A 93 AÑOS DE LA II REPUBLICA ESPAÑOLA - Revolución y Contrarrevolución

 

A 93 AÑOS DE LA PROCLAMACION DE LA II REPUBLICA 

PROLOGO  "Escritos sobre la Revolución española"  (1930-1931) Trotsky

Por  Salvador Pérez  - Málaga, 14/04/2024

"El proletariado español ha manifestado cualidades militares de primer orden. Por su peso específico en la economía del país, por su nivel político y cultural, se encontró, desde los primeros días de la revolución, no por debajo, sino por encima del proletariado ruso al comienzo de 1917".  

León Trotsky, Lección de España: Ultima Advertencia

 Este 14 de abril se cumplen noventa y tres desde que en 1931 la movilización de las masas españolas, tras largos meses de manifestaciones y huelgas y tras celebrarse elecciones municipales, derribaran y echaran del país a la odiada monarquía de Alfonso XIII. Su salida del país fue recibida con una verdadera ola de júbilo por las masas españolas, que proclamaron la constitución de la II República española. 

El trotskista norteamericano, Félix Morrow, califico el nacimiento de la II República española de la siguiente forma: 

    "Gloriosa, incruenta, pacífica, armoniosa" fue la revolución del 14 de abril de 1931. Dos días antes el pueblo había votado la coalición republicano-socialista en las elecciones municipales; esto fue suficiente para terminar con Alfonso. La república española llegó tan fácilmente... Su advenimiento, sin embargo, fue casi el único hecho incruento conectado con la revolución antes o desde 1931. 

Durante un siglo España había intentado crear un nuevo régimen. Pero la parálisis de siglos de decadencia senil, desde los días del imperio habían frustrado cualquier intento. La historia de las derrotas y sus castigos fue sangrienta. Cuatro revoluciones importantes antes de 1875, seguidas por cuatro terrores blancos, fueron simplemente crescendos en una sinfonía casi continua de revueltas campesinas y motines militares, guerras civiles, insurrecciones regionalistas, pronunciamientos del ejército complots de las camarillas cortesanas. 

Cuando la burguesía moderna irrumpió tardíamente en escena, no pasó a preparar la revolución burguesa. El transporte y la industria moderna datan de la guerra hispano-americana, que trajo a España un nuevo fermento. Los años 1898-1914 son llamados del "renacimiento nacional" (fueron también los años de penetración del capitalismo mundial en la India). Los industriales españoles y catalanes que florecieron en esas dos décadas rivalizaban en lealtad a la monarquía con las más antiguas familias propietarias de la tierra. Algunos -como el conde de Romanones- fueron ennoblecidos, compraron grandes extensiones de tierra y combinaron en sus propias personas la antigua y la nueva economía; otros fortalecieron los lazos entre ambas a través de hipotecas y matrimonios con la aristocracia. El rey mantuvo los atavíos feudales, pero apenas tuvo reparos en asociarse con la burguesía en sus aventuras económicas más dudosas. Buscando nuevos campos de explotación, la burguesía obtuvo de Alfonso la campaña y conquista de Marruecos, comenzada en 1912. Con la rentable neutralidad de España durante la guerra mundial, Alfonso logró el apoyo de la burguesía, que durante cuatro años encontró el mercado mundial abierto a sus mercancías. 

Cuando después de la guerra los imperialistas recuperaron el mercado, el proletariado catalán y español emprendió grandes luchas y los campesinos y obreros no respetaban al régimen a raíz de los desastres militares en Marruecos, los industriales catalanes financiaron el golpe de Primo de Rivera. 

El programa del dictador, de obras públicas y control de precios, prohibición de los anarcosindicalistas y los comités paritarios obligatorios para los sindicatos socialistas, dio un nuevo ímpetu a la industria y Rivera y Alfonso obtuvieron la adulación más ferviente de la burguesía. La crisis mundial truncó la prosperidad española y Rivera cayó, junto con la peseta, en enero de 1930. Pero la burguesía, en su mayor parte, todavía se aferraba a Alfonso. Así, el 28 de septiembre de 1930, en un acto de masas contra la política del gobierno, Alcalá Zamora, que iba a presidir la república, pudo aún terminar su discurso con una alabanza a la corona. 

Mientras tanto, en mayo de 1930 los estudiantes y obreros de Madrid había enarbolado banderas rojas y republicanas. Se produjeron disparos en los enfrentamientos con la policía. En septiembre los socialistas y la UGT pactaron con los grupos republicanos para terminar con la monarquía: huelgas generales revolucionarias se sucedieron en Sevilla, Madrid, Bilbao, Barcelona, Valencia, con gravísimos encuentros con las fuerzas armadas en cada caso. La sublevación de soldados del 12 de diciembre, realizada precipitadamente antes del momento planeado, frustró un levantamiento de obreros que debía coincidir con un motín republicano en el ejército; pero la ejecución de los líderes provocó la firma de un manifiesto por los dirigentes republicanos y socialistas que anunciaba el siguiente objetivo: La inmediata instauración de la república. Los firmantes fueron encarcelados en la Prisión Modelo, de Madrid, que se volvía así el centro de la vida política española. El intento desesperado del primer ministro Berenguer de establecer unas Cortes, basadas en el viejo modelo, de apoyo a Alfonso, fue derrotado por el boicot republicano-socialista; Berenguer dimitió. Las elecciones municipales demostraron que las masas estaban con la república. 

Sólo en este último momento los industriales, atemorizados por las huelgas generales, el progresivo aumento de armas en poder de los obreros que se realizaba abiertamente y por la amenaza socialista de una huelga general nacional, decidieron que la monarquía era un sacrificio barato que había que hacer a los lobos revolucionarios. Entonces, y sólo entonces, cuando el mismo Alfonso aceptaba que luchar era inútil, la burguesía aceptó la república. 

El espíritu de la nueva república se caracteriza por el hecho de que el más antiguo y el mayor de los partidos republicanos, el Partido Radical de Lerroux, no hizo nada para traerla y pronto se alió con los monárquicos. Los cargos contra este partido, de sobornos, chantajes, engaños y estafas, llenan tres décadas del parlamentarismo español. Los demagogos del Partido Radical sirvieron a la monarquía en su lucha contra el nacionalismo catalán. El robo y el chantaje que hicieron famosos a sus homónimos francesas (ahora encabezando el Frente Popular) empalidecen al compararlos con las atrevidas campañas que los radicales españoles dirigieron contra banqueros e industriales y que terminaron repentinamente, en cada caso, al ser entregado silenciosamente el esperado y abultado sobre. Dentro del Partido Radical, el método de polémica normal eran mutuas acusaciones de corrupción y chantaje. A causa de su historia, extremadamente sucia, y a pesar de ser el partido burgués republicano más antiguo y más numeroso, hubo una oposición fortísima a que participara en el primer gobierno republicano. Esta oposición vino hasta de los católicos que, como Alcalá Zamora, al principio estaban seriamente a favor de la república y que, al haber sido ministros de la monarquía, sabían muy bien cómo Alfonso había utilizado a los radicales".

                         (La Guerra Civil en España - Revolución y Contrarrevolución en España - F. Morrow)

 Igualmente nuestros lectores podrán observar en los escritos sobre La Revolución española (1930-1939), de León Trotsky, para los cuales está escrito este breve Prologo, el gran conocimiento que poseía el revolucionario ruso sobre la situación en España y sobre todo la capacidad que tuvo, basada sobre los cimientos del análisis de los acontecimientos bajo el prisma del método científico del marxismo, de prever las líneas generales por donde habrían de discurrir los procesos, desde la inicial crisis de la monarquía allá por el año 1930, su derrocamiento y su brillante perspectiva del desenlace, que acabaría por confirmarse, en una lucha viva entre las fuerzas de la revolución y la contrarrevolución, cuya más drástica situación se expresa mediante la guerra civil, la cual comenzó cuando la reacción militar fascista se levanto en armas en contra del régimen republicano burgués, que se inicio el 18 de julio de 1936. 

El golpe militar fue planeado, bendecido y financiado por la burguesía española, de la mano de la burguesía europea y mundial, apoyado por régimen fascista de Benito Mussolini en Italia y el régimen Nazi de Adolf Hitler en Alemania. Pero a diferencia de lo que ocurrió en otros países europeos, la clase obrera española frente a los planes de establecer una dictadura militar en España, a partir del 18 de julio de 1936 llevo adelante una genuina insurrección proletaria en todo el territorio que continuo bajo control del gobierno de la II República y durante más de tres años los trabajadores, la juventud y los campesinos pobres (jornaleros) españoles combatieron con las armas en las manos al fascismo, llevando a cabo una autentica lucha por llevar a cabo al mismo tiempo la transformación socialista de la sociedad. 

