tres grandes
organizaciones agrarias, UPA, COAG y ASAJA, esta última, de ámbito empresarial.
En Francia hemos visto el movimiento encabezado por la Fédération nationale des
syndicats d'exploitants agricoles (FNSEA) y Asociaciones de Jóvenes Agricultores.
Ello viene a romper, en parte, el mayor protagonismo que mostro la extrema
derecha al inicio del movimiento.
Pero es realmente una necesidad que la izquierda ponga sobre la mesa cuanto
antes un claro programa para poder afrontar los problemas reales del campo. Es
necesario pues que a la lucha del campo europeo se le dé la oportunidad de
enlazar con la lucha de clases del conjunto de la clase trabajadora europea, en
contra de los enemigos comunes: los grandes oligarcas de la tierra, los grandes
empresarios y banqueros.
Si no somos capaces de
entroncar la lucha de los agricultores con la lucha de clases del proletariado,
estaremos propiciando entonces que la extrema derecha pueda penetrar con sus
hipócritas y nefastas políticas en todo el sector, permitiendo que puedan
ampliar sus bases sociales. ¿Qué
significa sino que este siendo Vox el partido que más
apoya a este prestando a estas movilizaciones hasta el momento, un partido que
no tiene nada que ver, en absoluto, con el agro. Como podremos ver en las
próximas elecciones europeas, sin ir mas lejos.
Lejos de lamentables
declaraciones de buenas voluntades, el gobierno español y la Comisión Europea deben plantear con claridad un programa de limitación
a los planes extensivos permanentes de las grandes superficies, establecer límites
a la apertura de nuevas macroexplotaciones, al igual que establecer límites
reales a las ya existentes, ofreciendo garantías a los pequeños y medianos
productores de que no serán obligados por los grandes capitales a vender sus
producciones por debajo, incluso, de los costes de producción. Europa tiene que
rediseñar sus políticas de PAC, garantizando que las ayudas no son absorbidas
por los grandes capitalistas y terratenientes, sino que estas llegan a los
pequeños y medianos productores. Desde los gobiernos se debe garantizar que el
agua, ya un bien escaso, no solo llega en cantidades ilimitadas a las grandes
extensiones agrarias, sino que también llega a las pequeñas y medianas.
En resumen, debemos
comprender que la lucha de los pequeños y medianos campesinos y ganaderos,
también entroncan con la lucha de la clase obrera por la transformación
socialista de la sociedad, acabando con los paraísos terrenales en los que
viven y disfrutan las grandes fortunas de Europa y el mundo.
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