LA RICA TEORIA DEL BOLCHEVISMO
Nota del Editor .-
En vísperas de la
Toma del Poder Lenin escribió un texto dirigido a los camaradas del Partido, de
enorme riqueza política y teórica. Vamos a reproducir este texto como contribución
en el centenario de su muerte a su enorme papel y capacidad, como máximo
dirigente de la revolución de Octubre del año 1917.
En estos momentos,
en muchos aspectos con características de verdadero drama histórico internacionalmente,
textos como el que aquí presentamos adquieren
una enorme importancia, en el objetivo de poder armar en ideas, métodos, tácticas
y una estrategia correcta a los marxistas de nuestra época, al igual que al
conjunto de los activistas más conscientes de nuestra clase, ante la gigantesca
tarea que tenemos por delante de dotar a nuestra clase de una clara dirección
para en los procesos de revoluciones y contrarrevoluciones en los que entramos
la clase obrera pueda encontrar el camino hacia la toma del poder en sus manos,
cambiando radicalmente la sociedad.
Es evidente que para
aquellos que permanentemente se dejan influenciar por las ideas y la propaganda
de la llamada “opinión publica burguesa” textos como este de V.I. Lenin, como de cualquier
otro que ponga el acento en la necesidad histórica de que la clase obrera tome
el poder en sus manos, carecerán de valor alguno.
Entre ellos incluimos a aquellos que están situados bajo el
paraguas de las políticas socialdemócratas, al igual que aquellos que llamándose
de “izquierdas” jamás verán el momento propicio para romper radicalmente “sus
lazos realistas” con las políticas capitalistas, aquellos que se contentan con pensar
que son “grandes hombres y mujeres de Estado”, que a lo máximo que aspiran es a
ser meros gestores del Sistema de la burguesía, ministros, secretarios de Estado o plumiferos dispuestos a ser gestores de la economía capitalista, incluyendo claro esta la de aplicar las políticas de permanentes recortes, de ataques a las
condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera, de los sectores más
desfavorecidos de la sociedad.
Precisamente en
este textos como este que ahora presentamos de Lenin, es donde mejor se demuestra la genuina política de
los marxistas, la de ver los acontecimientos desde una óptica de plena
confianza en la capacidad revolucionaria de las masas trabajadoras, en su
capacidad de realizar los mayores sacrificios con el objetivo de superar todo
tipo de obstáculos. En este texto Lenin denuncia políticamente a los
filibusteros y cobardes, a los que se llenan la boca constantemente de ser los
dirigentes de los trabajadores, pero que permanentemente renuncian hasta en los
niveles más elementales a llevar adelante las tareas más básicas de la
revolución socialista.
En Octubre, como vemos en el texto de Lenin, dos
dirigentes del Comité Central Bolchevique, en concreto Kamanev y Zinoviev,
abogaron, defendieron y lucharon dentro y fuera del Partido, por sus posiciones en contra de los Planes de la Insurrección
proletaria, denunciando dichos planes ante los propios enemigos de la revolución, por que estaban en contra de la Toma del Poder.
La dirección del Partido Bolchevique tenia un carácter de dirección colegiada, en la que Lenin era visto su maximo dirigente por su superioridad teórica y política, que le hacían tener una enorme autoridad sobre el resto. Pero no fueron pocas las veces en las que Lenin tuvo que emplear su enorme autoridad política en la propia dirección del Partido, en la que quedo en minoría en ocasiones.
Una de estas ocasiones tuvo lugar en el epicentro de la revolución rusa de 1917, cuando Lenin llego del exilio y planteo sus famosas "Tesis de Abril", que inicialmente fueron rechazadas por los sectores mas confusos, oportunistas y hasta conservadores de los dirigentes del Partido, como fue el caso con los citados Kamanev y Zinoviev, y también en esa misma ocasión con el propio Stalin. Todos ellos eran partidarios de acuerdos y políticas de conciliación con el Gobierno Provisional, por tanto con la burguesía "progresista rusa". En esos momentos de vida o muerte para la revolución Lenin llego incluso a plantearse la posibilidad de romper con todos esos dirigentes del Partido, aun a riesgo de quedarse solo, pero defendiendo las ideas que el consideraba correctas en esos momentos.
Lenin giro sus energías y su propia actividad hacia las bases del Partido, para defender sus puntos de vistas. Algunos de estos dirigentes en esos momentos lo acusaron de haberse pasado al lado de las ideas de Trotsky, defendiendo las ideas de la "Revolución Permanente" con sus "Tesis de Abril". Por fortuna para la revolución la enorme autoridad política que Lenin tenia en el Partido aún estaba intacta, sobre todo y ante todo ante las bases del Partido. Con sus ideas y con métodos tácticos flexibles Lenin pudo convencer al conjunto del Partido de la corrección de sus ideas, ganando para ellas a la aplastante mayoría del Bolchevismo. Esto fue lo que le permitió ganar los debates políticos en la "Conferencia de Abril" del Partido Bolchevique, sin lo cual la Revolución Rusa de Octubre hubiera estado condenada de antemano a la derrota.
Para entender el verdadero papel de Lenin como dirigente del Partido Bolchevique es necesario entender su visión constante de que las controversias y las diferencias políticas había que abordarlas desde un punto de vista político, no organizativo. Ello quedo patente, como refleja el texto que publicamos a continuación del propio Lenin, en que pese a que la actitud de dirigentes como Kamanev o Zinoviev habían constituido un atentado a los planes aprobados por el Partido mayoritariamente, Lenin no permitió se tomaran medidas organizativas en contra de ellos.
Para Lenin "la única autoridad que podían tener los dirigentes del Partido era una autoridad basada en convencer a los oponentes, a las bases, con ideas, datos, cifras y argumentos teóricos". Cuando algunos comenzaron a proliferar sus primeras voces, de forma totalmente interesada, para presentar a Lenin como a un dictador, como en lo que se había convertido Stalin, fue su camarada León Trotsky el primero que salió en su defensa afirmando que: “Lenin estaba lejos de ser un dictador en su Partido. Además, un Partido revolucionario no hubiera tolerado dictaduras”.
