DECLARACION DE GUERRA COMERCIAL EEUU - CHINA
TRUMP NO EVITARA EL DECLIVE DE EEUU
Realmente resulta difícil comprender cual es realmente la dramática situación en la que está el capitalismo mundial, que ha entrado en un claro proceso histórico de declive, que amenaza con el colapso y su caída. La historia de la humanidad está preparándose para nuevos y grandes procesos convulsivos. La incertidumbre y la volatilidad dominan el tablero económico, político y social. Y de todo ello son conscientes hasta los mismos estrategas del capital, los más inteligentes y menos miopes, los cuales están alertando de la inevitable recesión a la que está abocada la economía mundial.
El anuncio de Trump de implantar la entrada de nuevos aranceles inicia un nuevo estadio en la guerra del comercio mundial. Se están viviendo ya jornadas históricas en las bolsas internacionales, en donde como por arte de magia se están han evaporado billones de dólares. Y estas jornadas son solo el principio. Las principales firmas bursátiles han perdido capitalización a ríos y de nuevo vemos a los Bonos del Tesoro Norteamericanos arrastrándose, sufriendo ventas históricas, con tipos de interés que añaden más sombras sobre la viabilidad de las finanzas públicas. En estos momentos muy pocos estrategas del capital se atreven a realizar pronósticos de donde acabará toda esta situación.
El claro y notable retroceso del poder estadounidense es un hecho tangible y visible, que se profundiza en cada giro de los hechos en el último periodo. El actual inquilino de la Casa Blanca es de la opinión que solo mediante una política de “martillazos” puede llevar a cabo una defensa real de la supremacía mundial que EE. UU. ha ido perdiendo. Algunos piensan que con ello Trump demuestra fortaleza, imponiendo el MAGA, pero esta idea está completamente fuera de la realidad.
Detrás de toda esta mascara grandilocuente solo vemos gestos y medidas que en última instancia están determinadas por la desesperación. Todas estas políticas de Trump, basadas en la coerción y la violencia, no harán ni mucho menos que la industria norteamericana vuelva a recuperar sus posiciones de hegemonía y dominio, que tuvo en el mercado mundial hasta hace unas décadas atrás. Detrás de todas ellas, con sus declaraciones grandilocuentes, se muestra el verdadero callejón sin salida al que llego la economía norteamericana.
En el desarrollo del escenario de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, el miércoles 16 de abril se vivió un nuevo e intenso capítulo, cuando el Gobierno estadounidense de Donald Trump divulgo un documento en el que afirma tener planes de aranceles de hasta el 245% a los productos chinos.
Solo un día
después, según la Agencia EFE desde Washington, la Casa Blanca reconoce que
solo le queda de verdad la solución de negociar:
“El presidente estadounidense, Donald Trump, calculó este jueves
que en "tres o cuatro semanas" pueden haber llegado a acuerdos
arancelarios con todos sus socios e indicó que su Administración ya está
hablando con representantes chinos en un intento por llegar a un pacto también
con Pekín.
Estamos hablando con todo el mundo. El problema es que un día tiene solo un determinado número de horas", dijo en el Despacho Oval de la Casa Blanca en un acto de firma de órdenes ejecutivas, donde estimó que en las próximas tres o cuatro semanas "todo podría darse por cerrado".
Es claro, sintomático, de la nueva situación existente el hecho de cómo ha respondido el Gobierno chino a las medidas planteadas por Trump y la Casa Blanca, contraatacando, apareciendo sus portavoces con afirmaciones firmes de que aceptan el desafío y contraatacaran contundentemente al mismo, dejando en evidencia el desastre en el cual está inmersa a economía capitalista norteamericana y occidental.
Existen quienes quieren buscar en las medidas de Trump elementos de locura, pero ello no tiene nada de verdad. De hecho, todas estas decisiones y acontecimientos encierran una nítida lógica y raíces profundas. Las bases de los fundamentos del orden mundial, que Washington construyó tras el colapso de la URSS, están hoy en día atravesadas por una profunda e incurable crisis y todo lo que aparentaba estabilidad durante décadas están ahora en cuestión y amenazan con hundirse en las profundidades de una profunda crisis del capitalismo mundial.
Esta crisis, que atraviesa de una punta a otra al sistema capitalista, afecta a todos los niveles, incluyendo a las propias formas en las que la burguesía mantuvo su dominio sobre el conjunto de la sociedad hasta ahora. La dominación por la llamada vía parlamentaria ha entrado en crisis. Las tradicionales “alternancias parlamentarias”, que permitían la existencia de gobiernos conservadores y otros llamados socialdemócratas, con todas sus variantes con tintes de “liberalismo”, políticas de diplomacia, del llamado “consenso”, los llamados “tribunales internacionales para dilucidar conflictos”, los organismos como la ONU,… y la llamada e inestimable “paz social”, se han hecho y están haciendo añicos ante los ojos de millones de trabajadores, de jóvenes y oprimidos en todo el mundo. Ello está suponiendo una gran universidad de la vida, en donde en el terreno practico de la experiencia está mostrando a la clase trabajadora en todo el mundo el auténtico callejón sin salida en el cual ha entrado la humanidad bajo el capitalismo.
El estancamiento general de las fuerzas productivas, junto con el domino cada vez más parasito que ejerce el capital financiero, es lo que hace inevitable para la clase dominante un aumento sin precedentes a escalada mundial de las llamadas políticas militaristas, que se ven agudizadas por la propia entrada en escena de nuevos y crecientes poderes imperialistas en el mundo. Detrás de todos los hechos que estamos viendo a escala mundial vemos un cambio profundo en la correlación de fuerzas entre las distintas potencias imperialistas, que están sacudiendo todo el orden reinante.
En concreto vemos como se ha consolidado el ascenso del poder imperialista de China y su economía. Esto ya es un desafío abierto al poder tradicional de los EE. UU. en el mundo. Esto constituye un hecho incuestionable absolutamente, que no pueden asumir y aceptar por las buenas los estrategas de la Casa Blanca, los cuales han comenzado a colocar a Beijing como la principal amenaza sistémica a sus intereses estratégicos y hegemónicos.
Es absolutamente claro que este hecho ha supuesto un golpe en plenas narices de las estrechas mentes de los imperialistas norteamericanos, los cuales además están pudiendo comprobar en los últimos años que China no acude a la escena internacional sola. En los últimos diez años al menos, pero más especialmente con el inicio de la guerra en Ucrania, en 2022, los EE. UU. y la UE han comprobado la consolidación de un bloque que les cuestiona el poder, en el terreno económico, militar y diplomático, encabezado por China junto a Rusia y que esta atrayendo a más y más aliados. Todo ello añade nuevas dificultades y más problemas en las aspiraciones de Occidente de seguir liderando el mundo.
La teoría marxista lo explica que el llamado reparto imperialista del mundo se realiza mediante el intercambio desigual y combinado entre las naciones más avanzadas, las cuales poseen una mayor productividad del trabajo, y los países menos desarrollados, que no son en si mismos competidores por sus más bajos niveles tecnológicos y desarrollo de las fuerzas productivas.
Pero igualmente es sabido que finalmente el uso de la fuerza juega en última instancia un papel crucial, sobre todo cuando los acuerdos diplomáticos se convierten en algo imposible. El reparto del mundo por los imperialistas siempre se hace teniendo en cuenta, en última instancia, la guerra y el militarismo. La guerra siempre ha acompañado, y acompañara, el reparto de los mercados mundiales a manos de los imperialistas. El conflicto en Ucrania ha puesto en juego las fortalezas industriales, económicas y tecnológicas de cada uno de los bloques implicados, junto a la capacidad de lograr movilizar cierto respaldo social. En el siglo XX tuvimos las dos guerras mundiales de carácter imperialistas. Y ahora la guerra en Ucrania ha evidenciado la creciente superioridad de del bloque Moscú-Beijing.
Lenin señalo correctamente que “la política es economía concentrada”. En este sentido, los cambios que operan en la estructura de la base económica de una sociedad, tarde o temprano, acaban manifestándose en modificaciones de fondo en la superestructura política y en la organizaciones políticas y sociales tradicionales de la sociedad. Y claro que todo ello tiene una incidencia en las propias relaciones entre las clases sociales.
