1974: REVOLUCION DE LOS CLAVELES

 PORTUGAL: 50 ANIVERSARIO 

DE LA REVOLUCION

 

En el momento que escribíamos este texto se están cumpliendo el cincuenta aniversario de la Revolución Portuguesa, la cual como tantas otras veces hemos visto, comenzó con un sector de militares se comenzó a mover en contra la dictadura, lo cual tuvo el efecto de desatar una lucha fundamental, desde abajo hacia arriba, del movimiento obrero y la juventud portuguesa.

Por Salvador Pérez

Portugal en 1974 se encontraba gobernado por una dictadura militar, empobrecido y devastado por las guerras en los territorios coloniales que aun poseía. La falta de perspectiva de futuro era la característica del Portugal del 74.

Como decimos, la aplastante mayoría de la población vivía unas condiciones de vida miseras, en un país controlado por siete bancos, propiedad igualmente de siete familias, las cuales oficialmente controlaban directamente el 83% de todos los depósitos y nada menos que el 87 por ciento de las carteras comerciales.

Portugal era el claro ejemplo que explico Marx una y otra vez: una enorme concentración de las riquezas en unas pocas manos y más del 75 por ciento de la población trabajadores asalariados en condiciones de atraso y miseria generalizada. Del total de población en Portugal, 8,7 millones de personas, había un millón que eran obreros industriales.

Bajo una bota brutal de la dictadura militar de Caetano, la cual de una u otra forma llevaba gobernando el país desde la década de 1920, la riqueza que creaba con su trabajo la clase trabajadora iba a los bolsillos de una elite muy reducida de familias ricas y las familias trabajadoras eran obligadas a vivir unas vidas miseras.

Portugal en 1974 llevaba ya más de trece años en continuas guerras en contra de los pueblos de los territorios que aun eran sus colonias en África y que luchaban por su independencia y liberación del yugo colonial.

Esta situación de permanente guerra acabo afectando a los niveles bajos de los oficiales del ejército portugués, que se veían obligados a mantener una guerra reaccionaria en contra los pueblos sometidos a cientos de kilómetros de Portugal. En ese proceso estos niveles bajos de la oficialidad del ejercito comenzaron a cuestionar esas guerras y a la propia dictadura. Comenzaron a organizarse y crearon el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA). Qué duda cabe que ello reflejaba perfectamente la idea de Lenin, cuando dijo que “la guerra es la partera de las revoluciones”.

El Ministerio de Asuntos Exteriores llevó a cabo un golpe de Estado, el 25 de abril de 1974. Pero ello fue la señal de alarma que hizo que el pueblo portugués convirtiera ese golpe de Estado en una revolución, que inmediatamente transformo toda la situación objetiva, de abajo arriba toda la sociedad portuguesa se transformó, lográndose imponer las libertades políticas y sindicales que la dictadura negaron durante décadas. Lo que no había ocurrido en años, en 24 horas se hizo posible, en un cambio brusco y repentino que zarandeo a todas las clases y capas de la población.

La Revolución en sus comienzos

Hasta el 25 de abril de 1974 Portugal estuvo gobernada por la dictadura de Salazar, quien desde que en octubre de 1926 se llevará el golpe de Estado que derroco la Primera República Portuguesa, sustituyéndola primero por la Dictadura Nacional y más tarde por esa cosa llamada el “Estado Nuevo”, un régimen autoritario y “tradicionalista”, basado en el catolicismo y la autoridad política depositada en los militares.

Las bases del Estado Novo se encuentran en la Constitución de 1933, que era una dictadura influenciada por las formas “suaves” del fascismo europeo, con características muy similares a las de la dictadura de Francisco Franco en España.

El lema del Estado Novo era similar, como decimos, al de todos los regímenes de la época, incluido el franquista en España: “Dios, Patria, y Familia”.  Era un gobierno autoritario. No se autodefinía como régimen fascista, pero Salazar como el hombre fuerte dirigía en persona, dictatorialmente, el país. La oposición y los derechos democráticos, políticos y sindicales, estaban prohibidos en Portugal.

 El gobierno portugués controlaba los poderes ejecutivos y legislativos y estaban centralizados en la figura del presidente del Consejo de ministros. Como es típico de estos regímenes, se utilizaba por el régimen el culto a la figura del presidente, Salazar, dueño de la nación.  Como también ocurría en España, el régimen intentaba prolongarse en el futuro mediante el adoctrinamiento de los niños y la juventud en las escuelas. Con la utilización del culto, como expansión de la propaganda, el régimen intentaba convencer al pueblo de que el gobierno de Salazar era lo único bueno posible.

 El conjunto de los medios de comunicación estaba controlado por el gobierno, que aplicaba leyes de censura y estaba totalmente prohibida toda crítica contra el gobierno. Así mismo este utilizaba organizaciones paramilitares, al objeto de proteger al régimen de ideas en contra. El alineamiento con los EE.UU. era total, con una profunda política anticomunista

 Salazar y su gobierno dictatorial realmente vivían en el limbo, absolutamente desconectados de la realidad social. Es por ello que, a la hora de la verdad, como gobierno que solo se representaba a sí mismo, nadie en Portugal movió un solo dedo para defender al régimen, dejando caer el velo de lo realmente decrépito que era el régimen. En el momento de la revolución esta fue de las más pacificas que se conocen en la historia, ya que no tuvo oposición real enfrente.