Para comprender mejor la naturaleza de como era la dirección del Partido Bolchevique en los tiempos de Lenin, todo lo contrario de lo que luego fue bajo Stalin y la casta burocrática estalinista, un simple "botón de muestra bastara": Lenin jamás ocupo o hizo gala de un cargo, usándolo para que los demás callaran, dándose aires pomposos, como el de "Secretario General” del partido. Este cargo en concreto fue creado durante los primeros años 20 y le fue asignado a Stalin como encargado de funciones simplemente Administrativas y de Organización. Solo y tan solo después del ascenso de la casta burocrática al, poder efectivo del poder en el Partido es cuando "el Secretario General" ascendió a cuotas "cercanas a semidioses", con un carácter tan monstruoso como hoy en día conocemos.
CARTA A LOS CAMARADAS
Por: V.I. LENIN
Camaradas:
El momento que vivimos
es tan crítico y los acontecimientos vuelan con tan increíble rapidez que el
publicista, situado por voluntad del destino un tanto al margen del cauce
principal de la historia, corre el riesgo de llegar siempre tarde o de estar
poco informado, sobre todo si sus escritos ven la luz con retraso. Con plena
conciencia de ello, me veo obligado, no obstante, a dirigir esta carta a los
bolcheviques, aun a riesgo de que no aparezca en absoluto en la prensa, pues
las vacilaciones contra las que considero un deber rebelarme con toda energía
son inauditas y pueden influir funestamente en el partido, en el movimiento del
proletariado internacional y en la revolución. En lo que atañe al peligro de
llegar tarde, para conjurarlo indicaré las informaciones que poseo y de qué
fecha son.
Solo en la mañana
del lunes, 16 de octubre, he conseguido ver a un camarada que había participado
la víspera en una reunión bolchevique muy importante en Petrogrado y que me ha
informado detalladamente de los debates. Se discutió el mismo problema de la insurrección
que tratan también los periódicos dominicales de todas las tendencias. En la
reunión estuvo representado lo más influyente de todas las ramas de actividad
bolchevique en la capital. Y solo una minoría insignificantisima de la reunión
—exactamente: solo dos camaradas— adoptó una posición negativa. Los argumentos
que esgrimieron estos camaradas son hasta tal punto endebles, son una
manifestación tan asombrosa de desconcierto, de acoquinamiento y de quiebra de
todas las ideas fundamentales del bolchevismo y del internacionalismo
proletario, revolucionario, que no es fácil encontrar una explicación a
vacilaciones tan vergonzosas. Pero el hecho es patente, y como el partido
revolucionario no tiene derecho a consentir vacilaciones en un problema tan serio,
y como esta pareja de camaradas, que han renunciado a sus principios, puede
introducir cierta cizaña, es preciso analizar sus argumentos, poner al desnudo
sus vacilaciones y mostrar hasta qué punto son vergonzosas. Que las líneas
siguientes sean un intento de cumplir esta tarea.
******
“...No tenemos la mayoría en el
pueblo; sin esta condición, la insurrección está condenada...”
Hombres capaces de
decir eso son unos falseadores de la verdad o unos pedantes, que desean a toda
costa, sin tomar en consideración lo mas mínimo la situación real de la
revolución, recibir por anticipado garantías de que el Partido Bolchevique
obtendrá en todo el país exactamente la mitad de los votos más uno. La historia
jamás ha dado en ninguna revolución, ni puede dar en absoluto, tales garantías.
Presentar esa demanda significa mofarse de los oyentes y no es otra cosa que
encubrir la propia huida de la realidad.
Porque la realidad
nos muestra a ojos vistas que, precisamente después de las jornadas de julio,
la mayoría del pueblo empezó con rapidez a tomar posición al lado de los
bolcheviques. Así lo demostraron las elecciones del 20 de agosto en Petrogrado,
antes aún de la korniloviada, cuando el porcentaje de votos obtenidos por los
bolcheviques se elevó del 20% al 33% en la ciudad (sin los suburbios) y,
después, las elecciones de septiembre a las dumas distritales de Moscú, cuando
el porcentaje de sufragios emitidos a favor de los bolcheviques se elevó del
11% al 49% (un camarada moscovita con el que me he entrevistado hace unos días
me ha comunicado la cifra exacta: 51%). Así lo han demostrado las nuevas
elecciones a los Soviets. Así lo ha demostrado el hecho de que la mayoría de
los Soviets campesinos, a despecho de su Soviet central “avxentievista”, se
haya pronunciado en contra de la coalición. Estar en contra de la coalición
significa de hecho, marchar con los bolcheviques. Además, las informaciones que
llegan del frente muestran con mayor claridad cada día que la masa de soldados,
a pesar de los aviesos ataques y calumnias de los lideres eseristas y
mencheviques, de los oficiales, diputados, etc., etc., se suma con creciente
decisión a los bolcheviques.
Por último, el
hecho más importante de la vida actual en Rusia es la insurrección campesina.
He ahí el paso objetivo del pueblo al lado de los bolcheviques, demostrado no
con palabras, sino con hechos. Porque por mucho que mientan la prensa burguesa
y los miserables portavoces con que cuenta entre los “vacilantes” de Nóvaya
Zhizn y Cía., gritando acerca de los pogromos y la anarquía, el hecho es
patente. El movimiento de los campesinos de la provincia de Tambov ha sido una
insurrección en el sentido físico y político, una insurrección que ha dado
resultados políticos tan excelentes como, primero, la conformidad a entregar la
tierra a los campesinos. ¡No en vano toda la canalla eserista, incluido Dielo
Naroda, vocifera hoy, asustada por la insurrección, que es necesario entregar
la tierra a los campesinos! Ahí están, demostrados en la práctica, la razón del
bolchevismo y su éxito. La insurrección ha resultado ser el único modo posible
de “enseñar” a los bonapartistas y a sus lacayos del Anteparlamento.
Esto es un hecho.
Los hechos son tozudos. Y este “argumento” con hechos en pro de la insurrección
es mil veces más fuerte que los subterfugios “pesimistas” de un político
desconcertado y atemorizado.
Si la insurrección
campesina no hubiese sido un acontecimiento político de importancia nacional,
los lacayos eseristas del Anteparlamento no hablarían a gritos de la necesidad
de entregar la tierra a los campesinos.
Otra excelente
consecuencia política y revolucionaria de la insurrección campesina, destacada
ya en Rabochi Put, es el transporte de cereales a las estaciones ferroviarias
de la provincia de Tambov. Ahí tienen ustedes, señores desconcertados, un
“argumento” más, un argumento a favor de la insurrección como único medio de
salvar al país del hambre y la crisis, de proporciones inauditas, que están
llamando ya a la puerta. Mientras los eseristas y mencheviques, traidores al
pueblo, refunfuñan, amenazan, escriben resoluciones y prometen dar de comer a
los hambrientos con la convocación de la Asamblea Constituyente, el pueblo
emprenderá al estilo bolchevique la solución del problema del pan mediante la
insurrección contra los terratenientes, los capitalistas y los acaparadores.
