1974: REVOLUCION DE LOS CLAVELES
PORTUGAL: 50 ANIVERSARIO
DE LA REVOLUCION
En el momento que escribíamos este texto se están cumpliendo el cincuenta aniversario de la Revolución Portuguesa, la cual como tantas otras veces hemos visto, comenzó con un sector de militares se comenzó a mover en contra la dictadura, lo cual tuvo el efecto de desatar una lucha fundamental, desde abajo hacia arriba, del movimiento obrero y la juventud portuguesa.
Por Salvador Pérez
Portugal en 1974 se encontraba gobernado
por una dictadura militar, empobrecido y devastado por las guerras en los
territorios coloniales que aun poseía. La falta de perspectiva de futuro era la
característica del Portugal del 74.
Como decimos, la aplastante mayoría de la población vivía unas condiciones de vida miseras, en un país controlado por siete bancos, propiedad igualmente de siete familias, las cuales oficialmente controlaban directamente el 83% de todos los depósitos y nada menos que el 87 por ciento de las carteras comerciales.
Portugal era el claro ejemplo que explico
Marx una y otra vez: una enorme concentración de las riquezas en unas pocas
manos y más del 75 por ciento de la población trabajadores asalariados en
condiciones de atraso y miseria generalizada. Del total de población en
Portugal, 8,7 millones de personas, había un millón que eran obreros
industriales.
Bajo una bota brutal de la dictadura
militar de Caetano,
la cual de una u otra forma llevaba gobernando el país desde la década de 1920,
la riqueza que creaba con su trabajo la clase trabajadora iba a los bolsillos
de una elite muy reducida de familias ricas y las familias trabajadoras eran
obligadas a vivir unas vidas miseras.
Portugal en 1974 llevaba ya más de trece
años en continuas guerras en contra de los pueblos de los territorios que aun
eran sus colonias en África y que luchaban por su independencia y liberación
del yugo colonial.
Esta situación de permanente guerra acabo
afectando a los niveles bajos de los oficiales del ejército portugués, que se
veían obligados a mantener una guerra reaccionaria en contra los pueblos
sometidos a cientos de kilómetros de Portugal. En ese proceso estos niveles
bajos de la oficialidad del ejercito comenzaron a cuestionar esas guerras y a
la propia dictadura. Comenzaron a organizarse y crearon el Movimiento de las
Fuerzas Armadas (MFA). Qué duda cabe que ello reflejaba perfectamente la idea
de Lenin, cuando dijo que “la guerra es la partera de las revoluciones”.
El Ministerio
de Asuntos Exteriores llevó a cabo un golpe de Estado, el 25 de abril de 1974.
Pero ello fue la señal de alarma que hizo que el pueblo portugués convirtiera
ese golpe de Estado en una revolución, que inmediatamente transformo toda la
situación objetiva, de abajo arriba toda la sociedad portuguesa se transformó,
lográndose imponer las libertades políticas y sindicales que la dictadura
negaron durante décadas. Lo que no había ocurrido en años, en 24 horas se hizo
posible, en un cambio brusco y repentino que zarandeo a todas las clases y
capas de la población.
La
Revolución en sus comienzos
Hasta el 25 de abril de 1974 Portugal
estuvo gobernada por la dictadura de Salazar, quien desde que en octubre de 1926 se llevará el golpe de Estado que derroco
la Primera República Portuguesa, sustituyéndola primero por la Dictadura
Nacional y más tarde por esa cosa llamada el “Estado Nuevo”, un régimen
autoritario y “tradicionalista”, basado en el catolicismo y la autoridad
política depositada en los militares.
Las bases
del Estado Novo se encuentran en la Constitución de 1933, que era una dictadura
influenciada por las formas “suaves” del fascismo europeo, con características
muy similares a las de la dictadura de Francisco Franco en España.
El lema del
Estado Novo era similar, como decimos, al de todos los regímenes de la época,
incluido el franquista en España: “Dios, Patria, y Familia”. Era un gobierno autoritario.
No se autodefinía como régimen fascista, pero Salazar como el hombre fuerte dirigía
en persona, dictatorialmente, el país. La oposición y los derechos
democráticos, políticos y sindicales, estaban prohibidos en Portugal.
Unos días después, en las manifestaciones
del 1º de mayo, millones de trabajadores participaron, confraternizando abiertamente
con los soldados y marineros, lo cual representaba claramente el símbolo de la
revolución y su enorme profundidad social. Toda la situación estaba cambiando
radicalmente en la sociedad y esos cambios bruscos se producían en cuestión de
horas.
A
todo el profundo malestar social reinante se le añadía el asunto de la guerra
colonial, que vivía momentos de absoluto descontrol. Tras las manifestaciones
del 1º de mayo Portugal comenzó a vivir una autentica marejada de huelgas,
hasta entonces no conocidas.