En este sentido, para todos los miopes estrategas y analistas del sistema, entre los que destacan la mayoría de los dirigentes reformistas, en todas sus variantes, los cambios que estamos analizando en la estructura económica del orden imperialista mundial es la causa real detrás de la cual están fenómenos como el ascenso de la extrema derecha internacionalmente en el último periodo. Hemos visto estos avances, entre las quejas “morales” de los asustados dirigentes reformistas, en los EE. UU., en el Estado español, en Alemania, en Austria, en Francia, en Italia, en Gran Bretaña, en Argentina o en Chile, entre otros países.
Necesitamos poder comprender la realidad que nos rodea para poder luchar por cambiar las cosas. Quien se niega a ver y comprender la relación dialéctica entre los cambios en la estructura económica y todos los demás fenómenos, se está negando a comprender nada. La interconexión es clara y evidente, al igual que ocurren con muchos otros fenómenos, como la creciente polarización social, la inestabilidad y crisis de la política tradicional y los cambios bruscos y violentos que podemos observar en la psicología y el estado de ánimo de las masas. Todo ello debe ser sometido a permanente análisis por parte de los marxistas, única forma de poder intervenir en los acontecimientos.
León Trotsky señaló en los años 30 la total bancarrota política de la llamada izquierda reformista, de todas sus erráticas políticas pro-capitalistas, que les condena finalmente a aceptar las políticas de la clase dominante, fruto de negarse a luchar por cambiar el Sistema. Y obviamente al final eso también implica aceptar las políticas militaristas. En este orden de cosas, no nos causa sorpresa que el presidente del llamado “gobierno más reformista de la historia en España”, Pedro Sánchez, acabe de anunciar el aumento en más de 10.471 millones de euros del Presupuesto de Defensa, para satisfacer las demandas de la OTAN, de los EE. UU. en última instancia. Este es uno de los factores principales, una de las principales causas, responsable de toda la situación del escenario actual en el que vivimos.
Solo y tan solo un correcto análisis marxista de toda la situación en la que vivimos nos permite comprender correctamente la verdadera relación dialéctica que existe entre los factores económicos y el conjunto de los desarrollos políticos y sociales. La superioridad del método de análisis basado en el materialismo histórico y dialectico es evidente y nos muestra la estrecha relación existente entre los ciclos económicos, políticos y sociales, que se retroalimenta de forma constante.
Es imposible y erróneo establecer “murallas infranqueables” entre todos estos ciclos, algo que nada tiene que ver con la realidad objetiva. De la misma forma tenemos que afirmar que ningún fenómeno social significativo se hace presente, nunca, en “estado puro”. Como ocurre en la propia naturaleza, todos los fenómenos y procesos siempre se presentan con todo tipo de variaciones, de singularidades, de particularidades y hasta de distorsiones. Lo más importante y urgente es señalar cuales son las tendencias generales de fondo que existen objetivamente de los acontecimientos, que acabarán por determinar la marcha de los propios acontecimientos.
Y en este sentido debemos remarcar aquí que el factor objetivo que predomina en toda la situación actual no es otro que el surgimiento en escena de una poderosa asociación imperialista que está disputando en todos los terrenos fundamentales el hasta ahora poder central de los EE. UU. en el mundo, que lo está desplazando en todos los terrenos: existe un claro desplazamiento de los norteamericanos en su influencia en Asia, África, Latinoamérica y en la misma Europa. Ello está significando un aumento global de la dependencia mundial de los músculos de China, que además en el último periodo se muestran también en el terreno militar, lo cual no es un aspecto secundario, ni mucho menos.
Debemos
aquí recordar las palabras de Trotsky, en su artículo “Bonapartismo y
fascismo”, en donde escribió que:
“la gran importancia práctica de
una correcta orientación teórica se manifiesta con más evidencia en las épocas
de agudos conflictos sociales, de rápidos virajes políticos o de cambios
abruptos en la situación. En esas épocas, las concepciones y generalizaciones
políticas son rápidamente superadas y exigen su remplazo total, lo que es
relativamente fácil, o su concreción, precisión o rectificación parcial, lo que
es más difícil.
Precisamente en esos periodos
surgen necesariamente toda clase de combinaciones y situaciones transicionales,
intermedias, que superan los patrones habituales y exigen una atención teórica
continua y redoblada. En una palabra, si en la época pacífica y “orgánica”
(antes de la guerra) todavía se podía vivir a expensas de unas cuantas
abstracciones preconcebidas, en nuestra época cada nuevo acontecimiento
forzosamente plantea la ley más importante de la dialéctica: la verdad es
siempre concreta”.
Desarrollo de las fuerzas productivas y Globalización
A Lenin también le gustaba afirmar en sus análisis filosóficos que “la verdad es siempre concreta”. Partiendo de esta idea, entendemos que la llamada “ofensiva arancelaria de Trump”, con sus consecuencias inmediatas en toda la economía mundial, igual que en el desarrollo de la propia lucha de clases, hay que situarla en el contexto concreto que planteamos de los cambios de correlación de fuerzas entre los bloques imperialistas.
Y todo ello a pesar de que algunos que se autodefinen a sí mismos como marxistas, cuando en realidad solo demuestran ser meros empíricos vulgares, no dejan de ver cosas que no existen en realidad y ahora, como por misterio intentando descubrir lo último de lo último, repiten como loros que asistimos al fin de la globalización y cosas por el estilo. Realmente no han entendido nada de los acontecimientos, menos del método de análisis correcto y al igual que los propios estrategas de la burguesía, son incapaces de comprender que tienen bajos sus pies.
En realidad, niegan la actualidad y vigencia de la globalización amparándose en el resurgimiento de las tendencias proteccionistas de los diferentes bloques imperialistas. Con ello lo único que están haciendo es negarse a comprender la propia situación del capitalismo y su desarrollo histórico durante todo el siglo XX y los 25 años que llevamos de este siglo. Entendemos que estos “amigos” quieren ahorrarse leer “El Capital” de Marx, por lo que solo podemos aconsejarles que lean las las breves páginas de ese monumental programa fundacional del socialismo científico, “El Manifiesto Comunista”, de Marx y Engels.
Ya en 1929 un análisis serio de los acontecimientos del mercado mundial nos muestra que este ya era entonces una realidad viva y dominante, tan indiscutible como que dominaba el conjunto de las economías nacionales. Y todo ello era, ni más ni menos, que una brillante confirmación de la corrección de las previsiones e ideas del marxismo. Marx y Engels anticiparon brillantemente, en unos momentos en los que el capitalismo vivía su juventud, la tendencia inherente en el a que las fuerzas productivas superen los estrechos limites que marca la existencia de la propiedad privada de las fuerzas productivas, por un lado, y por otro la existencia de las propias fronteras nacionales. Estos dos factores suponen un verdadero freno en el desenvolvimiento de las fuerzas productivas, las cuales tienen a un desarrollo a escala mundial.
Tras el crack de 1929 la lucha Inter imperialista se desarrolló con mayor intensidad y al cabo de diez años (no al día, a la semana o al mes siguiente), tras una abierta y creciente guerra arancelaria sin cuartel, con devaluaciones competitivas y con un claro hundimiento de la producción, el desenlace no fue otro que el estallido violento de la Segunda Guerra Mundial. En aquellos momentos históricos había igualmente algunos factores que son necesarios ser tenidos en cuenta, que constituyeron factores específicos de aquel periodo y que contribuían cualitativamente al desarrollo que se produjo en aquel momento y que ahora cuando analizamos el momento actual debemos de tener en cuenta.
En aquellos momentos la existencia de la URSS, con su economía planificada, jugó un papel importante en el desarrollo de la lucha de clases internacional, a pesar del verdadero papel criminal y contrarrevolucionario que ya jugaba la burocracia estalinista. Sin ningún lugar la burguesía internacional sentía miedo al desarrollo de la revolución socialista y ello les hizo acelerar la búsqueda de una salida de tipo fascista. Por otro lado, aunque la interconexión y la globalización era ya entonces muy importante y dominante en la situación mundial, aun en aquellos momento estaba lejos de ser tan aplastante, como si lo es la globalización en la actualidad.