Y los magníficos
frutos de esta solución (única real) del problema del pan han tenido que ser
reconocidos por la prensa burguesa, hasta por Russkaya Volia, que ha publicado
la noticia de que las estaciones ferroviarias de la provincia de Tambov están
llenas de cereales... ¡¡Después de haberse insurreccionado los campesinos!!
No, dudar ahora de
que la mayoría del pueblo sigue y seguirá a los bolcheviques significa vacilar
vergonzosamente y, de hecho, arrojar por la borda todos los principios
revolucionarios proletarios, abjurar por completo del bolchevismo.
******
“No somos lo
suficientemente fuertes para tomar el poder, y la burguesía no es lo
suficientemente fuerte para frustrar la Asamblea Constituyente...”
La primera parte de
este argumento es una simple repetición del precedente. No gana ni en fuerza ni
en capacidad de persuasión por el hecho de que los autores expresen su
desconcierto y su temor a la burguesía mediante el pesimismo respecto a los
obreros y el optimismo acerca de la burguesía. Si los cadetes y los cosacos
dicen que pelearán contra los bolcheviques hasta la última gota de sangre, eso
es digno del mayor crédito; pero si los obreros y los soldados manifiestan en
centenares de reuniones su plena confianza a los bolcheviques y reiteran su
disposición a echar el pecho al agua para que el poder pase a los Soviets, es
“oportuno” recordar que ¡una cosa es votar, y otra, pelear!
Está claro que, de
razonar así, la insurrección queda “refutada”. Pero, se pregunta, ¿qué
diferencia hay entre este pesimismo, originalmente orientado, originalmente
dirigido, y la deserción política al campo de la burguesía?
Echad una mirada a
los hechos, recordad los miles de declaraciones de los bolcheviques,
“olvidadas” por nuestros pesimistas. Hemos dicho miles de veces que los Soviets
de diputados obreros y soldados son una fuerza, que son la vanguardia de la
revolución, que pueden tomar el poder. Hemos reprochado miles de veces a los
mencheviques y a los eseristas que pronuncian frases huecas acerca de “los
órganos autorizados de la democracia” y, al mismo tiempo, temen que los Soviets
se hagan dueños del poder.
¿Y qué ha
demostrado la korniloviada? Ha demostrado que los Soviets son efectivamente una
fuerza.
Y después de haber
demostrado eso la experiencia, los hechos, arrojemos por la borda el
bolchevismo, abjuremos de nosotros mismos y digamos: ¡¡¡no somos lo
suficientemente fuertes (aunque los bolcheviques tienen a su lado los Soviets
de ambas capitales y la mayoría de los Soviets provinciales)!!! ¿No se trata,
pues, de vacilaciones vergonzosas? Porque, en el fondo, nuestros “pesimistas”
arrojan por la borda la consigna de “Todo el poder a los Soviets”, temiendo
confesarlo.
¿Cómo se puede demostrar que la
burguesía no es lo suficientemente fuerte para frustrar la Asamblea
Constituyente?
Si los Soviets
carecen de fuerza para derribar a la burguesía, eso significa que ésta es lo
suficientemente fuerte para frustrar la Asamblea Constituyente, pues nadie más
puede impedirlo. ¿Es digno de un miembro del partido proletario y de un
revolucionario confiar en las promesas de Kerensky y Cía., confiar en las
resoluciones del Anteparlamento lacayuno?
La burguesía no
solo tiene fuerza para frustrar la Asamblea Constituyente si el gobierno actual
no es derribado, sino que puede lograrlo también indirectamente, entregando
Petrogrado a los alemanes, abriendo el frente, intensificando el lockout y
saboteando el transporte de cereales. Está demostrado con hechos que la
burguesía ha hecho ya todo eso por partes. Por consiguiente, puede hacerlo
también en conjunto si los obreros y los soldados no la derrocan.
******
“...Los Soviets
deben ser un revólver puesto en la sien del gobierno con la exigencia de
convocar la Asamblea Constituyente y de renunciar a las intentonas
kornilovistas...”
¡Eso ha llegado a
decir uno de los dos tristes pesimistas!
Ha tenido que
llegar a decir eso, pues renunciar a la insurrección es renunciar a la consigna
de “Todo el poder a los Soviets”.
Naturalmente, las
consignas “no son una cosa sagrada”, qué duda cabe. Pero ¿por qué no plantea
nadie el problema de cambiar esta consigna (como lo planteé yo después de las
jornadas de julio)? ¿Por qué se teme decir eso abiertamente, a pesar de que
desde septiembre se viene discutiendo en el partido el problema de la
insurrección, inevitable de aquí en adelante para convertir en realidad la
consigna de “Todo el poder a los Soviets”?
Nuestros tristes
pesimistas jamás podrán salir del apuro en esta cuestión. Renunciar a la
insurrección es renunciar al paso del poder a los Soviets y transferir todas
las esperanzas e ilusiones a la bondadosa burguesía, que “ha prometido”
convocar la Asamblea Constituyente.
¿Es tan difícil
comprender que con el poder en manos de los Soviets estará asegurada la
Asamblea Constituyente y estará asegurado su éxito? Los bolcheviques hemos
dicho eso miles de veces. Nadie ha intentado refutarlo ni una sola vez. Todo el
mundo ha reconocido ese “tipo combinado”. Ahora bien, ¿qué significa hacer
pasar ahora, encubriéndola con las palabrejas “tipo combinado”, la negativa a
entregar el poder a los Soviets, hacerla pasar de contrabando, temiendo abjurar
públicamente de nuestra consigna? ¿Se puede, acaso, encontrar expresiones
parlamentarias para caracterizar eso?
Se ha replicado con
precisión a nuestro pesimista: “¿Un revólver sin bala?” Si esto es así,
representará una deserción descarada al campo de los Liberdán, los cuales han
declarado mil veces que los Soviets son “un revolver” y han engañado mil veces
al pueblo, pues los Soviets, con la dominación de los Liberdán han sido un cero
a la izquierda.
Más si se trata de
un revólver “con bala”, eso será precisamente la preparación técnica de la
insurrección, pues hay que conseguir la bala y cargar el revólver y, además,
con una bala no habrá bastante.
