LA OPOSICION BOLCHEVIQUE-LENINISTA AL ESTALINISMO

 A  100 AÑOS DE LA MUERTE DE LENIN ...

 Y  LA CREACION DE LA OPOSICION DE IZQUIERDAS

     

   El año 1917 fue rico en acontecimientos históricos. La clase obrera, los campesinos pobres, los soldados (la aplastante mayoría de ellos campesinos con uniforme) y los oprimidos de Rusia se levantaron, primero contra el odiado régimen del Zar (febrero) y más tarde contra el débil, estéril Sistema capitalista y su Gobierno Provisional (octubre). 

Las masas rusas derribaron al odiado régimen del Zar en febrero e instauraron un gobierno provisional, en el que pusieron al frente a los dirigentes más moderados, los reformistas de las organizaciones de izquierdas. Paralelamente  resurgieron los órganos democráticos de las masas, los Consejos de obreros, campesinos y soldados (los Soviets), que se habían creado como órganos de poder democrático de las masas durante la revolución de 1905.

En el contexto de la participación rusa en la Primera Guerra Mundial, el gobierno Provisional dominado por pretendidos “reformistas”, se mostró una y otra vez incapaz de dar solución a ninguna de las necesidades, incluyendo las más básicas, de los millones de obreros y campesinos. Estas necesidades se podían concretar en la consigna /reivindicación de los Soviets en aquellos momentos:   “PAN, PAZ Y TIERRAS”.

 Miembros de la Oposición de Izquierda en 1927. Christian Rakovsky, Jacob Drobnis, Aleksander Beloborodov, Lev Sosnovski. De izquierda a derecha (fila inferior): Leonid Serebryakov, Karl Radek, León Trotsky, Mikhail Boguslavsky, Yevgeni Preobrazhensky.

     Fue sobre la base de sus propias experiencias, siguiendo el viejo refrán ruso que afirma que “la vida enseña”, que las masas rusas fueron girando de forma paulatina,  desde las ilusiones en el programa y en las promesas de las organizaciones y dirigentes "reformistas" hacia el programa y práctica de los Bolcheviques. Estos  comenzaron al principio de la revolución siendo una minoría, sufrieron constantes difamaciones, provocaciones y persecuciones, de las clases dominantes y su Gobierno Provisional, hasta los mismos días de la toma del poder. En ese momento ya se habían convertido en "uña y carne" del movimiento obrero, la fuerza y organización decisiva de la revolución, con un apoyo mayoritario y determinante entre los obreros, campesinos y los soldados.

 En Octubre del 17 las masas rusas derribaron los últimos vestigios del orden establecido. Los Soviets, en los que ya eran clara mayoría los Bolcheviques, tomaron el poder en sus manos. El Partido de Lenin y Trotsky (como por aquel entonces eran conocidos los bolcheviques) habían iniciado la revolución de Febrero siendo una minoría, con apenas 8.000 militantes, se fueron transformaron en la organización mayoritaria de las masas. Fue esto, no ninguna otra cosa, lo que permitió que tomaran el poder y pusieran inicio a la gigantesca tarea histórica de construir el primer Estado obrero, basado en una genuina Democracia Obrera.

 Llegados a este punto, nuestros críticos nos dirán … “alto, un momento, los bolcheviques sembraron el terror, instauraron una dictadura ,”.   Esta vieja y manida y absurda cantinela de siempre, llenas de burdas mentiras, ha sido repetida desde entonces día a día por los imperialistas y la burguesía de todo el mundo, así como sus apologistas dentro del movimiento obrero, los reformistas impotentes de todo tipo y pelaje, incapaces de ver e ir más lejos de lo que sus propias clases dominantes les permiten.

 Por nuestra parte, creemos es el deber de los marxistas y los trabajadores más conscientes estudiar la historia, desde luego no como pasatiempo académico, sino con el objetivo vital de aprender y obtener conclusiones prácticas de las experiencias de las luchas de nuestra clase. En cierta forma ello es homologable, es lo que hacen, en las academias militares de la burguesía, cuyos oficiales estudian meticulosamente la historia de las guerras, desde Napoleón, Julio César, a las más actuales, con el propósito de prepararse para las guerras del futuro.

Por nuestra parte, pensamos que es una necesidad vital conocer y estudiar las experiencias de las principales luchas de la clase trabajadora, desde la Comuna de París, las Revoluciones rusas de 1905 y 1917, la revolución y contrarrevolución española de los años 30,…  Sin la experiencia y la extracción de las enseñanzas que les proporcionaron, comenzando con Lenin, el análisis de la Comuna de Paris y las Revoluciones rusas de 1905 y 1917,  el Partido Bolchevique hubiera estado privado de poder elaborar un certero programa y una perspectiva correcta para poder abordar las tareas para poder tomar el poder en octubre de 1917.

 Desde luego que Marx o Lenin no “inventaron” en el vacío sus análisis teóricos sobre el Estado, encerrados en despachos o bibliotecas. Se basaron por entero en el estudio meticuloso y las conclusiones prácticas de las experiencias que surgieron de los acontecimientos de la Comuna de París, que fue el primer y más importante intento de la clase obrera de poder transformar la sociedad en líneas de clase.

 Los marxistas siempre hemos explicado que “quien no aprende de la historia está condenado a repetir los viejos errores del pasado”. En este sentido, la única justificación de texto como este es intentar dar respuestas concretas a los temas concretos, una explicación objetiva de los acontecimientos más importantes que tuvieron lugar, sobre todo en el deseo de que todo ello sirva de lecciones al conjunto de nuestra clase, de cara a preparar el futuro próximo.

 Para los marxistas la revolución rusa del 17 fue el mayor acontecimiento en la historia de la humanidad. Por primera vez constato en el terreno de la práctica que la sociedad puede funcionar sin la existencia de la burguesía.  Igualmente se puso de manifiesto algunas otras cosas importantes, como la necesidad de que la lucha por el socialismo se desarrolle a nivel internacional, al objeto de que el desarrollo de las fuerzas productivas se desarrolle a un nivel superior al alcanzado bajo el capitalismo, siendo ello condición indispensable para poder satisfacer el conjunto de las necesidades materiales de la población.

 Conjuntamente a todo esto se desprende la necesidad de que dichas fuerzas productivas sean planificadas en un plan armónico basado en la satisfacción del conjunto de las necesidades sociales y ello solo es posible con la plena participación consciente y democrática del conjunto de la clase obrera. Ello, como vimos en los acontecimientos posteriores es de vital importancia, al objeto de evitar la aparición de las deformaciones y degeneraciones que suponen las monstruosas “castas burocráticas”, como fue el caso concreto de la aparición y desarrollo del estalinismo, que represento una reacción frente a la revolución proletaria, en el periodo de reflujo que siguió posteriormente a la revolución rusa.

 Aquellos que están empeñados desde hace décadas y décadas en identificar el estalinismo como el producto natural de la revolución rusa, de las ideas y el programa de los Bolcheviques y de Lenin, jamás han sido capaces de explicar precisamente y en concreto por qué el estalinismo era la negación en la práctica y en la teoría de las ideas fundamentales del bolchevismo y de Lenin.

