Parlamentarismo y antiparlamentarismo

  CONTRA EL OPORTUNISMO Y EL ULTRAIZQUIERDISMO, DE  AYER  Y  HOY

           Queremos aprovechar la oportunidad para publicar este articulo del gran revolucionario ruso León Trotsky, donde desgrana la importancia para los revolucionarios de tener una actitud seria y responsable ante las reivindicaciones democráticas, sin las cuales sería imposible ganar para las ideas más avanzadas del movimiento revolucionario a las grandes masas, sin las cuales la revolución se convierte en inviable.

           En esta tarea,  la lucha tanto contra las tendencias oportunistas, de adaptación al capitalismo, como contra las ultraizquierdistas, cuyas tácticas conducen a aislar a los sectores mas avanzados del conjunto de la clase, se convierte en algo central para los marxistas, cuyos métodos siempre deben ser lo suficientemente flexibles para partiendo de las reivindicaciones mas elementales hacer avanzar en el nivel de conciencia a las masas, al nivel de la comprensión de la necesidad de cambiar la sociedad, como única forma inclusive de satisfacer las reivindicaciones mas elementales de una democracia que merezca tal nombre.

         Una verdadera democracia para la mayoría significa una lucha consecuente contra los privilegios, la corrupción y  la explotación de clase. La lucha por la igualdad, la fraternidad y la justicia se inscribe en la bandera del programa por una sociedad socialista, sin explotadores ni explotados. Bajo el capitalismo la democracia consiste en crear la ilusión en las masas de que cada cierto tiempo uno elige a los ‘representantes del pueblo’, para acto seguidos estos lleven adelante la política de los capitalistas y defiendan en exclusiva sus intereses de clase.  En realidad cuando hablan de democracia están hablando de dictadura de los capitalistas.

          Frente a esto los marxistas defendemos una DEMOCRACIA OBRERA, basada en el control de la inmensa mayoría de la sociedad sobre el conjunto de los asuntos que nos afectan. Evidentemente ello conlleva que los que hoy ‘mandan’ no lo vean con buenos ojos y lucharan contra ello con todos los medios a su alcance. La democracia de los trabajadores pasa por:

1.- Elegibilidad y revocabilidad, en cualquier momento, de todos los representantes en las instituciones y demás  órganos de la sociedad. Si los elegidos no cumplen su misión, que puedan ser revocados inmediatamente por los que los eligieron, sin esperar años.

2.- Los Representantes elegidos no podrán cobrar mas del sueldo medio de un trabajador cualificado. Basta ya de arribistas, que utilizan sus posiciones para vivir una vida al estilo de la clase enemiga del pueblo. Nadie piensa como un trabajador si vive en unas condiciones de vida superiores.

3.- Necesitamos auto-defendernos de los posibles ataques violentos de la hoy clase dominante, para ello no nos valen sus ejércitos y policías, sus jueces y cárceles. Comités de defensa de las conquistas del pueblo, compuestos por el propio pueblo, sin privilegios especiales.

4.- Rotatividad  de todas las funciones de la administración de los intereses de la mayoría de la población entre toda la población, al objeto de evitar castas de burócratas que obtengan privilegios del desempeño de sus funciones. Todo trabajador y todo joven deben de poder tener oportunidad, rotativamente, de ocupar cualquier función en la democracia obrera, incluyendo poder ser ministro, alcalde o lo que sea. Todos somos, nadie es burócrata.

5.- La mas amplia libertad de partidos y tendencias, excluyendo a aquellos que por medios violentos intenten luchar contra la democracia de la mayoría. Esta claro que los fascistas, por ejemplo, utilizarían sus métodos violentos contra la mayoría, con lo que se situaran al margen de la legalidad. Pero no tenemos miedo a los Rajoy o Aznar, defendiendo los buenos viejos tiempos de una sociedad con millones de parados y necesidades, como ocurre ahora.

          Esperamos que las siguientes líneas, escritas en los años 30 de la revolución española, contribuyan al debate político, tan necesario en estos momentos, a que las dos ‘enfermedades mortales para cualquier revolución’, el oportunismo y el ultraizquierdismo,  produzcan los menores daños posibles en el inicio y desarrollo de la joven revolución española, que ahora inicia su camino.

Fdo.  Salvador Pérez

 

EL CRETINISMO PARLAMENTARIO DE LOS REFORMISTAS Y EL CRETINISMO ANTIPARLAMENTARIO DE LOS ANARQUISTAS

POR     LEON  TROTSKY

             El cretinismo parlamentario es una enfermedad detestable, pero el cretinismo antiparlamentario no vale mucho más, como nos demuestra claramente la actividad de los anarcosindicalistas españoles. La revolución plantea los problemas políticos en toda su magnitud y, en su fase actual, les da la forma parlamentaria. La atención de la clase obrera debe centrarse necesariamente en las Cortes, y es ya previsible que incluso los anarcosindicalistas acabarán votando “a título individual” a favor de los socialistas e incluso de los republicanos. En España, más aún que en cualquier otro lugar, es imposible luchar contra las ilusiones parlamentarias sin combatir la metafísica antiparlamentarista de los anarquistas.

             En una serie de artículos y cartas, hemos demostrado la considerable importancia de las consignas democráticas para el desarrollo ulterior de la revolución española. La solidaridad con los parados, la jornada de siete horas, la revolución agraria, la autodeterminación nacional, todas estas cuestiones vitales y profundas enlazan, de un modo u otro, en la conciencia de la aplastante mayoría de los obreros españoles —incluidos los anarcosindicalistas— con las futuras Cortes. Durante el período de Berenguer era necesario boicotear las Cortes graciosamente otorgadas por Alfonso en nombre de las Cortes Constituyentes revolucionarias.