O la deserción al
campo de los Liberdán y la renuncia franca a la consigna de “Todo el poder a
los Soviets”, o la insurrección. No hay término medio.
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“...La burguesía no
puede entregar Petrogrado a los alemanes, aunque Rodzianko lo quiere, pues
quienes combaten no son los burgueses, sino nuestros heroicos marinos...”
Este argumento se
reduce de nuevo al “optimismo” acerca de la burguesía, que manifiestan a cada
paso, fatalmente, los pesimistas respecto a las fuerzas revolucionarias y a la
capacidad del proletariado.
Combaten los
heroicos marinos, ¡¡pero esto no ha impedido a dos almirantes esconderse antes
de la toma de Osel!!
Es un hecho. Los
hechos son tozudos. Los hechos demuestran que los almirantes son capaces de
traicionar no peor que Kornilov. Y es un hecho indiscutible que el Cuartel
General no ha sido reformado y que los mandos son kornilovistas.
Si los
kornilovistas (con Kerensky a la cabeza, pues también él es kornilovista)
quieren entregar Petrogrado, pueden hacerlo de dos maneras e incluso de tres
maneras.
Primero, pueden abrir el
frente terrestre septentrional mediante una traición de los mandos
kornilovistas.
Segundo, pueden “ponerse
de acuerdo” sobre la libertad de acción de toda la marina alemana, que es más
fuerte que nosotros; pueden ponerse de acuerdo con los imperialistas tanto
alemanes como ingleses. Además, “los almirantes escondidos” podrían entregar a
los alemanes también los planes.
Tercero, pueden llevar a
nuestras tropas a la desesperación y la impotencia total mediante los lockouts
y el sabotaje del transporte de cereales.
Es imposible negar
ni uno solo de estos tres caminos. Los hechos han demostrado que el partido
burgués-cosaco de Rusia ha llamado ya a estas tres puertas y ha intentado
abrirlas.
¿Por consiguiente?
Por consiguiente, no tenemos derecho a esperar a que la burguesía estrangule la
revolución.
La experiencia
demuestra que las “apetencias” de Rodzianko no son una fruslería. Rodzianko es
un hombre práctico. Tras Rodzianko se encuentra el capital. Esto es
incontestable. El capital es una gran fuerza en tanto el proletariado no toma
el poder. Rodzianko ha aplicado en cuerpo y alma durante decenios la política
del capital.
¿Por consiguiente?
Por consiguiente, vacilar en el problema de la insurrección como único medio de
salvar la revolución significa caer en la pusilánime credulidad
eserista-menchevique medio liberdaniana, en la burguesía, en la credulidad
medio “campesina”-inconsciente, que los bolcheviques hemos combatido más que
nada.
O cruzar los brazos
inútiles sobre el pecho descubierto y esperar, jurando “confianza” en la
Asamblea Constituyente, a que Rodzianko y Cía., entreguen Petrogrado y
estrangulen la revolución, o la insurrección. No hay término medio.
Incluso la
convocatoria de la Asamblea Constituyente, tomada por separado, no cambia nada,
pues ningún “constitucionalismo”, ninguna votación, aunque sea en una asamblea
archisoberana, podrá vencer el hambre, podrá vencer a Guillermo. Tanto la
convocación de la Asamblea Constituyente como su éxito dependen del paso del
poder a los Soviets; esta vieja verdad bolchevique se ve confirmada por la
realidad de un modo cada vez más patente y cada vez más cruel.
******
“...Somos más
fuertes cada día, podemos entrar como una fuerte oposición en la Asamblea
Constituyente; ¿por qué jugárnoslo todo a una carta?...”
Es el argumento de
un filisteo que “ha leído” que se convoca la Asamblea Constituyente y se
tranquiliza crédulamente, confiando en la vía más legal y más leal, en la vía constitucional.
Lo único de
lamentar es que con esperas de la Asamblea Constituyente no se puede resolver
ni el problema del hambre ni el problema de la entrega de Petrogrado. Esta
“pequeñez” es olvidada por los ingenuos o desconcertados, o por quienes se han
dejado intimidar.
El hambre no espera. La
insurrección campesina no ha esperado. La guerra no espera. Los almirantes
escondidos no han esperado. ¿O es que el hambre
accederá a esperar por el hecho de que nosotros, los bolcheviques, proclamemos
la confianza en la convocación de la Asamblea Constituyente? ¿Accederán a
esperar los almirantes escondidos? ¿Accederán los Maklakov y los Rodzianko a
cesar los lockouts, el sabotaje del transporte de cereales, las confabulaciones
secretas con los imperialistas ingleses y alemanes?
Porque eso es lo
que les resulta a los héroes de “las ilusiones constitucionales” y del
cretinismo parlamentario. La vida real desaparece, solo queda el pedazo de
papel sobre la convocatoria de la Asamblea Constituyente, solo quedan las
elecciones.
¡Y los ciegos
todavía se admiran de que el pueblo hambriento y los soldados traicionados por
los generales y los almirantes sientan indiferencia por las elecciones! ¡Oh,
mentes preclaras!
******
“...Si los
kornilovistas empezaran de nuevo, entonces les enseñaríamos lo que es bueno!
Pero empezar nosotros, ¿Para qué arriesgarse?...”
¡Que
extraordinariamente convincente y extraordinariamente revolucionario es eso! La
historia no se repite, pero si le volvemos la espalda y, contemplando la
primera korniloviada, afirmamos: “si los kornilovistas empezaran...”; si
hacemos eso, ¡qué excelente estrategia revolucionaria! ¡Cómo se parece al
“quizá y tal vez”! ¡Quizá los kornilovistas empiecen de nuevo a destiempo!
¿Verdad que es un “argumento” de peso? ¿Verdad que es una seria fundamentación
de la política proletaria?
Pero ¿y si los
kornilovistas del segundo reemplazo han aprendido algo? ¿Y si esperan a los
motines de hambrientos, a la ruptura del frente y la entrega de Petrogrado, sin
empezar antes? Entonces, ¿qué?
¡Se nos propone que
basemos la táctica del partido proletario en la posibilidad de que los
kornilovistas repitan uno de sus viejos errores!