V.I. Lenin escribió un maravilloso documento, bajo el título de “El Estado y la Revolución”, en el intervalo en el cual se tuvo que esconder durante las Jornadas de Julio (en donde el Gobierno Provisional y la burguesía lanzaron una brutal campaña de persecución contra los bolcheviques, con mentiras y falsedades de todo tipo).  En esta obra de Lenin explica cuál debe ser la guía a seguir por la clase obrera tras tomar el poder, en la construcción de un Estado obrero. 

Esta magistral obra la escribió Lenin para el día después de tomar el poder, no para los siguientes 200 o 500 años siguientes. En ella plasma 4 condiciones necesarias para el Estado Obrero y que surgen de la experiencia vivida durante la breve Comuna obrera de Paris  y que son textualmente las siguientes: 

1.-   Elecciones libres con revocabilidad de todos los funcionarios. 

2.- Ningún funcionario puede recibir un salario más alto que un obrero cualificado. 

3.-  Ningún ejército permanente, sino el pueblo armado. 

4.- Gradualmente, todas las tareas de administración del Estado se harán por todo el mundo de forma rotativa. “Cuando todo el mundo es un burócrata por turnos, nadie es un burócrata”.

 Lenin fué un extraordinario teórico, sin duda el mejor teórico marxista del siglo XX, que estaba acostumbrado a hablar y escribir para los trabajadores, en un lenguaje sencillo, claro y comprensible. Este mes se cumple el 100 aniversario de su muerte y tenemos la obligación de poner en el centro de su papel histórico sus verdaderas ideas y las genuinas tradiciones que defendió toda su vida, las mismas que han sido tergiversadas y llenadas de calumnias por el conjunto de sus enemigos, así como del conjunto de mentiras y tergiversaciones que una y otra vez han repetido supuestos "continuadores", los viejos estalinistas que utilizaron hasta su cadáver para verter mentiras sobre este gran teórico revolucionario.

Su gran texto teórico sobre "El Estado y la Revolución" no lo escribió casualmente, ni mucho menos. En el expresaba el programa que los bolcheviques deberían aplicar de inmediato, nada más lal clase obrera tomara el poder en sus manos. El despreciaba los privilegios y las formas de vida propias de lo que después hicieron gala los burócratas estalinistas por todo el mundo. 

Es por ello que frente a nuestros críticos, a los críticos del bolchevismo, en  nuestra inocencia les preguntamos directamente, a todos esos burgueses, a sus apologistas y defensores, junto a todos esos que se llaman a si mismos dirigentes reformistas (colocados plácidamente al frente de los aparatos burocráticos en las organizaciones políticas o sindicales), al igual que les volvemos a preguntar de nuevo a ese puñado, cada vez más menguados en número, viejos estalinistas que aun pululan por los márgenes del movimiento obrero, lo siguiente: 

¿Dónde, cuándo y en qué momento los viejos y monstruosos aparatos estalinistas que gobernaron en la ex URSS y demás Países del Este europeo se basaron o defendieron esas ideas, el programa y los planteamientos de Lenin, del genuino bolchevismo, a la hora de construir un Estado Obrero? 

Las causas objetivas del estalinismo

         Para el caso, se nos hace necesario poder contestar algunas preguntas que son fundamentales, si de verdad queremos aprender algo de lo ocurrido.

¿Cómo acabó la Unión Soviética en las garras de la represiva burocracia estalinista?,

¿Quiénes lucharon contra la degeneración burocrática de la revolución y cuál fue la Oposición de Izquierda, que lideró esa lucha en contra del estalinismo?,

¿Qué cuestiones políticas claves se encontraban en el epicentro de todo el desarrollo de la revolución rusa y en que contexto internacional ocurrió?

 Cuando los trabajadores se organizaron en organismos democráticos de base, durante el proceso revolucionario de 1905, se crearon y constituyeron los Soviets, nombre en ruso que significa eso: Consejos de obreros, campesinos o soldados. Aunque en 1905 la revolución fue derrotada, se desato una fuerte represión y sus dirigentes acabaron juzgados y encarcelados, esta derrota dejo enormes enseñanzas y sentaron importantísimas tradiciones en el movimiento.

 Sobre la base de esas enseñanzas y tradiciones el movimiento pudo aclarar con ella una parte considerable de las cuestiones que habían sido y eran de fuerte debate político. En cierto sentido podemos afirmar que sin la experiencia vivida en la revolución de 1905, la revolución rusa de 1917 posiblemente hubiera sido diferente en su contenido y en sus resultados.

 Los acontecimientos de 1905 ayudaron a la vanguardia del movimiento obrero a esclarecer de una forma mucho más nítida las cuestiones fundamentales de como la clase obrera debía de tomar el poder en sus manos. Estas enseñanzas fueron clave para que el propio Partido Bolchevique definiera con mayor nitidez su política y sirviera al mismo tiempo para fortalecer y endurecer a los cuadros revolucionarios, a la organización.

Desde un principio la aparición de los Soviets significó el surgimiento de una situación de DOBLE PODER EN LA SOCIEDAD. De una parte seguía existiendo el Gobierno Provisional, que representaba la política y los intereses  de la burguesía y por otra parte el creciente poder de los Soviets, que representaban los intereses (no siempre de forma acabada, pues inicialmente tenían mayoría en ellos también los partidos reformistas que aceptaban al sistema establecido, al igual que los partidos de la derecha, burgueses y reaccionarios inclusive) de las masas oprimidas, de los trabajadores, los campesinos pobres sin tierras y los soldados.

 Con una política audaz, revolucionaria en la medida en que las palabras y los discursos correspondían a la práctica, en la Revolución rusa de 1917, desde sus inicios en febrero hasta octubre, los bolcheviques fueron paulatinamente ganando la mayoría de la representación en los Soviets y finalmente dirigieron a la clase trabajadora a tomar el poder en la “Revolución de Octubre”, poniendo punto y final al gobierno de la “sombra de la burguesía”, el Gobierno Provisional.  Comenzaba así la tarea de crear un nuevo y genuino gobierno de las masas rusas, basado por completo en los Soviets.

         Podemos afirmar, sin ningún tipo de dudas, que ese periodo fue el de mayor democracia real que haya existido hasta ahora. Los Soviets, al igual que el propio Partido Bolchevique, siempre tuvieron como seña de identidad y caracterización los constantes y permanentes debates democráticos sobre todas las cuestiones, sobre todo aquellas que podían crear más polémica, a todos los niveles.

 Ello es una autentica seña de identidad de todo proceso revolucionario y la revolución rusa no fue, ni mucho menos una excepción. Para la dirección del Partido Bolchevique, con Lenin y Trotsky a la cabeza, el surgimiento de diferencias políticas eran oportunidades para profundizar en los debates teóricos, permitiendo así que el conjunto de la militancia, de los mejores activistas de la clase obrera, pudieran aprender las cuestiones teóricas en dichos debates. Para ellos, cosa que debería ser el ABC para todo marxista, la única autoridad admisible de un dirigente, de una dirección política, era la de poder convencer a la mayoría, al partido de la justeza de sus ideas, sobre la base de los datos, las cifras, los argumentos y las ideas políticas.

 Entonces, y es cuando acude a nuestra mente los hechos y los acontecimientos posteriores:

¿Cómo fue posible que ya en el año 1937 el Partido Bolchevique (ya en ese año había sido rebautizado como Partido Comunista Ruso -PCR-) y el propio Estado soviético dominados ya por las garras de J. Stalin y sus lacayos, sometieran al Partido y al Estado a las “Purgas” que realizó periódicamente?  