En la mayoría de los centros de trabajo,
en los barrios, en las escuelas nacían desde abajo COMITES, que llamaban
y organizaban las manifestaciones, a las huelgas, las ocupaciones de las
empresas y hasta secuestros de Directivos de esas empresas, los cuales eran
utilizados como “garantías” por los trabajadores. Un movimiento
revolucionario espontaneo y explosivo.
Y muchas de estas luchas producían grandes
resultados para los trabajadores, lo cual evidentemente animaban a nuevos
sectores. Vimos luchas que producían aumentos salariales de hasta el 100%.
Las reivindicaciones obreras eran planteadas de tú a tú en las empresas con
éxito: más salarios, reducción de las jornadas de trabajo, pago de las
vacaciones, expulsión de los chivatos de la dictadura de las plantillas, a igual
trabajo - igual salario, …
La clase dominante estaba en pánico,
querían actuar en contra del movimiento, pero no tenían las fuerzas para poder
hacerlo. Algunos medios de comunicación de la burguesía
internacional comenzaban hablar del fin del capitalismo en Portugal. Y ello
estaba al alcance de la mano de la clase obrera en aquellos momentos.
La libertad de expresión, manifestación y
organización fue impuesta por la clase obrera, que en un ambiente de total
confianza y de optimismo comenzaba a reflejar la alegría típica del pueblo
portugués. Los cines se llenaban para ver películas hasta
entonces prohibidas, haciendo desaparecer la censura. Se creó una Comisión para
aprobar una ley de divorcio, los estudiantes estaban agitados y exigían el fin
de los exámenes y hasta las empleadas del hogar organizaron su propio
sindicato. Las masas trabajadoras comenzaron a organizarse sindical y
políticamente, emergiendo a la superficie partidos políticos de distintas
tendencias, hasta entonces prohibidos por la dictadura.
El gran revolucionario ruso León Trotsky
explico que el rasgo más característico de una revolución en “la entrada en
acción de las masas, que toman sus destinos en sus propias manos”. Qué duda
cabe que, desde este punto de vista, central para los marxistas, Portugal había
entrado en un proceso revolucionario y las masas portuguesas estaban llevando a
cabo la revolución.
Ello tuvo repercusiones directas e
inmediatas en las Colonias africanas de Portugal. Los soldados portugueses de
forma natural entraron en contacto y comenzaron a confraternizar con los que
hasta ayer mismo los oficiales y la dictadura de Salazar les decían que eran su
“enemigo”. La clase trabajadora, ni sus hijos vestidos de uniforme, tenían
interés alguno en continuar aplastando los derechos de esos pueblos y
rápidamente les concedieron los derechos democráticos, incluyendo el de la
autodeterminación de estos pueblos africanos.
Para hacernos una idea más exacta de todo
esto, en Guinea-Bissau solo a los cuatro días tras la revolución en Portugal,
más de 1000 oficiales y soldados de la tropa portuguesa firmaron un comunicado
por la autodeterminación del pueblo guineano. A los cinco meses de ello Guinea-Bissau
ya era un país independiente.
La Revolución de los Claveles puso punto
y final a más de 48 años de dictadura militar y abrió las puertas a un periodo
de más de cinco décadas de democracia burguesa formal en el país. Fue ante todo
una revolución profundamente popular, con la participación activa de las masas
y ello dejo su impronta también en su carácter pacífico. Casi, casi, la
reacción no pudo mover un musculo en contra de la revolución, aunque ello no
fuera por falta de ganas.
En el atardecer del 25 de abril de 1974
el régimen asesino a cuatro civiles y a un agente de la policía política
(PIDE/DGS), ante la sede del principal órgano de opresión de la dictadura,
conocido por Estado Novo. Estos asesinatos fueron la última gota de expresión
del carácter reaccionario de una dictadura que fallecía ante el cuerpo vigoroso
de la revolución de las masas. El PIDE pretendió demostrar su poder con ello,
pero el régimen ya carecía de futuro alguno.
Una revolución
de masas
El gobernador de Guinea Portuguesa, el
general António Spínola, asumió la Presidencia de Portugal,
tras ser apoyado para ello por el Ministerio de Asuntos Exteriores, organizador
del golpe de Estado a la dictadura. Aparentemente nos intentan hacer creer que
los grandes capitalistas, los mismos que habían sostenido en el poder a la
dictadura por casi cinco décadas, estaban exultantes: intentaban agasajar a
Spínola, al cual decían comparar con un nuevo "De Gaulle", quien
debía de salvar la situación, evitando que el poder cayera en manos de las
masas trabajadoras.
Cuando analizamos los acontecimientos de
la revolución portuguesa no dejamos de ver enormes paralelismos con la
revolución rusa de 1917. Pero también junto al ascenso revolucionario
de las masas vemos las tentativas de la reacción de levantar cabeza, intentando
la clase dominante mantener el poder bajo su dominio. Las ‘jornadas de julio’
también aparecieron.