Hoy en día, 93 años después de aquellos acontecimientos que mostraron un faro de luz y esperanza a millones de trabajadores de Europa y de todo el mundo, nos encontramos ante la trágica situación de que fruto de la política consciente de la clase dominante y de los dirigentes reformistas y estalinistas, que durante décadas han estado arrojando tierra a los ojos de las masas para ocultar los verdaderos acontecimientos que tuvieron lugar, estamos ante al menos dos generaciones nuevas que no tienen casi conocimiento de los hechos que ocurrieron en aquellos años 30 en el Estado español. 

León Trotsky afirmo en aquellos años que "el proletariado español no había tenido una, sino una docena de oportunidades de haber tomado el poder en sus manos y comenzar la tarea de la transformación socialista de la sociedad". Y ello reflejaba la verdad y solo la verdad, de todo un periodo convulsivo que vivió España en los años 30. Tras el derrocamiento de la monarquía el 14 de abril de 1931, el proletariado español protagonizo los acontecimientos revolucionarios, que dieron paso a la Comuna de Asturias en octubre de 1934 y tras el alzamiento de los fascistas en julio del 36 vimos una heroica respuesta, con las armas en las manos, de la clase obrera, desde Madrid a Barcelona, a Málaga,…  en un proceso en donde la clase obrera española constituyo, creo y formo genuinas milicias obreras, procediendo a colectivizar las empresas y las tierras. 

Durante todos esos procesos se podía observar una y otra vez los intentos de la clase obrera y los jornaleros españoles de llevar adelante las tareas propias de la revolución socialista, en un fuerte latir de acontecimientos revolucionarios sin parangón en la historia, solo comparable con los extraordinarios acontecimientos que llevaron adelante los trabajadores, los campesinos y los soldados durante la revolución rusa de 1917, que culminaron en Octubre con la toma del poder por parte de los Soviets, dirigidos ya por el Partido Bolchevique, con Lenin y Trotsky al frente. 

Hoy, a 93 años de aquellos acontecimientos se hace totalmente necesario volver a examinar todos aquellos acontecimientos en el territorio de la Península Ibérica, con el objeto de extraer de ellos las necesarias enseñanzas de cara al presente y al próximo periodo, sobre todo después de que todos aquellos acontecimientos hayan sido ocultados durante décadas debajo de toneladas de mentiras y falsedades, primero por los 40 años de dictadura militar de Francisco Franco y luego por la "democracia de monarquía parlamentaria burguesa" que heredo las estructuras de la dictadura. 

Hasta el día de hoy han continuado los "ganadores" y los dirigentes reformistas y estalinistas, que provocaron "la derrota", distorsionando aquellos acontecimientos, para lo cual en sus mentiras y falsedades no han dudado en utilizar toda una verdadera montaña de mentiras, con el único objetivo de justificar sus políticas de colaboración de clase con los restos de la dictadura franquista, los cuales vistieron de forma adecuada con un falso ropaje de gente "demócrata de toda la vida". Estos dirigentes reformistas, con Santiago Carrillo y Felipe González al frente, lo que hicieron realmente fue protagonizar una nueva traición a los genuinos intereses de la clase obrera española, en lo que se conoce como la modélica "Transición a la Democracia", que se suma a la que sus predecesores llevaron a cabo en los años 30. 

Se impone pues, que desde el punto de vista de los intereses de la clase obrera y de los oprimidos que podamos ofrecer un examen real y objetivo de todos aquellos hechos y acontecimientos, que ocurrieron hace 93 años, pero que tienen una enorme importancia, decisiva, para que podamos afrontar, aprendiendo de aquellos acontecimientos, las luchas que inevitablemente se van a desarrollar en este próximo periodo. Como explico el clásico, "quien no aprende de la historia esta condenado a repetir todos los viejos errores del pasado". 

Durante todo este tiempo no han faltado, de forma regular y periódica, la publicación de libros, de biografías de personajes, de relatos, sobre el periodo de aquellos años en el Estado español. La mayoría para "justificar" las traiciones de dirigentes individuales y de direcciones de organizaciones, que en todos los casos se pusieron, de una u otra forma, bajo la influencia de la clase dominante y de una u otra forma ayudaron a fraguar la derrota de la revolución proletaria española. Casi todas ellas tienen denominadores y argumentos comunes, que entran de lleno en las autojustificaciones de sus posturas de traición a la clase trabajadora y de justificación de sus actuaciones del reciente presente, en el que de nuevo han defendido policitas que llaman de "reconciliación" y que no dejan de ser políticas de colaboración de clase, cuyas únicas funciones son seguir manteniendo al frente del poder en la sociedad a la burguesía, a los banqueros y a los terratenientes, a esos mismos reaccionarios que en 1936 auspiciaron y financiaron el levantamiento militar en contra del pueblo español. 

Por una parte, tenemos textos, Tesis y discursos de los dirigentes reformistas, estalinistas y anarquistas que nos muestran siempre una imagen idílica de "las realizaciones alcanzadas y los logros obtenidos durante la II República", al tiempo que nos cuentan las fabulas y lamentos estériles sobre "el tremendo error de la lucha y la guerra entre hermanos, que jamás debería de repetirse". Eso en los mejores de los casos. En otros mas descarados tenemos las "historias de las atrocidades del terror rojo, que provoco e hizo inevitable el levantamiento fascista de los militares para salvar a España", con la pretensión de justificar el golpe de Estado y la guerra civil que provoco, que permitió el establecimiento del régimen franquista que se basó en brutales crimines contra la clase obrera y el establecimiento de un régimen de puro terror que duro una negra noche de cuarenta años en España. 

A cualquiera que de realmente quiera conocer la verdad le resultara inútil y una verdadera pérdida de tiempo buscar y leer todo ese torrente de libros, de artículos en revistas y periódicos, de documentales televisivos, en donde tan solo se persigue ocultar la verdad de lo acontecido en el periodo de la guerra civil española. Los historiadores burgueses, los estrategas de la clase dominante y los dirigentes reformistas y estalinistas jamás podrán reconciliarse con la realidad que expreso la guerra civil: esta verdad que significa que no vimos en aquel periodo nada más que la expresión más profunda de la lucha de clases en aquella época y que no significaba otra cosa que la lucha a vida o muerte de la clase obrera y el campesinado pobre, jornalero, español por librarse de las atroces condiciones de vida a la que les sometía la clase dominante, una lucha de la revolución social la cual se desarrolló por un periodo de cinco ricos años de acontecimientos y que finalmente fue respondida por los empresarios, los banqueros y los terratenientes, que utilizaron a sus siempre aliados fascistas para provocar un baño de sangre, a ráfagas de metrallas, bombardeos y la utilización de los paredones de ejecución, en donde la consigna era "muerte al rojo". 

Cuando, a pesar de sus propios dirigentes instalados en el "Frente Popular, los trabajadores españoles comenzaron a amenazar el poder sobre la sociedad y la economía de la burguesía, TODA LA PALABRERIA VACIA SOBRE LA DEMOCRACIA fue arrojada por la borda y la sustituyeron rápidamente por las pistolas, los puños de acero y la provocación de exterminio físico de cientos de miles, mas de un millón de trabajadores y jóvenes, que representaban la flor y la nata de la clase obrera y el movimiento jornalero. 

Aquella sociedad que no es capaz de aprender de las lecciones que se desprenden de los acontecimientos que viven nunca estará en condiciones de encarar las luchas del futuro para que terminen exitosamente, desde el punto de vista de los intereses de nuestra clase. Es por ello que las nuevas generaciones de luchadores tenemos la obligación de conocer y estudiar aquellos acontecimientos históricos vividos en los años 30, que en su momento representaron un faro de esperanza para las masas del mundo entero, de la humanidad, para comenzar las tareas históricas de nuestra clase de la transformación de la sociedad, tal vez los acontecimientos más importantes vividos desde la revolución de octubre del 17 en Rusia. 

El análisis de los marxistas hoy indica que en este próximo periodo nos enfrentaremos a tareas similares, idénticas en su significado, a aquellas que vivieron la generación en los años treinta. Los mismos objetivos estarán puestos en el orden de día de las luchas en las que a nivel global estamos entrando. 

En el futuro, las mismas tareas a las que se enfrentaron las generaciones que nos precedieron estarán puestas en el orden del día. Nuevamente estarán puestas ante nuestros ojos las tareas titánicas de luchas revolucionarias de las masas para poder conquistar las condiciones reales para una vida digna; por tener empleos, salarios, educación para nuestros hijos, derechos plenos a la salud, viviendas y en definitiva medios dignos para vivir una vida realmente humana. 

Ello fue el significado y el motor de las luchas de aquellos años y será el motor que nos mueva en este próximo periodo a luchar en gigantescas movilizaciones para derrocar al decrepito capitalismo y construir una sociedad socialista que garantice el avance progresivo para la humanidad. Es, por tanto, en este sentido, por lo que tiene realmente importancia estudiar las lecciones de los procesos revolucionarios del pasado, en este caso los importantísimos acontecimientos de la revolución española en los años 30: los métodos de las luchas del proletariado. La situación que se creó de Doble Poder, las políticas de las direcciones de las organizaciones obreras, sus claros errores, el papel reaccionario que jugo el estalinismo...