Olvidemos todo lo
que han tratado de demostrar y han demostrado los bolcheviques centenares de
veces, lo que ha demostrado medio año de historia de nuestra revolución: que no
hay otra salida, que objetivamente no puede haber otra salida excepto la dictadura
de los kornilovistas o la dictadura del proletariado. ¡Olvidemos eso, abjuremos
de todo eso y esperemos! ¿Esperar qué? Esperar un milagro: que el tempestuoso y
catastrófico curso de los acontecimientos desde el 20 de abril hasta el 29 de
agosto se transforme (con motivo de la prolongación de la guerra y del aumento
del hambre) en convocatoria pacifica, tranquila, llana y legal de la Asamblea
Constituyente y en cumplimiento de sus legitimísimos acuerdos. ¡Ahí tenéis la
táctica “marxista”! ¡Esperad, hambrientos, Kerensky ha prometido convocar la
Asamblea Constituyente!
******
“...En la situación
internacional no hay nada, en realidad, que nos obligue a echarnos a la calle
inmediatamente; más bien causaremos un perjuicio a la causa de la revolución
socialista en Occidente si nos dejamos ametrallar...”
Este argumento es
verdaderamente magnifico: ¡”el propio” Scheidemann, “el propio” Renaudel no
habrían sabido “operar” más hábilmente con las simpatías que sienten los
obreros por el éxito de la revolución socialista internacional!
¡Imaginaos! Los
alemanes, en condiciones diabólicamente difíciles, con un solo Liebknecht (y,
además, en presidio); sin periódicos, sin libertad de reunión, sin Soviets; con
una hostilidad increíble de todas las clases de la población, incluido el
ultimo campesino acomodado, a la idea del internacionalismo; con una formidable
organización de la burguesía imperialista grande, media y pequeña; los
alemanes, es decir, los revolucionarios internacionalistas alemanes, los
obreros con chaquetones de marinos, han organizado una sublevación en la flota
con un 1% de probabilidades de éxito.
Nosotros, en
cambio, con decenas de periódicos, con libertad de reunión, con la mayoría en
los Soviets; nosotros, los internacionalistas proletarios colocados en las
mejores condiciones de todo el mundo, nos negaremos a apoyar con nuestra
insurrección a los revolucionarios alemanes. Razonaremos como los Scheidemann y
los Renaudel: lo más sensato es no insurreccionarse, pues si nos ametrallan,
¡¡qué excelentes, qué juiciosos, qué ideales internacionalistas perderá el
mundo!!
Demostremos nuestra
sensatez. Aprobemos una resolución de simpatía con los insurgentes alemanes y
rechacemos la insurrección en Rusia. Eso será internacionalismo autentico,
sensato. ¡Y con qué rapidez prosperara el internacionalismo mundial si triunfa
en todas partes esa sabia política!...
La guerra ha
martirizado y torturado en extremo a los obreros de todos los países. Las
explosiones en Italia, en Alemania y en Austria son cada día más frecuentes.
Somos los únicos que tenemos Soviets de diputados obreros y soldados:
esperemos, traicionemos a los internacionalistas alemanes de la misma manera
que traicionamos a los campesinos rusos, que no con palabras, sino con hechos,
con la insurrección contra los terratenientes, nos llaman a la insurrección
contra el gobierno de Kerensky...
Dejemos que se
espesen los nubarrones del complot imperialista de los capitalistas de todos
los países, que están dispuestos a estrangular la revolución rusa: ¡esperemos
tranquilamente a que nos estrangulen con el rublo! En vez de atacar a los
conspiradores y arrollar sus filas con la victoria de los Soviets de diputados
obreros y soldados, esperemos a la Asamblea Constituyente, en la que serán
vencidos por medio de votaciones todos los complots internacionales, si
Kerensky y Rodzianko la convocan honestamente. ¿Es que tenemos derecho a poner
en duda la honestidad de Kerensky y Rodzianko?
*******
“... ¡Pero si
‘todos’ están contra nosotros! ¡Estamos aislados; el CEC, y los mencheviques
internacionalistas, y los de Nóvaya Zhizn, y los eseristas de izquierda han
publicado y publicarán llamamientos contra nosotros!...”
Un argumento fortísimo. Hasta
ahora hemos fustigado implacablemente a los vacilantes por sus vacilaciones.
Con eso hemos conquistado las simpatías del pueblo. Con eso hemos conquistado
los Soviets, sin los cuales la insurrección no podría ser firme, rápida y
segura. Aprovechemos ahora los Soviets conquistados para pasarnos también
nosotros al campo de los vacilantes. ¡Qué bella carrera del bolchevismo!
Toda la esencia de
la política de los Liberdán y los Chernov, así como de los eseristas y
mencheviques “izquierdistas”, consiste en vacilar. Los eseristas de izquierda y
los mencheviques internacionalistas tienen inmensa importancia política como
exponentes de que las masas se radicalizan. Existe un nexo indudable, evidente,
entre dos hechos: de una parte, el paso de cerca del 40% de los mencheviques y
eseristas al campo de los izquierdistas; de otra parte, la insurrección
campesina.
Pero precisamente
el carácter de este nexo pone al desnudo todo el abismo de pusilanimidad de
quienes tienen ahora la ocurrencia de gimotear porque el CEC, podrido en vida,
o los eseristas de izquierda vacilantes y comparsa, nos han atacado. Estas
vacilaciones de los líderes pequeñoburgueses, de los Martov, los Kamkov, los
Sujanov y Cía., deben ser confrontadas con la insurrección de los campesinos.
Esa es una confrontación política real. ¿Con quién ir? ¿Con los exiguos puñados
de líderes petrogradenses vacilantes, que indirectamente han expresado la
radicalización de las masas y que, ante cada viraje político, han gimoteado,
vacilado y corrido de una manera vergonzosa a pedir perdón a los Liberdán, los
Avxentiev y Cía., o con esas masas radicalizadas?
Así, y solo así, está
planteada la cuestión.
Con motivo de la
traición de los Martov, los Kamkov y los Sujanov a la insurrección campesina se
nos propone que la traicionemos también nosotros, el partido obrero de los
internacionalistas revolucionarios. A eso se reduce la política de “invocar” a
los eseristas de izquierda y a los mencheviques internacionalistas.
Pero nosotros hemos
dicho: para ayudar a los vacilantes preciso es que nosotros mismos dejemos de
vacilar. Estos simpáticos” demócratas pequeñoburgueses de izquierda han
vacilado incluso cuando había que pronunciarse a favor de la coalición! Los
llevamos, en fin de cuentas, tras nosotros porque nosotros mismos no vacilamos.
Y la vida nos ha dado la razón.