El 28 de septiembre la burguesía y
oligarquía portuguesa financio la celebración de una manifestación, que
curiosamente convocaba con el sugestivo nombre de “mayoría silenciosa”, cuyo
objetivo central era provocar la respuesta de “Lisboa Roja”, para
pretexto de que Spínola pudiera proclamar el Estado de Sitio”, asumiendo todos
los poderes y procediera a aniquilar el movimiento revolucionario de las masas,
a las cuales ya acusaban directamente de “provocar la anarquía”.
Pero estos intentos de provocación de la
reacción fueron detenidos en seco por la clase trabajadora. El día antes de la
celebración de la manifestación, los trabajadores convocados por comunistas,
socialistas y otras organizaciones de izquierda, comenzaron a levantar
“barricadas por las calles de Lisboa” y Centros de Vigilancia por todo el
país. Estos Centros de Vigilancia
descubrieron pronto en los coches de los convocantes de la “manifestación
silenciosa” escopetas, armas de diferentes calibres, que iban a ser utilizadas
contra la clase trabajadora portuguesa.
Ante ello las masas reaccionaron por su
propia iniciativa con ímpetu para frenar los intentos de la reacción de
justificar un nuevo periodo dictatorial. El Golpe terminó en un sonado fracaso
y su primera víctima fue la propia renuncia al día siguiente del General
Spínola.
En cualquier revolución su dirección juega
un papel central, en un sentido u otro. Las filas del MFA se radicalizaron al
máximo, fruto sobre todo del proceso político de la confraternización con las
propias masas. Es por ello que el MFA estaba llamado a ser dirección de la
revolución. En aquellos contextos, por ejemplo, a la policía no se la veía por
ningún sitio, manchada como estaba de sus actuaciones reaccionarias durante la
dictadura.
El crimen
del Frente Populismo
Tal era la situación revolucionaria, tan
profunda y extendida hasta el último rincón de la clase obrera, que ello hacia
temblar una y otra vez a la clase dominante y a sus organizaciones. La
burguesía creo en aquel periodo diferentes partidos políticos, todos ellos con
el claro objetivo de engañar a las masas sobre lo democrática que eran los
grandes empresarios, banqueros y oligarcas. Los partidos burgueses recién
creados ("Partido Socialdemócrata" (PPD) y el Centro Democrático y
Social (CDS), por ejemplo) sentían la necesidad de auto llamarse a sí mismos “socialistas"
y cosas por el estilo.
Si bien a la clase obrera no la engañaban
con estas “tácticas”, los dirigentes socialdemócratas y estalinistas (PS y PC)
eran otra cosa. Estos en vez de organizar y trabajar para la toma del poder a
manos de la clase obrera, rápidamente entraron al juego de la burguesía y
comenzaron a participar en el Gobierno Provisional burgués, teóricamente para
“crear y construir la democracia en Portugal”. Estos dirigentes reformistas y
estalinistas (lo cual en su fondo era casi lo mismo) desde el principio
intentaron moderar, suavizar las reivindicaciones de las masas, eliminar todas
aquellas cuestiones de intereses de clase claros de los obreros y se abrazaron
a los políticos “demócratas de la burguesía”, con el cínico pretexto de “la
unidad y alianza de los antifascistas, de los demócratas”.
Como siempre hacen cuando pueden, tanto
los dirigentes del PC portugués como los dirigentes del PS comenzaron a
realizar todo tipo de maniobras para encarrilar a la revolución dentro de los
marcos de la “democracia burguesa”, argumentando que las tareas del presente
eran “derrotar al fascismo y democratizar el país”. Decían que solo y tan solo
después de eso, se podría plantear la lucha por una sociedad socialista. De
nuevo la vieja y falsa política de la teoría de las dos etapas de la
revolución, una teoría menchevique y que de tan buen gusto era para los
dirigentes estalinistas, sobre todo.
Como siempre, hablan y hablan de
“asegurar el apoyo de las capas medias, de dejar aislados a los fascistas”,
mientras se niegan a luchar en la práctica por un claro programa en favor de
satisfacer las necesidades de la clase obrera frente a la burguesía. Los
dirigentes socialdemócratas y estalinistas portugueses comenzaron a repetir,
punto por punto, las mismas políticas “Frente populistas” que el estalinismo
impuso a la revolución española en los años 30 y que provoco la derrota y la
implantación de la sangrienta dictadura militar de Franco.
Expropiaciones,
Nacionalizaciones
Sin embargo, las condiciones objetivas
en ocasiones son más fuertes que las políticas de los aparatos reformistas y
burocráticos. Eran estas condiciones objetivas las que llevaban a cada vez más
amplios sectores de la clase obrera a exigir e imponer medidas de más profundas
transformaciones radicales, que necesitaban para el presente, no para un lejano
e hipotético futuro.