La II República, una república burguesa

V.I. Lenin explico en una Conferencia que pronunció en la Universidad Sverdlov, el 11 de julio de 1919, que:  

"cualquiera sea la forma con que se encubra una República, por democrática que sea, si es una república burguesa, si conserva la propiedad privada de la tierra, de las fábricas, si el capital privado mantiene a toda la sociedad en la esclavitud asalariada, entonces ese Estado es una máquina para que unos repriman a otros. Debemos rechazar todos los viejos prejuicios acerca de que el Estado significa la igualdad universal pues esto es un fraude; mientras exista explotación no podrá existir igualdad. El terrateniente no puede ser igual al obrero, ni el hombre hambriento igual al saciado". 

Hacia finales del año 1930 la monarquía de Alfonso XIII, bisabuelo del actual rey de España, Felipe VI, estaba carcomida hasta sus entrañas por una profunda crisis económica y política, por un movimiento ascendente de contestación social entre amplias capas de la pequeña burguesía, manifestaciones de los estudiantes y el movimiento obrero, que comenzaba a moverse hacia el terreno de la lucha y la Huelga General. 

Toda la situación provocaba que incluso antiguos partidarios de la monarquía, que se consideraban socialmente como grandes prohombres, estaban llegando a la conclusión de que el final de la monarquía se acercaba y como siempre ocurre en las etapas de crisis, "como verdaderas ratas comenzaban a buscar salvarse a sí mismos abandonando el barco que se comenzaba a hundir, el de la monarquía". 

Era el momento adecuado para que, si hubiera existido unas direcciones de izquierdas, con ideas claras y defendiendo un genuino programa en defensa de la clase trabajadora, en el PSOE y en la UGT, con un claro programa de movilizar a la clase obrera y al movimiento jornalero, rápidamente le hubieran dado la puntilla final a la monarquía. Pero las organizaciones socialistas estaban aún dominadas por dirigentes que tenían una muy arraigada política de colaboración de clase, con predominio de dirigentes reformistas de derechas que no estaban dispuestos bajo ninguna circunstancia a jugar un papel independiente en la lucha por derrocar a Alfonso XIII. 

Estas políticas "moderadas", por llamarlas elegantemente, de los dirigentes socialistas fueron las que dieron en aquellos momentos todo el protagonismo en el movimiento a representantes de la pequeña burguesía, incapaces de jugar un papel independiente de la burguesía en todo caso, al igual que a antiguos monárquicos que de la noche a la mañana se proclamaban "republicanos", como era el caso de Miguel Maura o del ex ministro de Alfonso XIII, el ínclito Niceto Alcalá Zamora. Todos ellos tenían un claro objetivo de clase en sus acciones, para lo cual tomaron la iniciativa: buscar una salida "democrática", al objeto de evitar una explosión revolucionaria de las masas. 

La monarquía sabiéndose carentes de contar con una base social y temiendo ser incapaces de contener una Explosión Social revolucionaria, que amenazara no solo la existencia de la monarquía, sino del propio Sistema capitalista en el que se basaba, maniobraron una y otra vez con el propósito de ganar tiempo. Por último, viéndose acorralados cada vez más, convocaron para el 12 de abril de 1931 ELECCIONES MUNICIPALES. Ellos eran expertos en manipular y realizar fraudes de todo tipo en los procesos electorales de todo tipo y aun tenían la esperanza de que podrían ganar el apoyo para la monarquía de "sectores republicanos", con el argumento manido de construir una "monarquía constitucional parlamentaria". 

Pero como decíamos, a pesar del fraude electoral y de la intervención activa en las zonas rurales de los caciques monárquicos, ya era tarde para la monarquía. Se produce un claro triunfo, masivo, de los candidatos republicanos y socialistas, sobre todo en las grandes ciudades y capitales de provincias. Tras ello, espontáneamente las masas salen a festejar el triunfo a las calles y desde los propios Ayuntamientos es proclamada claramente la II República. 

Como una demostración, una vez más de que para la burguesía lo importante no es el régimen político en sí mismo, sino que ella siga siendo la clase social dominante en la sociedad, la burguesía española no opuso resistencia alguna a la proclamación de la República, ni se planteó utilizar el ejército para impedirlo; tan solo se limitó a considerar el hecho de la caída de la monarquía como un mal menor, al mismo tiempo que comenzó a ganar tiempo para recomponer la correlación de fuerzas en la sociedad, en aquellos momentos están en su contra, para utilizar el nuevo régimen político, la II República, en su propio beneficio. 

De cualquier forma, una idea central recorría la mente de la clase dominante, de sus estrategas y de los propios intelectuales, en aquellos momentos: "Los españoles han echado al último de los borbones, Alfonso XIII, no por rey, sino por ladrón" (Ramón María del Valle-Inclán). Este autor, figura literaria que se adhirió a la corriente del 'Modernismo', fallecido el 5 de enero de 1936, no vivió nuestros tiempos, de lo contrario estamos seguros que no comprendería como los borbones actuales no han sido depuestos hace ya décadas, conociendo lo que hoy conocemos de las fechorías del nieto de Alfonso XIII, el emérito rey Juan Carlos I. 

Los acontecimientos en España en 1931 nos muestran a las claras que siempre la clase dominante es una clase social práctica, que utiliza para sus intereses todo aquello que le permite seguir perpetuándose en sus posiciones dominantes y privilegiadas en la sociedad. Las consideraciones formales y las meras apariencias les trae en el fondo siempre sin cuidado. 

Aquellos que nos hablan de la importancia de las formas, de las denominaciones de los regímenes políticos bajo el capitalismo, jamás han sido capaces de entender, mucho menos de explicarnos, ¿porque la burguesía en un momento apoya un Sistema basado en la democracia parlamentaria, ya sea monárquico o republicano, y en otras ocasiones directamente apoya el establecimiento de regímenes bonapartistas, de dictaduras militares o fascistas? 

Para la burguesía, como decimos, lo importante y decisivo no son las formas, sino que el Régimen político les sirva para mantenerse ellos como clase al frente de la propiedad de las grandes empresas, de los bancos y de las grandes extensiones de la tierra. Y el régimen político es importante para la burguesía en la medida en que le permita controlar y evitar que, en la lucha de la clase, los trabajadores no cuestionen sus posiciones dominantes. En caso contrario no tienen inconveniente alguno en pasar de defender una monarquía a una república, una democracia a una dictadura. 

Esa visión practica de la burguesía sobre el asunto es un claro contraste con la actitud estúpida y cínica de la mayoría de los dirigentes de las organizaciones tradicionales de la clase trabajadora, los cuales están al frente de organizaciones que fueron construidas en los procesos de luchas de la clase obrera para llevar a cabo y cumplir con la tarea histórica de la transformación socialista de la sociedad, pero cuyos dirigentes en el contexto de las condiciones objetivas cambiantes bajo el capitalismo y como fruto también de la enormes presiones de la burguesía sobre esas direcciones, sufrieron un claro proceso de degeneración política y burocrática, acabando por aceptar "como el único sistema social posible al propio capitalismo. Es por ello, que aun los que podríamos llamar más ingenuos y sinceros, estos convertidos en reformistas de izquierdas se limitan a defender en los mejores de los casos políticas de luchas por reformas dentro de los limites de existencia del capitalismo, limites cada vez más estrechos y que finalmente los obligan a aceptar todas las consecuencias lógicas que se derivan de una política que no cuestiona la dominación de la burguesía sobre el conjunto de la sociedad. 

Es así del porque la burguesía española en abril de 1931 estuvo dispuesta a sacrificar y hacer caer la monarquía de los borbones y su sustitución por la II República, que tenía un carácter burgués, que no cuestionaba en absoluto que los mismos que habían controlado la sociedad bajo Alfonso XIII, continuaran controlándola bajo los gobiernos republicanos. Para la burguesía se trataba de cambiar los collares, para que los perros continuaran siendo los mismos. 

Sin embargo, el significado para las masas, para los trabajadores y los jornaleros, era diametralmente contrario. El significado de la II República en la mente de las masas no era otra cosa que poner fin al atraso secular d capitalismo español, logrando CONSTRUIR UN CAPITALISMO AVANZADO CAPAZ DE PODER COMPETIR EN EL MERCADO MUNDIAL, MEDIANTE LA CREACION DE UN TEJIDO INDUSTRIAL Y LA CONSTRUCCION DE VIAS DE TRANSPORTES MODERNAS; CREACION DE EMPLEOS, CONDICIONES DE TRABAJO Y SALARIALES DIGNAS, UNAS CONDICIONES DE VIDA DIGNAS, SANIDAD PUBLICA, SEPARACION DEL ESTADO-IGLESIA (acabando con los privilegios, el poder económico e ideológico del clero), ACCESO PARA LA MAYORIA A UNA EDUCACION PUBLICA, UNA GENUINA REFORMA AGRARIA (que provocara de una vez la destrucción de la propiedad feudal y permitiera el nacimiento de una clase de pequeños propietarios agrícolas),… 

En definitiva, el nacimiento de la II Republica era vista como una oportunidad histórica de comenzar de una vez con la implantación en la práctica de las tareas propias de la revolución democrático burguesa, que la burguesía española, emparentada por mil lazos visibles e invisibles con todo lo más reaccionario y podrido de la sociedad (con la nobleza, los terratenientes y la jerarquía de la Iglesia católica), jamás había llevado a cabo. 

