PAQUITO Y SUS POLICHINELAS: “Caciquismo Político – Económico – Enchufismo”

  *  “Construyen pirámides, engrasando sus mecanismos, fundamentalmente en las administraciones públicas, bancos, cajas, gran orgía en la que participan los polichinelas, conocidos e incrustados a miles como politiquillos de libre designación y consejeros.

*   “La maquinaria del clientelismo se fundamenta en el principio de que el poder tiene que conservarse en manos amigas para poder servirse de él”.

 Por ANGEL RUEDA MORENO*  (Amigo, compañero y revolucionario)

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           ¡Oh Mariano!, que en tu primera niñez física, te regalaron una colección de polichinelas. Y te acostumbraste a ellos de tal modo, que Mariano y sus polichinelas iban siempre el uno al lado de los otros, juntos e inseparables, terminaron por fundirse y constituir un solo y único organismo, lo cual no deja de ser extraordinariamente milagroso, científico y conmovedor.

        Generalmente, los niños se cansan de sus juguetes, una vez hastiados de los muñecos que durante un tiempo hizo sus delicias, le rompen los brazos, las piernas, les abren el vientre para ver lo que tienen dentro, y luego, desdeñosos, lo arrojan.

       El Mariano, que si hace ya tiempo dejó de ser pollo, no dejó nunca de ser niño, un niño terrible, un verdadero “Mariano”, que si entró hace ya muchos años en el pleno desarrollo de su inteligencia, no pareció haber entrado nunca, en el período de razón.

       Criatura precoz, lista, despierta, vivaracha, dotada de una intuición rara, aprendiendo con extraordinaria facilidad lo que le enseñaban sus maestros, y adivinando lo que éstos no sabían, pero destinado a no salir nunca de su primitivo estado, esto es, del estado de criatura, se pasa la vida haciendo chiquilladas; niño travieso, se agarró a la política, considerándola como un juguete sumamente entretenido y propio, como ningún otro para hacer travesuras y desesperar a la gente mayor, y no la soltaba, ni tenía ganas de soltarla...

           En sus manos, la política es un muñeco divertido, un polichinela articulado, lujosamente vestido, adornado de plumas, cintas y cascabeles, con que Mariano, niño eterno, ha venido jugando, Mariano no ha pertenecido nunca a ese gremio de criaturas ingratas y sin corazón. Cierto es, y muy cierto, que muchas veces se entretuvo en desnudar a sus polichinelas, en desarticularles, en descabezarles y en abrirles los vientres; pero luego se guardó muy mucho de arrinconarles, de tirarlos a la calle o a la basura; nada de eso.

          Lo que hace Mariano es recomponer cariñosamente sus muñecos; curaba sus fracturas con toda la habilidad de un cirujano o de un mecánico consumado; remendarle la cabeza y si preciso era, remplazarlas por otras “más bonitas”; vistiéndolas con nuevos y ricos ropajes y luego los presentaba afanosamente al mundo como nuevos.

          El mundo exclamaba: “¡pero si es un polichinela nuevo...!”     Y contestaba Mariano sonriendo y muy satisfecho de su destreza:” No, señores: es el mismo de antes; el mismo de siempre...”. Hace años que contemplamos enternecidos el mismo espectáculo: Mariano, niño joven; Mariano, niño maduro; Mariano, niño viejo, abrazado constantemente a sus polichinelas, unas veces riendo, otras veces llorando; un día jacarandoso, burlón y flamenco, otro día tétrico, amenazador y majestuoso. Pero siempre dispuesto, a cualquier hora y cualquiera que fuese su humor, risueño o sombrío, a hablar, a hablar en todas partes, sin tregua ni descanso.