Por todo ello suena a puro chiste leer y escuchar estas “teorías”, que se están publicitando ahora mismo, en el sentido de afirmar que “asistimos a un proceso de triunfo de la desglobalización y de aumento de la división de la economía mundial en bloques”. Los datos reales y concretos desmientes tales afirmaciones. A pesar del claro aumento de todo tipo de medidas de restricciones al comercio, incluyendo las medidas arancelarias aprobadas por Trump y otros gobiernos en los últimos dos años, es falso afirmar que estamos ante el desmantelamiento de la globalización o que este en retroceso.
En
un artículo titulado “El mito de la desglobalización oculta los cambios
reales”, Financial Times reconocía:
“no parece haber evidencia de un cambio hacia la desglobalización, la realidad es que el resto de la economía mundial es cada vez menos importante para China, pero el país sigue siendo cada vez más importante para el resto de la economía mundial”.
Con respecto a la situación en 1929 existen dos aspectos que marcan diferencias cuantitativas. El proceso de globalización ha llegado a un punto cualitativamente superior respecto a los volúmenes de los flujos internacionales del capital financiero, al igual que ante la interdependencia de las cadenas globales de producción, suministros y de comercialización del conjunto de las mercancías. Y este proceso tuvo un formidable impulso precisamente tras el colapso de la URSS y la restauración capitalista, que junto con la restauración del capitalismo en China significo un enorme fortalecimiento del orden imperialista norteamericano.
Paradójicamente lo que vemos es una virulenta reacción, que expresa desesperación en el fondo, en la Administración Trump, no por un rechazo a la globalización, ni mucho menos, sino por el hecho de que son conscientes de que EE. UU. está dejando de ser el líder de esa globalización. Ese liderazgo ya no pertenece a una sola potencia, sino que en las dos décadas previas China se ha ido convertido en un verdadero coloso productivo, que ejerce ahora una hegemonía tangible y real en el comercio mundial. Esta es objetivamente la explicación del choque actual, que está adoptando contornos brutales y de difíciles pronósticos de prever en su totalidad.
Los marxistas nos basamos en ideas, argumentos, datos y cifras, que constituyen la única forma real para poder descifrar la realidad y constatar o no la validez de nuestras perspectivas. Las cifras de 2023 nos pueden ayudar para comprender. En ese año ya China acaparaba un 28,7% del volumen total de producción industrial mundial. A continuación de China ya veíamos a los EE. UU. con un 16,8%, seguido de Japón con un 7,5% y Alemania (el motor europeo) con el 5,3%. En el quinquenio 2020 – 2024 vemos que el crecimiento del PIB de China fue del 23,4%, frente al de EE. UU. con un 15,0%, La UE tuvo en ese periodo un crecimiento del 12,2% y Japón alcanzo un modesto 6,0%.
Un estudio
elaborado en 2024 publicado bajo el titulo “China es la única superpotencia
manufacturera del mundo: un esbozo de su ascenso”, dice textualmente
que:
“la industrialización de China no tiene precedentes. La última vez que el ‘rey de la industria manufacturera’ fue destronado fue cuando Estados Unidos superó al Reino Unido justo antes de la Primera Guerra Mundial. Estados Unidos tardó casi un siglo en llegar a la cima; el cambio entre China y Estados Unidos se ha producido en unos 15 o 20 años. En resumen, la industrialización de China desafía toda comparación. […] China comenzó la carrera un poco por delante de Canadá, Gran Bretaña, Francia e Italia. Superó a Alemania en 1998, a Japón en 2005 y a Estados Unidos en 2008. Desde entonces, China ha más que duplicado su cuota mundial, mientras que la de Estados Unidos ha caído otros tres puntos porcentuales”.
Las cifras hablan por sí solas. En el presente China ya concentra el 20% de la inversión mundial en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i). En las Universidades Chinas tenemos una cifra de graduados de 1.5 millones de científicos e ingenieros cada año. Esta cifra representa más que el conjunto de los graduados en Estados Unidos, Japón y Alemania conjuntamente. Otro dato significativo nos lo aporta la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (WIPO, siglas en inglés) en su informe mundial de 2023, el cual afirma que en el año anterior tuvieron más de 3.457.400 solicitudes de patentes en todo el mundo, de las cuales un asombroso 46,84% eran chinas, frente a unas cifras del 17,2% de EE. UU. y de un 8,4% de Japón.
En los países principales de occidente el grueso fundamental de los abultados beneficios empresariales se deriva hacia operaciones financieras especulativas, con cifras en descenso hacia la inversión productiva, en contraste vemos en China como la Formación Bruta de Capital Fijo (FBCF) ha estado aumentando continuadamente desde 1995. En el año 2023 la FBCF de China represento un 41% de su PIB. Ese mismo año en los EE. UU. suponía un 21%, al igual que en Alemania con otro 21%, en Francia un 23% y en Gran Bretaña un 18%. Dato curioso a tener en cuenta, en Rusia representó el 22%, en plena guerra en Ucrania. (Informe del Banco Mundial)
El Centro
de Investigación de Política Económica publicaba en enero de 2024 datos que son
claros:
“Estados Unidos depende mucho más de la producción manufacturera china que viceversa […] China estaba más expuesta a los insumos estadounidenses antes de 2002, pero Estados Unidos ha tenido una mayor exposición desde entonces. En 2020, Estados Unidos estuvo aproximadamente tres veces más expuesto a la producción manufacturera china que viceversa […] esto muestra una asimetría notable, histórica y mundial en la dependencia de la cadena de suministro entre China y otros grandes países manufactureros. Los políticos pueden querer desvincular sus economías de China. Sin embargo, estos datos sugieren que esa disociación sería difícil, lenta, costosa y perjudicial, especialmente para los fabricantes del G7”.
Pese a toda la propaganda norteamericana, la superioridad industrial de China es cada vez más abrumadora y cuenta, por ejemplo, con un sector automovilístico en permanente expansión, muy especialmente en el sector de los coches eléctricos. En el año 2022 China llego a instalar más robots industriales que el resto de los países mundiales en su conjunto, un total de 290.000 frente a 263.000.
Según “Joint Research Center”, de la UE, en su estudio elaborado afirma sobre “fábricas avanzadas” (fábricas que combinan robótica, IA, impresión 3D y sistemas dinámicos de datos) “se subraya la realidad de la enorme superioridad de China: 20.000 frente a 7.500 de EEUU y 4.500 de Europa. El crecimiento de estas fábricas en China desde 2009 ha sido del 571%, frente a un 130% en la UE y un 75% en EEUU”.
La Agencia EFE informa desde
Pekín, el 18 abril, que:
“En una plaza flanqueada por vallas metálicas, bajo el sol primaveral, un grupo de robots humanoides se prepara para lo impensable: correr una media maratón.
Lo harán este sábado en la capital de China, Pekín, en el distrito tecnológico de Yizhuang, compartiendo salida y recorrido con corredores humanos, en la primera carrera del mundo de este tipo, según los organizadores, que busca ensayar la convivencia entre personas y máquinas.
No se trata de una exhibición, sino
de una prueba técnica en condiciones reales, en un circuito urbano de 21
kilómetros con curvas, pendientes y superficies irregulares, aunque los dos
tipos de atletas estarán separados por carriles delimitados.
Cerca de 20 robots humanoides
participarán, acompañados por sus equipos técnicos, operadores y corredores de
referencia.
No es solo una carrera. Es una plataforma global de innovación. Queremos que la robótica conviva con nosotros”, resume Liang Liang, vicepresidente del comité organizador”.
Esto demuestra el verdadero carácter de los avances tecnológicos y económico de China. Hoy no es solo la principal potencia exportadora y acreedora del planeta, sino que se está convirtiendo en un mercado decisivo para que el resto de las potencias capitalistas que aspiran a vender sus mercancías y servicios. Esto es importantísimo en los parámetros propios de la guerra comercial.
Toda la propaganda interesada de Occidente nos insiste en convencernos de que China es solo una economía exportadora, que no posee un potente mercado interno. Ello es totalmente falso y carece en absoluto de fundamento. Con el desarrollo de las fuerzas productivas en China hemos visto, tal cual ocurrió en su día con Gran Bretaña y luego con los EE. UU., la creación de una gran clase media y del crecimiento de grandes sectores de la clase obrera que han recibido los “beneficios” de subidas salariales, por ahora desconocidas en el resto del mundo. Según datos de la Oficina Nacional de Estadística, en 2023, “los salarios reales en las empresas públicas crecieron un 5,5% y en el sector privado un 4,5%, con incrementos de más del 13% en el sector financiero o de más del 11% en el sector de la minería, aumentando la renta per cápita real una media de un 6,3%”.