Era este prisma, desde el principio, el que predomino y bajo el cual se movieron los dirigentes socialistas: simplemente se limitarían a intentar cumplir ellos con las tareas propias de la revolución democrático burguesa. Y para ellos la proclamación de la II República era esa oportunidad de llevar a cabo las transformaciones democráticas que en el pasado la burguesía se había mostrado incapaz de realizar, manteniendo en pie los restos del antiguo sistema feudal, los cuales habían sido barridos de la faz de la tierra por la ascendente burguesía en Inglaterra y Francia durante los siglos XVII y XVIII. 

Estos dirigentes socialistas declararon apresuradamente:  

"Esto es la revolución francesa hecha al revés; aquí quienes han abolido el régimen señorial e implantado el capitalismo en el campo han sido los propios señores, aunque naturalmente en su provecho (...) Así se puede explicar lo que con el esquema francés resulta de la cuestión nacional, concediendo la autonomía necesaria a Catalunya, Euskadi y Galicia, e integrando al nacionalismo en la tarea de la construcción del Estado; la creación de un cuerpo jurídico que velara por las libertades públicas, de reunión, expresión y organización, sin las cuales sería imposible dar al régimen su apariencia democrática". 

Pero esta idea inicial de los llamados dirigentes socialistas suponía desde el principio una clara claudicación de los reformistas de derechas, que eran los que dominaban al PSOE y a la UGT en aquellos momentos, ante la burguesía española. El significado practico de estas ideas era poner desde el comienzo al proletariado y a su dirección en las luchas bajo la subordinación de la burguesía, renunciar a la lucha por la transformación radical en términos socialistas de la sociedad y por tanto ceder todo el protagonismo a los burgueses llamados "radicales y republicanos". 

Aquí tenemos en el terreno de la practica la aplicación de la teoría de la "revolución por etapas", que siempre obtuvo nefastas consecuencias para los intereses de la clase obrera. Los dirigentes reformistas de derechas del PSOE decían estar "asegurando el triunfo de la burguesía democrática, es decir de los republicanos, para que se crearan las condiciones de un largo período de desarrollo capitalista, que permitiría fortalecer a las organizaciones obreras y su poder dentro de las instituciones políticas y económicas del nuevo régimen (el parlamento, los ayuntamientos, los tribunales, las cooperativas, las propias empresas...)". Entonces y solo entonces, decían, se podría plantar la lucha por el socialismo.

     Desde luego estas ideas no eran ni originales, mucho menos nuevas. Eran la continuación de las podridas políticas originales de los dirigentes reformistas de la Segunda Internacional, las que provocaron la claudicación antes sus respectivas burguesías nacionales, de los dirigentes Socialdemócratas en el comienzo y desarrollo de la I Guerra Mundial, las ideas que llevó a la bancarrota política a la Internacional como instrumento de lucha por el socialismo. Estas fueron las políticas de colaboración de clase con la burguesía que fueron combatidas enérgicamente por el ala marxista internacionalista, comenzando por Rosa Luxemburgo en Alemania y por Lenin y Trotsky en Rusia. 

La burguesía española entró siempre tarde a la escena de la historia: siempre se mostró como una clase débil e incapaz de cumplir sus tareas históricas en el desarrollo de la sociedad. Desde siempre la burguesía española unió su destino e intereses de clase a todos los viejos poderes establecidos. En ningún momento realizó, ni intento hacerlo, un movimiento revolucionario para acabar con los restos del feudalismo y establecer su dominio como clase dominante, como si hizo la burguesía en Gran Bretaña o en Francia. Siempre recurrió a constantes acuerdos, al objeto de compartir beneficios, con la viejas y reaccionarias clases nobiliarias y con los viejos propietarios terratenientes. 

Desde un punto de vista marxista el plantear el asunto tal y como lo planteaban los dirigentes reformistas era absolutamente falso y solo podía traer un desastre político a los intereses de la clase trabajadora española. La confianza de los reformistas en que la burguesía pudiese cumplir su misión histórica, ya en 1931 carecía de cualquier base objetiva en la que apoyarse en la realidad. De hecho, los intentos de la burguesía española, con sus intentonas "liberales" en los años 1812, 1820, 1843, 1854, 1868 y 1873, habían dejado a las claras su absoluta incapacidad para cumplir con sus tareas históricas. 

Consciente de las históricas tradiciones revolucionarias de la clase obrera española, la burguesía siempre sintió un enorme temor a cualquier movimiento y acción independiente de las masas. Por sus estrechos lazos que los unían de mil formas a la vieja nobleza y a los terratenientes, una y otra vez vimos en los momentos decisivos a la burguesía echarse en los brazos de la reacción, para combatir a las masas. Y cada vez que ello ocurría, el régimen burgués lo que hacía era fortalecer al mismo tiempo a sus aliados: la nobleza y los terratenientes. En cada ocasión veíamos como el campesinado era despojado de mas y mas tierras, que iban a parar a manos de los grandes terratenientes, lo cual fue un proceso ininterrumpido en todo el siglo XIX. 

En ello hunde sus raíces históricas del gran significado de los movimientos de lucha y revolución del movimiento jornalero en España, condenado a vivir sin tierras y dependiente de poder trabajar con sus manos las tierras de los grandes señoritos del campo, muy especialmente en regiones como Andalucía y Extremadura. El asunto de la necesaria Reforma Agraria, que procediera a repartir las tierras de los grandes terratenientes entre los jornaleros y campesinos pobres se convertido así en una de las cuestiones centrales para la II República. El problema central de la tierra hizo que constantemente viéramos movimientos de agitación social y finalmente el motivo por el cual millones de campesinos perdieron su confianza en la Republica, que fruto absolutamente todas sus esperanzas. 

Desde siempre la clase dominante española tuvo un carácter rentista, muy vinculado a los llamados "empréstitos" que le realizaba la Hacienda pública. Este carácter lejos de acabarse con la perdida de las colonias de "ultramar", se fortaleció. Como una verdadera clase dominante parasita, la burguesía sentó las bases del capitalismo español en la agricultura, a la que dio un carácter de "producción extensiva basada en grandes propiedades", al tiempo que ello significaba una permanente "expropiación y sobreexplotación de las masas campesinas". El bajo desarrollo técnico de la agricultura española era compensado con la existencia de una amplia masa de jornaleros, como mano de obra barata, que, sobre la base de una permanente sobreexplotación, con jornadas de trabajo de "sol a sol", con salarios de miseria, garantizaban extraordinarios beneficios para los terratenientes y sus socios burgueses. Simultáneamente los pequeños propietarios de tierras, encadenados a tener que pagar "prestamos usureros permanentemente", junto a técnicas de cultivos muy atrasadas, eran condenados igualmente a una existencia de miseria. 

Por otra parte, la burguesía industrial española nunca destaco por su interese en desarrollar sus empresas. Absolutamente vinculados a la propiedad en el territorio y sobre todo muy acostumbrados a "comprar bonos de la deuda pública", de lo cual obtenían suculentos beneficios, jamás mostraron ningún interés en invertir en la modernización de sus empresas, en inversiones en capital fijo, absolutamente necesario para el desarrollo de las Fuerzas productivas que España necesitaba para salir de su histórico atraso, cuando además estaban acostumbrados a obtener enormes beneficios del capital variable, del salario no pagado a los trabajadores, la plusvalía. 

Las únicas excepciones se producían en el Norte y en el Noroeste del Estado español, en donde se produjo un claro desarrollo de la industria Siderúrgica, de la Construcción Naval y de la producción de Maquinaria-Herramientas, que en un proceso largo permitió la creación de un poderoso proletariado en estas regiones, a partir de las dos primeras décadas del siglo XX. 

Es claro que toda esta configuración del desarrollo del capitalismo español, que como decimos siempre se caracterizo por su secular atraso, permitió la entrada en el Estado español de capitales extranjeros, principalmente de Francia e Inglaterra y que crearon verdaderos sectores monopolizados por el capital extranjero. Ejemplo de ello fueron la Minería del Hierro, del Cobre, del Plomo, … 

En este sentido, de nuevo vemos aquí la concreción de una de las leyes de la Revolución Permanente, la ley del Desarrollo Desigual y Combinado: perviven formas de propiedad y de explotación heredadas del pasado feudal, las cuales eran predominantes en las regiones sobre todo agrarias, al tiempo que conviven con formas de producción industrial capitalista avanzadas, a gran escala, concentradas en zonas y regiones concretas, como en el Estado español era, y es, el caso de Catalunya, Euskadi, Asturias, Madrid y otras zonas, lo cual provoco el desarrollo de grandes centros urbanos y el nacimiento de un gran y poderoso proletariado. 