Unos días después, en las manifestaciones del 1º de mayo, millones de trabajadores participaron, confraternizando abiertamente con los soldados y marineros, lo cual representaba claramente el símbolo de la revolución y su enorme profundidad social. Toda la situación estaba cambiando radicalmente en la sociedad y esos cambios bruscos se producían en cuestión de horas.

            A todo el profundo malestar social reinante se le añadía el asunto de la guerra colonial, que vivía momentos de absoluto descontrol. Tras las manifestaciones del 1º de mayo Portugal comenzó a vivir una autentica marejada de huelgas, hasta entonces no conocidas.

En la mayoría de los centros de trabajo, en los barrios, en las escuelas nacían desde abajo COMITES, que llamaban y organizaban las manifestaciones, a las huelgas, las ocupaciones de las empresas y hasta secuestros de Directivos de esas empresas, los cuales eran utilizados como “garantías” por los trabajadores. Un movimiento revolucionario espontaneo y explosivo.

Y muchas de estas luchas producían grandes resultados para los trabajadores, lo cual evidentemente animaban a nuevos sectores. Vimos luchas que producían aumentos salariales de hasta el 100%. Las reivindicaciones obreras eran planteadas de tú a tú en las empresas con éxito: más salarios, reducción de las jornadas de trabajo, pago de las vacaciones, expulsión de los chivatos de la dictadura de las plantillas, a igual trabajo - igual salario, …

La clase dominante estaba en pánico, querían actuar en contra del movimiento, pero no tenían las fuerzas para poder hacerlo. Algunos medios de comunicación de la burguesía internacional comenzaban hablar del fin del capitalismo en Portugal. Y ello estaba al alcance de la mano de la clase obrera en aquellos momentos.

La libertad de expresión, manifestación y organización fue impuesta por la clase obrera, que en un ambiente de total confianza y de optimismo comenzaba a reflejar la alegría típica del pueblo portugués. Los cines se llenaban para ver películas hasta entonces prohibidas, haciendo desaparecer la censura. Se creó una Comisión para aprobar una ley de divorcio, los estudiantes estaban agitados y exigían el fin de los exámenes y hasta las empleadas del hogar organizaron su propio sindicato. Las masas trabajadoras comenzaron a organizarse sindical y políticamente, emergiendo a la superficie partidos políticos de distintas tendencias, hasta entonces prohibidos por la dictadura.

El gran revolucionario ruso León Trotsky explico que el rasgo más característico de una revolución en “la entrada en acción de las masas, que toman sus destinos en sus propias manos”. Qué duda cabe que, desde este punto de vista, central para los marxistas, Portugal había entrado en un proceso revolucionario y las masas portuguesas estaban llevando a cabo la revolución.

Ello tuvo repercusiones directas e inmediatas en las Colonias africanas de Portugal. Los soldados portugueses de forma natural entraron en contacto y comenzaron a confraternizar con los que hasta ayer mismo los oficiales y la dictadura de Salazar les decían que eran su “enemigo”. La clase trabajadora, ni sus hijos vestidos de uniforme, tenían interés alguno en continuar aplastando los derechos de esos pueblos y rápidamente les concedieron los derechos democráticos, incluyendo el de la autodeterminación de estos pueblos africanos.

Para hacernos una idea más exacta de todo esto, en Guinea-Bissau solo a los cuatro días tras la revolución en Portugal, más de 1000 oficiales y soldados de la tropa portuguesa firmaron un comunicado por la autodeterminación del pueblo guineano. A los cinco meses de ello Guinea-Bissau ya era un país independiente.

La Revolución de los Claveles puso punto y final a más de 48 años de dictadura militar y abrió las puertas a un periodo de más de cinco décadas de democracia burguesa formal en el país. Fue ante todo una revolución profundamente popular, con la participación activa de las masas y ello dejo su impronta también en su carácter pacífico. Casi, casi, la reacción no pudo mover un musculo en contra de la revolución, aunque ello no fuera por falta de ganas.

En el atardecer del 25 de abril de 1974 el régimen asesino a cuatro civiles y a un agente de la policía política (PIDE/DGS), ante la sede del principal órgano de opresión de la dictadura, conocido por Estado Novo. Estos asesinatos fueron la última gota de expresión del carácter reaccionario de una dictadura que fallecía ante el cuerpo vigoroso de la revolución de las masas. El PIDE pretendió demostrar su poder con ello, pero el régimen ya carecía de futuro alguno.

Una revolución de masas

El gobernador de Guinea Portuguesa, el general António Spínola, asumió la Presidencia de Portugal, tras ser apoyado para ello por el Ministerio de Asuntos Exteriores, organizador del golpe de Estado a la dictadura. Aparentemente nos intentan hacer creer que los grandes capitalistas, los mismos que habían sostenido en el poder a la dictadura por casi cinco décadas, estaban exultantes: intentaban agasajar a Spínola, al cual decían comparar con un nuevo "De Gaulle", quien debía de salvar la situación, evitando que el poder cayera en manos de las masas trabajadoras.