Tenemos
que decir a todos aquellos que nos hablan de la “era de la desglobalización”
que los datos de avances de China no significan otra cosa que un reforzamiento aún
mayor de la globalización. De nuevo vamos a los datos y a las cifras, esta vez
de la mano del “Instituto Lowy”, que señala que:
“actualmente 128 países comercian más con China que con EE. UU. El gigante asiático ha gastado más de un billón de dólares en infraestructuras en más de 140 países. China se ha convertido desde hace una década en un exportador neto de capital a todo el mundo y sus inversiones en el extranjero alcanzaron en 2023 la cifra récord de 162.700 millones de dólares”.
En estos momentos el comercio entre China y Rusia ha pasado a realizarse en un alto porcentaje en yuanes. Otro país, como Arabia Saudí, histórico aliado de EE. UU., ha firmado un acuerdo con China, al objeto de comprar una parte importante de petróleo en yuanes, con el compromiso de que esas divisas sean utilizadas para la compra de productos chinos. Cada día la lista de países con acuerdos similares se amplía, como son los casos de Brasil, Irán, Pakistán, Nigeria, Argentina, Turquía…) que se suman a acuerdos similares crece.
La guerra en Ucrania y la política de sanciones occidentales contra Rusia, ha puesto en evidencia los avances de la globalización, pero bajo el dominio chino. EE. UU. y Europa no solo han sido incapaces de aislar a Putin, quien ha contado en todo momento con el respaldo de China, sino que este paquete de represalias se ha convertido en un boomerang contra EE. UU., potenciando y acelerando la crisis del dólar.
Estos polvos de aquellos lodos
Tenemos que decir de forma clara a todos aquellos que hablan actualmente de la desglobalización que el comercio mundial registró un récord histórico en 2024 en intercambios de 33 billones de dólares. Y que ello fue así por el impulso del crecimiento del 7% en el sector servicios y un 2% en el sector de bienes. Estos espectaculares datos teniendo en cuenta que ya se estaban generando fuertes aumentos de las medidas proteccionistas, impulsadas por los EEUU, añadido al desarrollo de las propias sanciones que se impusieron en contra de Rusia.
Según datos del Portal Statista, “en 2024 la economía de China representó más del 19% del producto interno bruto mundial ajustado por paridad de poder adquisitivo (PPA). Con esta cifra, dicho país se posicionó nuevamente como la mayor potencia económica global, superando incluso a Estados Unidos, que ocupó el segundo lugar con una cuota del 15,2%”.
Estos datos y cifras lo que revelan no es otra cosa que la fortaleza exportadora de China y la capacidad de adaptación de su economía. Ya en el año 2022 la diferencia con respecto a sus competidores volvió a aumentar: “China exportó mercancías por valor de 3,59 billones de dólares, frente a 2,06 billones de EEUU, 1,65 billones de Alemania, 746.920 millones de Japón, 656.930 millones de Italia o 617.820 millones para Francia”.
De la Gran Recesión de 2008, al igual que posteriormente de la Pandemia del Covid, China salió sin muchos quebraderos de cabeza para su economía. Es más, bajo estos acontecimientos China salió fortalecida como potencia productiva, lejos de ser una colonia más proveedora de manos de obra barata, productora de productos baratos, de pésima calidad y de nulo valor añadido.
En este periodo hemos asistido a una transferencia de tecnología a China, fundamentalmente porque interesaba a las multinacionales occidentales que edificaron gigantes plantas en el territorio chino. Además, significativamente, el régimen de capitalismo de Estado y el control de la burocracia del PCCh han actuado en todo ello de forma consciente, invirtiendo una masa gigantesca de capital en desarrollar nuevos medios de producción, en la industria tecnológica, en el transporte, en astilleros, plantas de aluminio, acero y en crear una amplia red de canalizaciones, explotando “tierras raras”, construyendo nuevas ciudades y construyendo una amplia red sanitaria, que fue todo un modelo durante la pandemia…
Por otro lado, el auténtico callejón económico en el que se encuentra EE. UU. no es producto de uno o los últimos años. Estamos ante un proceso que arrancó, como mínimo, a mediados de los años noventa del siglo pasado. Paradójicamente, paradojas que abundan en la historia, el declive USA se alimentó de los “éxitos políticos” que el imperialismo estadounidense se apuntó tras el derrumbamiento del estalinismo, la propia desaparición de la URSS y el restablecimiento del capitalismo tanto en Rusia, como en China.
Recordemos la alegría de los imperialistas norteamericanos y europeos por la “incorporación de cientos de millones de trabajadores al mercado mundial”, que facilitó una nueva división internacional del trabajo y lo que la burguesía internacional veía como “oportunidades colosales para los capitales occidentales”, que fueron invertidos en esos países y obtuvieron colosales beneficios, los cuales eran inimaginables en suelo de los EE. UU. y Europa.
Entonces vimos, paradójicamente también, una “fiebre en la deslocalización industrial, que fue acompañada de millones de despidos”, que se convirtió en el pan nuestro de cada día para el capitalismo estadounidense y europeo. Las consecuencias de todo ello son visibles ahora. Todo este proceso de “deslocalización” fue acompañado de un verdadero rio de beneficios para las grandes multinacionales”. Pero también, característica de esta época de declive general del capitalismo, vimos como esos ríos de beneficios no fueron invertidos para el desarrollo de nuevas fuerzas productivas, ni en EE. UU., ni en Gran Bretaña, ni en Francia, … cuyas economías tendieron a aumentar más aún las burbujas especulativas y a actuaciones de tipo parasitario, como la permanente inversión en deuda pública y las recompras de acciones de las propias multinacionales, en juegos macabros de pura especulación bursátil.
Si algo dejo patente la Gran Recesión de 2008 fue la etapa histórica de decadencia y parasitismo en la que vive el capitalismo mundial, que quedó patente con la crisis que vivió el sistema financiero estadounidense y el conjunto de la economía mundial. Desde aquel momento la burguesía mundial no ha logrado enderezar el barco, que continua con enormes grietas que se han visto agudizadas y profundizadas en todos estos años posteriores.
La dialéctica explica como una cosa acaba convirtiéndose en su contrario. Como decíamos, paradójicamente el callejón económico en que hoy se encuentra EEUU se alimentó de los “éxitos políticos” que se apuntó con el derrumbamiento del estalinismo, la desaparición de la URSS y el restablecimiento del capitalismo en Rusia y en China.
China destaca por su potencia exportadora, que le posibilito acumular un gran superávit comercial, con el cual ha podido inundar con inversiones todos los continentes. Aún a pesar de los desequilibrios que arrastra la economía china, que también padece de una elevada deuda pública y está expuesta a riesgos constantes de la situación de sobreproducción reinante en todo el capitalismo mundial, aspectos como su capacidad para sobreexplotar su fuerza laboral, la cual no goza en general de sindicatos y organizaciones de clase independientes, los métodos de transición al capitalismo que empleo la burocracia del PCCh le dio enormes ventajas sobre sus más directos rivales en el mercado mundial.
Es evidente, aquí si, que la burocracia estalinista del PCCh logro establecer un sistema de capitalismo de Estado, que es bien diferente a lo ocurrido en la ex URSS, en Rusia. Podemos afirmar que la burocracia china aprendió las lecciones del enorme caos destructivo que llevo a cabo Boris Yeltsin en Rusia. En China la dirección del grueso fundamental de las operaciones económicas se diseña de una forma centralizada y la burocracia estalinista china, que forma parte de la nueva clase dominante burguesa, con la cual comparten fortunas y privilegios, en post de asegurar la continuidad de su dominación han sido capaces de combatir los excesos, disciplinando a los que se sobrepasan en sus ambiciones.