           Mariano tiene un gran número de polichinelas, que se elevan y cada uno de ellos busca a otros polichinelas, y así se construye la pirámide del clientelismo parasitario, integrada por alcahuetes, futuros inútiles y sinvergüenzas, todos unidos por el interés, por los privilegios…

          Construyen pirámides, engrasando sus mecanismos, fundamentalmente en las administraciones públicas, bancos, cajas, gran orgía en la que participan los polichinelas, conocidos e incrustados a miles como politiquillos de libre designación y consejeros, polichinelas elegidos a dedo, por lo que estarán agradecidos a Mariano y cuidarán de sus capilares y terminales.

          Son designados, para construir telas de arañas, (con perdón a la araña), orgánicamente distribuido en bloque: Redes endogámicas que saltarán los límites de sus propias organizaciones, que ellos mismos siempre intentarán controlar, practicando actitudes antidemocráticas. Esto ocurre, con una especial incidencia, en las grandes ciudades, donde los consistorios y otras instituciones están monopolizados en un altísimo porcentaje, por un grupo ilimitado de familias de polichinelas que constituirán auténticos clanes partidarios e institucionales”, gusanos barrenadores, que con leyes o sin ellas, harán del estado, su negocio particular.

          Los lazos clientelares tienen en España un desarrollo y una importancia decisiva, situándose como el reino de la arbitrariedad y la particularidad, de pactos de todo tipo de élites, donde "reinará" el favor. El núcleo principal de la relación consiste en el intercambio recíproco de bienes y servicios de distinta especie entre los sujetos, que formarán la llamada «diada», base de cualquier sistema de clientelas: el oligarca Mariano, que proporcionará bienes materiales, protección y acceso a diferentes recursos, privados y públicos, polichinelas que ofrecen a su vez servicios personales, lealtad y apoyo, que en el ámbito de la política, puede traducirse en el control interno partidario y un puñado de votos, el compadreo y el comadreo, para todo tipo de actividad económica. Surgiendo el compadrazgo o el patronazgo, que subraya el afecto, real o fingido, entre las partes: «amigo» ha sido el apelativo preferido por los componentes de las clientelas para dirigirse unos a otros, cada jefe llamara a sus seguidores «amigos» antes que partidarios, transformando las maneras de relacionarse.

          La maquinaria del clientelismo se fundamenta en el principio de que el poder tiene que conservarse en manos amigas para poder servirse de él. Es la complicidad de los individuos que colaboran en todas maniobras ilícitas y delitos para poder participar en todo tipo de rapiñas.

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          Podría decirse con sorna, que es una antigua reproducción del caciquismo, cuatro o cinco grupos, que tienen amigos, hijos, yernos, primos, tíos, sobrinos, nietos y cuñados, en los puestos y en todos los estamentos. Muy frecuente resultará también la creación de formas de parentesco ritual, (compadre) que acompañaban a la clientela. Con ello, se establece un nexo duradero, a salvo de contratiempos del poderoso y su familia o grupo con la del apadrinado. Algunos autores han insistido también en la unión del patronazgo con determinadas concepciones ideológicas y con valores como el honor, que hace de la devolución de los favores una cuestión crucial en las relaciones de poder, que mantendrán a todo pacto, comiéndose al galope, al burro, al caballo y a otros de dos pies, que cuestionaran sus privilegios.

         El clientelismo subraya el carácter voluntario de la relación. Cualquiera de las partes en juego, no es capaz de poner fin a la complicidad, ya que el intercambio ha de resultar siempre beneficioso a Mariano siendo este el único con capacidad de romper la relación. Es evidente que las prácticas clientelares se dan en condiciones sociales en las que el poderoso ejerce algún grado de coerción sobre sus subordinados, forzados a actuar de una u otra forma, bajo la amenaza de perder sus medios de vida, privilegios y la imposición de un comportamiento determinado que se hace explícito por diferentes vías… para que Mariano y sus titiriteros pueda mantener la hegemonía.

          “Entre el día y la noche, no hay pared”, aforismo que envuelve el principio: que lo mismo nos intentan manipular en noche cerrada que en día claro...

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