Cuando analizamos los acontecimientos de la revolución portuguesa no dejamos de ver enormes paralelismos con la revolución rusa de 1917.  Pero también junto al ascenso revolucionario de las masas vemos las tentativas de la reacción de levantar cabeza, intentando la clase dominante mantener el poder bajo su dominio. Las ‘jornadas de julio’ también aparecieron.

El 28 de septiembre la burguesía y oligarquía portuguesa financio la celebración de una manifestación, que curiosamente convocaba con el sugestivo nombre de “mayoría silenciosa”, cuyo objetivo central era provocar la respuesta de “Lisboa Roja”, para pretexto de que Spínola pudiera proclamar el Estado de Sitio”, asumiendo todos los poderes y procediera a aniquilar el movimiento revolucionario de las masas, a las cuales ya acusaban directamente de “provocar la anarquía”.

Pero estos intentos de provocación de la reacción fueron detenidos en seco por la clase trabajadora. El día antes de la celebración de la manifestación, los trabajadores convocados por comunistas, socialistas y otras organizaciones de izquierda, comenzaron a levantar “barricadas por las calles de Lisboa” y Centros de Vigilancia por todo el país.  Estos Centros de Vigilancia descubrieron pronto en los coches de los convocantes de la “manifestación silenciosa” escopetas, armas de diferentes calibres, que iban a ser utilizadas contra la clase trabajadora portuguesa.

Ante ello las masas reaccionaron por su propia iniciativa con ímpetu para frenar los intentos de la reacción de justificar un nuevo periodo dictatorial. El Golpe terminó en un sonado fracaso y su primera víctima fue la propia renuncia al día siguiente del General Spínola.

En cualquier revolución su dirección juega un papel central, en un sentido u otro. Las filas del MFA se radicalizaron al máximo, fruto sobre todo del proceso político de la confraternización con las propias masas. Es por ello que el MFA estaba llamado a ser dirección de la revolución. En aquellos contextos, por ejemplo, a la policía no se la veía por ningún sitio, manchada como estaba de sus actuaciones reaccionarias durante la dictadura.

El crimen del Frente Populismo

Tal era la situación revolucionaria, tan profunda y extendida hasta el último rincón de la clase obrera, que ello hacia temblar una y otra vez a la clase dominante y a sus organizaciones. La burguesía creo en aquel periodo diferentes partidos políticos, todos ellos con el claro objetivo de engañar a las masas sobre lo democrática que eran los grandes empresarios, banqueros y oligarcas. Los partidos burgueses recién creados ("Partido Socialdemócrata" (PPD) y el Centro Democrático y Social (CDS), por ejemplo) sentían la necesidad de auto llamarse a sí mismos “socialistas" y cosas por el estilo.

Si bien a la clase obrera no la engañaban con estas “tácticas”, los dirigentes socialdemócratas y estalinistas (PS y PC) eran otra cosa. Estos en vez de organizar y trabajar para la toma del poder a manos de la clase obrera, rápidamente entraron al juego de la burguesía y comenzaron a participar en el Gobierno Provisional burgués, teóricamente para “crear y construir la democracia en Portugal”. Estos dirigentes reformistas y estalinistas (lo cual en su fondo era casi lo mismo) desde el principio intentaron moderar, suavizar las reivindicaciones de las masas, eliminar todas aquellas cuestiones de intereses de clase claros de los obreros y se abrazaron a los políticos “demócratas de la burguesía”, con el cínico pretexto de “la unidad y alianza de los antifascistas, de los demócratas”.

Como siempre hacen cuando pueden, tanto los dirigentes del PC portugués como los dirigentes del PS comenzaron a realizar todo tipo de maniobras para encarrilar a la revolución dentro de los marcos de la “democracia burguesa”, argumentando que las tareas del presente eran “derrotar al fascismo y democratizar el país”. Decían que solo y tan solo después de eso, se podría plantear la lucha por una sociedad socialista. De nuevo la vieja y falsa política de la teoría de las dos etapas de la revolución, una teoría menchevique y que de tan buen gusto era para los dirigentes estalinistas, sobre todo.

Como siempre, hablan y hablan de “asegurar el apoyo de las capas medias, de dejar aislados a los fascistas”, mientras se niegan a luchar en la práctica por un claro programa en favor de satisfacer las necesidades de la clase obrera frente a la burguesía. Los dirigentes socialdemócratas y estalinistas portugueses comenzaron a repetir, punto por punto, las mismas políticas “Frente populistas” que el estalinismo impuso a la revolución española en los años 30 y que provoco la derrota y la implantación de la sangrienta dictadura militar de Franco.