Los cierres de empresas, las oleadas de despidos,
obligaban en muchas ocasiones a que los trabajadores asumieran el control y la
gestión de las empresas. Así, a lo largo del año 1975 más de 1.000 empresas
pasaron a ser autogestionadas directamente por los trabajadores, lo cual
fijaba en la mente de la clase obrera una palabra mágica y necesaria: una
política de nacionalizaciones para hacer frente a la crisis de las grandes
empresas, dispuestas a dejar en la calle y en la miseria a más y más número de
trabajadores.
Grandes batallones de la clase trabajadora
estaban llegando sobre la base de su experiencia a la conclusión revolucionaria
de que para mantener los avances sociales y las conquistas de la revolución en
los meses anteriores era necesario ante todo LLEGAR HASTA EL FINAL, con
la expropiación de las palancas fundamentales de la economía, las grandes
empresas, el sistema bancario/financiero y las grandes fincas de tierras.
Las grandes fincas agrarias de la región
del Alentejo fueron tomadas por el proletariado rural, que comenzaron a
cultivarlas sin los terratenientes. El día 2 de enero de 1975 la Asamblea
General del Sindicato de Trabajadores Bancarios de Lisboa acordó exigir
al gobierno la nacionalización completa del sector, con el objetivo de "defender
los intereses del pueblo portugués contra el imperialismo y los
terratenientes".
A pesar de la política de “colaboración de
clases” de los dirigentes reformistas y estalinistas, la clase obrera
portuguesa había comprendido que su lucha iba más lejos del capitalismo,
que este sistema no tenía nada que ofrecerles. Y esas conclusiones políticas
avanzadas intentaban buscarles cauces para llevarlas a la práctica.
En este contexto la reacción intento de
nuevo mover ficha. Spínola, que había tenido que salir de la Presidencia,
intento de nuevo lanzar un ataque y organizo un nuevo intento de Golpe de
Estado. Pero la reacción estaba tan debilitada por el movimiento de lucha de
las masas, que este intento de Golpe de Estado fracaso desde antes de ser
lanzado. No habían preparado ni siquiera unidades militares en sitios claves
para que el golpe pudiera aspirar a triunfar. Las pocas unidades que intentaron
responder al llamamiento de sedición de Spínola claudicaron rápidamente, al
verse rodeados por los trabajadores, que nuevamente salieron a las calles y a
los Cuarteles militares, a manifestarse y luchar.
Tras este intento fallido de golpe de
Estado, el gobierno provisional se vio en la absoluta necesidad de
radicalizarse hacia la izquierda, adoptando medidas de nacionalizaciones en
contra de los capitalistas que habían demostrado una vez más su carácter
tremendamente contrarrevolucionario.
Los
trabajadores en avance
Fue Karl Marx quien explico que “en
ocasiones la revolución necesita del látigo de la contrarrevolución, para
abrirse camino”. La corrección de esta brillante idea la vimos nuevamente
en la revolución de Portugal. Los intentos de la burguesía por asentarse de
nuevo en el poder plenamente, provoco un giro aun mayor de las masas hacia la
izquierda y provoco una mayor radicalización hacia la izquierda del conjunto de
la clase obrera.
Podemos decir que, a falta de una
dirección revolucionaria consecuente, las masas comenzaron a llevar a cabo las
tareas de aniquilar el capitalismo en Portugal, un Sistema que suponía una
traba total al desarrollo progresista de la sociedad. Pero la lucha espontanea,
con toda la importancia que tiene, no es suficiente en si misma para completar
las tareas globales del cambio de sociedad, que necesita de la construcción y
existencia de una dirección revolucionaria que permita aplastar a la burguesía
y a su Sistema.
Los trabajadores bancarios, como decimos,
no solo aprobaron la propuesta de que todo el sector fuera nacionalizado, sino
que tomaron medidas prácticas concretas en esa dirección: el 11 de marzo de
1975 los trabajadores bancarios fueron a la huelga, ocuparon los bancos y sus
oficinas y congelaron los movimientos de los capitales. Los trabajadores no
querían volver abrir los bancos sin que antes estos fueran nacionalizados por
el gobierno. En las puertas de cada entidad colocaron grandes carteles que
decían: BANCO DEL PUEBLO.
Nos podemos hacer una idea del ambiente brillante que existía por todo el país, con el surgimiento de miles de COMITES OBREROS, BARRIALES Y DE SOLDADOS, los cuales con otro nombre eran los mismos que habían visto su surgimiento en Rusia en 1905 y sobre todo en 1917. Entre otras cuestiones, la labor de estos COMITES era esenciales, comenzando por la necesidad de convocar, organizar y coordinar las luchas.
En este ambiente social eléctrico, después
del sector bancario le tocó el turno a las Compañías de Seguros y como el
Sistema se basa en la concentración del capital cada vez en menos manos, estos
Bancos y Seguros tenían participaciones o la propiedad de las empresas más
importantes del país, por lo cual se imponía con total lógica que estas mismas
grandes empresas fueran expropiadas.