Claramente hoy China es una potencia imperialista, en donde existe y acabara por expresarse una enorme desigualdad social y en donde permanentemente se producen conatos de luchas, conflictos, laborales y sociales. Si todavía no se han mostrado en la superficie es debido, fundamentalmente a que la economía China aún mantiene un ritmo alto de crecimiento. Bloomberg elabora un Índice de las 500 personas más ricas del planeta, de Multimillonarios. En esa lista aparecen a da de hoy 81 personas de China, con una fortuna de más de 1.1 billones de dólares. Digamos que esos son datos oficiales, solo superados por los multimillonarios en EE. UU. en donde 162 parásitos de estos poseen una riqueza de más de 3,4 billones de dólares. El ranking que elabora “Hurun Global Rich”, datos del año 2021, afirma que en China existen más de 1.000 multimillonarios, lo cual representa la cifra más elevada de este tipo de parásitos a nivel mundial.
Lenin
explico que se deben de producir ciertas condiciones objetivas para que se
desarrolle un proceso revolucionario, entre otras cosas una clara división en
el seno de la propia clase dominante, que siente no poder continuar dominando
la sociedad con los viejos métodos del pasado. Y es evidente si analizamos
atentamente la situación en China que en el seno de su burguesía existen
divisiones y crecientes contradicciones, las cuales aumentaran y se
desarrollaran en este próximo periodo, en la medida en que las dificultades
aumenten. Pero hasta ahora las apariencias formales son de que la burguesía
china mantiene una cierta unidad, en la medida en la que han estado y están
galopando en un claro avance de la economía.
Las contradicciones entre las clases aumentaran y se desarrollaran también en China en este próximo periodo y los marxistas no podemos, ni debemos, endulzar al régimen chino, ni mucho menos presentarlo como un “imperialismo amigo, al igual que Rusia”, ni mucho menos podemos suavizar las contradicciones y el carácter reaccionario del capitalismo en China, intentando presentándolo como progresivo, hablando de el como una “sociedad socialista de mercado libre”, como hacen esos llamados de izquierdas que tienen su origen directo en el viejo estalinismo burocrático.
En este mandato Trump no quiere que le ocurra como en su primer mandato. En el año 2016 Trump vio como el déficit comercial estadounidense ascendió a 502.300 millones de dólares, y con China se desarrolló un déficit de 347.000 millones de dólares. En 2020, aquel año en el que andaba desesperado por perder las elecciones, el déficit comercial estadounidense se elevó hasta los 678.740 millones de dólares, con China 310.800 millones de dólares. Se mire como se mire, esto es un enorme problema al cual se enfrenta la clase dominante norteamericana y en ello China también juega un papel central. Con respecto a la propia Unión Europea, el déficit de EEUU también ha ido en aumento, pasando de los 151.575 millones de dólares en 2017 a los 182.579 millones en 2020. Con Joe Biden en la presidencia este déficit aumento en 2024 a unas cifras récord, hasta los 235.571 millones de dólares.
Ahora cuando Trump está tomando medidas desesperadas, que amenazan con colapsar todo el comercio mundial, debemos tener en cuenta que el mercado interno chino ha adquirido unas enormes dimensiones, en cantidad y calidad, un mercado clave para todas las principales firmas industriales del mundo, de EE. UU. y Europa también. Las grandes empresas de la automoción, del textil, del sector agroalimentario, de la minería, del lujo…
Y ello constituye también una diferencia del periodo en cuando los EE. UU. ascendió a primera potencia imperialista mundial, quien primero construyo un gran mercado interno, antes de lanzarse a las aventuras exteriores. China muestra otro proceso histórico, centralmente gracias a su modelo de capitalismo de Estado centralizado, que le ha permitido un desarrollo a velocidad luz. Todo esto solo lo podemos explicar aplicando el método de análisis marxista y en concreto la teoría del desarrollo desigual y combinado: Cina ha podido saltar etapas y superar otras rápidamente, en donde se ha servido de las propias inversiones de capital occidental, ansioso de beneficios rápidos, para establecer su gran base productiva y colocarse además con un gran superávit, construyendo simultáneamente un mercado doméstico de estala gigantesca, que le permite colocarse en rivalizar directamente con los EE.UU. en el propio mercado norteamericano.
Sin tener en cuenta todos estos factores objetivos nos será imposible entender de verdad todo lo que subyace detrás de las medidas que ha tomado Donald Trump y que han abierto un nuevo episodio de creciente guerra comercial, la cual auspicia la entrada no en una recesión de la economía mundial, sino la perspectiva de un profundo periodo de depresión económica, la cual será la partera para todas las condiciones objetivas para acontecimientos convulsos, a todo un periodo de revolución y contrarrevolución, en países y continentes enteros. Pero como vemos, parece ser que los imperialistas norteamericanos no ven otra solución o alternativa para hacer frente al poder creciente de China.
Los EE. UU. importaron en 2024 al gigante asiático Bienes por valor de 438.947 millones de dólares, exportó mercancías por un monto de 143.546 millones y tuvieron por tanto un déficit comercial de 295.402 millones. Aunque es cierto que el déficit comercial de EE. UU. ha sido recortado desde 2016 en unos 50.000 millones, las cifras siguen siendo demasiado altas y revelan el problema orgánico de dependencia que tiene la economía norteamericana respecto a China. La experiencia de estos ocho años no deja muy buenas sensaciones. Ni las industrias han retornado a suelo estadounidense, ni se han multiplicado los puestos de trabajo bien pagados, ni el retroceso comercial se ha contenido. En 2024, la balanza comercial global de Estados Unidos registró un déficit de 918.420 millones de dólares, un 17% más que en 2023.
Y para el caso, esta situación de China con respecto al resto de países no difiere mucho en los resultados. Así, China ha duplicado su presencia económica en España en los últimos años. En 2018 las importaciones del gigante asiático fueron 25.000 millones, pero en el 2022, tras la pandemia, estas se duplicaron hasta casi 50.000 millones. En 2024 llegaron a los 45.000 millones. Estas cifras muestran una creciente implantación del capital chino en España, con inversiones empresariales en los grandes sectores y proyectos, desde los proyectos energéticos al de la automoción, pasando también por inversiones “silenciosas”, de menores valores y cuantías, pero importantes. Igualmente, el déficit comercial es alto, llegando España a exportar en 2024 bienes a China por 7.500 millones.
En resumen, tenemos objetivamente una situación en la cual toda la experiencia de los últimos 8 años muestra un ambiente desolador para las pretensiones norteamericanas. Lejos de lo que quieren los imperialistas USA, pretendidamente, las industrias no han retornado a suelo estadounidense, ni se han multiplicado los puestos de trabajo bien pagados, ni tampoco el retroceso comercial de USA se ha contenido.
En un proceso que venía de antes y vimos consolidarse tras el colapso de los regímenes en la URSS Y demás Países del Este europeo, en los inicios del siglo XXI la posición dominante en el comercio mundial de los EE. UU. no la discutía nadie. El principal socio comercial de más del 75% de los países era Washington y solo una pequeña minoría tenían a Beijing.
Pero ya en 2020 estas posiciones se invirtieron y emergió China como el principal exportador del mundo, con grandes diferencias. Y todo ello permitiendo que China acumulara enormes y gigantescas reservas en divisas, las cuales en enero de 2024 ya ascendían a más de los 3,2 billones de dólares. Y esto es lo que explica las actuales posiciones en las que se mueve la Administración Trump y la burguesía estadounidense.
Trump lanzó su plan bautizado como “Día de la Liberación”, el pasado 2 de abril, tras meses de anuncios, amenazas, rectificaciones y aplazamientos. Estos planes de la Administración Trump representan en verdad el mayor ataque en contra del Sistema Multilateral de Comercio y Regulación de Finanzas Internacionales, que entro en Vigo tras los acuerdos de Bretton Woods, en 1944. Pero con el paso de los días toda la cascara de lo anunciado por Trump a dado paso a revelar que es lo que realmente persiguen: arrodillar a China, con aranceles de incluso superiores al 145%.
Y es que como hemos comentado ya, la hegemonía global de EEUU, que ejerció durante más de ocho décadas, se ha ido agrietando y ahora presenta roturas importantes, que amenaza el presente y futuro de los imperialistas norteamericanos, tal y como an vivido las décadas previas. La clase dominante ve ante si la perspectiva de perder los beneficios exorbitantes, que fueron la base de todo lo que construyeron en su papel de primera potencia imperialista de EE.UU.