Expropiaciones, Nacionalizaciones

Sin embargo, las condiciones objetivas en ocasiones son más fuertes que las políticas de los aparatos reformistas y burocráticos. Eran estas condiciones objetivas las que llevaban a cada vez más amplios sectores de la clase obrera a exigir e imponer medidas de más profundas transformaciones radicales, que necesitaban para el presente, no para un lejano e hipotético futuro.

Los cierres de empresas, las oleadas de despidos, obligaban en muchas ocasiones a que los trabajadores asumieran el control y la gestión de las empresas. Así, a lo largo del año 1975 más de 1.000 empresas pasaron a ser autogestionadas directamente por los trabajadores, lo cual fijaba en la mente de la clase obrera una palabra mágica y necesaria: una política de nacionalizaciones para hacer frente a la crisis de las grandes empresas, dispuestas a dejar en la calle y en la miseria a más y más número de trabajadores.

Grandes batallones de la clase trabajadora estaban llegando sobre la base de su experiencia a la conclusión revolucionaria de que para mantener los avances sociales y las conquistas de la revolución en los meses anteriores era necesario ante todo LLEGAR HASTA EL FINAL, con la expropiación de las palancas fundamentales de la economía, las grandes empresas, el sistema bancario/financiero y las grandes fincas de tierras.

Las grandes fincas agrarias de la región del Alentejo fueron tomadas por el proletariado rural, que comenzaron a cultivarlas sin los terratenientes. El día 2 de enero de 1975 la Asamblea General del Sindicato de Trabajadores Bancarios de Lisboa acordó exigir al gobierno la nacionalización completa del sector, con el objetivo de "defender los intereses del pueblo portugués contra el imperialismo y los terratenientes".

A pesar de la política de “colaboración de clases” de los dirigentes reformistas y estalinistas, la clase obrera portuguesa había comprendido que su lucha iba más lejos del capitalismo, que este sistema no tenía nada que ofrecerles. Y esas conclusiones políticas avanzadas intentaban buscarles cauces para llevarlas a la práctica.

En este contexto la reacción intento de nuevo mover ficha. Spínola, que había tenido que salir de la Presidencia, intento de nuevo lanzar un ataque y organizo un nuevo intento de Golpe de Estado. Pero la reacción estaba tan debilitada por el movimiento de lucha de las masas, que este intento de Golpe de Estado fracaso desde antes de ser lanzado. No habían preparado ni siquiera unidades militares en sitios claves para que el golpe pudiera aspirar a triunfar. Las pocas unidades que intentaron responder al llamamiento de sedición de Spínola claudicaron rápidamente, al verse rodeados por los trabajadores, que nuevamente salieron a las calles y a los Cuarteles militares, a manifestarse y luchar.

Tras este intento fallido de golpe de Estado, el gobierno provisional se vio en la absoluta necesidad de radicalizarse hacia la izquierda, adoptando medidas de nacionalizaciones en contra de los capitalistas que habían demostrado una vez más su carácter tremendamente contrarrevolucionario.

Los trabajadores en avance

 Pese a la verborrea de los llamados dirigentes de izquierdas, de que ‘no era posible avanzar más’, por el contrario, los trabajadores demostraron en la práctica que eso no era verdad. En el terreno concreto de la lucha las masas demostraron no solo estar a la izquierda de los partidos y direcciones, sino ser capaces de aplicar el programa de lucha por la transformación socialista, no en unos años, sino en cuestión de unos pocos días, horas.

Fue Karl Marx quien explico que “en ocasiones la revolución necesita del látigo de la contrarrevolución, para abrirse camino”. La corrección de esta brillante idea la vimos nuevamente en la revolución de Portugal. Los intentos de la burguesía por asentarse de nuevo en el poder plenamente, provoco un giro aun mayor de las masas hacia la izquierda y provoco una mayor radicalización hacia la izquierda del conjunto de la clase obrera.

Podemos decir que, a falta de una dirección revolucionaria consecuente, las masas comenzaron a llevar a cabo las tareas de aniquilar el capitalismo en Portugal, un Sistema que suponía una traba total al desarrollo progresista de la sociedad. Pero la lucha espontanea, con toda la importancia que tiene, no es suficiente en si misma para completar las tareas globales del cambio de sociedad, que necesita de la construcción y existencia de una dirección revolucionaria que permita aplastar a la burguesía y a su Sistema.

Los trabajadores bancarios, como decimos, no solo aprobaron la propuesta de que todo el sector fuera nacionalizado, sino que tomaron medidas prácticas concretas en esa dirección: el 11 de marzo de 1975 los trabajadores bancarios fueron a la huelga, ocuparon los bancos y sus oficinas y congelaron los movimientos de los capitales. Los trabajadores no querían volver abrir los bancos sin que antes estos fueran nacionalizados por el gobierno. En las puertas de cada entidad colocaron grandes carteles que decían: BANCO DEL PUEBLO.

Nos podemos hacer una idea del ambiente brillante que existía por todo el país, con el surgimiento de miles de COMITES OBREROS, BARRIALES Y DE SOLDADOS, los cuales con otro nombre eran los mismos que habían visto su surgimiento en Rusia en 1905 y sobre todo en 1917. Entre otras cuestiones, la labor de estos COMITES era esenciales, comenzando por la necesidad de convocar, organizar y coordinar las luchas.