 Todos los disidentes, fundamentalmente los genuinos bolcheviques y compañeros de armas de Lenin, fueron enviados al exilio, a Siberia, a trabajos forzados, encarcelamientos, campos de trabajo, a ejecuciones sumarias y al exterminio. En un sentido real podemos afirmar que entre las ideas del Lenin, entre el bolchevismo y las ideas de Stalin y el régimen monstruoso de la burocracia no existe simplemente diferencias de fondo fundamentales, sino que existe un auténtico rio de sangre, el derramado por los propios bolcheviques en lucha contra el ascenso al poder de esa burocracia.

 Bajo la bota burocrática y dictatorial de Stalin la Democracia Obrera fue eliminada y reemplazada por un sistema dominado y controlado a todos los niveles por una creciente burocracia, que se dedicó a parasitar el Partido y el Estado Obrero, usurpando el nombre de Lenin, del bolchevismo, de la revolución de octubre, gobernando en teoría en nombre de la clase obrera, pero haciéndolo en contra de la propia clase obrera, del leninismo y el bolchevismo.  

 Las ideas, los principios y las bases iniciales de la revolución, que trajeron los elementos iniciales de una Democracia Obrera fueron paulatinamente apartados, suprimidos y prohibidos en la práctica. En su lugar se apuntaló un régimen bastardo y contrarrevolucionario, represivo y autoritario, que dirigió con mano de hierro aquel que mejor representaba a esa nueva “casta burocrática”, José Stalin.

 La dialéctica rige también los acontecimientos, tanto en las épocas de revoluciones como en las de las contrarrevoluciones. Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, conocido como Iósif Stalin o José Stalin, había formado parte del Partido Bolchevique desde la clandestinidad. Nunca fue un teórico, sino alguien “gris”, sin ideas propias, pero dotado de ciertas cualidades de “organizador del partido”.  Alguien que encajaba a la perfección para la casta de burócratas que estaban escalando al poder después del flujo de la revolución.

 Ello fue lo que posibilito que las ideas y los métodos representados por J. Stalin y sus partidarios, ajenos a las ideas y los principios que rodearon a la revolución de Octubre, fueran finalmente las únicas ideas y métodos que se toleraban en el nuevo contexto del reflujo de la revolución.  Esto representaba una total y absoluta negación y abandono de las genuinas ideas y del programa del Bolchevismo y de la Revolución de Octubre. Aunque evidentemente la casta burocrática, encabezada por Stalin, afirmara una y otra vez que ellos eran la continuación de las mismas.

 Estas políticas anti-leninistas y reaccionarias también fueron trasladadas por el estalinismo al seno de la Internacional Comunista (Komintern) y a todos sus partidos miembros en todos los países, lo que significó el desvío definitivo de la Internacional como PARTIDO MUNDIAL DE LA REVOLUCION, con consecuencias trágicas para los diferentes procesos revolucionarios en todo el mundo, que fueron condenados por el estalinismo a ir de derrota en derrota.

 La Internacional Comunista bajo el estalinismo, con sus ideas, programa y métodos,  se convirtió en un claro agente contrarrevolucionario por todo el planeta, que ayudo en casi todas las ocasiones a la burguesía de perder el poder a manos de los procesos revolucionarios de la clase obrera.

 Para los marxistas, los genuinos bolcheviques, la verdad supone un verdadero motor histórico, en la cual nos basamos para analizar el pasado y construir en el presente y en el futuro las fuerzas de un genuino Partido Revolucionario, una dirección para la clase obrera, como palanca para transformar el mundo en el que vivimos. Y la verdad jamás fue soportada por Stalin y su camarilla burocrática, que entre otras razones lo llevo a exterminar al propio partido bolchevique, al conjunto del Comité Central que en vida de Lenin dirigió a la clase obrera rusa a tomar el poder.


Miembros de la Oposición de Izquierdas protestando en un Campo de Concentración de Siberia, en 1928.  En sus pancartas denuncian a la burocracia y a los campesinos ricos, defendiendo una genuina Democracia Obrera. Cuando iban ha ser fusilados por los estalinistas morían cantando "La Internacional".

 La Burocracia

         La Revolución Rusa se desarrolló en el contexto de la participación del Imperio de los Zares en la I Guerra Mundial, que coloco aún más a la economía rusa ante el abismo. Los soldados eran enviados a la muerte en las trincheras, mal vestidos y mal armados, para luchar por un país en donde la industria estaba controlada por el capital extranjero y el conjunto de las tierras eran propiedad de un puñado de familias terratenientes, que sometían a la inmensa mayoría de la población a permanentes hambrunas, en un país en donde el campesinado pobre suponía el 90 por ciento de la población y sometido a condiciones de todo tipo de penurias, incluyendo el analfabetismo que reinaba a sus anchas.

 La Revolución de Octubre de 1917, la cual tuvo un carácter extremadamente pacifico, en donde la burguesía se había fugado en la práctica durante los meses previos y el gobierno provisional no fue capaz de ofrecer mucha resistencia a la toma del poder por parte de los obreros, campesinos y soldados.

 Sin embargo una vez que los trabajadores tomaron el poder, encabezados por el Partido Bolchevique, Rusia soportó una guerra civil devastadora, que agoto aún más los escasos recursos que existían. La burguesía y los terratenientes organizaron un “ejercito blanco” contrarrevolucionario, que empleaban métodos barbaros en contra el recién creado gobierno de los Soviets. Este ejercito Blanco inicio una cruel guerra civil que contó con el apoyo de los ejércitos de 19 países imperialistas extranjeros, que buscaban aplastar a las masas revolucionarias y a su nuevo gobierno obrero.

Todo ello acrecentó la fuerte crisis económica que vivía Rusia. Y añadido a ello, como hemos dicho antes, se produjeron las derrotas de la revolución en varios países.  Todas las condiciones objetivas estaban en contra de la consolidación y la continuidad del proceso de la revolución en la propia Rusia y de su nuevo Gobierno obrero: los efectos fueron de mal en peor, provocando que los Soviets perdieran las energías que provocaban la participación consciente en ellos de los obreros, campesinos y soldados. 

La participación activa de las masas en los acontecimientos comenzó a menguar, provocando con ello el vaciamiento de los propios Soviets y de muchas de las organizaciones y cedulas del propio Partido Bolchevique, ya bajo el nombre de Partido Comunista de Rusia (PCR).

El desarrollo de la guerra civil impuso al Partido la necesidad de adoptar unas mayores dosis de disciplina, una política más estricta de mentalidad semi-militar.  Así fue como el PCR paso a depender cada vez más del aparato, en vez de sus bases, jugando a cada paso un mayor los funcionarios del partido, los “liberados de la organización”, que comenzaron a reemplazar el papel jugado hasta entonces por la militancia activa y acabaron siendo los que tomaban ellos mismos todas las decisiones, de las más insignificantes a las más importantes, reemplazando a la propia militancia.

 Este proceso acabo con el papel de primer orden de la militancia y hasta de la dirección política de las estructuras del Partido, entregando todo el protagonismo a los funcionarios. Fue en este contexto en el que J. Stalin aprovecho su posición como Secretario General, el jefe de los organizadores del Partido, para consolidar su poder y el de la nueva casta de oportunistas y burócratas que habían pasado a controlar todas las esferas que antes ocupaban las masas y los dirigentes políticos probados durante el proceso de la revolución. 