Estos señores han
hundido siempre la revolución con sus vacilaciones. Solamente nosotros la hemos
salvado. ¿Y vamos a ceder ahora, cuando el hambre llama a las puertas de
Petrogrado, y Rodzianko y Cía., se disponen a entregar la ciudad?
******
“...Pero nosotros
no tenemos siquiera firmes vínculos con los ferroviarios y los empleados de
Correos. Sus representantes oficiales son los Planson. ¿Y es que se puede
triunfar sin Correos y sin los ferrocarriles?...”
Sí, sí, los Planson
aquí y los Liberdán allí. ¿Qué confianza les han expresado las masas? ¿No hemos
sido nosotros quienes hemos demostrado siempre que esos líderes traicionaban a
las masas? ¿No ha sido a esos líderes a los que las masas han vuelto la espalda
para ponerse a nuestro lado en las elecciones en Moscú y en las elecciones a
los Soviets? ¿O es que las masas de ferroviarios y empleados de Correos no
pasan hambre, no se declaran en huelga contra el Gobierno Kerensky y Cía.?
“Y antes del 28 de
febrero, ¿teníamos vínculos con esos sindicatos?”, preguntó un camarada al
“pesimista”. Este respondió que es imposible comparar ambas revoluciones. Mas
esa respuesta no hace más que afianzar la posición de quien formuló la
pregunta. Porque precisamente los bolcheviques hemos hablado miles de veces de
la larga preparación de la revolución proletaria contra la burguesía (y no
hemos hablado para olvidarlo la víspera del momento decisivo). La vida política
y económica de los sindicatos de Correos y Telégrafos y de ferroviarios se
caracteriza precisamente por el hecho de que los elementos proletarios de las
masas se separan de los medios dirigentes pequeñoburgueses y burgueses. No se
trata en modo alguno de proveerse obligatoria y previamente de “vínculos” con
uno y otro sindicato; de lo que se trata es de que sólo la victoria de la
insurrección obrera y campesina puede satisfacer a las masas de ferroviarios y
empleados de Correos y Telégrafos.
******
“...En Petrogrado
hay pan para dos o tres días. ¿Podemos dar pan a los insurgentes?...
Una de las mil
observaciones de escepticismo (los escépticos pueden “dudar” siempre y sólo se
les puede refutar con la experiencia), de esas observaciones que descargan las
culpas propias en cabeza ajena.
Precisamente los
Rodzianko y Cía., precisamente la burguesía, preparan el hambre y especulan con
estrangular la revolución por medio del hambre. No hay ni puede haber otra
salvación del hambre excepto la insurrección de los campesinos contra los
terratenientes en las aldeas y la victoria de los obreros sobre los
capitalistas en las ciudades y en el centro. De otro modo será imposible
arrancar el grano a los ricos, transportarlo a pesar de su sabotaje, romper la
resistencia de los empleados sobornados y de los capitalistas que se lucran y
establecer una contabilidad rigurosa. Así lo ha demostrado justamente la
historia de las instituciones de abastos y el agotador trabajo de
abastecimiento de la “democracia”, que se ha quejado millones de veces del
sabotaje de los capitalistas y ha gimoteado y suplicado.
En el mundo no hay
ninguna fuerza, excepto la fuerza de la revolución proletaria victoriosa, que
permita pasar de las quejas, los ruegos y las lágrimas a la obra
revolucionaria. Y cuanto más se demore la revolución proletaria, cuanto más la
aplacen los acontecimientos o las vacilaciones de los vacilantes y
desconcertados, tanto más víctimas costará, tanto más difícil será organizar el
transporte y la distribución de cereales.
La demora en la
insurrección equivale a la muerte: esto es lo que debe responderse a quienes
tienen la triste “valentía” de contemplar el crecimiento de la ruina, la
proximidad del hambre y desaconsejar a los obreros de la insurrección (es
decir, aconsejarles que esperen, que confíen aún en la burguesía).
Pero los soldados
no concertarán el armisticio. Para eso hace falta el poder del Estado, que es
imposible obtener sin la insurrección. Los soldados sencillamente huirán. Así
lo dicen los informes del frente. No se puede esperar sin correr el riesgo de
ayudar a la confabulación de Rodzianko con Guillermo y de contribuir a la ruina
completa, con la huida general de los soldados, si estos (próximos ya a la
desesperación) llegan a la desesperación completa y abandonan todo a su suerte.
*******
“...Y si tomamos
el poder y no conseguimos ni el armisticio ni una paz democrática, los soldados
pueden negarse a ir a una guerra revolucionaria. ¿Qué pasará entonces?”
Un argumento que
obliga a recordar una sentencia: un tonto puede hacer diez veces más preguntas
que diez sabios sean capaces de contestar. Jamás hemos negado
las dificultades del poder durante la guerra imperialista; pero, no obstante,
hemos predicado siempre la dictadura del proletariado y de los campesinos
pobres. ¿¿Vamos a abjurar de esto cuando ha llegado el momento de la acción?
Hemos dicho siempre
que la dictadura del proletariado en un solo país origina cambios gigantescos
en la situación internacional, en la economía del país, en la situación del
ejército y en su estado de ánimo. ¿¿Y vamos a “olvidar” todo eso ahora,
dejándonos intimidar por las “dificultades” de la revolución?
******
“Entre las masas no
existe el estado de animo de echarse a la calle, como comunican todos. Entre
los síntomas que justifican el pesimismo figura también la difusión, acrecida
en extremo, de la prensa pogromista y ultrarreaccionaria...”
Cuando los hombres
se dejan amedrentar por la burguesía, entonces, como es natural, todos los
objetos y fenómenos se tiñen para ellos de color amarillo. En primer lugar,
sustituyen el criterio marxista del movimiento con un criterio
impresionista-intelectual; en vez de considerar políticamente el desarrollo de
la lucha de clases y el curso de los acontecimientos en todo el país en su
conjunto, y en la situación internacional en su conjunto, adelantan las
impresiones subjetivas acerca del estado de ánimo; olvidan “a propósito”,
naturalmente, que la firme línea del partido, su decisión inquebrantable, es
también un factor del estado de ánimo, sobre todo en los momentos
revolucionarios más agudos. A veces, la gente olvida muy “a propósito” que los
dirigentes responsables, con sus vacilaciones y su inclinación a quemar lo que
ayer veneraban, introducen las vacilaciones más indecorosas también en el
estado de animo de ciertos sectores de las masas.