Evidentemente Trotsky comprendió a la perfección, como casi ningún otro, estas características del proceso de la revolución española, que el comenzó a analizar desde el año 1930, porque en el Estado español, como antes había ocurrido durante la revolución rusa de 1917, la burguesía española como clase formaba un bloque con el régimen monárquico, como en Rusia la burguesía lo había formado con el zarismo. 

En los escritos sobre La Revolución española de Trotsky se hace una y otra vez insistencia en la idea central de los marxistas, de que la burguesía nacional española tenia, tiene en nuestros días también, un carácter totalmente contrarrevolucionario y que jamás será capaz de jugar un papel de liderar la lucha por las demandas democráticas. Ello fue confirmado por la revolución rusa de 1905 y de 1917, y fue brillantemente demostrado una vez más por la revolución española de los años treinta. Es precisamente la base de este análisis el que permite a los marxistas revolucionarios afirmar "que solo la clase obrera podría, y puede, ser la que lleve adelante la completa liquidación de los restos del viejo régimen socialista, uniendo a su programa la lucha por las reivindicaciones de tareas democráticas, a la propia lucha por la transformación socialista de la sociedad". 

Puedes estar de acuerdo o no con las ideas del socialismo científico. Pero toda la experiencia histórica muestra que la lucha por solucionar los problemas fundamentales de las masas en la sociedad, las conquistas democráticas, la realización practica de una verdadera Reforma Agraria (que era una cuestión insoluble en la sociedad rusa en 1917, en el Estado español en 1931 y lo es hoy en día en Colombia y la mayoría de los países de Latinoamérica, por ejemplo), la solución a los problemas de las nacionalidades oprimidas (o Cuestión Nacional como llamamos los marxistas), la mejora fundamental de las condiciones de vida de las masas,… son todo ello asuntos incompatibles con el mantenimiento y existencia del capitalismo. 

Le gustara o no a Aleksandr Fiódorovich Kérenski (Gobierno Provisional ruso tras febrero 1917), a Manuel Azaña o Juan Negrín López (Presidentes de la II Republica española años 30), o le guste hoy en día a Pedro Sánchez (Presidente español), Luiz Inácio Lula da Silva (Presidente brasileño), Andrés Manuel López Obrador (Presidente mexicano) o a Gustavo Petro (Presidente colombiano), la realidad es tozuda y concreta: Las solución de las tareas democráticas implicaban e implican la necesidad de abordar por parte de la clase trabajadora la expropiación de la burguesía nacional y de sus aliados internos y externos (los terratenientes y el capital imperialista); y es de esta forma como las reivindicaciones democráticas se ligaban y ligan, de forma inevitable, a las tareas de la revolución socialista, que debe encabezar el proletariado, al frente de las masas de los campesinos pobres y los jornaleros.

14 DE ABRIL 1931: LAS ESTRUCTURAS DE CLASES

En aquel periodo, una diferencia fundamental con el periodo actual, como muestra del atraso histórico del capitalismo español, la agricultura tenía en España una posición predominante en la economía: el sector agrario aportaba el 50% de la renta y suponía dos terceras partes del conjunto de las exportaciones. Ello significaba que el 70% de la población vivía en el medio rural, una gran mayoría en verdaderas condiciones penosas, que se veían afectadas de forma periódica por hambrunas, sobre todo entre cosechas y cosechas. 

En términos generales las tierras estaban concentradas en grandes y medianos propietarios, que poseían dos tercios del total de las tierras cultivables. En este sentido, para comprender el fondo de esta problemática, algunos datos: en el sur de España el 75% de la población tenía el 4,7% de la tierra, mientras un 2% poseían el 70%. Las grandes fincas de más de cien hectáreas, ocupaban casi diez millones de hectáreas. Esto significaba que más de 2 millones de Jornaleros en Andalucía, en Extremadura y en Castilla-La Mancha estaban sin trabajo, como mínimo, entre 90 a 150 días cada año, obligados a malvivir, tras ser sometidos el resto del tiempo a condiciones de brutales condiciones de sobreexplotación laboral por los terratenientes. 

Los burgueses en la práctica no tenían intereses contrarios a los de los grandes terratenientes, por el hecho central de que en muchos casos el burgués y el terrateniente era la misma persona o familiares directos. La realidad concreta era que el capital industrial, el financiero y los propietarios de las tierras estaba muy concentrado, en no más de 100 FAMILIAS. Estas familias eran los dueños y señores de las empresas, los bancos y las grandes fincas agrícolas. Por su parte, el capital extranjero había penetrado a su antojo, de forma extensa, en terrenos fundamentales de la economía española, los cuales dominaban por sectores productivos al completo, con el único y exclusivo objetivo de obtener suculentos beneficios privados. 

Entre los fieles aliados de la clase dominante española siempre se encontró el ejército y el clero. El gobierno hizo una encuesta en 1931 y de los datos obtenidos se confirmaba cual era el poder real de la Iglesia católica en España, el clero: existía un verdadero ejército de sotanas, compuesto por 35.000 sacerdotes; 36.569 frailes y 8.396 monjas. Todos ellos vivían en nada menos que en 2.919 Conventos y en 763 Monasterios. En 1930 existían un total de personas con la calificación profesional de "Clero y Culto" de 136.181. 

La ligazón de la Iglesia con el Estado era plena, por lo cual mantener todo este verdadero ejercito suponía dedicar a ello una parte muy importante de la Plusvalía que se extraía a la clase obrera y a los Jornaleros. De hecho, la Iglesia actuaba en la practica como un verdadero poder económico en la sociedad española y según cifras oficiales del Ministerio de Justicia en 1931, la Iglesia tenía en su poder más de 11.921 fincas rurales, más de 7.828 urbanas y otras 4.192 censadas. Esta realidad objetiva significaba en la práctica que para millones de personas en España el significado real de la Iglesia era condenarlos a una existencia de vida terrenal llena de miseria y penalidades. 

Esta situación hay que complementarla con la situación del Ejercito, baluarte armado en defensa de la propiedad privada y el mantenimiento de la burguesía como clase dominante. Oficialmente el ejército español estaba formado por 198 Generales, 16.926 jefes y Oficiales, y nada menos que 105.000 soldados rasos. La burguesía española estaba bien acostumbrada a seleccionar a los oficiales de una forma meticulosa y procedentes de los medios monárquicos y burgueses. Como señaló Trotsky, 

"Los oficiales, el ejército, jugo siempre un papel protagonista en todos los acontecimientos políticos de importancia en España desde el siglo XIX, después de la guerra contra Napoleón". ... "Surgió en España una nueva fuerza: la oficialidad metida en política, nueva generación de las clases dominantes, heredera de la ruina del gran imperio y, en gran medida, desclasada. En el país del particularismo y el separatismo, el ejército ha tomado, por la fuerza de las cosas, una importancia enorme como fuerza de centralización. Se ha convertido no sólo en el apoyo de la monarquía, sino también en el organizador del descontento de todas las fracciones de las clases dominantes y, ante todo, de su propio descontento". 

En contraposición de todo ello, la clase trabajadora, que apenas contaba con numero de unos tres millones en todo el país, desde muy al principio de su existencia como clase, había dado claras muestras de sus tradiciones de lucha y construido potentes organizaciones de clase, especialmente de la CNT, la central sindical anarcosindicalista que agrupaba al sector decisivo del proletariado revolucionario, al igual que posteriormente el PSOE y la UGT socialistas.

Las "reformas" del gobierno republicano-socialista

Como decíamos más arriba, uno de los mayores "mitos" actuales, de los más repetidos por los pretendidos historiadores "progresistas", es siempre sobreestimar los "esfuerzos reformadores de la II República y en concreto tanto de su primer gobierno de coalición de los republicanos con los socialistas, salido de las elecciones de junio de 1931, al igual que con el surgido de las elecciones de 1936, el gobierno del Frente Popular. Pero la auténtica verdad es que sus intentos de poner en práctica sus promesas electorales, desde el principio se dio de frente contra la realidad del capitalismo español. Podemos ver varios ejemplos de ello.