Crisis económica, atraso y aislamiento de la revolución

         Cuando los bolchevique tomaron el poder y comenzaron a la tarea de construir un nuevo Estado obrero, este heredo lo que había hasta entonces: una industria y una agricultura zaristas subdesarrolladas, cuasi feudalistas. Durante la guerra civil que impusieron los “blancos”, la contrarrevolución burguesa-feudalista, se vieron en la obligación impuesta por la situación a requisar agresivamente los alimentos al campesinado.

 La dirección del Partido Bolchevique, con Lenin y Trotsky al frente, esperaban poder reactivar la economía, recuperando de paso el apoyo del campesinado. Para ello pusieron en marcha la llamada «Nueva Política Económica» (NEP), que supuso dar ciertos pasos atrás introduciendo elementos de la economía de mercado en el sector agrícola.  Se puso final a las requisiciones, con las cuales se bajaban los precios y al mismo tiempo aumentaron la disposición de productos, de alimentos.

 Al mismo tiempo se hicieron concesiones a una capa superior de los campesinos, los que poseían más tierras y explotaban a otros campesinos, al objeto de que pudieran obtener más mano de obra y aumentaran sus riquezas, a costa y a expensas del resto del campesinado. En la industria se dejaba notar la falta de coordinación en la planificación, lo que provocaba aumentos de los costes en las manufacturas y los precios comenzaban a crear problemas para que los productos fueran asequibles para los obreros y los campesinos.

La introducción de la NEP era vista por la dirección del Partido Bolchevique como concesiones temporales, en la perspectiva de que la revolución pudiera triunfar en un país económicamente más avanzado. En este sentido, el propio Lenin llego a plantear que si se tenía en determinadas condiciones que sacrificar la revolución rusa, en aras a que esta triunfara en un país más avanzado como Alemania, con unos niveles de industrialización mayores, esa posibilidad debía de ser evaluada.

Los bolcheviques eran conscientes de que habían heredado una economía subdesarrollada del imperio zarista y que ello significaba enormes dificultades para la propia supervivencia del nuevo Estado soviético. Lenin, Trotsky y la dirección del Partido veían como única esperanza posible el que los trabajadores en otros países derrocaran a sus clases capitalistas, para poder entablar una Federación socialista con esos países, ayudándose mutuamente.

Es este contexto concreto el que nos permite comprender que para los bolcheviques la construcción de la III Internacional, la Comintern, no era una cuestión romántica o anecdótica. Era algo en lo que la revolución rusa se jugaba su propio devenir histórico. Construir las direcciones marxistas revolucionarias, capaces de dirigir con éxito los procesos revolucionarios que se iniciaban internacionalmente era una cuestión de vida o muerte para el bolchevismo y la revolución de octubre.

Tras tomar el poder en Octubre los bolcheviques pusieron todas sus energías en la construcción de un Partido Mundial de la Revolución Socialista, lanzaron la creación de la Comintern, que inicialmente reunió a organizaciones de todo el mundo, la mayoría que se habían escindido de los partidos socialdemócratas y reformistas, que compartían la defensa de una perspectiva revolucionaria.

 Sin embargo, las jóvenes fuerzas y direcciones de estos nuevos partidos, que presentaban en muchos casos ideas confusas entre el reformismo y el sectarismo, alumbraron como resultados fracasos en las revoluciones que acontecieron en aquellos años posteriores a 1917. Podemos destacar en especial los procesos revolucionarios que tuvieron lugar en países como Hungría, Alemania, China y Gran Bretaña.  Con estos fracasos de la revolución internacional la Unión Soviética quedo aún más aislada y presa de sus propias contradicciones internas. En todo ello el régimen estalinista también jugó un papel cada vez más nefasto y le permitieron consolidar aún más su poder dentro de Rusia y en la propia Comintern. 

La Liga Trotskista de Vietnam, en Saigón, el 21 de agosto de 1945.

La Oposición de Izquierda en defensa de las ideas de la revolución rusa

         Marx y Engels, en el documento fundacional del movimiento del socialismo científico, analizaron el capitalismo como un Sistema de carácter internacional. Estas décadas atrás era gracioso leer o escuchar a algunos, incluyendo ese espécimen humano que se catalogan de economistas, hablar de la “globalización” o del “mercado mundial”, pintándolo como algo novedoso. Ya en 1948 los fundadores del socialismo científico habían analizado el carácter mundial del dominio de la economía capitalista.

Para los marxistas esta realidad objetiva tiene un significado muy concreto: la clase obrera mundial, de los distintos y diferentes países comparten los mismos intereses de clase y ello lleva a la necesidad de que la lucha de los trabajadores sea una lucha internacional por liberarse del yugo de opresión y explotación de la burguesía a nivel mundial. Ello tiene un carácter estratégico para la lucha de clases, que nos obliga a luchar en todos los rincones del planeta por la transformación socialista. ¡¡ Aquí comienza y acaba todo romanticismo sobre la necesidad o no de construir una organización revolucionaria internacional !!. Es una necesidad objetiva práctica.

De ello también se desprenden lecciones teóricas fundamentales. El internacionalismo proletario nace de esas necesidades objetivas, con independencia de que ello te guste o no te gustar. Esto era plenamente comprendido por el Partido Bolchevique, por sus principales dirigentes con Lenin y Trotsky al frente. Ellos dedicaron sus mejores esfuerzos a la construcción de una dirección revolucionaria internacional, marxista. A ello dedicaron la mayor de las atenciones tras el triunfo de la revolución en Octubre del 17.

La Teoría de la Revolución Permanente

 Con posterioridad a la muerte de Lenin, el estalinismo enarbolo la bandera de “la teoría del socialismo en un solo país”,  que representaba una teoría totalmente ajena al bolchevismo, a las genuinas ideas de Lenin. Esta teoría produjo efectos nefastos internos para la revolución rusa, que en el periodo de su reflujo comenzó a perder la perspectiva de la lucha por el socialismo a nivel internacional y jugo, tal y como Trotsky había previsto, un papel nefasto en el conjunto de los partidos de la Internacional Comunista, que fueron empujados con esta teoría y otras que la complementaban, hacia la senda de una total degeneración degeneración en vías nacionales, acabando la mayoría de ellos defendiendo en los procesos revolucionarios las alianzas con sus respectivas “burguesías progresistas”.

Como Sistemas socioeconómicos antagónicos, el capitalismo y el socialismo no pueden coexistir indefinidamente. En su lucha por su supervivencia el capitalismo internacional, un sistema de opresión de clase, siempre se verá obligado a intentar recuperar el terreno perdido, empujados a recuperar los mercados y la fuerza laboral en cualquier país que avance hacia el socialismo.  En ello se juegan los burgueses sus ganancias, lo cual es sagrado para ellos.

Además, la existencia de países que caminan hacia el socialismo supone siempre una amenaza social mortal para la clase capitalista, ya que pueden suponer un ejemplo e inspiración para las masas trabajadoras del resto de los países. Esta es una razón de bastante peso para que hayamos visto y veamos como las potencias imperialistas capitalistas siempre intervienen, incluyendo las intervenciones militares y la provocación de guerras civiles, en contra cualquier proceso revolucionario, por muy remoto que pueda parecer geográficamente.