La autoorganización y gestión obrera de
las empresas comenzó y rápidamente se extendió hacia muchas de la medianas y
pequeñas empresas, que pasaron a ser gestionadas directamente por los
trabajadores. Y en el Sur de Portugal los jornaleros del campo comenzaron a
tomar las tierras y grandes fincas, provocando así lo que no había sido posible
en los siglos anteriores: el desarrollo de una verdadera Reforma Agraria.
Estos COMITES no eran otra cosa que la expresión
gráfica de la aparición en la sociedad de una situación embrionaria de DOBLE
PODER, una situación clásica en todas las revoluciones proletarias. Se
imponía en esta situación, como decíamos, de la existencia de una dirección
revolucionaria consecuente, que generalizara y unificara a estos Comités
obreros, barriales y de Soldados a nivel de todo el país y llamara a la toma
consciente del poder, estableciendo un genuino gobierno obrero.
Sin embargo, en un contexto en donde la
burguesía internacional y nacional había dado por muerto y finiquitado el
capitalismo en Portugal, ningún partido con influencia de masas llamo a esta
tarea central, para convertir a los Comités en instrumentos no solo de lucha,
que lo eran, sino de gestión y planificación de las palancas fundamentales de
la economía, al objeto de una elaboración concretizada de satisfacer el
conjunto de las necesidades de la clase obrera.
Sin completar en este punto las tareas de
la revolución, esta estaba y estaría amenazada permanentemente por la clase
dominante, que quería tomarse la revancha y retomar al control de las
propiedades que la clase obrera le estaba arrebatando.
Los marxistas no somos ilusos en este
punto: la clase trabajadora en su revolución la completa y aniquila el
capitalismo por completo, o siempre la burguesía intentara aniquilar a la
propia revolución, no solo por medios militares, sino usando los mecanismos
propios de la llamada “libre competencia”, hundiendo con las reglas de
funcionamiento capitalistas a las empresas expropiadas. Además de esto, la
revolución portuguesa se había quedado a medio camino también, al no tocar al
capital extranjero, con la ilusa esperanza de que así los imperialistas y
burgueses internacionales no intentaran derrocar a la propia revolución. Ello
era un tremendo error que pasaría factura.
Las
elecciones y la Asamblea Constituyente
En el primer aniversario de la revolución
se celebraron las elecciones para la Asamblea Constituyente. Estas arrojaron
unos claros resultados, que nos indican que aún era posible luchar por
completar los aspectos que faltaban del proceso revolucionario.
En las elecciones vimos una participación
del 90 % del electorado, que arrojaron un gran ganador: el Partido
Socialista obtuvo el 37,9 % del total de los votos, los cuales, junto al PC de
Portugal, que obtuvo el 12,5% y al MDP (aliado comunista), que obtuvo el 4,5 %,
arrojaba una clara mayoría para los partidos de izquierdas. Los llamados liberales del PPD con el 26,4 %
y el derechista CDS el 7,6 %, no eran suficientes apoyos para cuestionar el
ascenso revolucionario que se vivió y vivía en Portugal.
Aunque los resultados mostraban claras
diferencias entre el Sur revolucionario y el norte más conservador, los
resultados arrojaron un claro y amplio margen de victoria de la izquierda en
Portugal. Los votos del PS, del PC, del MDP y de la llamada extrema izquierda
mostraron también en el terreno electoral las ansias de cambiar la sociedad de
la clase obrera portuguesa.
Los marxistas no somos cretinos
electoralistas. Pero si somos capaces de entender los resultados de cualquier
elección en sentido de una foto fija del momento social en el que se produce. Y
los resultados de las elecciones indicaban que la izquierda era ganadora de las
elecciones, pero dentro de la izquierda había grandes diferencias políticas,
que deben merecernos algunas pinceladas al respecto.
Antes del comienzo de la revolución el
Partido Comunista podríamos decir, como ocurrió en el Estado español también,
tenía todo el potencial para ser el partido predominante en la clase obrera
portuguesa. Los militantes comunistas habían adquirido un enorme prestigio por
haber dirigido la lucha antifascista. Aunque era un partido con unos pocos de
miles de militantes, poseía una estructura nacional y cuadros políticos con
bagaje y experiencia. Los militantes del PCP dirigían los sindicatos y
contaban con medios de comunicación y hasta una estructura militar en la
clandestinidad.
Sin embargo, tras la prueba de fuego de la
revolución, a un año vista solo obtuvo un mediocre resultado del 12,5 % de los
votos. No por nada el estalinismo había dejado de ser “atractivo para las
masas”, bastante lejos de la visión que tuvieron tras el final de la II Guerra
Mundial. Todo ello son factores, pero el determinante, en nuestra opinión, fue
el papel totalmente oportunista de sus dirigentes durante la revolución.