          La propaganda debía abordar en primer lugar la cuestión del derecho electoral. La democracia soviética es, por supuesto, incomparablemente superior a la democracia burguesa. Pero los sóviets no caen del cielo. Es preciso ir allí a buscarlos.

           Entre los que se dicen marxistas se encuentran muchos que profesan un soberbio desprecio hacia, por ejemplo, el sufragio universal, igual, directo y secreto para hombres y mujeres a partir de los dieciocho años. Sin embargo, si los comunistas españoles hubieran planteado a tiempo esa consigna, defendiéndola en discursos, artículos y manifiestos, habrían conquistado una enorme popularidad. Precisamente porque las masas populares tienden a sobreestimar la fuerza creadora de las Cortes, es por lo que todo obrero consciente, todo campesino revolucionario, quiere participar en las elecciones.

             Ni por un momento compartimos las ilusiones de las masas, pero debemos utilizar a fondo lo que de progresivo se oculta bajo esas ilusiones. De otro modo, no seríamos revolucionarios, sino despreciables pedantes. Si se conceden los derechos electorales a los más jóvenes, millares de obreros y campesinos, hombres y mujeres, se interesarán directamente en las elecciones, y son precisamente ellos, los jóvenes, los activos, los llamados a hacer la segunda revolución. Oponer las jóvenes generaciones a los socialistas, que se apoyan en los obreros de más edad, es, sin duda, el deber elemental de la vanguardia comunista.

           Pero continuemos. El gobierno Zamora quiere que las Cortes adopten una Constitución que instituya dos Cámaras. Las masas revolucionarias, que acaban de derrocar a la monarquía y que están impregnadas por la apasionada aspiración a la igualdad y la justicia, acogerán con ardor la agitación de los comunistas contra el plan de la burguesía, cuyo objeto es imponer al pueblo el peso de una “Cámara de los señores”. Esta cuestión particular puede adquirir una enorme importancia en la agitación, puede colocar a los socialistas en una situación difícil, abrir una brecha entre socialistas y republicanos, es decir, dividir por un tiempo al menos a los enemigos del proletariado y, lo que es mil veces más importante, separar a las masas obreras de los socialistas.

           La reivindicación de la jornada de siete horas, formulada por Pravda, es correcta, muy importante y urgente. Pero ¿se puede plantear esta reivindicación de forma abstracta, sin tener en cuenta la situación política y las tareas revolucionarias democráticas?

            Pravda habla únicamente de la jornada de siete horas, de los comités de fábrica y del armamento de los obreros, pero ignora deliberadamente la “política” y en ninguno de sus artículos encuentra una palabra que decir sobre las elecciones a Cortes: así, Pravda va al reencuentro del anarcosindicalismo, lo alimenta, lo encubre. Sin embargo, el joven obrero, a quien republicanos y socialistas niegan el derecho al voto, aunque la legislación burguesa le juzga lo suficientemente maduro para ser explotado por el capital, y a quien se pretende imponer una Cámara alta, se decidirá mañana a combatir esas ignominias, volviendo la espalda a los anarquistas y empuñando el fusil.

          Cuando se lanza la consigna de armamento de los obreros al margen de las realidades de la vida política de las masas, se corre el riesgo de aislarse de ellas y también de alejarlas de la necesidad de emplear las armas.

           La cuestión del derecho de las nacionalidades a disponer de sí mismas ha adquirido una importancia excepcional en España. Esta consigna es también propia del pensamiento democrático. Aunque nuestra posición no es impulsar a los catalanes y los vascos a separarse de España, nuestro deber es luchar por que se les reconozca el derecho a la separación siempre que deseen hacer uso del mismo. ¿Cómo saber cuál es su deseo? Muy fácil. Hay que organizar la consulta en las provincias interesadas sobre la base del sufragio universal, igual, directo y secreto. Actualmente no existe otro procedimiento. Más adelante, las cuestiones de las nacionalidades como tantas otras serán determinadas por sóviets que serán órganos de la dictadura del proletariado.

           Pero no podemos pedir a los obreros que constituyan sóviets en cualquier circunstancia, sino orientarles hacia esa solución. Aún menos podemos llevar a un pueblo entero tras unos sóviets que el proletariado no constituirá hasta más adelante. Sin embargo, es indispensable ofrecer una respuesta clara al problema actual. En el mes de mayo, los municipios de Cataluña fueron llamados a elegir sus diputados para elaborar una constitución provisional catalana, es decir, para determinar cuáles serían las relaciones de Cataluña con el resto de España. ¿Es que los obreros catalanes pueden mostrarse indiferentes ante el hecho de que la democracia pequeñoburguesa, sometida como siempre al gran capital, intente decidir la suerte del pueblo catalán por medio de elecciones antidemocráticas?

           Nota *El grupo italiano Prometeo, bordiguista, rechaza globalmente, para todos los países y pueblos, las consignas democrático-revolucionarias. Este doctrinarismo de sectarios, que en la práctica coincide con la posición de los estalinistas, no tiene nada en común con la posición de los bolcheviques-leninistas.

             La Oposición Internacional de Izquierda debe rechazar cualquier aparente responsabilidad en este ultraizquierdismo infantil. La reciente experiencia española muestra que las consignas de la democracia política jugarán, sin duda, un papel de extrema importancia en el derrocamiento del régimen fascista en Italia. Intervenir en la revolución española o italiana con el programa de Prometeo es como lanzarse al agua con las manos atadas a la espalda: el nadador corre grave riesgo de ahogarse.     *(Nota de L. Trotsky.)

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