Si el Gobierno Trump continua con sus planes hacia adelante, llevándolos hasta el final, las consecuencias pueden ser dramáticas. El cierre de las fronteras de EE.UU. a los productos chinos, y viceversa, en el escenario de un bloqueo de capitales y mercancías de los EE. UU. en China, todo ello tendría el efecto de propiciar una brutal recesión mundial.
Pero aquí debemos detenernos un momento, porque el marxismo no es determinista, sino dialectico y analiza todos los procesos en su proceso de cambios. El escenario de que la Administración Trump lleve sus planes hasta el final no es el único escenario posible, ni mucho menos. Ni siquiera podemos decir que sea el más probable en estos momentos. Todas las implicaciones para que Trump continue hasta el final deben ser tenidas en cuenta, al igual que Trump no parte de posiciones de fortaleza, sino precisamente de debilidad, tal y como indican sus palabras y las acciones que dice querer llevar adelante.
Los jefes de Goldman Sachs, de J.P. Morgan y ataques claros a las medidas planteadas por Donald Trump hemos visto en los grandes grupos “think-tanks” empresariales en los EE. UU. Esto junto al hecho del hundimiento de las bolsas norteamericanas y la subida de intereses que pagan por los bonos del Tesoro, todo ello está obligando a Trump a ir reculando, anunciando aplazamientos por 90 días del paquete de aranceles, que entre a otros quería imponer a la UE, uno de los socios históricos del imperialismo USA y socios históricos del bloque Occidental. Buena parte de la burguesía norteamericana no comparte ni apoya las últimas medidas de Trump y comienza a imponer sus criterios a la Casa Blanca, que ya está reculando en sus primeros retrocesos, los cuales con toda seguridad veremos acentuarse en las próximas fechas. Tras una semana de caos en los mercados, Trump decidió que “ser valiente era retirarse en parte. Suspendió sus aranceles «recíprocos». Aunque la guerra comercial continua en apogeo y los mercados continúan mostrándose nerviosos.
Nos informa la Agencia EFE, desde Washington, este 22 de abril que "el Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó este martes que el riesgo de recesión para la economía estadounidense ha pasado del 25 % proyectado el pasado octubre al 40 % actual debido a la guerra arancelaria lanzada por el mandatario Donald Trump". Las cosas no pueden ser más claras al respecto.
A pesar de que Trump aparenta actuar como “un loco”, esto está lejos de ser verdad. Lo que realmente indica toda la actuación de Trump es objetivamente, como decimos, la verdadera gravedad de la situación y el callejón sin salida al que están llegado el capitalismo, el imperialismo y el conjunto de la clase dominante estadounidense.
Es una ley científica que “la naturaleza aborrece el vacío”. Hasta ahora lo que hemos visto es una incapacidad total de los capitalistas norteamericanos para definir un programa que represente una verdadera alternativa que frene y pueda revertir la dinámica de decadencia del imperialismo de los EE.UU. Y ese contexto, Trump está arrastrando tras de si a millones de pequeños y medianos inversores, empresarios y todo tipo de personas de clase media, rentistas y comerciantes incluidos, todos ellos acostumbrados hasta hace poco a ganar mucho dinero, sobre todo en los mercados especulativos norteamericanos. Esa masa de gente ahora ven como sus sueños de prosperidad y riqueza eterna se están frenando y amenazan con terminar por el claro ascenso del capitalismo chino, convertido en potencia imperialista mundial.
Podemos citar aquí el poeta Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 17 de enero de 1600 - 25 de mayo de 1681), cuando decía:
“¿Qué es la
vida? Un frenesí.
¿Qué es la
vida? Una ilusión,
una sombra,
una ficción,
y el mayor
bien es pequeño;
que toda la
vida es sueño,
Los sueños de la burguesía norteamericana, deseosos de volver a vivir el monopolio de poder mundial, ya no se ajustan a la realidad del mundo actual. Esa situación desapareció definitivamente para no volver más para ellos.
En 1945 justo cuando acababa la II Guerra Mundial, los EEUU eran la gran potencia industrial del mundo capitalista, con Europa Occidental y Japón destrozados y arrasados por las bombas y la guerra. Tal situación permitió a Washington convertir al dólar en la moneda mundial de intercambio y de reserva. Fruto de ello los EEUU recogió capitales y riquezas de todo el mundo capitalista, especialmente del conjunto de los antiguos países coloniales. Ello le permio a la burguesía de EE.UU. sostener sus finanzas públicas, reducir su gran déficit fiscal y comenzar toda una época de crecimiento y expansión de sus monopolios, que se instalaron por todo el planeta.
Todo lo que vimos tras el final de la II Guerra Mundial fue posible fundamentalmente porque el capitalismo mundial vivió un crecimiento sin precedentes. Esta situación fue objeto de hasta polémica y debates en las filas de la izquierda. Nos baste aquí decir que el Capital estadounidense dominaba el mundo, pero que igualmente los capitalistas de otros países, muy especialmente los de Europa occidental, al igual que también la clase obrera de los países avanzados, recibieron porciones de la riqueza global gracias a las políticas de pacto social, que igualmente sirvieron para atomizar y paralizar los proceso y crisis revolucionarias.
Pero es claro que a partir de la crisis de comienzos de los años 70 todo este periodo acabó, apareciendo de nuevo en la superficie del sistema capitalista una crisis orgánica, estructural y de sobreproducción, ante la cual la clase dominante comenzó a buscar salidas no en las política keynesianas, sino en las del neoliberalismo, por todo el planeta: comienza a desarrollarse ahí una nueva fase de acumulación capitalista, que se materializa en la destrucción sistemática del empleo de calidad, los salarios dignos y las bases mismas de lo que conocíamos como el Estado del bienestar.
Y en nuestro análisis no podemos olvidar que toda esta dinámica se acelero y profundizo coincidiendo con el colapso y caída de los regímenes estalinistas en la URSS y todo el Este europeo. La burguesía da riendas sueltas a su enriquecimiento sin límites, basándose en las compras masivas de bonos de la deuda pública de los diferentes países, en un proceso de pura y simple especulación brutal.
La Gran Recesión de 2008 puso sobre la mesa varios elementos importantes. Por un lado, demostró los límites y las consecuencias de la economía de Casino, que solo persigue la obtención de enormes beneficios rápidos en torno a las inversiones especulativas en las bolsas. También puso de manifiesto la gran crisis de sobreproducción por la que atraviesa el capitalismo mundial. Desde aquel momento solo y tan solo hemos visto como la burguesía de EE. UU. obtiene el grueso de sus beneficios gracias a la pura especulación financiera, junto al empobrecimiento generalizado de la clase obrera, en los propios EE. UU. y el resto del mundo.
Las bases productivas de la economía norteamericana están socavadas por la avaricia de los especuladores financieros, que están permanentemente desbocados, como muestran los casos, entre otros de Intel, Nvidia, Tesla,… Y para completar el cuadro, los índices de productividad del trabajo en los EEUU crecen cada vez a unos ritmos más lentos, lo cual no hace más que reflejar la débil inversión en las fuerzas productivas, en inversiones que añadan valor real a la producción.
Precisamente estos sectores de la burguesía norteamericana, entre los que destacan los jefes de las empresas tecnológicas y también de las financieras de EEUU, creen junto a Donald Trump, haber descubierto la fórmula mágica para revertir el claro y actual declive del imperialismo norteamericano. Son de la opinión de que el Sistema global de comercio y finanzas que los propios EEUU impusieron al mundo tras el final de la II Guerra Mundial ha permitido y creado las condiciones objetivas para la expansión y el desarrollo del capitalismo de Estado chino, convirtiéndolo en una potencia imperialista central, pues entonces la Administración Trump y los oligarcas parásitos creen tener todo el derecho para derribar ese Sistema mundial de Comercio, aun sea a costa de hundir en el fango al conjunto de la humanidad.
La siempre miope y estúpida clase dominante norteamericana no siente rubor alguno a la hora de falsificar la propia historia, y concretamente la historia de la supremacía mundial del imperialismo USA en los últimos 80 años. Así, el presidente del Consejo de Asesores Económicos de Trump, Stephen Miran, sostiene que han sido los EEUU los que han estado cargando y pagando por medio de su política de un dólar fuerte el desarrollo de la industria en el conjunto del mundo. Para este tipo de “personajillos”, cuando los EEUU imprimía dólares sin respaldo real en la economía, causando la espiral de inflación que exportaba al resto del mundo, los imperialistas norteamericanos les hacia un gran favor a todos los demás países, que según ellos estaban dedicados a parasitar las riquezas de las grandes empresas norteamericanas.