Por otra parte, las masas veían la
existencia del Partido Socialista, que al principio de la revolución había
aparecido como un partido débil, con muy poca influencia en los sindicatos y
que para ganar esa influencia en el movimiento obrero se posicionaba casi
siempre a la izquierda del PC, apoyando los procesos de nacionalizaciones y
autogestión, aunque en realidad solo fuera de palabra, que estaban llevando a cabo
los trabajadores. Ello le permitió
crecer, pasando de ser un pequeño partido de unos cuantos cientos en su
fundación en 1973, a ganar una creciente influencia y apoyo en las masas,
llegando al resultado electoral en donde gano con el 37,9 %.
La clase dominante desde el principio
busco las formas de como parar el avance de la revolución.
Planifico intentos de Golpes, utilizo la provocación y por supuesto, también
llamó a los dirigentes del PCP y del PSP a entrar al gobierno provisional para
hacerlos cómplices de las políticas que desde allí se aprobaban en complicidad
y coalición del PPD.
Particularmente dañina esta colaboración
de clase con la sombra de la burguesía fue para los dirigentes del PC, que por
su mayor influencia entre las masas más fueron comprometidos y desprestigiados.
Como unos años más tarde ocurriría también en el Estado español, la
burguesía necesitaba utilizar a los dirigentes socialdemócratas y especialmente
a los estalinistas al objeto de ponerle freno a la lucha de clases. Los
dirigentes del PCP tuvieron que soportar sobre sus hombros la dudosa tarea de
contener el movimiento de las masas hacia la transformación socialista de la
sociedad. Como siempre, como buenas, responsables y cretinas direcciones
“reformistas”, que nunca ven el momento de plantar lucha al capitalismo, estos
dirigentes se prestaron una vez más a ser files guardianes del orden y del
sistema establecido.
Tan pronto como en agosto de 1974, el
gobierno provisional presento una propuesta de Ley de Huelga, que en
realidad era una completa Ley anti-huelgas. Con esta Ley el Gobierno
Provisional quería prohibir las huelgas políticas, las de solidaridad y las que
afectaran a varios sectores, imponiendo la obligatoriedad de un preaviso de
hasta con 37 días, al tiempo que legalizaba los cierres patronales e impedía en
la practica el ejercicio a la manifestación obrera, obligando a que estas solo
se pudieran realizar los días entre semana a partir de las 19:00 horas y los
sábados siempre que fueran después de las 13:00 horas.
Esto era un verdadero escándalo y un ataque
en toda regla a las conquistas de la revolución de la clase obrera. Desde el
propio gobierno el PS critico esta Ley y dejo solo al PC, defendiendo la Ley
más restrictiva de toda Europa, con las lógicas salvedades de la Grecia de Los coroneles
y la España de Franco.
Igual ocurrió más tarde con otra Ley, que
pretendía eliminar derechos a los trabajadores, en este caso sindicales. El
gobierno presento su Ley de Unidad Sindical”, al objeto de crear una sola
Central sindical. Esta Ley también fue apoyada por los dirigentes del PC, que
defendían que solo existiera una única Central, legalmente establecida.
Sin embargo, en esto también los dirigentes del PS se
distanciaron y defendieron la libertad sindical, protestando en contra de esta
Ley con argumentos como que "Si por medio de un decreto se impone un solo
sindicato y una sola confederación sindical, por la misma lógica mañana se
puede imponer un solo partido, una sola prensa, una sola lista de candidatos a
la Asamblea Legislativa, etc.".
Es evidente que la política de la
burguesía de dividir a la clase obrera, con la participación en primer escalón
del escenario de los dirigentes reformistas y estalinistas, les estaba dando
sus frutos. Tras celebrarse las
elecciones, en un ambiente cada vez más dividido entre los dirigentes
“socialistas” y “comunistas”, la clase obrera comenzó a aparecer políticamente
dividida y sin nadie que pudiera ofrecerles unas perspectivas de lucha en un
sentido de clase correcto. Esta política provocada por los dirigentes del PC y
del PS solo podía traer entre los trabajadores desorientación y apatía. Esta
era la precondición para que los reaccionarios pudieran sentirse con fuerzas
para poder recuperar la iniciativa, que la habían perdido totalmente.
El MFA se
divide
Hasta esos momentos el Movimiento de las
Fuerzas Armadas (MFA) se había estado apoyando en la clase obrera para resistir
todos los golpes reaccionarios. Pero es evidente que ningún sector puede
permanecer inmune a los conflictos de clases que vive la sociedad en un momento
dado. Y Portugal estaba dividido de abajo arriba en estos momentos decisivos de
revolución y contrarrevolución.
Los grupúsculos de extrema derecha, en los
meses siguientes, desplegaron todas sus capacidades para atentar y provocar al movimiento
obrero y a sus organizaciones, ayudados como siempre es típico en la Península
Ibérica por la Iglesia Católica. En aquellos momentos el terrorismo de extrema
derecha se generalizo por todo Portugal, hasta el extremo de aniquilar en la
practica el derecho de cualquier trabajador a ser comunista.