En segundo lugar -y
esto es lo principal en el momento presente-, los pusilánimes, al hablar del
estado de animo de las masas, olvidan agregar que “todos” lo comunican como
reconcentrado y expectante; que “todos” coinciden en que, respondiendo al
llamamiento de los Soviets y para defender los Soviets, los obreros actuarán
como un solo hombre; que “todos” coinciden en que existe un fuerte descontento
entre los obreros por la indecisión de los organismos centrales en el problema
“del combate final y decisivo”, cuya ineluctabilidad se comprende con claridad;
que “todos” definen de manera unánime el estado de animo de las más vastas
masas como rayando en la desesperación y señalan el crecimiento del anarquismo
precisamente sobre esta base; que “todos” reconocen asimismo que entre los
obreros conscientes existe cierta falta de deseo de salir a la calle solo para
manifestaciones, solo para luchas parciales, pues flota en el ambiente la
proximidad de un combate no parcial, sino general, y la carencia de sentido de
las huelgas, manifestaciones y presiones aisladas ha sido ya probada y
comprendida por completo.
Y así sucesivamente.
Si enfocamos esta
característica del estado de animo de las masas desde el punto de vista de todo
el desarrollo de la lucha de clases y política y de todo el curso de los
acontecimientos durante el medio año de nuestra revolución, estará claro para
nosotros como falsean las cosas los hombres amedrentados por la burguesía. Las
cosas son hoy completamente distintas a como lo eran antes del 20 y 21 de
abril, 9 de junio y 3 de julio, pues entonces se trataba de una excitación
espontánea que nosotros, como partido, o no captamos (20 de abril), o
refrenamos y le dimos la forma de manifestación pacífica (9 de junio y 3 de
julio). Porque entonces sabíamos muy bien que los Soviets no eran todavía
nuestros; que los campesinos confiaban aún en el camino de los Liberdán y los
Chernov, y no en el de los bolcheviques (la insurrección); que, por
consiguiente, la mayoría del pueblo no podía seguirnos; que, por consiguiente,
la insurrección era prematura.
Entonces, la
mayoría de los obreros conscientes no se habían planteado en modo alguno el
problema del combate final y decisivo; no hay un solo organismo colegiado de
los organismos colegiados del partido en general que planteara este problema. Y
entre la masa poco consciente y muy amplia no había ni reconcentración ni
decisión originada por la desesperación, sino precisamente excitación
espontánea y la ingenua esperanza de “influir” en los Kerensky y en la
burguesía con una simple “acción”, con una simple manifestación.
Lo que hace falta
para la insurrección no es eso, sino la decisión consciente, firme e inflexible
de los hombres conscientes de batirse hasta el fin. Esto, por´una parte. Y por
otra, es necesario un estado de reconcentración y desesperación de las grandes
masas, las cuales sienten que hoy no se puede salvar nada con semimedidas, que
no se puede “influir” de ninguna manera, que los hambrientos “destruirán todo,
arrasaran todo incluso al estilo anarquista” si los bolcheviques no saben
dirigirlos en el combate decisivo.
En realidad, el
desarrollo de la revolución ha conducido, tanto a los obreros como a los
campesinos, justamente a esta conjugación de la atención concentrada de los
hombres conscientes, enseñada por la experiencia, y del espíritu de odio,
rayando en la desesperación, de las grandes masas a los patronos que declaran
lockouts y a los capitalistas.
Precisamente sobre
esta base es comprensible también el “éxito” de los canallas de la prensa
ultrarreaccionaria que se disfrazan de bolchevismo. Siempre ha ocurrido que los
ultrarreaccionarios se refocilasen al ver que se acercaba el combate decisivo
entre la burguesía y el proletariado. Esto se ha observado en todas las
revoluciones, sin excepción alguna, y es absolutamente inevitable. Y si nos
dejamos intimidar por esta circunstancia, tendremos que renunciar no solo a la
insurrección, sino también a la revolución proletaria en general. Porque en la
sociedad capitalista es imposible un desarrollo de esta revolución que no vaya
acompañado del maligno regocijo de los ultrarreaccionarios de sus esperanzas de
sacar partido.
Los obreros
conscientes saben muy bien que los ultrarreaccionarios y la burguesía actúan de
consuno; que la victoria decisiva de los obreros (en la que los pequeños
burgueses no creen, que los capitalistas temen y que los ultrarreaccionarios
desean a veces malignamente, seguros de que los bolcheviques no se sostendrán
en el poder), que esta victoria aplastará hasta el fin a los
ultrarreaccionarios y que los bolcheviques sabrán sostenerse de una manera
firme en el poder con el mayor provecho para toda la humanidad extenuada y
martirizada por la guerra.
En efecto, ¿quién
que no se haya vuelto loco podrá dudar de que los Rodzianko y los Suvorin
actúan juntos y se han distribuido los papeles?, ¿Es que los hechos
no han demostrado que Kerensky actúa por indicación de Rodzianko y que la
“Imprenta del Estado de la República de Rusia” (¡no es una broma!) edita a
expensas del Tesoro los discursos ultrarreaccionarios de los
ultrarreaccionarios de la “Duma de Estado”? ¿Es que no han denunciado este
hecho hasta los lacayos de Dielo Naroda, que doblan el espinazo ante “su
hombrecillo”? ¿Es que la experiencia de todas las elecciones no ha demostrado
que Novoie Vremia, periódico venal que se guía por los “intereses”
zarista-terratenientes, ha prestado pleno apoyo a las candidaturas de los
democonstitucionalistas?
¿Acaso no hemos
leído ayer que el capital comercial e industrial (¡sin partido, naturalmente!,
¡oh, sin partido, por supuesto, pues los Vijliaiev y los Rakitnikov, los
Gvozdiev y los Nikitin no se coligan con los democonstitucionalistas, ¡Dios nos
libre de ello!, sino con los medios comerciales e industriales sin partido) ha
regalado 300.000 rublos a los democonstitucionalistas?
Si se enfocan las
cosas desde un punto de vista clasista, y no sentimental, toda la prensa
ultrarreaccionaria es una sucursal de la casa Riabushinski, Miliukov y Cía. El
capital compra, por una parte, a los Miliukov, los Zaslavski, los Potresov,
etc., y, por otra, a los ultrarreaccionarios.
Para poner fin a
este repugnantisimo envenenamiento del pueblo con la ponzoña de la vulgar
infección ultrarreaccionaria no puede haber más que un medio: la victoria del
proletariado.