Según la estrecha mente de Trump y sus secuaces, “el mundo estuvo robando durante décadas a las empresas de EEUU y llegó el momento de que devuelvan lo robado”. Con esta premisa totalmente falsa, Trump tiene ya la experiencia de los aranceles fuertes impuestos a la UE, en el que fue su primer mandato. Entonces el que fuera Presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, logro cancelar aquellos aranceles, a cambio de que la UE comprara más cantidades a EEUU de Soja, Gas y Armamento, al igual que el aplazamiento de entrada en vigor por años de las normativas referentes a emisiones de vehículos, contaminación, en especial a los coches de fabricación USA.
Ahora los aranceles de Trump se han aplazado por un periodo de 3 meses, con la excepción de China. Pero parece que el objetivo de entrada de Trump se ha cumplido, poniendo en tensión extrema a las empresas y países más débiles y que necesitan exportar si o si sus productos a los EEUU, como por ejemplo son los casos de Vietnam, Indonesia, Kenia, Madagascar, Costa de Marfil o Camboya. Estos países no tienen alternativas, si es que alguien las tiene, y en el caso de no aceptar claudicar ante Trump sus empresas podrían verse abocadas al cierre, al igual que sus explotaciones agrarias. Empresas y Gobiernos afectados deberán de ofrecer en las pretendidas “negociaciones” compensaciones importantes a los EEUU, al objeto de ver sus aranceles atenuados.
Pero las respuestas que estamos
viendo a lo planteado por Trump también nos indica que las cosas han cambiado y
mucho en el último periodo. Una gran parte de los países del mundo ya no se
arrodillan sin más ante las imposiciones de EEUU. Y aún menos teniendo ahí a
China que está ofreciendo acuerdos a estos países con premisas y condiciones
mucho más favorables. Con motivo de los paquetes de sanciones a Rusia, pudimos
ver como muchos países no estuvieron dispuestos a obedecer esas sanciones impuestas
por EEUU. Otro efecto que previsiblemente podremos ver en los próximos meses
será el reforzamiento de los lazos económicos, comerciales, de todos estos
países, que se sienten maltratados por Trump, con China.
Pero todos estos datos tienen también otra cara, que necesitamos contemplar y tener en cuenta. EEUU es el mayor importador del mundo, con importaciones anuales de 3 billones de dólares. La hipótesis de que el comercio mundial pueda prescindir de estos gigantescos niveles de compras norteamericanos es del todo imposible, al menos en un periodo de tiempo cercano. Para los países exportadores es imposible que puedan encontrar, a corto y medio plazo, un mercado alternativo al norteamericano. Y también es cierto que la propia industria de los EEUU es incapaz de sustituir esas importaciones con producción propia.
Detrás de estos hechos objetivos esta la decisión de Trump, que hizo publica el pasado 11 de abril de eliminar al completo los aranceles, por ejemplo a los teléfonos móviles, ordenadores, chips, discos duros y otros componentes electrónicos, al igual que a las maquinas que son necesarias para fabricar semiconductores, con independencia de que todo ello pueda llegar desde China. Es claro que Trump ha obedecido los planteamientos e intereses de las grandes empresas tecnológicas norteamericanas, como son Apple, Dell, Intel, y otras. Que duda cabe que Trump ha dado un paso atrás en sus planteamientos, tirado de las orejas por las empresas USA más destacadas.
En este sentido, es bastante probable que en estas próximas semanas veamos llegar esas exenciones a otros sectores y productos, que será además una confirmación de las crecientes dificultades de la propia industria norteamericana. Existen muchas mercancías totalmente necesarias para las cadenas de producción de las empresas norteamericanas, que no se producen en EEUU y que cambiar eso no es una cuestión puedan hacer, si lo pudieran hacer realmente, en un corto periodo de tiempo.
Es claro que la burguesía norteamericana es consciente, al menos sus estrategas más serios e inteligentes, que volver hacer grande a América conlleva remover casi por completo todo el Sistema Industrial, al igual que llevar adelante enormes masas de inversiones de Capital, todo lo cual implicaría que la burguesía aceptaría tener menores tasas de beneficios y de ganancias rápidas, que es como alternativa lo que les ofrece a cada minuto el gran “Casino de Wall Street”.
Las pretensiones de querer convertir de nuevo a EEUU en la gran potencia industrial que fue es entendible, sobre el papel y en las mentes de personas como Donald Trump. Pero, ojo al dato, el poder convertir esos deseos en realidad es algo muy diferente y bastante más complicado. Como decíamos, la burguesía no sacrificara la obtención de enormes y rápidos beneficios que logran en la pura especulación, para realizar inversiones productivas, a medio y largo plazo. Por tanto, siguiendo la estela del modelo chino, deberíamos preguntarnos si Trump sería capaz de hacer una política de keynesianismo de Estado, única forma que podría permitir esas gigantescas inversiones en la industria norteamericana. Todo indica que no es la perspectiva más probable.
PERSPECTIVAS
Afirma un viejo refrán que “una cosa es predicar y otra dar trigo”. Las pretensiones son de compensar las dificultades con la ayuda de una devaluación en la práctica del dólar, dicen que ello ayudara a que las mercancías norteamericanas se vendan más fácilmente en el mercado mundial. Pero esto, como tantas otras cosas que dicen, es pura teoría, que además no corresponde con la experiencia práctica. Todo esto chocara, de entrada, con represalias/ respuesta a lo acordado por la Casa Blanca. El Gobierno de Xi Jinping caminara más en la toma de respuestas a los acuerdos norteamericanos, Gobierno que ya ha anunciado aranceles de más del 120%. Los cobardes dirigentes de la UE están temblando ante las perspectivas, pero de continuar el asunto así no tendrán más remedio que tomar medidas para proteger la producción europea y el propio mercado interno de Europa.
Por lo pronto, como recogen los medios, “Sigue el tira y afloja entre potencias y China ha lanzado este lunes una respuesta contundente ante el plan de Trump de acotar a Pekín a través de acuerdos arancelarios con sus socios El Gobierno del gigante asiático ha sido claro: "China se opone firmemente a que cualquier parte llegue a un acuerdo a expensas de los intereses de China". (elEconomista.es – 21 abril 2025).
Pero
diariamente salen noticias y datos, que alimentan la espiral de la guerra
comercial y que no permiten definir con claridad como acabará todo esto. Así,
en las paginas de "Gamereactor" nos informan que:
"Estados Unidos ha trazado una línea dura en su actual
guerra comercial solar, anunciando aranceles exorbitantes sobre los paneles
solares importados de Camboya, Tailandia, Malasia y Vietnam.
Estos gravámenes, que alcanzan un asombroso 3.521% en algunos casos, son el resultado de una investigación de un año de duración sobre empresas chinas que supuestamente eludían los aranceles existentes trasladando la producción".
En principio Aranceles de esta envergadura a los productos chinos otorgan, en teoría, una ventaja cuantitativa a la industria estadounidense. Pero eso es simplemente pura teoría barata. Y como siempre, “la teoría es gris y el árbol de la vida es verde”. Para poder materializar ese teórico potencial es necesario, ante todo, una clara voluntad política y empresarial, acompañada de fuertes inversiones masivas para la actualización y mejoras de todas las plantas productivas norteamericanas, con el objetivo de hacerlas más competitivas y que no sean dependientes de los suministros chinos.
Sin ello, y hacer lo anterior no es algo además mecánico, sino que requiere de tiempo también, los aranceles aprobados por la Administración Trump van ha provocar directamente aumentos brutales en los costes de producción y van ha generar una escalada inflacionista, que todo junto provocara una depresión de los mercados, comenzando por el norteamericano. Estamos hablando de un desarrollo de algo a lo que la burguesía siente verdadero terror, el fenómeno de la estanflación, que puede provocar un auténtico terremoto y erupciones volcánicas en forma de potentes movilizaciones sociales, laborales y políticas, en contra del trumpismo. Sobre todos estos aspectos existen grandes signos de interrogación.