La debilidad invita a la agresión. En la
medida que fruto de la división por arriba de las burocracias del PC y del PS
tenían su reflejo entre las bases, en el movimiento obrero, y sobre todo fruto
de la incapacidad política de los aparatos burocráticos de ambas organizaciones
para ofrecer un plan de lucha en contra de los fascistas, es en esos momentos
claves en donde también el MFA sufrió una profunda división en líneas de clase,
como no podía ser de otra manera.
Aunque algunos pocos oficiales se pasaron
al lado de la clase obrera, la gran mayoría de la MFA se posiciono al lado de
la burguesía. Un sector, llamados “moderados”, del MFA elaboraron el “Documento
de los Nueve”, en el cual un 80% de todos los oficiales del Ejército, en agosto
de 1975, afirmaban estar “cansados de tanto anarco-populismo”.
Era bastante claro que toda la situación
objetiva había experimentado un profundo cambio y ello acabo reflejándose
dentro de las fuerzas armadas. Aunque en un principio el dominio del MFA por
parte de los llamados “moderados” tuvo un carácter importante, aún no había
adquirido un carácter definitivo.
Se imponía llevar a cabo una genuina
política de clase, de trabajar conscientemente para ganar a sectores
importantes del Ejercito para las trincheras de la clase obrera. Pero de nuevo
vimos el nefasto papel de la política de colaboración de clases en las llamadas
direcciones de izquierdas, impidió que ello pudiera producirse. Ya a principios
de septiembre de 1975 se produjo una reorganización del MFA, en donde los
llamados “moderados” se hicieron con una mayoría clara.
La
Contrarrevolución avanza
En las bases del ejército se produjo una
clara insubordinación, que dio pie al nacimiento de un movimiento llamado “Los
soldados unidos vencerán". Los hijos de los trabajadores, vestidos de
uniforme, exigían “la expulsión de los oficiales reaccionarios de los
cuarteles y la destrucción del ejército burgués”. Los soldados llegaron a
realizar importantes manifestaciones, con miles de soldados participando
activamente. Pero era clara la necesidad de una política revolucionaria global,
que permitiera asentar un golpe definitivo a los sectores reaccionarios, de lo
contrario estos sectores se continuarían preparando para llegado el momento
asentar un golpe definitivo a la revolución.
Sobre la base de los resultados
electorales obtenidos se formó un nuevo Gobierno Provisional, que nuevamente no
cuestionaba las bases del capitalismo. Los ministros del PS y del PPD dominaban
el Ejecutivo. A los dirigentes del PC le permitieron estar representados por
medio de un ministro, al tiempo que debían soportar constantes manifestaciones
en contra de su política. De nuevo la política de “colaboración entre las
clases” se imponían al movimiento obrero, mediante la participación del PS y
del PC en el gobierno.
Aunque de palabra los dirigentes del PS y
PC no renunciaban al "objetivo del socialismo", en la practica la
política que siguieron en el gobierno fue la defensa de los intereses de la
clase capitalista, llevando a cabo una política de austeridad y disciplina
capitalista frente a la crisis. Los dirigentes del PSP y el PCP anunciaron "una
política de ajuste de precios e ingresos para controlar la inflación. La clase
obrera debía tener en cuenta la peculiar situación histórica en la que
estamos...". Esto
en el terreno concreto de la practica suponía que desde el gobierno los
dirigentes del PS y PC, colaboraban activamente en llevar a cabo una política
abiertamente contrarrevolucionaria.
Aunque el movimiento obrero intento una y
otra vez luchar en contra de esta situación, la situación objetiva a falta de
una dirección revolucionaria consecuente hacia que las cosas cada vez fueran a
peor. Continuaban existiendo enormes contradicciones dentro de las fuerzas
armadas, lo cual hacia que para el gobierno utilizar al ejercito para reprimir
al movimiento obrero fuera una tarea siempre dificultosa.
Pero desde un punto de vista marxista, una
situación de equilibrio inestable no puede durar eternamente. O la clase obrera
asestaba golpes definitivos y aniquilaba de una vez el capitalismo, o
finalmente la reacción burguesa aprovecharía el momento oportuno y doblegaría
la resistencia de los trabajadores, sometiéndolos mediante los artilugios que
le brindaban a la burguesía las políticas de colaboración de clases que
practicaban los dirigentes del PC y del PS.
La burguesía
prepara un Golpe
Aún a pesar de todos los intentos,
conscientes o inconscientes, de los dirigentes reformistas y estalinistas por
agravar las divisiones políticas en la clase obrera, este paso de nuevo a la
ofensiva y vimos desarrollarse una 3ª oleada de luchas en contra de las
políticas que pretendían aplicar desde el gobierno, llamadas de “austeridad”.
La lucha de clases es en si misma una guerra entre las clases en ultima
instancia. Y en aquel periodo de revolución y contrarrevolución, cualquier
huelga era vivida como una guerra en embrión.