En este ambiente social eléctrico, después del sector bancario le tocó el turno a las Compañías de Seguros y como el Sistema se basa en la concentración del capital cada vez en menos manos, estos Bancos y Seguros tenían participaciones o la propiedad de las empresas más importantes del país, por lo cual se imponía con total lógica que estas mismas grandes empresas fueran expropiadas.

La autoorganización y gestión obrera de las empresas comenzó y rápidamente se extendió hacia muchas de la medianas y pequeñas empresas, que pasaron a ser gestionadas directamente por los trabajadores. Y en el Sur de Portugal los jornaleros del campo comenzaron a tomar las tierras y grandes fincas, provocando así lo que no había sido posible en los siglos anteriores: el desarrollo de una verdadera Reforma Agraria.

Estos COMITES no eran otra cosa que la expresión gráfica de la aparición en la sociedad de una situación embrionaria de DOBLE PODER, una situación clásica en todas las revoluciones proletarias. Se imponía en esta situación, como decíamos, de la existencia de una dirección revolucionaria consecuente, que generalizara y unificara a estos Comités obreros, barriales y de Soldados a nivel de todo el país y llamara a la toma consciente del poder, estableciendo un genuino gobierno obrero.

Sin embargo, en un contexto en donde la burguesía internacional y nacional había dado por muerto y finiquitado el capitalismo en Portugal, ningún partido con influencia de masas llamo a esta tarea central, para convertir a los Comités en instrumentos no solo de lucha, que lo eran, sino de gestión y planificación de las palancas fundamentales de la economía, al objeto de una elaboración concretizada de satisfacer el conjunto de las necesidades de la clase obrera.

Sin completar en este punto las tareas de la revolución, esta estaba y estaría amenazada permanentemente por la clase dominante, que quería tomarse la revancha y retomar al control de las propiedades que la clase obrera le estaba arrebatando.

Los marxistas no somos ilusos en este punto: la clase trabajadora en su revolución la completa y aniquila el capitalismo por completo, o siempre la burguesía intentara aniquilar a la propia revolución, no solo por medios militares, sino usando los mecanismos propios de la llamada “libre competencia”, hundiendo con las reglas de funcionamiento capitalistas a las empresas expropiadas. Además de esto, la revolución portuguesa se había quedado a medio camino también, al no tocar al capital extranjero, con la ilusa esperanza de que así los imperialistas y burgueses internacionales no intentaran derrocar a la propia revolución. Ello era un tremendo error que pasaría factura.

Las elecciones y la Asamblea Constituyente

En el primer aniversario de la revolución se celebraron las elecciones para la Asamblea Constituyente. Estas arrojaron unos claros resultados, que nos indican que aún era posible luchar por completar los aspectos que faltaban del proceso revolucionario.

En las elecciones vimos una participación del 90 % del electorado, que arrojaron un gran ganador: el Partido Socialista obtuvo el 37,9 % del total de los votos, los cuales, junto al PC de Portugal, que obtuvo el 12,5% y al MDP (aliado comunista), que obtuvo el 4,5 %, arrojaba una clara mayoría para los partidos de izquierdas.  Los llamados liberales del PPD con el 26,4 % y el derechista CDS el 7,6 %, no eran suficientes apoyos para cuestionar el ascenso revolucionario que se vivió y vivía en Portugal.

Aunque los resultados mostraban claras diferencias entre el Sur revolucionario y el norte más conservador, los resultados arrojaron un claro y amplio margen de victoria de la izquierda en Portugal. Los votos del PS, del PC, del MDP y de la llamada extrema izquierda mostraron también en el terreno electoral las ansias de cambiar la sociedad de la clase obrera portuguesa.

Los marxistas no somos cretinos electoralistas. Pero si somos capaces de entender los resultados de cualquier elección en sentido de una foto fija del momento social en el que se produce. Y los resultados de las elecciones indicaban que la izquierda era ganadora de las elecciones, pero dentro de la izquierda había grandes diferencias políticas, que deben merecernos algunas pinceladas al respecto.

Antes del comienzo de la revolución el Partido Comunista podríamos decir, como ocurrió en el Estado español también, tenía todo el potencial para ser el partido predominante en la clase obrera portuguesa. Los militantes comunistas habían adquirido un enorme prestigio por haber dirigido la lucha antifascista. Aunque era un partido con unos pocos de miles de militantes, poseía una estructura nacional y cuadros políticos con bagaje y experiencia. Los militantes del PCP dirigían los sindicatos y contaban con medios de comunicación y hasta una estructura militar en la clandestinidad.

Sin embargo, tras la prueba de fuego de la revolución, a un año vista solo obtuvo un mediocre resultado del 12,5 % de los votos. No por nada el estalinismo había dejado de ser “atractivo para las masas”, bastante lejos de la visión que tuvieron tras el final de la II Guerra Mundial. Todo ello son factores, pero el determinante, en nuestra opinión, fue el papel totalmente oportunista de sus dirigentes durante la revolución.