¿Y puede sorprender
que la multitud, extenuada y martirizada por el hambre y la prolongación de la
guerra, “se agarre” a la ponzoña ultrarreaccionaria? ¿Es posible imaginarse la
sociedad capitalista en vísperas de la bancarrota sin la desesperación entre
las masas oprimidas? ¿Y puede la desesperación de las masas, entre las que
abunda la ignorancia, no manifestarse en la venta acrecentada de venenos de
todo tipo?
No, está condenada
al fracaso la posición de quienes, al hablar del estado de ánimo de las masas,
atribuyen a éstas su propia pusilanimidad personal. Las masas se dividen en
personas que esperan conscientemente y personas dispuestas inconscientemente a
caer en la desesperación; pero las masas de oprimidos y hambrientos no son
pusilánimes.
******
“...Por otro lado,
el partido marxista no puede reducir el problema de la insurrección a una
conjura militar...”
El marxismo es una
doctrina extraordinariamente profunda y polifacética. No es extraño, por ello,
que entre los “argumentos” de quienes rompen con el marxismo se puedan
encontrar siempre fragmentos de citas de Marx, sobre todo si se reproducen
citas inoportunamente. La conjura militar es blanquismo si no la organiza
el partido de una clase determinada; si sus organizadores no tienen en cuenta
el momento político, en general, y la situación internacional, en particular;
si ese partido no cuenta con las simpatías de la mayoría del pueblo,
demostradas con hechos objetivos; si el desarrollo de los acontecimientos de la
revolución no ha conducido a refutar en la práctica las ilusiones conciliadoras
de la pequeña burguesía; si no se ha conquistado la mayoría de los órganos de
lucha revolucionaria considerados “autorizados” o que han mostrado de otro modo
de lo que son capaces, como los “Soviets”; si en el ejército (cuando las cosas
ocurren durante una guerra) no ha madurado por completo la hostilidad al
gobierno, que prolonga la guerra injusta en contra de la voluntad del pueblo;
si las consignas de la insurrección (por ejemplo, “Todo el poder a los
Soviets”, “La tierra a los campesinos”, “proposición inmediata de una paz
democrática a todos los pueblos beligerantes, vinculada a la anulación en el
acto de los tratados secretos y de la diplomacia secreta”, etc.,) no han
alcanzado la más amplia publicidad y popularidad; si los obreros avanzados no
están seguros de la situación desesperada de las masas ni del apoyo del campo,
apoyo demostrado con un serio movimiento campesino o con una insurrección
contra los terratenientes y contra el gobierno que los defiende; si la
situación económica del país infunde serias esperanzas de una solución
favorable de la crisis por medios pacíficos y parlamentarios.
¿Basta, quizá?
En mi folleto “¿Se sostendrán
los bolcheviques en el poder?” (tengo la esperanza de que verá ya la luz en
días próximos) he reproducido una cita de Marx relacionada de verdad con el
problema de la insurrección y que define las reglas de la insurrección como “un
arte”.
Estoy dispuesto a
apostar que si se propone abrir la boca a los charlatanes que gritan ahora en
Rusia contra la conjura militar y se les invita a explicar la diferencia que
existe entre el “arte” de la insurrección armada y la conjura militar, digna de
ser condenada, o repetirán lo dicho más arriba o se cubrirán de oprobio y
provocarán la risa general de los obreros. ¡Prueben a hacerlo, amables
también-marxistas! ¡Cántennos la canción contra “la conjura militar”!
Epílogo
Escritas ya las
líneas precedentes, recibí el martes, a las 8 de la tarde, los periódicos
petrogradenses de la mañana, con el articulo del señor V. Bazárov en Nóvaya
Zhizn. El señor Y. Bazárov afirma que “por la ciudad se distribuye, escrita a
mano, una hoja que, en nombre de dos destacados bolcheviques, se pronuncia
contra la acción”.
Si eso es cierto
ruego a los camaradas, a cuyas manos no puede llegar esta carta antes del
mediodía del miércoles, que la publiquen con la mayor rapidez posible.
No ha sido escrita
para la prensa, sino para conversar por correspondencia con los miembros del
partido. Pero si los héroes de Nóvaya Zhizn, no pertenecientes al partido y mil
veces ridiculizados por él a causa de su despreciable pusilanimidad (anteayer votaron
a favor de los bolcheviques; ayer, a favor de los mencheviques, y casi los
unificaron en el mundialmente famoso Congreso de Unificación); si semejantes
sujetos reciben una hoja de miembros de nuestro partido que hacen agitación
contra la insurrección, entonces es imposible guardar silencio. Hay que hacer
agitación también a favor de la insurrección. Que los anónimos salgan
dormitivamente a la luz del día y reciban el castigo merecido por sus
vergonzosas vacilaciones, aunque sólo sea en forma de burlas de todos los
obreros conscientes. Dispongo únicamente de una hora antes de enviar esta carta
a Petrogrado y, por ello, señalaré solo en dos palabras un “método” de los
tristes héroes de la acéfala tendencia de Nóvaya Zhizn. El señor V. Bazárov
intenta polemizar con el camarada Riazánov, el cual ha dicho -y tiene mil veces
razón- que “la insurrección la preparan todos los que crean en las masas un
espíritu de desesperación e indiferentismo”.
El triste héroe de la
triste causa “objeta”
“¿Es que la
desesperación y el indiferentismo han triunfado alguna vez?”
¡Oh, despreciables
tontainas de Nóvaya Zhizn! ¿Conocen ejemplos tales de insurrección en la
historia en que las masas de las clases oprimidas vencieran en un combate a
vida o muerte sin ser llevadas hasta la desesperación por largos sufrimientos y
por una agravación extrema de las crisis de todo género? ¿En que estas masas no
sintieran indiferentismo (indiferencia) por los diversos Anteparlamentos
lacayunos, por el vano juego a la revolución, por el rebajamiento de los
Soviets (merced a los Liberdán) de órganos de poder y de insurrección al papel
de hueras jaulas de cotorras?
¿O quizá los
despreciables tontainas de Nóvaya Zhizn hayan descubierto entre las masas
indiferencia... por el problema del pan?, ¿de la prolongación de la guerra?,
¿de la tierra para los campesinos?
Lenin
Escrita el 17 (30)
de octubre de 1917. Publicada los días 1, 2 y 3 de noviembre (19, 20 y 21 de
octubre) de 1917 en los nums. 40, 41 y 42 de “Rabochi Put”.
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