 Al principio del siglo XX los marxistas del momento habían previsto que los países mas probables para que realizaran la revolución socialista eran las grandes potencias económicas de Europa, los países más desarrollados económicamente:  Alemania, Gran Bretaña y Francia.

En estos países hacía ya bastante que las propias revoluciones burguesas habían acabado con los restos de la antigua sociedad, el feudalismo. A ello se sumaba el mayor desarrollo de la industria, que había creado unas potentes clases obreras y con ellas sus expresiones organizativas en potentes sindicatos y partidos de clase. En todos estos países el peso social del campesinado era menor, en número y en influencia.

 Partiendo del análisis de Marx en El Capital, en estos países era mucho más factible poder satisfacer el conjunto de las necesidades de la mayoría de la población, en el caso de que las palancas fundamentales de la economía pasaran a estar controladas y planificadas por la clase obrera, sobre todo gracias a sus mayores avances en las técnicas de fabricación industrial.

Sin embargo, como los marxistas habían previsto, el estallido de la guerra imperialista, una guerra de rapiña de la burguesía por los mercados, “rompió las cadenas del capitalismo por uno de sus eslabones mas débiles”, la Rusia zarista. Ante ello la tarea de los marxistas no podía limitarse a esperar que el país se desarrollara, lo cual estaba descartado además por el papel parasitario y dependiente del capital extranjero, de la burguesía rusa.

En este contexto concreto, el que existía e imponía la situación, los marxistas rusos tuvieron que enfrentar las tareas de dirigir la toma del poder por parte de la clase obrera,  apoyada en el campesinado pobre, e iniciar el camino los primeros por establecer un Estado obrero en lucha por avanzar hacia el socialismo, sabiendo de antemano que Rusia era un país tremendamente subdesarrollado, con una capacidad productiva muy limitada.

Un país basto en territorio, en donde la burguesía rusa no había llevado a cabo sus más elementales tareas históricas, las de derrocar y abolir completamente el sistema feudal. De ello se derivaba además la existencia de una clase trabajadora comparativamente joven, pequeña numéricamente y débil. La aplastante mayoría de la sociedad eran campesinos, que sufrían constantes hambrunas y estaba condenada al analfabetismo por el zarismo. La productividad estaba muy por detrás de los principales países de la Europa occidental.

         Todo ello había llevado a algunas corrientes, organizaciones y dirigentes socialistas rusos a la conclusión de que no era posible luchar por el socialismo en Rusia, por lo menos hasta que la clase capitalista rusa cumpliera sus tareas históricas de la revolución democrático burguesa. Esperaban en vano, porque no lo iban a hacer nunca, que barrieran el Sistema feudal aún existente, los campesinos pobres fueran echados de los trabajos en el campo y empujados a ir a las ciudades en calidad de proletarios, lo cual según ellos permitiría un mayor desarrollo industrial y una modernización de la producción.

 Estos “socialistas”, los mencheviques y los llamados social-revolucionarios, tanto de izquierdas como de derechas, basados en estas ideas erróneas, buscaban una y otra vez el alineamiento con los elementos que ellos llamaban de “la burguesía progresista”, con la ilusión de crear así un desarrollo mayor del capitalismo en Rusia y después de ello poder organizar a la clase trabajadora en sus partidos y sindicatos.  Ellos se presentaban a los procesos electorales, relativamente democráticas, con esas falsas perspectivas: esperando ello sirviera para desarrollar más el capitalismo y con el creciera el numero y la fuerza de la clase obrera rusa.

Como aún en nuestros días vemos con los reformistas de izquierdas, ellos siempre veían a la “revolución como una tarea y un objetivo para mas adelante, nunca para el presente”.  Es claro que este tipo de “socialistas” trataban de copiar el ejemplo de los partidos “socialdemócratas”, por ejemplo de Alemania, que presumían de contar con miles de militantes y que competían en el terreno electoral con la burguesía, obteniendo buenos resultados, cuando no victorias. 

 Por aquel entonces todos los socialistas, incluyendo las tendencias marxistas, formaban parte de estos partidos Socialdemócratas, pertenecientes a la II Internacional o Internacional Socialista, por o menos hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, en donde los internacionalistas denunciaron las claudicaciones ante las burguesías de sus países, de los dirigentes de la Segunda Internacional, que incluyendo al poderoso Partido Socialdemócrata alemán apoyaron los presupuestos de guerra para el inicio de la carnicería imperialista. El Partido Menchevique ruso, opuesto al Bolchevique, defendió hasta el final esas posiciones.

El elemento clave: el Partido Revolucionario

         La prematura muerte del dirigente indiscutible de la revolución rusa de 1917, V.I. Lenin, a principios de 1924, le privo de dar continuidad a la lucha que ya había iniciado en contra de las deformaciones burocráticas en el nuevo Estado Obrero y en el seno del Partido Bolchevique (rebautizado con el nombre de Partido Comunista de Rusia). Antes de su muerte había concertado un acuerdo con León Trotsky para dar la batalla conjuntamente en el próximo Congreso del Partido, para destituir a Stalin de su cargo y tomar una serie de medidas en contra del cáncer que suponía la creciente burocracia soviética.

 Entre bambalinas, con mucho disimulo al principio y con total descaro a continuación, Stalin y sus apologistas en el aparato burocrático comenzaron una campaña a todos los niveles en contra de León Trotsky, en contra de las ideas genuinas del bolchevismo. Es claro que Trotsky cometió en aquel momento algunos errores, encontrándose en reposo por cuestiones médicas, lo cual facilito y envalentono a ir más rápidamente en sus ataques a la casta burocrática, que había unido en un triunvirato a Stalin, a Kamanev y Zinoviet, para impedir que Trotsky fuera el legítimo sucesor de Lenin, tras su muerte.

Ya en 1924 los leninistas-bolcheviques se constituían como fracción interna dentro del Partido Comunista de Rusia, con el objetivo de defender la bandera, las ideas, el programa y los métodos genuinos del bolchevismo frente al cada vez más desarrollado tumor burocrático que se expandía, por el conjunto del Estado obrero y del Partido. Con independencia de tal o cual error en la lucha que pudiera haber cometido Trotsky, sobre la base de los acontecimientos objetivos la revolución vivía un periodo de reflujo, en el que asentaba sus bases la creciente burocracia.

No se trataba de asuntos personales, sino de la propia marcha de los acontecimientos históricos: la viuda de Lenin, Nadezhda Konstantinovna Krupskaya, llego a afirmar unos años más tarde que si el propio Lenin hubiera vivido más posiblemente fuera acabado en una cárcel de Stalin o desterrado en Siberia. De hecho los constantes intentos de los estalinistas de presentar las ideas de la Oposición de Izquierdas, de León Trotsky, como ideas enfrentadas al leninismo carecen de toda base real. Sin lugar a dudas la sincronía política de Lenin y Trotsky en aquellos momentos, desde que Lenin llego de abril del 17 de su exilio, eran plenas y ambos habían llegado a la misma conclusión: la necesidad de combatir y poner fin al desarrollo burocrático de la revolución.

En octubre de 1924 la Oposición de Izquierda continuó defendiendo con firmeza la idea de reforzar la economía planificada, como camino a seguir en el frente económico, al tiempo que explicaban las perspectivas internacionalistas básicas para la Revolución de Octubre. Trotsky publicó un folleto teórico para permitir que el debate interno en el Partido y entre los trabajadores mas conscientes se desarrollara sobre la base de cuales eran las ideas básicas de los bolcheviques desde el inicio de la revolución de 1917: “Lecciones de Octubre”.