  • La prometida depuración del ejército de elementos monárquicos y reaccionarios, contrarios al nuevo régimen, quedo en puro papel mojado. El gobierno "republicano-socialista" planteo la posibilidad de retiros voluntarios de los Mandos que no querían acatar y prometer fidelidad a la República, GARANTIZANDOLES UNA PAGA DE POR VIDA. Pero la realidad es que la mayoría de los oficiales de carrera, plenamente vinculados a la dictadura de Primo de Rivera y a la Monarquía alfonsina, con un claro perfil reaccionario a sus espaldas, continuaron todos ellos en sus puestos.
  • El gobierno 'republicano-socialista' dejo intacta a la odiada y reaccionaria Institución de la Guardia Civil, en vez de proceder como fuera sido lo lógico a su disolución, permitiendo que jugaran en los siguientes años un claro papel reaccionario y represivo en todos los conflictos de los jornaleros y del movimiento obrero.
  • Las tímidas medidas que el gobierno republicano tomo contra el poder de la Iglesia quedaron reducidas a la nada posteriormente. Los gobiernos republicanos del "bienio negro" (la CEDA) restablecieron toda la influencia eclesial, anulando de facto todo lo que hubiera podido afectarle por los decretos del gobierno republicano-socialista.
  • El poder económico de la Iglesia, la supresión del Presupuesto estatal dedicado a financiar las actividades de culto y los límites a su monopolio de la educación, todo ello temas que tenían que quedar contemplados en una nueva Constitución Republicana, nunca vieron la luz. Alcalá Zamora, presidente del gobierno, de extracción burguesa, al igual que Miguel Maura, presentaron sus dimisiones en señal de protesta ante lo que consideraban ataques injustificados contra la Iglesia Católica. Esto era un claro e inequívoco boicot contra cualquier reforma progresista que afectara a la estructura política del país, que sin embargo no impido que los dirigentes socialistas apoyaran en diciembre de 1931 a Niceto Alcalá Zamora, nuevamente, como presidente de la República.
  • Como decíamos, el asunto de la Reforma Agraria era un aspecto clave en toda la situación. Por ello era necesario, imprescindible, afrontar el asunto a fondo, con total rotundidad. A priori cualquier intento serio de tomar medidas en beneficio de los jornaleros con la 'reforma agraria', que supusiera socavar el poder de los terratenientes, iba a contar con la clara oposición de la burguesía.

El gobierno 'republicano-socialista' aprobó en 1932 una Ley que establecía genéricamente la creación de un 'Instituto de Reforma Agraria', encargado de realizar un censo de tierras que podrían estar sujetas a ser expropiadas MEDIANTE EL PAGO DE UNA INDEMNIZACION, tomando como base la declaración que realizaran los propietarios. Ello era una clara claudicación del gobierno en favor de los terratenientes, acostumbrados a realizar constantes fraudes, los cuales ahora utilizarían a mayor escala con este método aprobado desde el gobierno.

  • El gobierno aprobó una política de créditos para la 'Reforma Agraria' que aprobó, créditos que procederían del Banco Agrario Nacional, al cual dotaron inicialmente de un capital de cincuenta (50) millones de pesetas y cuya administración estaría no en manos de los jornaleros y sus organizaciones, sino de los representantes del Banco de España, del Banco Hipotecario, del Cuerpo Superior Bancario y del Banco Exterior de España. Es decir, daban el poder de decisión no a los jornaleros, sino a los representantes del Capital financiero, cuyos intereses estaban estrechamente ligados a los de los terratenientes.
  • Por añadidura, el gobierno en su Ley olvido el problema de los "minifundios", los cuales hacían vivir en condiciones miserables a más de un millón y medio de familias campesinas, sobre todo en Castilla la Vieja, en Galicia y en otras zonas del país. Igualmente, la Ley del gobierno tampoco encaró el problema de los arrendamientos de tierras, que igualmente tenía en condiciones casi de esclavización a cientos de miles de pequeños campesinos, prisioneros del pago de esos arriendos a los grandes propietarios.
  • No es posible calificar de otra forma como de fracaso total la "Reforma Agraria" planteada por el gobierno republicano. Oficialmente a fecha del 31 de diciembre de 1933, el Instituto aprobado por el gobierno había distribuido la ridícula cifra de 110.956 hectáreas.

Esta cifra es ridícula en un contexto en donde teníamos 11.168 fincas con más de 250 hectáreas y que ocupaban una extensión superior a las 6.892.000 hectáreas. Sólo cien nobles disponían de un total de 577.146 hectáreas, y esas propiedades, dos años después, continuaban intactas. Podemos afirmar que lo aprobado por el gobierno era un mal chiste, pues los terratenientes continuaban controlando el campo a su capricho y antojo.

  • En cuanto a los derechos democráticos las cosas no fueron mucho mejor. Todas las promesas de que iban a poner fin a todas las leyes reaccionarias que se habían heredado de la monarquía acabaron en saco roto. La lucha por la libertad de expresión, de organización, reunión y huelga es algo no banal, sino imprescindible para conseguir hacer avanzar a la sociedad. Todo ello había sido fundamental para ganar el apoyo con su participación activa de las masas en la lucha por la Republica. No había, ni hay, otra vía que la participación consciente de las masas en la toma de decisiones sobre su propio futuro.

Sin embargo, pronto se pudo comprobar que el gobierno 'republicano-socialista' no estaba dispuesto, porque había cedido en casi todo a las presiones de la burguesía, a llevar adelante un plan audaz de garantizar los derechos democráticos de las masas. 

El derecho a huelga continúo regulado por una Ley de 1909, que solo se modificó parcialmente con un Decreto el 27 de noviembre de 1931. Este Decreto continúo limitando de una forma sería el derecho de huelga, porque establecía la figura de los "Jurados Mixtos", que sustituyeron a los existentes "Comités Paritarios", que fueron creados por la dictadura de Primo de Rivera, para "conciliar antes de poder declarar una huelga".

  • En todo este contexto vimos un claro aumento del número de huelgas y luchas de ocupación de fincas por parte de los Jornaleros. Ante ello, el gobierno aprobó el 21 de octubre de 1931 la llamada "Ley de Defensa de la República", en cuyo texto se incluyó "la prohibición de difundir noticias que perturbaran el orden público y la buena reputación, denigrar las instituciones públicas, rehusar irracionalmente trabajar y promover huelgas que no hubieran seguido el procedimiento del arbitraje".

En el terreno concreto de la práctica esta Ley se convertido en un arma en manos de la burguesía en contra de lo que ellos calificaban como "huelgas políticas". Con esta Ley en la mano, los mandos de la Guardia Civil se emplearon a fondo en reprimir salvajemente al movimiento obrero, sobre todo en el campo andaluz.

 Posteriormente, en manos del gobierno de la derecha a partir de 1933, esta Ley fue utilizada para reprimir con autentico salvajismo al movimiento revolucionario español, muy especialmente en los acontecimientos revolucionarios de la Comunica de Asturias en 1934.

  • La Constitución republicana que fue aprobada el 9 de diciembre ya indicaba síntomas claros propios de un régimen presidencialista.

Entre las atribuciones que se le conferían al presidente de la Republica estaba el poder LEGISLAR POR DECRETOS JUNTO AL GOBIERNO, MIENTRAS NO SE ENCONTRARAN REUNIDAS LAS CORTES.

  • Igualmente, se le otorgaba al presidente la CAPACIDAD PARA PODER SUSPENDER SESIONES ORDINARIAS EN LA LEGISLATURA, POR UN PERIODO DE HASTA UN MES, al igual que la facultad de PODER DISOLVER LAS CORTES HASTA EN DOS OCASIONES EN UN MANDATO PRESIDENCIAL.

Sin ninguna duda, todas estas salvaguardas y facultades especiales del presidente tenían por objeto el salvaguardar los intereses vitales de la clase dominante, sobre todo en el caso de que considerasen que los trabajadores estaban desbordando los límites de las "instituciones democráticas del capitalismo".

  • Respecto a otro asunto crucial referente a los derechos democráticos, en relación a las Colonias y las nacionalidades oprimidas dentro del Estado español, vimos una nueva y clara renuncia a luchar por resolver estos problemas históricos, con una clara renuncia y negativa del gobierno 'republicano-socialista' a garantizar estos elementales derechos democráticos nacionales básicos.

Es cierto que el gobierno concedió a Catalunya una autonomía, muy restringida y limitada, pero se negó a concedérsela a Euskadi, a la que negó su Estatuto alegando que el nacionalismo vasco era de carácter reaccionario. El gobierno republicano-socialista negaron el derecho democrático a la autodeterminación de las nacionalidades históricas, tal y como hizo siempre la monarquía y en el caso concreto e importante de Marruecos, el gobierno 'republicano-socialista' mantuvo una posición imperialista, que llevo a la república a enfrentarse al movimiento independentista en Marruecos, que finalmente a cabo apoyando el levantamiento militar de Franco.

La II República se enfrenta a la clase obrera

El gobierno de los 'republicanos-socialistas' mostro una absoluta incapacidad para satisfacer las demandas de tierra, empleo y buenos salarios, que como hemos explicado eran reivindicaciones absolutamente incompatibles con seguir manteniendo las estructuras de propiedad capitalistas. Ello llevo, paulatinamente a un constante y violento choque, enfrentamiento en términos de clase, entre el gobierno con el proletariado urbano y el movimiento jornalero. 