Por otra parte, las masas veían la existencia del Partido Socialista, que al principio de la revolución había aparecido como un partido débil, con muy poca influencia en los sindicatos y que para ganar esa influencia en el movimiento obrero se posicionaba casi siempre a la izquierda del PC, apoyando los procesos de nacionalizaciones y autogestión, aunque en realidad solo fuera de palabra, que estaban llevando a cabo los trabajadores.  Ello le permitió crecer, pasando de ser un pequeño partido de unos cuantos cientos en su fundación en 1973, a ganar una creciente influencia y apoyo en las masas, llegando al resultado electoral en donde gano con el 37,9 %.

La clase dominante desde el principio busco las formas de como parar el avance de la revolución. Planifico intentos de Golpes, utilizo la provocación y por supuesto, también llamó a los dirigentes del PCP y del PSP a entrar al gobierno provisional para hacerlos cómplices de las políticas que desde allí se aprobaban en complicidad y coalición del PPD.

Particularmente dañina esta colaboración de clase con la sombra de la burguesía fue para los dirigentes del PC, que por su mayor influencia entre las masas más fueron comprometidos y desprestigiados. Como unos años más tarde ocurriría también en el Estado español, la burguesía necesitaba utilizar a los dirigentes socialdemócratas y especialmente a los estalinistas al objeto de ponerle freno a la lucha de clases. Los dirigentes del PCP tuvieron que soportar sobre sus hombros la dudosa tarea de contener el movimiento de las masas hacia la transformación socialista de la sociedad. Como siempre, como buenas, responsables y cretinas direcciones “reformistas”, que nunca ven el momento de plantar lucha al capitalismo, estos dirigentes se prestaron una vez más a ser files guardianes del orden y del sistema establecido.   

Tan pronto como en agosto de 1974, el gobierno provisional presento una propuesta de Ley de Huelga, que en realidad era una completa Ley anti-huelgas. Con esta Ley el Gobierno Provisional quería prohibir las huelgas políticas, las de solidaridad y las que afectaran a varios sectores, imponiendo la obligatoriedad de un preaviso de hasta con 37 días, al tiempo que legalizaba los cierres patronales e impedía en la practica el ejercicio a la manifestación obrera, obligando a que estas solo se pudieran realizar los días entre semana a partir de las 19:00 horas y los sábados siempre que fueran después de las 13:00 horas.

Esto era un verdadero escándalo y un ataque en toda regla a las conquistas de la revolución de la clase obrera. Desde el propio gobierno el PS critico esta Ley y dejo solo al PC, defendiendo la Ley más restrictiva de toda Europa, con las lógicas salvedades de la Grecia de Los coroneles y la España de Franco.

Igual ocurrió más tarde con otra Ley, que pretendía eliminar derechos a los trabajadores, en este caso sindicales. El gobierno presento su Ley de Unidad Sindical”, al objeto de crear una sola Central sindical. Esta Ley también fue apoyada por los dirigentes del PC, que defendían que solo existiera una única Central, legalmente establecida.

Sin embargo, en esto también los dirigentes del PS se distanciaron y defendieron la libertad sindical, protestando en contra de esta Ley con argumentos como que "Si por medio de un decreto se impone un solo sindicato y una sola confederación sindical, por la misma lógica mañana se puede imponer un solo partido, una sola prensa, una sola lista de candidatos a la Asamblea Legislativa, etc.".

Es evidente que la política de la burguesía de dividir a la clase obrera, con la participación en primer escalón del escenario de los dirigentes reformistas y estalinistas, les estaba dando sus frutos.  Tras celebrarse las elecciones, en un ambiente cada vez más dividido entre los dirigentes “socialistas” y “comunistas”, la clase obrera comenzó a aparecer políticamente dividida y sin nadie que pudiera ofrecerles unas perspectivas de lucha en un sentido de clase correcto. Esta política provocada por los dirigentes del PC y del PS solo podía traer entre los trabajadores desorientación y apatía. Esta era la precondición para que los reaccionarios pudieran sentirse con fuerzas para poder recuperar la iniciativa, que la habían perdido totalmente.

El MFA se divide

Hasta esos momentos el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) se había estado apoyando en la clase obrera para resistir todos los golpes reaccionarios. Pero es evidente que ningún sector puede permanecer inmune a los conflictos de clases que vive la sociedad en un momento dado. Y Portugal estaba dividido de abajo arriba en estos momentos decisivos de revolución y contrarrevolución.

Cuando la clase dominante comenzó a ver sus propósitos conseguidos, dividiendo al movimiento obrero en dos grandes bloques, es el momento propicio en el cual la reacción comenzó a levantar la cabeza. Si hasta entonces la reacción se había atrincherado y puesto a cubierto, con la división de la clase obrera comenzaron sus nuevas tentativas de restablecer sus objetivos. Rápidamente comenzaron con una verdadera ola de terror, asaltando sedes del PC, de los sindicatos, sobre todo en el más conservador Norte del país.