Como decíamos más arriba, por el contrario la dirección cada vez más burocratizada del PCR defendían  la continuidad de la NEP, la continuidad de las medidas de la economía de mercado, al tiempo que introducían definitivamente la teoría antimarxista del “socialismo en un solo país”, que como balance de las derrotas de la revolución en otros países introducía la idea de que “era posible desarrollar el socialismo en la Unión Soviética, sin la ayuda de revoluciones exitosas en el extranjero, con el apoyo de los Partidos Comunistas (PC) de otros países, que impidan a sus propias clases dominantes actuar en contra de la Unión Soviética”.

 De nuevo la burocracia estalinista traía a escena las viejas ideas mencheviques de “la revolución por etapas”, la cual siempre dejaba para un futuro indeterminado la revolución socialista en los demás países, “para después, para más tarde”. Con ello la burocracia estalinista condenaba y consagraba el papel fundamental de los Partidos Comunistas en los demás países para “garantizar” unas mejores relaciones internacionales más favorables, de convivencia de la Unión Soviética con las clases burguesas de todo el mundo, incluyendo los países imperialistas.

Estas ideas del estalinismo tuvieron consecuencias dramáticas en los procesos revolucionarios que se presentaban ante a clase obrera en diferentes países.  Surgieron periodos y procesos revolucionarios, oportunidades de romper el cerco para la propia Unión Soviética, en los años 1925 – 1927, en China y en Gran Bretaña.  En ambos países los Partidos Comunistas actuaron bajo las órdenes de una Comintern estalinizada.

 En ambos casos los estalinistas engañaron a la clase trabajadora y provocaron el desperdicio de estas oportunidades revolucionarias. Los dirigentes de los PC en China y en Gran Bretaña fueron forzados a realizar “alianzas con las fuerzas precapitalistas”, sacrificando la organización de un plan para desarrollar la revolución socialista. Por ejemplo, en China provocaron el desenlace de los acontecimientos que terminaron con el exterminio y masacre de miles de comunistas, a manos de sus teóricos “aliados”, en Shanghái.

 

Mineros de Tyldesley durante la huelga general de 1926 en Gran Bretaña.

 La Huelga General en Gran Bretaña

         La clase trabajadora británica había organizado una huelga general en 1926, que provoco la paralización de todo el país. Se llego al extremo de que incluso conto con el firme apoyo de una parte importante de las bases del ejército británico. Tal era la situación, de extrema gravedad para el capitalismo británico,  que los viejos dirigentes del “Comité Anglo-Ruso”, conocidos como pro-soviéticos, tuvieron que usar toda su autoridad, emanada de la aun reciente revolución rusa, para unirse al resto de las direcciones sindicales reformistas, precapitalistas, al objeto de poder presionar al movimiento obrero para poner fin a la huelga.

Gran Bretaña no era un país cualquiera, sino uno de los bastiones principales del imperialismo capitalista.  Los dirigentes del “Comité Anglo-Ruso” tuvieron que utilizar toda la credibilidad que les proporcionaba ser “los amigos de la Unión Soviética” para parar el movimiento, paralizando y derrotando para ello a los dirigentes del ala izquierdas que se había fortalecido dentro de los sindicatos y de las organizaciones tradicionales de la clase obrera. La continuidad de la Huelga General hubiera puesto en entredicho la propia continuidad del capitalismo británico.

Los estalinistas en el Comité, en vez de llevar a cabo una resuelta campaña entre la clase obrera para organizarla desde abajo hacia arriba y prepararla para luchar por tomar el poder, se habían limitado a crear vínculos entre las organizaciones y uniones “soviéticas” y las direcciones sindicales británicas, depositando en ello todas sus esperanzas en que ello prevendría a los capitalistas británicos de realizar ataques contra la Unión Soviética.

Stalin y sus compinches, a pesar de esta clara traición del Comité a la revolución británica, continuaron dando su apoyo a dicho Comité y a la dirección del Partido Comunista en Gran Bretaña que apoyo con los ojos cerrados esta política, durante más de un año después de la Huelga General, dando a continuación por clausurado dicho Comité, que se disolvió sin más, después de haber jugado tan lamentable papel. Los estalinistas, como siempre cínicamente, argumentaron que “el movimiento obrero internacional no tenía derecho a interferir en los asuntos internos británicos”.

 En cierto sentido, esto fue un brillante anticipo de las practicas burocráticas y criminales que utilizaban los estalinistas, que años después, en 1943, daría paso a la orden de Stalin de disolver la Comintern, sin ningún tipo de debate en la Internacional, como prueba inequívoca de buena voluntad ante los capitalistas de que la burocracia estalinista no estaba en ningún caso por apoyar proceso revolucionario alguno, en ningún rincón del planeta.

 El despertar revolucionario de China

         En los albores del siglo XX, China estaba fuertemente dividido, entre el dominio del imperialismo extranjero y por otro lado el dominio que ejercían los llamados “señores de la guerra” locales. Ello provocaba una situación de profundo “desarrollo desigual y combinado”, en donde en algunas y escasas ciudades chinas existían elementos avanzados de desarrollo capitalista, con industrias modernas de la época y un desarrollo de una joven clase obrera. China era entonces un país inminentemente agrícola, con el conjunto de la tierra en manos de un puñado de grandes terratenientes y de campesinos ricos. La mayor parte de la población campesina no tenían ningún tipo de tierras.

 En aquellos años se habían creado y desarrollado en China dos organizaciones nuevas y opuestas entre sí: el Partido Kuomintang (KMT) y el Partido Comunista Chino (PCC).  El KMT decía querer construir una China capitalista unificada, fuerte y moderna, a la cual veían pudiendo competir de tu a tu con el imperialismo japonés y europeo. Bajo este objetivo de lucha “democrático-burguesa”, el KMT lanzó la organización de su Ejército Nacional Revolucionario, entrando en guerra con los llamados “señores de la guerra”.

 Frente a ello debía levantarse la lucha por las tareas de la revolución socialista y ello correspondía hacerlo al PCC. Sin embargo, ya en el año 1923 el PCC recibió las órdenes para que “detuvieran sus propias actividades y que se fusionaran con las fuerzas del KMT.  La Comintern ya comenzaba a estar contagiada de las políticas y las prácticas de la burocracia estalinista y en su evaluación sobre China planteo la aplicación del programa menchevique, de que “China necesitaba experimentar un desarrollo capitalista antes de poder comenzar la lucha por la revolución socialista”. El gobierno de la Unión Soviética comenzó entonces a proporcionar dinero, entrenamientos y asesores militares al KMT.

 El PCC fue condenado así por los errores estalinistas a jugar un simple papel de “ala izquierda del KMT”, con unas fuerzas numéricamente muy inferiores a este último partido burgués, que además mantenía un control estricto sobre su ejército y los territorios que iban conquistando.

 En la situación concreta de la revolución en China se imponía y hacia necesario que el PCC apareciera ante las masas trabajadoras con su propio perfil revolucionario. Sin embargo la política a la que la Comintern le obligo a realizar solo sirvió para que reclutaran fuerzas para el nacionalista KMT.