Vimos como estos que siempre presumen de "demócratas", los reformistas de aquella época que no son muy diferentes a los de este periodo, se emplearon a fondo en reprimir las luchas de la clase obrera y de los jornaleros. Los escenarios sangrientos están inscritos en la heroica memoria histórica de nuestra clase: Castellar de Santiago, Castilblanco, Arnedo, Casas Viejas, Espera, Yeste... 

En todos estos acontecimientos vimos cómo el gobierno "democrático de la república" utilizó los "Guardias de Asalto" y a la "Guardia Civil" para defender en todos los casos, con ordenes gubernamentales, la PROPIEDAD DE LOS TERRATENIENTES, ASESINANDO A DECENAS DE JORNALEROS Y CAMPESINOS POBRES. 

En los dos primeros años de la república aumentaron las huelgas obreras, que crearon un ambiente cada vez más generalizado de frustración y desilusión política en las masas. Todas las ilusiones y esperanzas iniciales en la República que depositaron las masas fueron frustradas por los ministros socialistas, de los cuales esperaban políticas progresistas que permitieran abrir vías de esperanza en el futuro. Todas esas esperanzas fueron frustradas y junto a la desilusión en las masas se instaló una acumulación enorme de cabreo, rabia e indignación. 

Por todo el país se extendieron las huelgas generales: Granada, Málaga, Pasajes, Telefónica, y la huelga general de los mineros en Asturias. En todos estos conflictos siempre veíamos el mismo resultado: cuando la lucha lograba obtener cualquier avance, cualquier mejora, cualquier subida de salarios, para los trabajadores, esta luego era contestada por la Patronal negándose a aplicarla y junto a ello la represión gubernamental del movimiento de lucha. 

Los reaccionarios intentaron, prematuramente, levantar cabeza en agosto de 1932, con un intento de Golpe de Estado por parte del General Sanjurjo. Ello fracaso, pero era indicativo de que la reacción intentaba estudiar las opciones de una opción similar a la política que estaban desarrollando los nazis en Alemania.

     En noviembre de 1933 el presidente de la República disolvió las Cortes, convocándose nuevas elecciones, en donde la reacción esperaba recuperar gran parte del terreno que había perdido el 14 de abril de 1931. La reacción confiaba en el giro que se había y estaba produciendo hacia la derecha de as capas medias urbanas y de los sectores más atrasados del campesinado. La reacción española, semi-escondida ante el avance previo de las masas españolas, se había dedicado a estudiar a fondo los métodos del ascenso de los fascistas en Europa. 

Como tantas veces hemos visto en la historia, las políticas "realistas de los reformistas de derechas" sirven para crear el desánimo y la apatía entre las masas, preparando la alfombra al triunfo de la derecha y de la reacción. Esto fue lo que ocurrió con el primer gobierno de la II República española, el gobierno de colaboración de clases entre los 'republicanos y socialistas'. 

En las elecciones de noviembre de 1933, aunque por una mínima diferencia de unos cuantos miles de votos, las elecciones fueron ganadas por los republicanos de derechas de Lerroux, junto a la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), de los fascistas de Gil Robles, que se hicieron con una mayoría en el Parlamento. Este triunfo electoral de la reacción fue inmediatamente utilizado por la burguesía para realizar un amplio trabajo contrarrevolucionario: endurecieron la legislación laboral, aumentaron la represión contra el movimiento huelguístico y, en resumen, fortalecieron el poder de los grandes empresarios y de los terratenientes. 

Bajo el gobierno de la derecha la burguesía adopto las medidas que veía necesarias para intentar contener el avance de las luchas, movilizaciones y huelgas del movimiento obrero y jornalero. Utilizando el marco parlamentario para imponer una dictadura reaccionaria siguiendo los pasos que utilizó Hitler en 1933 y Dolffuss en 1934. 

Pero todos estos acontecimientos tenían también otra expresión en su polo opuesto. Estaba sirviendo para provocar una mayor aceleración de la radicalización de las masas y estaban provocando un giro inicial hacia la izquierda en el seno de las organizaciones socialistas. 

Comenzaron a formarse las ALIANZAS OBRERAS, que no significaban otra cosa que embriones de FRENTE UNICO PROLETARIO, que estaban suponiendo todo un ejemplo único en la Europa de los años treinta. En el momento en el que suena con fuerza que los fascistas de la CEDA van a entrar al gobierno de Lerroux provoco de forma súbita, brusca y repentina el estallido social revolucionario, desatando la INSURRECCION DE OCTUBRE DEL 34 EN ASTURIAS. 

Podemos concluir que, sin el proceso de levantamiento revolucionario del proletariado asturiano, es bastante probable que la burguesía española hubiera culminado con éxito imponer un Estado de tipo fascista, utilizando para ello toda la maquinaria del parlamentarismo burgués. En la lucha revolucionaria de las masas asturianas en octubre de 1934 se aprecia claramente la radicalización de las masas obreras, junto con un extraordinario crecimiento de la conciencia socialista. La clase obrera española, que había visto como colapsaron las organizaciones socialistas y comunistas en Alemania y Austria, con el avance del fascismo, no estaba predispuesta a seguir el mismo camino. Buscaron y encontraron los métodos y los instrumentos de dirección en la Alianzas Obreras para impedir esa posibilidad. 

El gobierno reaccionario de la derecha no dudo un segundo en emplear los métodos más salvajes de represión frente a la Comuna de Asturias. Para ello llamó y utilizó a los mismos Oficiales del ejército, las mismas manos de los jefes asesinos, que luego en el periodo del 18 de julio de 1936 dirigirían el golpe de Estado para derrocar la Republica e instaurar una sangrienta dictadura militar. 

La represión de la Comuna de Asturias costo a la clase obrera asturiana más de dos mil muertos en los combates, cientos de fusilados, miles de detenidos y torturados, a los que tenemos que sumar decenas de miles de trabajadores represaliados y despedidos de sus puestos de trabajoLas organizaciones obreras se vieron obligadas a pasar a la clandestinidad y la burguesía termino por extraer todas las lecciones de aquellos acontecimientos. 

Pero octubre del 34 fue toda una demostración de que la burguesía no tendría fácil el camino para acabar con el movimiento de luchas de las masas, sobre todo mediante la utilización de la "represión legal" que les permitía la aplicación de las leyes republicanas. Para acabar con la resistencia de las masas y poder aplastar a sus organizaciones la burguesía tendría que imponer "el terror blanco", aplicándolo hasta el final.

REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCIÓN

La derecha no lograba dar estabilidad a sus intentos de mantener su gobierno con estabilidad. Ante ello se vio en la necesidad de disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones, para el 16 de febrero de 1936. 

Como habían demostrado los ejemplos de Alemania y Austria, el fascismo se revelaba como la opción de la burguesía precisamente porque las formas de la "democracia parlamentaria" no eran suficientes para garantizar sus ingresos y privilegios. Por tanto, esta amenaza mortal para el movimiento obrero sólo podía ser derrotada con el programa de la revolución social. 

        Trotsky señalo que:   "El régimen fascista ve llegar su turno porque los medios 'normales' militares y policiales de la dictadura burguesa, con su cobertura parlamentaria, no son suficientes para mantener a la sociedad en equilibrio. A través de los agentes del fascismo, el capital pone en movimiento a las masas de la pequeña burguesía irritada y a las bandas del lumpemproletariado, desclasadas y desmoralizadas, a todos esos innumerables seres humanos, a los que el exige al fascismo un trabajo completo: puesto que ha aceptado los métodos de la guerra civil, quiere lograr calma para varios años… la victoria del fascismo conduce a que el capital financiero coja directamente en sus tenazas de acero todos los órganos e instrumentos de dominación, dirección y de educación: el aparato del Estado con el ejército, los municipios, las escuelas, las universidades, la prensa, las organizaciones sindicales, las cooperativas… demanda sobre cualquier otra cosa, el aplastamiento de las organizaciones obreras". 

Las directrices políticas en el seno de la III Internacional habían cambiado. Las instrucciones de la Internacional y de Stalin a los distintos PCs eran nuevas. De las tácticas ultraizquierdistas y sectarias del "Tercer Periodo", también conocido como "Socialfascismo", ahora se defendía una política de plena colaboración con las burguesías progresistas en todo el mundo, la nueva política de "Frentes Populares", o lo que es igual: "la defensa de la democracia burguesa, tal como Dimitrov había concretado en el VI Congreso de la Internacional Comunista". 

Los dirigentes reformistas del PSOE y de la UGT, especialmente Indalecio Prieto y Julián Besteiro, conectaron inmediatamente con las propuestas del PCE para conformar un Frente Popular de cara a las elecciones de febrero. Pero como Trotsky manifestó, "una cosa eran los esquemas políticos de los estalinistas y otra muy diferente la realidad tozuda de la lucha de clases". El Partido Comunista fruto de su política ultraizquierdista y sectaria tenia en 1930 un reducido número de militantes, entre unos 800 o 1.000, en el conjunto del Estado español, pero ahora siguiendo las ordenes de Stalin, de aliarse con la burguesía pasaría a jugar un papel de primer orden, aglutinando bajo el paraguas del "frente popular" al resto de las organizaciones de la izquierda y los por ellos llamados "burgueses progresistas y demócratas". 