Los grupúsculos de extrema derecha, en los meses siguientes, desplegaron todas sus capacidades para atentar y provocar al movimiento obrero y a sus organizaciones, ayudados como siempre es típico en la Península Ibérica por la Iglesia Católica. En aquellos momentos el terrorismo de extrema derecha se generalizo por todo Portugal, hasta el extremo de aniquilar en la practica el derecho de cualquier trabajador a ser comunista.

La debilidad invita a la agresión. En la medida que fruto de la división por arriba de las burocracias del PC y del PS tenían su reflejo entre las bases, en el movimiento obrero, y sobre todo fruto de la incapacidad política de los aparatos burocráticos de ambas organizaciones para ofrecer un plan de lucha en contra de los fascistas, es en esos momentos claves en donde también el MFA sufrió una profunda división en líneas de clase, como no podía ser de otra manera.

Aunque algunos pocos oficiales se pasaron al lado de la clase obrera, la gran mayoría de la MFA se posiciono al lado de la burguesía. Un sector, llamados “moderados”, del MFA elaboraron el “Documento de los Nueve”, en el cual un 80% de todos los oficiales del Ejército, en agosto de 1975, afirmaban estar “cansados de tanto anarco-populismo”.

Era bastante claro que toda la situación objetiva había experimentado un profundo cambio y ello acabo reflejándose dentro de las fuerzas armadas. Aunque en un principio el dominio del MFA por parte de los llamados “moderados” tuvo un carácter importante, aún no había adquirido un carácter definitivo.

Se imponía llevar a cabo una genuina política de clase, de trabajar conscientemente para ganar a sectores importantes del Ejercito para las trincheras de la clase obrera. Pero de nuevo vimos el nefasto papel de la política de colaboración de clases en las llamadas direcciones de izquierdas, impidió que ello pudiera producirse. Ya a principios de septiembre de 1975 se produjo una reorganización del MFA, en donde los llamados “moderados” se hicieron con una mayoría clara.

La Contrarrevolución avanza

En las bases del ejército se produjo una clara insubordinación, que dio pie al nacimiento de un movimiento llamado “Los soldados unidos vencerán". Los hijos de los trabajadores, vestidos de uniforme, exigían “la expulsión de los oficiales reaccionarios de los cuarteles y la destrucción del ejército burgués”. Los soldados llegaron a realizar importantes manifestaciones, con miles de soldados participando activamente. Pero era clara la necesidad de una política revolucionaria global, que permitiera asentar un golpe definitivo a los sectores reaccionarios, de lo contrario estos sectores se continuarían preparando para llegado el momento asentar un golpe definitivo a la revolución.

Sobre la base de los resultados electorales obtenidos se formó un nuevo Gobierno Provisional, que nuevamente no cuestionaba las bases del capitalismo. Los ministros del PS y del PPD dominaban el Ejecutivo. A los dirigentes del PC le permitieron estar representados por medio de un ministro, al tiempo que debían soportar constantes manifestaciones en contra de su política. De nuevo la política de “colaboración entre las clases” se imponían al movimiento obrero, mediante la participación del PS y del PC en el gobierno.

Aunque de palabra los dirigentes del PS y PC no renunciaban al "objetivo del socialismo", en la practica la política que siguieron en el gobierno fue la defensa de los intereses de la clase capitalista, llevando a cabo una política de austeridad y disciplina capitalista frente a la crisis.  Los dirigentes del PSP y el PCP anunciaron "una política de ajuste de precios e ingresos para controlar la inflación. La clase obrera debía tener en cuenta la peculiar situación histórica en la que estamos...".   Esto en el terreno concreto de la practica suponía que desde el gobierno los dirigentes del PS y PC, colaboraban activamente en llevar a cabo una política abiertamente contrarrevolucionaria.

Aunque el movimiento obrero intento una y otra vez luchar en contra de esta situación, la situación objetiva a falta de una dirección revolucionaria consecuente hacia que las cosas cada vez fueran a peor. Continuaban existiendo enormes contradicciones dentro de las fuerzas armadas, lo cual hacia que para el gobierno utilizar al ejercito para reprimir al movimiento obrero fuera una tarea siempre dificultosa.

Pero desde un punto de vista marxista, una situación de equilibrio inestable no puede durar eternamente. O la clase obrera asestaba golpes definitivos y aniquilaba de una vez el capitalismo, o finalmente la reacción burguesa aprovecharía el momento oportuno y doblegaría la resistencia de los trabajadores, sometiéndolos mediante los artilugios que le brindaban a la burguesía las políticas de colaboración de clases que practicaban los dirigentes del PC y del PS.

La burguesía prepara un Golpe

Aún a pesar de todos los intentos, conscientes o inconscientes, de los dirigentes reformistas y estalinistas por agravar las divisiones políticas en la clase obrera, este paso de nuevo a la ofensiva y vimos desarrollarse una 3ª oleada de luchas en contra de las políticas que pretendían aplicar desde el gobierno, llamadas de “austeridad”. La lucha de clases es en si misma una guerra entre las clases en ultima instancia. Y en aquel periodo de revolución y contrarrevolución, cualquier huelga era vivida como una guerra en embrión.