 Permanentemente se Vivian choques de clase en los propios territorios que iba conquistando el KMT, en donde los trabajadores chinos comenzaron a organizar sindicatos y los campesinos confiscaban las tierras a los grandes terratenientes. Ello lejos de ser apoyado por la dirección nacionalista burguesa del KMT, hacia que se enfrentaran a las masas. Estas condiciones objetivas empujaban a los trabajadores y a los campesinos chinos a buscar en el PCC una alternativa revolucionaria, pero la dirección bajo las ordenes del estalinismo imposibilitaron tal salida.

 Toda esta situación estaba cuajada de enormes contradicciones, entre las necesidades revolucionarias de las masas y la política oficial del Partido. Inevitablemente estas contradicciones fueron resueltas por los propios nacionalistas burgueses del KMT, que cuando sintieron el fuego de la revolución en sus traseros, una vez que habían exprimido al máximo la política de colaboración de clases, la dirección del KMT decidió que ya era el momento de quitarse de encima al PCC, que había dejado de ser útil para contener la revolución. Decidieron actuar en contra del propio PCC, ordenando que miles de trabajadores y de militantes comunistas en Shanghái fueran masacrados y asesinados, por sus “recientes amigos del KMT.

 Fue esto y no los viejos cantos de sirena de los estalinistas lo que provocó que se iniciara una guerra a muerte entre el KMT y PCC, la cual obligo a que el Partido tuviera que abandonar las ciudades, cortándose así sus vínculos con la clase obrera urbana. De esta forma la dirección del PCC tuvo que adoptar un nuevo enfoque para la lucha militar, para la lucha revolucionaria, basándose desde entonces no en el proletariado urbano y sus métodos de lucha organizados democráticamente a través de Consejos o Soviets, sino en la guerra de guerrillas campesinas.

Miembros del Partido Comunista Chino detenidos en las purgas de comunistas del Kuomintang en 1927.

 Renuncia al Frente Único y nuevos errores

         Después del desastre que los estalinistas habían causado con sus errores políticos en China, cuya revolución habían conducido a una estrepitosa derrota,  los estalinistas en la dirección del Komintern pasaron a sus nuevas tácticas, que denominaron del “Tercer Período”.

 El ejemplo con consecuencias más nefastas para la clase obrera de este “nuevo periodo” fue el de Alemania. El Partido Comunista de Alemania (KPD) emprendió una absoluta deriva sectaria, dedicándose cada día, cada tarde y cada noche a denunciar al Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), no solo a sus dirigentes, sino también a sus millones de militantes de base, como elementos “social fascistas”.

 El KPD no estaba dispuesto, bajo ninguna condición, a hacer un frente único, una causa común, con el SPD y sus bases frente a la cada vez mayor clara amenaza que suponían los nazis.  Los estalinistas eran tan miopes como absurdos, afirmando que el ascenso al poder de los nazis era el paso previo a la llegada al poder de ellos, de los comunistas. Permitieron que Hitler y los nazis llegaran al poder en 1933 sin dar una batalla seria frente a ello. La historia demostraría que actuaron de una forma verdaderamente criminal, desarmando políticamente a la clase obrera alamana, que no ofreció resistencia al ascenso nazi, carente de una dirección revolucionaria para ello.

Estos acontecimientos fueron analizados por Trotsky y a partir de ellos cambio su idea sobre la lucha de la Oposición de Izquierdas Internacional por regenerar los partidos de la Komintern. El ejemplo alemán demostraba que el estalinismo había cruzado con mucho el rubricó y se había convertido en una tendencia reaccionaria, incapaz de aportar nada positivo para la lucha revolucionaria por transformar la sociedad a nivel mundial. Esto llevo a Trotsky a defender la necesidad de construir un genuino Partido de la Revolución Mundial, la IV Internacional, como única alternativa al callejón sin salida en el que había entrado el capitalismo y el ascenso de la barbarie fascista en distintos países.

 De forma misteriosa, sin explicaciones como siempre a los trabajadores, después de los acontecimientos de Alemania, los estalinistas dieron bruscamente un nuevo giro en sus tácticas. Los zigzags constituyen el ADN de las políticas y las direcciones centristas, aquellas que oscilan permanentemente en base a los acontecimientos objetivos, entre el reformismo y el marxismo.

 Tras la llegada al poder de Hitler y los nazis, la Komintern de Stalin volvió de nuevo a la estrategia igualmente errónea de la defensa de los “Frentes Populares”.  Esta era la política de buscar hasta debajo de las piedras a las muchas veces inexistentes organizaciones “progresistas de la burguesía”, más exactamente a las sombras políticas de las burguesías en los distintos países, para llegar a lianzas con ellos en pro de permitir un desarrollo “democrático” del capitalismo.

 La estrategia estalinista y sus tácticas derivadas fueron las causantes directas de las históricas derrotas de las revoluciones socialistas en Gran Bretaña y en China, al igual que más tarde Stalin y su camarilla condenó a la derrota a la revolución española en los años 30 y otras muchas.

Revolución política para la democracia obrera

         En diciembre de 1927, la Oposición de Izquierda fue expulsada del Partido ruso y de la Internacional. Sus ideas fueron declaradas incompatibles con las del PCR. Esto ocurría, no causalmente, después de la masacre de Shanghái. A partir de ahí Stalin fue muy consciente de su papel como bonapartista y tomó medidas drásticas para quitarse de encima no solo a la Oposición de Izquierda, sino también a otros que pudieran defender ideas contrarias a las suyas y las de su camarilla burocrática, incluyendo aquellos que tenían un pasado revolucionario ligado a las tradiciones de Octubre.

 De una forma totalmente heroica los miembros de la Oposición de Izquierda continuaron organizando protestas y reuniones internas y públicas, enfrentándose a las mayores represiones policiales imaginables. Incluso en las elecciones de 1929 intentaron presentar sus propios candidatos, frente a los oficiales de la burocracia bajo las siglas del PCR.

El conjunto de los miembros de la Oposición de Izquierda sufrió las represalias de la burocracia, siendo apartados de sus trabajos, arrestados, muchos de ellos enviados a los campos de trabajo carcelarios de trabajo o simplemente exiliados sin visa del país, incluyendo a su máximo dirigente y figura central de Octubre del 17, León Trotsky.  A pesar de toda la represión y saña que mostro el estalinismo, los miembros de la Oposición de Izquierda continuaron organizándose, de forma clandestina, inclusive en las propias prisiones a las que fueron conducidos.

         En medio de todo un mundo de terror contrarrevolucionario, la Oposición de Izquierdas permaneció firme en la defensa de las banderas, las ideas, el programa y los métodos del bolchevismo, del marxismo revolucionario. Ese ha sido, es, el enorme legado hasta nuestros días que hemos recibido.

Durante décadas los estalinistas, en vida de Stalin y después de él, se dedicaron a perseguir por todo el mundo a los seguidores de las ideas de la Oposición de Izquierdas Internacional, de León Trotsky. Frente a todos los horrores de los regímenes monstruosamente burocráticos, ajenos a la clase obrera, los seguidores de Trotsky continuaron defendiendo con firmeza los principios, las ideas, el programa y los métodos del genuino bolchevismo, la lucha por la transformación socialista en los países capitalistas y la lucha por la revolución política que expulsara del poder a las castas burocráticas y pusiera en el mismo a la clase obrera, en los principios y tradiciones de la democracia obrera.