Trump apoya un movimiento mundial de extrema derecha que se haga con el control de Gobiernos en países claves, a los que pretende manejar y condicionar a su libre antojo. Y esto tiene también una visión de como pretende manejar y enfrentar los procesos de la creciente radicalización de la lucha de clases a la que asistimos: enfrentar a la clase obrera, a la juventud y a los oprimidos con duras medidas de totalitarismo y con las porras policiales. ¿Cómo saldrán de todo este atolladero Trump y la burguesía USA? Ellos confían en lograrlo haciendo que las empresas extranjeras rebajen sus costes, al tiempo que intenta lograr romper la unidad de los bloques configurados, como el de la Unión Europea.
La clase dominante es consciente de que el poder de la clase obrera esta intacto, que no hemos sufrido derrotas importantes. Como muestra, y ello les provoca pánico a estos reaccionarios, las masivas manifestaciones que se celebraron el pasado día 5 de abril contra Trump, que revelan en potencia que la clase trabajadora norteamericana no está dispuesta a soportar el coste de unas políticas de guerra comercial, que tienen como único objetivo proteger los beneficios de los milmillonarios de los EE. UU.
La jugada lanzada por Trump ha sido de un enorme calibre y hasta la propia Reserva Federal de EEUU alerta que EEUU, acompañados del resto del mundo, pueden sumergirse en una nueva y profunda recesión. Hasta en las propias filas del trumpismo se escuchan voces, algunas encabezadas por el propio Elon Musk, al igual que destacados senadores republicanos, que imploran el fin de la guerra comercial, dicen que al menos con la Unión Europea. Esto es el principio de una profunda división del trumpismo y de la clase dominante estadounidense, una de las premisas claras de que la situación puede tornarse revolucionaria.
Es fundamental para los marxistas prestar mucha atención al desarrollo de los cambios en la psicología de las masas, comenzando por los propios EEUU, La conciencia no avanza casi nunca en línea recta, sino que lo hace dialécticamente y en forma de saltos bruscos y repentinos.
Existen sectores de la clase dominante norteamericana que entienden perfectamente que es aún, para sus intereses, provocar un estallido social, cuyas consecuencias pueden ser incalculables, comenzando para el propio equilibrio interno del capitalismo norteamericano, que es bastante precario. Trump está haciendo esfuerzos constantes por agitar las semillas del racismo, del odio a los inmigrantes. Pero todo ello se le puede volver en su contra rápidamente.
En este último periodo se ha producido, particularmente desde las luchas de 2006, un proceso hacia la unidad de la clase trabajadora, que ha estado atravesada y unida a la lucha junto a los inmigrantes. De ello da fe las luchas del Occupy Wall Street y del Black Lives Matter, por las maravillosas luchas masivas de las mujeres, al igual que de las luchas de los trabajadores precarios en lucha por un salario de 15 dólares hora, al igual que las luchas por el reconocimiento de los sindicatos en grandes empresas. Es claro y evidente que en todo este periodo de luchas no hemos visto derrotas importantes y decisivas de la clase trabajadora, que ahora los intentos de división del trumpismo no lograra hacer mella definitiva.
La agenda de este plutócrata, de Trump, no tiene por supuesto nada de antiestablishment. Es pura y barata demagogia populista, que esconde una política para saquear las finanzas públicas, aplicando profundos recortes en las ya escasas prestaciones sociales, las que son recibidas por el sector más empobrecido de la clase obrera norteamericana.
El Tamaño si importa: La Deuda norteamericana
Trump ha puesto en el centro de los asuntos el gran problema para la economía de EEUU el tema del déficit comercial. Sin embargo, misteriosamente evita siempre que puede hablar del principal y más grave problema que tiene hoy la economía, no solo de EE. UU., sino global: el tamaño brutal y creciente de la deuda, tanto pública como privada.
Este bufón se lamenta a cada paso del enorme déficit fiscal, que representa un 6% del PIB norteamericano. Sin embargo, la DEUDA representa una escalofriante cifra de 35 billones de dólares, lo que equivale al 121% del PIB. Ocultan conscientemente que el pago de los intereses de la deuda será a finales de 2025 la partida del presupuesto público más elevada, incluyendo el presupuesto en ascenso del gasto militar.
Y las previsiones de futuro son bastante pesimistas. La deuda publica de EEUU se duplicará en los próximos 30 años, según un Informe reciente del “Council of Foreign Relations”, fechado en 2023, en donde destacaban la “dificultad enormemente para el pago solamente de los intereses, sin contar que ello será un lastre para la inversión productiva”.
Sin embargo, Trump y sus estrategas parecen “ciegos, sordos y mudos” ante este colosal problema. Parece que esos amigos estrategas de Trump ya tienen la solución al problema, según el documento de Stephen Miran: “la deuda se ha generado por las generosas aportaciones de EEUU al resto del mundo, ahora le toca al resto del mundo el hacerse cargo de los costes de la deuda. Convertiremos la deuda en manos de tenedores extranjeros en deuda perpetua a bajo coste o transformándola en deuda a muy largo plazo (100 años) con un tipo de interés irrisorio”.
En otras palabras, más entendibles para todos, el equipo de Trump plantea “una quita de la deuda que los inversores extranjeros tendrían que asumir de buen grado o por las bravas”. Todos estos planes no han pasado hasta ahora de estar escritos en papel. Pero no son descartables ninguna salida y es que como hemos afirmado en otras ocasiones, “un hombre al borde del precipicio deja de pensar”. Pero si sabemos perfectamente que estos planes tendrán unas implicaciones aún más graves incluso que una guerra comercial.
Y hablando de la deuda, nos podemos preguntar algo muy básico: ¿si la guerra comercial empuja a toda la economía mundial, comenzando por la norteamericana, a una profunda recesión, ¿cuáles serán sus efectos? Parece lo más probable que veamos en un escenario así subir los intereses de los bonos de deuda a 10 años y que podamos ver como los tenedores mundiales de esa deuda comiencen a vender esos bonos. En todo caso parece que las arcas públicas de EEUU tendrán que pagar aún mucho más para financiarse y nada es descartable, incluida la posibilidad de un impago de esa misma deuda.
Todo indica que los asesores y estrategas de Trump apuestan todo por una devaluación del dólar casi constante. Con ello piensan les será más fácil reindustrializar a la economía norteamericana. En teoría, siempre la teoría, un dólar más barato hará más fácil poder exportar y al mismo tiempo lograr una “vuelta a casa” de las inversiones que fueron al exterior. Como ciegos que no comprenden nada, olvidan rápidamente que la devaluación de la moneda es algo que también pueden hacer sus competidores, especialmente China, que tiene una larga experiencia en ello.
A propósito, todos estos que decían habían aprendido las lecciones del crack del 29, tenemos que decirle que las “recetas fueron bastante idénticas a las medidas que ahora plantea Trump y por cierto, las consecuencias que lograron fueron bastante lastimosas y dolorosas.
Los estrategas de Trump, con el al frente, pueden elucubrar todo lo que deseen. Pero si debemos tener claro que por muchas maniobras monetarias que pretendan hacer, ninguna lograra dar solución a los problemas de fondo del capitalismo norteamericano, problemas que se elevan en el tiempo, porque la distancia que separa la productividad media de los trabajadores chinos de la de los trabajadores norteamericanos se reduce a velocidad creciente.
Todo el paquete de medidas que Trump quiere implantar podrá tener el efecto de acelerar el caos y junto a el, en el “rio revuelto de pescadores”, la oligarquía financiera de EEUU podrá ganar a corto plazo montañas de beneficios. Pero nada evitara lo que decimos; el declive del capitalismo USA se profundizará y estas medidas del trumpismo podrían acelerar brutalmente ese mismo proceso.
Lenin, explicando porque se había desarrollado la revolución rusa en 1917, dijo que “la cadena capitalista se había roto por su eslabón más débil”. Hoy los EEUU han pasado a formar parte de los eslabones débiles del capitalismo mundial y los intentos reaccionarios de buscar salidas pueden tener el efecto de abrir más rápidamente el soplo de la revolución proletaria. La lucha por unos Estados Unidos Socialistas esta en este periodo en el que entramos al orden del día.
Salvador Pérez - Málaga, 21 de abril de 2025
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