El Frente Popular en su programa recogía reivindicaciones democráticas importantes, como la amnistía y la readmisión de los despedidos tras la insurrección del 34, pero al mismo tiempo esta política suponía atar de pies y manos a la clase obrera, a la cual supeditaban en sus intereses a la voluntad de la "sombra de la burguesía democrática". Los partidos republicanos rechazaron expresamente cualquier mención a la nacionalización de la tierra y su entrega gratuita a los campesinos y, por supuesto, a la nacionalización de la banca y el control obrero en la industria. Igualmente, los representantes burgueses en el Frente Popular se negaron a establecer un Subsidio de paro para los trabajadores en desempleo, que los representantes de los partidos de izquierda habían pedido incluir. 

Aun hoy en día se suele justificar las políticas de frentes populares, como las que vemos en países como Brasil o Colombia, con el argumento pueril de que "es un mal necesario para evitar que las capas medias giraran hacia la reacción". Es claro que semejantes argumentos, consciente o inconscientemente, reflejan una clara incomprensión de la realidad objetiva y un sublime desconocimiento de la genuina y verdadera naturaleza de la lucha de clases, en el pasado y en los momentos actuales.

         En los años 30 del siglo pasado no existían salidas intermedias entre la reacción y la lucha por la transformación socialista de la sociedad. La clase obrera tenía que tomar el poder real y efectivo de la economía y la sociedad en sus manos, expropiando la propiedad de los capitalistas, los banqueros y los terratenientes, al objeto de poder planificar la economía sobre la base de un Plan de las necesidades sociales, o bien por el contrario la burguesía, basándose en las capas medias "enloquecidas por la crisis" y el propio ejército burgués, aplastarían por décadas a la clase obrera y destruiría sus propias organizaciones tradicionales, sindicales y políticas. 

Ello fue explicado hasta la saciedad por León Trotsky, que por ejemplo escribió en su folleto ¿A dónde va Francia" (1934) lo siguiente:  "...Los pequeños burgueses desesperados ven ante todo en el fascismo una fuerza combativa contra el gran capital, y creen que, a diferencia de los partidos obreros que trabajan solamente con la lengua, el fascismo utilizará los puños para imponer más 'justicia'. (...) Es falso, tres veces falso, afirmar que en la actualidad la pequeña burguesía no se dirige a los partidos obreros porque teme a las 'medidas extremas'. Por el contrario: la capa inferior de la pequeña burguesía, sus grandes masas no ven en los partidos obreros más que máquinas parlamentarias, no creen en su fuerza, no los creen capaces de luchar, no creen que esta vez estén dispuestos a llegar hasta el final… Para atraer a su lado a la pequeña burguesía, el proletariado debe ganar su confianza… necesita tener un programa de acción claro y estar dispuesto a luchar por el poder por todos los medios posibles…". 

En las elecciones de 1936, el Frente Popular fue apoyado por los trabajadores en todos los rincones del país, no fundamentalmente por el contenido de su programa, sino porque las masas veían que la victoria podría suponer una forma más rápida de lograr sus aspiraciones inmediatas. El triunfo del Frente Popular fue claro y nítido, hasta tal punto que muchos de los dirigentes reaccionarios, como Lerroux o Romanones perdieron hasta sus actas de diputados. Pero como paradoja de la vida, como decíamos, siempre en los Frentes Populares las organizaciones obreras ponen la militancia y los votos, resultando que son los representantes burgueses los que acaban ocupando los puestos e imponiendo sus políticas. Si miramos de cerca los resultados electorales de 1936 vemos que de los 257 diputados que obtuvo el Frente Popular, 162 tenían una afiliación 'republicana', o sea burgueses. Era claro y evidente que los partidos obreros cedieron a los republicanos un protagonismo en las listas electorales que nunca merecieron.Miliciano

Las masas habían aprendido de la experiencia del primer gobierno de la república, de los 'republicanos-socialista'' y tras la victoria electoral del Frente Popular las masas no esperaron las "acciones legislativas" en el Parlamento. Directamente pasaron a la acción directa para imponer sus puntos de vista e intereses de clase. El primer acto que llevaron a cabo las masas tras el triunfo electoral del Frente Popular fue acudir en masa a las cárceles, abriendo las puertas y dejando en libertad a todos los presos políticos del octubre de 1934, sin esperar a que el nuevo gobierno procediera a ordenarlo. Para hacernos una idea mas exacta de la situación, entre febrero a julio de 1936 hubo 113 huelgas generales, junto a 228 huelgas parciales, en todas las ciudades y pueblos por toda España. 

El ambiente era cada vez más claramente revolucionario. En las ciudades. En los Comités de Acción de UGT y CNT se planificaban las ocupaciones de las fábricas y las empresas, se imponían a los empresarios la readmisión en sus puestos de trabajo de todos los despedidos, … Al mismo tiempo, la situación en el campo se estaba desbordando, como escribió Tuñón de Lara:  "Los campesinos pasaron rápidamente a la acción".

Fernando Claudín, antiguo dirigentes de las Juventudes Comunistas y unos de los principales líderes de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), junto con Santiago Carrillo, tenía que reconocer en 1970, la auténtica naturaleza de aquellos trascendentales acontecimientos:  

"El movimiento huelguístico creció de mes en mes. Se paralizaban fábricas y talleres, andamios y minas; se cerraban comercios. En junio-julio se registró un promedio de diez a veinte huelgas diarias. Hubo días con 400.000 a 450.000 huelguistas. Y el 95% de las huelgas que tuvieron lugar entre febrero y junio de 1936 fueron ganadas por los obreros. ... Grandes manifestaciones obreras desfilaban por las calles exigiendo pan, trabajo, tierra, aplastamiento del fascismo y victoria total de la revolución. Se crearon las primeras empresas colectivas. Los mítines congregaban decenas de miles de personas y los obreros aplaudían con entusiasmo a los oradores que anunciaban la hora no lejana del hundimiento del capitalismo y llamaban a "hacer como en Rusia". De las huelgas se pasaba a la ocupación de las empresas cerradas por los propietarios. La ocupación de las calles, de las empresas y de las tierras, la incesante acción huelguista, impulsaban al proletariado urbano y agrícola hacia las formas más elevadas de la lucha política".

El propio Fernando Claudín afirma que "Entre febrero y julio existe en España, de hecho, un triple poderEl legal, cuyo poder efectivo es mínimo. El de los trabajadores, sus partidos y sindicatos, que se manifiesta a la luz del día de la forma descrita. Y el de la contrarrevolución, que aunque se exterioriza en los discursos agresivos de sus representantes parlamentarios, en el sabotaje económico, y en las acciones de los grupos de choque fascista, actúa sobre todo en el secreto de los cuartos de banderas, preparando minuciosamente el golpe militar". 

Ante todo ello, estudiando con atención todos aquellos acontecimientos fundamentales de la España de 1936, tenemos el derecho de preguntar: ¿por qué los partidos y organizaciones obreras no actuaron de manera concertada y decidida para aplastar cuando estaban planeándolo el levantamiento militar e impulsaron firmemente el proceso revolucionario que concluyera con la toma del poder por parte de la clase obrera y se comenzara la construcción de un genuino gobierno obrero de transición hacia el socialismo? 

En todo caso, con este prologo no pretendemos agotar la cuestión. No hemos entrado en asuntos vitales, como son la política de los anarcosindicalistas de la CNT, de los dirigentes del POUM, En el libro de los "Escritos" de Trotsky, que publicamos en nuestra Biblioteca y recomendamos leer atentamente, se pueden ampliar todos estos temas. 

Pero si nos queda meridianamente clara una cuestión central:   Si las direcciones del PSOE o del PCE hubieran tenido un programa y una política marxista, genuinamente socialista, habrían contado con el apoyo unánime de la clase obrera y los jornaleros, de la aplastante mayoría de la población oprimida por el capitalismo, se hubiera conjurado el aplastamiento y la amenaza del fascismo y la clase obrera no hubiera tenido demasiadas dificultades en construir un gobierno obrero, que hubiera puesto la economía y a la sociedad en línea a construir una sociedad socialista, que hubiera evitado 40 años de atroces horrores a la clase obrera y jornalera española y que posiblemente hubiera evitado el desarrollo de la II Guerra Mundial. 

Hoy por hoy continua plenamente vigente la tarea de construir esa dirección marxista revolucionaria, que es una tarea central de primer orden, que tenemos por delante en estos momentos. Ello debe ser visto como prioritario por parte de toda la clase trabajadora y la juventud, comenzando por los sectores mas conscientes de nuestra clase.  

Necesitamos un gran movimiento revolucionario que transforme el mundo. Como Lenin explico, "Sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario". 

¡¡ Únete, organizarte y lucha para construir la dirección marxista que necesita la clase obrera para cambiar la sociedad española y mundial !!

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