 La persecución de los trotskistas no tenia nada de casual. Como escribió y explico Leopold Trepper, el director de la Orquesta Roja, la red de espionaje soviética durante la II Guerra Mundial, en un reconocimiento claro al papel de los miembros de la Oposición de Izquierdas en su lucha contra el estalinismo:

  “Pero, ¿quién protestó en aquella época? ¿Quién se levantó para gritar su hastío? Los trotskistas pueden reivindicar este honor. A semejanza de su líder, que pago su obstinación con un pioletazo, los trotskistas combatieron totalmente al stalinismo y fueron los únicos que lo hicieron. En la época de las grandes purgas, ya solo podían gritar su rebeldía en las inmensidades heladas, a las que los habían conducido para mejor exterminarlos. En los campos de concentración, su conducta fue siempre digna e incluso ejemplar. Pero sus voces se perdieron en la tundra siberiana

Hoy día los trotskistas tienen el derecho de acusar a quienes antaño corearon los aullidos de muerte de los lobos. Que no olviden, sin embargo, que poseían sobre nosotros la inmensa ventaja de disponer de un sistema político coherente, susceptible de sustituir al estalinismo, y al que podían agarrarse en medio de la profunda miseria de la revolución traicionada. Los trotskistas no “confesaban”, porque sabían que sus confesiones no servirían ni al partido ni al socialismo”.

 Solo y tan solo los genuinos trotskistas mantuvieron sus convicciones de que una revolución política, en la ex URSS o cualquiera de los Países del Este podrían salvar lo que quedaba de la revolución de octubre de 1017: la economía nacionalizada y planificada, la cual había que defender frente a los intentos del imperialismo de reintroducir el capitalismo en dichos países. Finalmente fue el colapso provocado por la propia burocracia la que ahogo el desarrollo de la economía y con ello provoco la contrarrevolución de restauración capitalista, que vimos en la última década del siglo XX en la ex URSS, el resto de países del Este, en Vietnam y en la propia China.

 Sin lugar a dudas ello era una de las posibilidades que estaban explicitas en toda la situación. Existieron posibilidades para que el desarrollo de los acontecimientos hubiera caminado en este sentido y no en el que finalmente lo hizo, hacia la restauración del capitalismo.

 Pero siempre hemos explicado que no es suficiente con que se den las circunstancias objetivas para la revolución, sino que desde antes de la misma debe de estar presente, aunque sea en tamaño pequeño, el factor subjetivo, unan dirección revolucionaria con tradiciones y cierta influencia entre la clase obrera. Ello fue un factor determinante en estos casos también, pues no existía en ninguno de estos países un Partido, o embrión del mismo, revolucionario que pudiera ampliar su influencia en los momentos decisivos entre las masas.

Seguramente ello tiene que ver mucho con la situación que se creo dentro de la IV Internacional (que fundo Trotsky en 1938), cuya dirección tras la II Guerra Mundial, una vez asesinado su fundador y principal teórico, no estuvo a la altura de las circunstancias y naufrago en todos los aspectos centrales, incapaces de comprender basados en el método de Trotsky los cambios que se habían producido en la situación, mostrandose incapaces de poder reorientar a la organización, a la Internacional, en base a las genuinas ideas del marxismo revolucionario, cayendo en todo tipo de errores sectarios, ultraizquierdistas y oportunistas, que siempre son dos caras de la misma moneda.  Pero ese será tema para un próximo texto, que nos proponemos publicar próximamente.

 El siglo XXI y las revoluciones

Los marxistas no somos fatalistas históricos, ni creemos en que la historia este predestinada a ser de tal o cual forma. Por el contrario nuestros análisis apuntan hacia la necesidad objetiva de que la clase obrera pueda acceder al poder, realizando la revolución que permita poner punto y final histórico a la existencia del Sistema capitalista, el cual ya yo sirve para que la humanidad pueda avanzar en progreso. La ciencia explica que en ocasiones “la necesidad se expresa incluso a través de los accidentes”.  Nosotros, marxistas revolucionarios, no preparamos para esta época, que será una de las mas convulsas en la historia de la humanidad, que será “el parto hacia una sociedad nueva, enterrando el viejo e inservible Sistema mal llamado de libre mercado.

 Durante las décadas anteriores, en los últimos 20 años tan solo, hemos sido testigos de grandes acontecimientos revolucionarios por todo el planeta. Necesitamos que en los próximos años, los nuevos acontecimientos tengan un éxito en algún país, en algún punto de los cinco continentes: ello será el catalizador que permita a la clase obrera internacional desarrollar su revolución socialista de país en país, de continente en continente.

             Todos recordamos las cercanas revoluciones, de no hace muchos años: la conocida como “Primavera Árabe”, que sacudió de abajo arriba todo el Norte de África y el Medio Oriente; las oleadas de protestas en contra de las políticas de austeridad capitalistas por casi toda Europa; la llamada “Marea Rosa” por América Latina y los levantamientos y revueltas sociales, con huelgas generales incluidas, en todo Asia.  Esto ha sido simplemente el principio de todo un proceso que ha comenzado, pero que ni mucho menos ha terminado.

         Los ataques a los niveles de vida y las conquistas de los trabajadores en el pasado están al orden del día en los planes de los grandes empresarios, de sus gobiernos y las respuestas de la clase obrera no se harán esperar. Las perspectivas son claras: habrá, veremos, más y mas revueltas y revoluciones, desde un punto a otro del planeta.

         En los años 90 y en los primeros años de este siglo vimos el desarrollo de una brutal campaña ideológica de la burguesía, empeñada en identificar al estalinismo y sus fracasos con las genuinas ideas y el programa del marxismo revolucionario, del bolchevismo.  Sin lugar a dudas ello tuvo un cierto efecto entre sectores de la clase trabajadora y de la juventud.  Marx explico que "las ideas dominantes de una sociedad dada son las ideas de la clase dominante”, que las transmite de mil formas al conjunto de la población.

Pero las cosas comienzan a ser dialécticamente diferentes. La crisis orgánica en la que está instalada la economía capitalista impide a la mayoría de nosotros tener o hacer planes de futuro, vivir dignamente con nuestro trabajo o simplemente nos condenan al desempleo forzoso, a pensiones miseras, peores condiciones de estudios para nuestros hijos o una cada vez peor sanidad para cuando enfermamos. Todo está bajo ataque con el dominio social de la burguesía y sus gobiernos. En estas condiciones es imposible que nos podamos quedar en casa “ocultándonos de la situación”, que nos afecta de lleno. Se impone y hace necesario buscar los causes con los que poder luchar correctamente por un mundo que merezca la pena realmente ser vivido.

En estas condiciones objetivas concretas es de vital importancia que estudiemos la historia verdadera de los principales acontecimientos de la lucha de clases durante el siglo XX y evaluemos las principales lecciones que de ellas se desprenden. Estos próximos años serán años en los que miles de trabajadores y de jóvenes volverán a redescubrir las verdaderas ideas, programa, tradiciones y métodos de la Oposición de Izquierdas, del genuino bolchevismo, que permitió a la clase obrera rusa en 1917 tomar el poder y comenzar la tarea de construir una sociedad nueva, una sociedad sin opresores ni oprimidos.

 ¡¡ ESA ES LA TAREA, MANOS A LA OBRA !!

 

 

 

 

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