El padre del psicoanálisis explico que “hasta la locura tiene su lógica”. En este contexto, en una medida casi sin precedentes históricos, hasta el propio gobierno provisional se llego a declarar en huelga, para “protestar contra las huelgas y el clima social de disturbios”.

En esta situación, los trabajadores de la Construcción, por poner solo un ejemplo, en una acción audaz, se concentraron y comenzaron a rodear la Asamblea Constituyente el 11 de noviembre, advirtiendo al gobierno que “no tolerarían que el gobierno hiciera huelga”. En esa acción procedieron a secuestrar a los diputados. La reacción del gobierno fue ordenar a las tropas para que fueran al Parlamento y que liberaran a los diputados. Pero sorpresa te da la vida, cuando los soldados llegaron confraternizaron con los trabajadores, con los cuales comieron y bebieron como hermanos de clase, lo cual obligo al gobierno a firmar el Convenio Colectivo de la Construcción.

Toda esta situación creaba una situación que desgraciadamente se repite periódicamente en cada revolución: la burguesía se veía, aun con la inestimable ayuda de los dirigentes reformistas y estalinistas, imposibilitados de dominar firmemente la situación ante el avance de las luchas obreras, pero al mismo tiempo la clase obrera se veía privada de una dirección revolucionaria capaz de conducir la lucha por instaurar un orden social nuevo.

Ello no era otra cosa que la expresión practica de la ausencia de un partido revolucionario con influencias de masas, dotado de un genuino programa de lucha anticapitalista, capaz de unificar a las masas entorno a un programa de transición al socialismo. La primera tarea hubiera sido ampliar y hasta multiplicar los COMITES OBREROS, VECINALES, DE ESTUDIANTES Y DE SOLDADOS, coordinándolos a nivel nacional en un órgano de poder capaz de derrocar al decrepito Estado burgués.

De hecho, teníamos en Portugal una situación clásica de DOBLE PODER, que podría durar algún tiempo, pero no podía permanecer indefinidamente. O la clase obrera tomaba el poder o la burguesía aniquilaría todas las conquistas revolucionarias de las masas.

Se convocaron movilizaciones de los Paracaidistas, lo cual fue aprovechado por los oficiales “moderados”, de derechas, para llevar adelante un Golpe de Estado. Ello conto con el beneplácito y apoyo de los dirigentes del PSP y el beneplácito de los dirigentes estalinistas del PCP. Procedieron a la detención y arresto de cientos de oficiales de izquierdas.

Con este golpe los oficiales de derechas impusieron la limpieza de la izquierda militar y restablecieron la disciplina en los cuarteles. Pero en el fondo, este golpe demostraba que el movimiento de luchas de la clase obrera estaba en retroceso y ante la ausencia de una movilización de clase masiva en contra del golpe, este pudo consolidarse.

Ausencia del factor subjetivo

En el año 1975 el órgano ideológico de la burguesía británica, la revista “Time” llego a escribir en su portada el siguiente titular: "El capitalismo está muerto en Portugal". Y ello era la visión que de los acontecimientos en Portugal tenía la burguesía internacional. Una perspectiva totalmente al alcance de los dedos de la mano de la clase obrera. Durante todos aquellos meses los obreros y los soldados revolucionarios fueron capaces de derrotar en varias ocasiones los intentos de la burguesía de dar un golpe de Estado y habían sido capaces de ocupar las tierras, las fábricas, las viviendas vacías, los bancos, … forzaron las nacionalizaciones y crearon potentes sindicatos de partidos de clase.

Pero el titular de “Times” no fue posible hacerlo realidad no por incapacidad de las masas, sino porque estas carecieron una y otra vez de un factor determinante en la situación: Durante todos esos acontecimientos no existió una dirección política a la altura de las necesidades objetivas de las masas, una dirección genuinamente revolucionaria.

Aquellos que amargamente se quejan de que se perdió una oportunidad en Portugal porque la clase obrera no tuvo “madurez política”, son simples ignorantes o peor aún, personas que siempre colocan las responsabilidades propias de una dirección en la espalda de las masas, culpándolas a ellas.

Hoy, cincuenta años después de aquellos gloriosos meses de la revolución de los claveles en Portugal, nuevamente nos adentramos ante procesos turbulentos y revolucionarios, país tras país. Prepararnos desde ya en la tarea histórica de la construcción del factor subjetivo, de la dirección revolucionaria basada en el programa, las ideas y las perspectivas del marxismo es la tarea central que tenemos por delante.

En estos cincuenta años hemos sido testigos del colapso del estalinismo y de una mayor degeneración histórica de la socialdemocracia internacional. El reformismo hoy es sinónimo de contra reformismo, no tiene nada que poder ofrecer a las masas.

Sobre los cimientos firmes de las enseñanzas del pasado los marxistas hoy podremos construir una genuina dirección revolucionaria, un partido internacional que permita a la clase obrera tomar el poder en la sociedad en sus manos y manda al capitalismo al basurero de la historia.

Esa es la tarea histórica que tenemos por delante de nosotros.

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