En esta situación, los trabajadores de la
Construcción, por poner solo un ejemplo, en una acción audaz, se concentraron y
comenzaron a rodear la Asamblea Constituyente el 11 de noviembre, advirtiendo
al gobierno que “no tolerarían que el gobierno hiciera huelga”. En
esa acción procedieron a secuestrar a los diputados. La reacción del gobierno
fue ordenar a las tropas para que fueran al Parlamento y que liberaran a los
diputados. Pero sorpresa te da la vida, cuando los soldados llegaron
confraternizaron con los trabajadores, con los cuales comieron y bebieron como
hermanos de clase, lo cual obligo al gobierno a firmar el Convenio Colectivo de
la Construcción.
Toda esta situación creaba una situación
que desgraciadamente se repite periódicamente en cada revolución: la burguesía
se veía, aun con la inestimable ayuda de los dirigentes reformistas y
estalinistas, imposibilitados de dominar firmemente la situación ante el avance
de las luchas obreras, pero al mismo tiempo la clase obrera se veía privada de
una dirección revolucionaria capaz de conducir la lucha por instaurar un orden
social nuevo.
Ello no era otra cosa que la expresión
practica de la ausencia de un partido revolucionario con influencias de masas,
dotado de un genuino programa de lucha anticapitalista, capaz de unificar a las
masas entorno a un programa de transición al socialismo. La primera tarea
hubiera sido ampliar y hasta multiplicar los COMITES OBREROS, VECINALES, DE
ESTUDIANTES Y DE SOLDADOS, coordinándolos a nivel nacional en un órgano de
poder capaz de derrocar al decrepito Estado burgués.
De hecho, teníamos en Portugal una
situación clásica de DOBLE PODER, que podría durar algún tiempo, pero no podía permanecer
indefinidamente. O la clase obrera tomaba el poder o la burguesía aniquilaría
todas las conquistas revolucionarias de las masas.
Se convocaron movilizaciones de los
Paracaidistas, lo cual fue aprovechado por los oficiales “moderados”, de
derechas, para llevar adelante un Golpe de Estado. Ello conto con el
beneplácito y apoyo de los dirigentes del PSP y el beneplácito de los
dirigentes estalinistas del PCP. Procedieron a la detención y arresto de
cientos de oficiales de izquierdas.
Con este golpe los oficiales de derechas
impusieron la limpieza de la izquierda militar y restablecieron la disciplina
en los cuarteles. Pero en el fondo, este golpe demostraba que el movimiento de
luchas de la clase obrera estaba en retroceso y ante la ausencia de una movilización
de clase masiva en contra del golpe, este pudo consolidarse.
Ausencia del
factor subjetivo
En el año 1975 el órgano ideológico de la
burguesía británica, la revista “Time” llego a escribir en su portada el
siguiente titular: "El capitalismo está muerto en Portugal". Y ello
era la visión que de los acontecimientos en Portugal tenía la burguesía
internacional. Una perspectiva totalmente al alcance de los dedos de la mano de
la clase obrera. Durante todos aquellos meses los obreros y los soldados
revolucionarios fueron capaces de derrotar en varias ocasiones los intentos de la
burguesía de dar un golpe de Estado y habían sido capaces de ocupar las
tierras, las fábricas, las viviendas vacías, los bancos, … forzaron las
nacionalizaciones y crearon potentes sindicatos de partidos de clase.
Pero el titular de “Times” no fue posible
hacerlo realidad no por incapacidad de las masas, sino porque estas carecieron
una y otra vez de un factor determinante en la situación: Durante todos esos
acontecimientos no existió una dirección política a la altura de las
necesidades objetivas de las masas, una dirección genuinamente revolucionaria.
Aquellos que amargamente se quejan de que
se perdió una oportunidad en Portugal porque la clase obrera no tuvo “madurez
política”, son simples ignorantes o peor aún, personas que siempre colocan las
responsabilidades propias de una dirección en la espalda de las masas,
culpándolas a ellas.
Hoy, cincuenta años después de aquellos
gloriosos meses de la revolución de los claveles en Portugal, nuevamente nos
adentramos ante procesos turbulentos y revolucionarios, país tras país.
Prepararnos desde ya en la tarea histórica de la construcción del factor
subjetivo, de la dirección revolucionaria basada en el programa, las ideas y
las perspectivas del marxismo es la tarea central que tenemos por delante.
En estos cincuenta años hemos sido
testigos del colapso del estalinismo y de una mayor degeneración histórica de
la socialdemocracia internacional. El reformismo hoy es sinónimo de contra
reformismo, no tiene nada que poder ofrecer a las masas.
Sobre los cimientos firmes de las
enseñanzas del pasado los marxistas hoy podremos construir una genuina
dirección revolucionaria, un partido internacional que permita a la clase
obrera tomar el poder en la sociedad en sus manos y manda al capitalismo al
basurero de la historia.
Esa es la tarea histórica que tenemos por
delante de nosotros.
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